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Algo está cambiando en el espacio si las principales empresas se están replanteando sus estrategias

El autor analiza la evolución de los proyectos espaciales en EEUU a lo largo de las dos últimas décadas y la complejidad del programa Artemis para volver a la Luna

Despegue de un cohete de SpaceX desde Cabo Cañaveral el 14 de marzo
Despegue de un cohete de SpaceX desde Cabo Cañaveral el 14 de marzoBRANDON BELL/Getty/Afp
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Algo está cambiando en el sector espacial cuando las principales empresas se replantean sus estrategias, incluso algunas envían mensajes preocupantes sobre una posible salida del sector. Sin embargo, los presupuestos se mantienen, la actividad comercial crece y el interés mediático aumenta especialmente por los espectaculares lanzamientos de la nave Starship de SpaceX (E. Musk), que este año tiene previstos 25 lanzamientos. Repasar ciertos hechos sucedidos en los últimos años permite entender la situación actual.

A raíz del accidente del Columbia en 2003, dado el estado de uso y obsolescencia de las lanzaderas, en 2005 el gobierno norteamericano decidió cancelar el Space Shuttle en el 2011 al finalizar la construcción de la Estación Espacial Internacional (ISS). Para proporcionar servicios a la ISS, NASA adjudica en 2006 a Lockheed el desarrollo de la cápsula tripulada CEV (Crew Exploration Vehicle) (Orion) prevista también para alcanzar la Luna antes del 2020; también se aprobó para esas misiones desarrollar los lanzadores Ares, denominado más adelante Space Launch System (SLS). Estos proyectos se adjudicaron con la modalidad habitual de "Contratos de Desarrollo" Cost-Plus que evitaba riesgos económicos a los contratistas en proyectos con alto grado de indefinición y riesgos.

A mediados del 2000 varias iniciativas privadas estaban desarrollando lanzadores ante las expectativas de un potencial mercado comercial. La NASA aprovechó estas iniciativas para asegurar la disponibilidad a tiempo de los servicios a la ISS y decidió probar una nueva modalidad de "Contratos de Servicios" a Precio Fijo, un cambio sustancial en la gestión de sus programas. Esta nueva modalidad comenzó con el programa "Commercial Orbital Trasportation Services" (COTS), seleccionando dos finalistas a los que adjudicó un contrato a cada uno para una misión preliminar, a la que, si concluía con éxito, le seguirían otras seis misiones operativas, y el compromiso de misiones posteriores, lo que aseguraba al proveedor continuidad de los servicios a medio y largo plazo.

En los contratos de servicios NASA se limita a especificar los requisitos esenciales de la misión (un 10% de lo habitual) y realizar el seguimiento de los hitos de progreso acordados, reduciendo notablemente su actividad de control, dejando al criterio del contratista la aplicación de normativas, procedimientos, metodologías y revisiones que considerase oportunas para su proyecto, además del derecho de la Propiedad Intelectual (IP) de los desarrollos que podía (y debía) utilizar con otros clientes. En definitiva, se trata de proyectos de participación pública privada (PPP) competitiva, donde dos contratistas al menos desarrollan un producto que pueden explotar comercialmente. Por su parte la NASA mejoraba los resultados de sus proyectos evitando "ser cliente único" y "depender de un único suministrador".

Para reducir riesgos a los astronautas, el transporte de carga se separó del transporte de tripulaciones a la ISS. Los dos primeros contratos COTS de carga fueron adjudicados a SpaceX (Dragon) y a Kistler, empresa que incumplió el primer año y fue remplazada por Northrop (Cygnus); las dos misiones se ejecutaron con éxito en 2012 (Dragon) y 2013 (Cygnus) y siguen prestando servicios. Debido al lento progreso de la cápsula tripulada Orion (CEV) de Lockheed, NASA decide abrir un concurso para transporte de tripulaciones, y en 2014 adjudica dos contratos, uno a SpaceX (Crew Dragon, 2.600 millones de dólares) y otro a Boeing (Starliner, 4.200 millones de dólares). SpaceX logró con éxito su primera misión en 2020, realizando hasta la fecha 11 misiones (7 a la ISS y 4 privadas). Boeing realizó la primera misión en 2024 con éxito parcial pues no retornó la tripulación a Tierra por problemas técnicos.

Por otra parte, el programa lunar Artemis aprobado en 2017 por la administración Trump se planificó en cuatro fases, utilizando la cápsula Orion (de 10 toneladas y con capacidad para cuatro tripulantes), el Módulo de Servicios europeo (18 toneladas) y el lanzador SLS (Boeing) para situar los astronautas en orbita lunar. Para el descenso desde Orion a la superficie lunar (Módulo Lunar en Apolo) NASA abre en 2019 un concurso de servicios denominado HLS (Human Landing System), adjudicando el primero contrato al Starship HLS (SpaceX) que asigna a la misión Artemis III (a partir de 2027), y el segundo contrato a la cápsula Blue Moon (Blue Origin) que asigna al Artemis V (a partir de 2030). La elección del Starship HLS añade gran complejidad al programa Artemis, pero proporciona gran capacidad de carga en la prevista base lunar.

La primera misión Artemis I (que comenzó en noviembre de 2022 y duró 25 días), que orbitó la Luna sin tripulación, tenia el objetivo de validar los sistemas y operaciones del lanzador SLS con la cápsula Orion y el Modulo de Servicios. Diversas anomalías detectadas en la misión están siendo analizadas y corregidas, obligando a retrasar el programa Artemis más de tres años. El programa lunar Apolo norteamericano no requirió una misión similar.

La segunda misión Artemis II (prevista abril 2026, 10 días) tiene el objetivo de sobrevolar la Luna con la configuración Artemis I con cuatro tripulantes. Esta misión sería equivalente a la misión Apolo 8.

La misión Artemis III (mediados 2027) será la primera misión tripulada para descender a la Luna, con objetivos y funciones similares al Apolo 11 pero logística totalmente diferente. La cápsula Orion y el Modulo de Servicios en órbita lunar se acoplan y transfieren dos astronautas al Starship HLS para descender a la superficie lunar, explorar y volver a la cápsula Orion para retornar a la Tierra. Previamente una misión Starship HLS sin tripulación deberá validar estas operaciones. La nave Starship HLS, con una masa que puede superar las 1.000t se diferencia notablemente del Modulo de Descenso Apolo con 18t, y por su tamaño debe ejecutar complejas maniobras en órbita terrestre antes de acoplarse al modulo Orion en órbita lunar.

Bajo el lema de SpaceX "las especificaciones que hay que cumplir son las de la Física, todo lo demás son recomendaciones", se desarrolló la nave Starship, diseñada para transportar 100 tripulantes a Marte, tiene 50 metros de altura (15 pisos), 120 toneladas de masa en vacío, 80 toneladas de carga útil hasta y hasta 1.100 toneladas de combustible (según la misión).

Se pone en órbita terrestre LEO con el lanzador recuperable Super Heavy (el más grande y potente construido hasta la fecha) de SpaceX. Este lanzador tiene una capacidad de carga de 150 toneladas por lo que Starship HLS se lanza prácticamente sin combustible y deberá repostar en órbita terrestre desde una nave "Starship Tanque" previamente reabastecida mediante varios vuelos de otra nave "Starship Cisterna".

Para la misión Artemis III se necesitarán al menos 12 misiones cisterna para recargar el tanque, con un máximo de 12 días entre recargas, lo que supone unos cinco meses para completar la carga. Una vez completo el "Starship Tanque" se pondrá en órbita la nave "Starship HLS" para acoplarse y recibir el combustible; una vez completo se desacoplan y autónomamente se dirigiría a la orbita lunar prevista, donde podrá esperar hasta 100 días la llegada del modulo Orion para ejecutar la misión lunar Artemis III.

El programa Apolo tardó siete años (entre 1961 y 1968) en desarrollar las capacidades para operar en el espacio, y en ocho meses (de diciembre de 1968 a julio de 1969) ejecutó tres misiones lunares que culminaron con el objetivo en la Luna en el tiempo previsto, con gran interés mediático mundial.

Los medios técnicos disponibles eran muy rudimentarios; regla de cálculo, pues no existían ordenadores personales ni calculadoras electrónicas; grandes ordenadores que utilizaban tarjetas perforadas de entrada de datos, y la salida en papel continuo A3 repleto de líneas con números que había que depurar; los documentos se mecanografiaban y las copias eran en papel carbón (cc); las comunicaciones se hacían por télex y la telefonía con operadora, etc.

Con unos medios técnicos incomparablemente superiores a los años sesenta, la cápsula Orion y el lanzador SLS llevan 20 años en desarrollo y 60.000 millones de dólares invertidos. Entre la primera y segunda misión lunar Artemis van a pasar mas de tres años, y con la tercera, posiblemente otros tres más. Son varias las causas de esta pérdida de eficiencia.

A partir de los años ochenta las administraciones espaciales fueron desarrollando normas, requisitos, especificaciones, procedimientos, metodologías, etc. que se han ido incorporando en las empresas creando una cultura excesivamente procedimental y burocrática realimentada en los programas espaciales, que tuvo sentido para desarrollar la industria, pero treinta años después es un lastre para la competitividad; equivalente a una enfermedad autoinmune para las empresas.

El hecho trascendente para la economía del espacio han sido los "contratos de servicios" puestos en práctica con los proyectos COTS que están consolidando un mercado abierto a empresas competitivas que saben armonizar producto, precio y plazo, cuya financiación se materializa fácilmente en proyectos con sólida base técnica, con números que la soportan y buena comunicación. Numerosas empresas surgidas del New Space están implantando esta cultura con buenos resultados, mientras que las empresas tradicionales tienen serias dificultades para adaptarse a este modelo. Europa por el momento no parece estar interesada en este modelo. Simplificando la burocracia aparecen el talento y las oportunidades.

Víctor Rodrigo es doctor Ingeniero Aeronáutico ex CEO de Crisa-Airbus DS y consultor de la Agencia Espacial Europea (ESA) y de la Comisión Europea.