Hace tiempo que la ciencia desmontó eso de que el lenguaje era la capacidad humana por excelencia. Más o menos en cuanto nos pusimos a descifrar muecas, pitidos, gruñidos, coreografías y golpeteos por el reino animal. Sin embargo, aun sobrevivía la idea de que nuestro lenguaje era más complejo que el de todos ellos, como consecuencia de nuestra inteligencia superior, de ciertas características anatómicas, e incluso de un gen. Pues toda esa complejidad, también está a punto de desmontarse.
Los bonobos, nuestros parientes vivos más cercanos, se comunican a base de unas 38 llamadas, una especie de silbidos y chillidos, muchos de los cuales nos recuerdan a los de los bebés, que al parecer forman parte de un lenguaje complejísimo. Investigadores de las universidades de Zúrich y Harvard acaban de descubrir que, con todos esos sonidos, los bonobos son capaces de crear combinaciones similares a los humanos.
El descubrimiento, no sólo es un gran paso para descubrir cómo se comunican los bonobos, sino que desafía suposiciones muy arraigadas sobre las características únicas de nuestra comunicación, que nos llevan a creer que aspectos clave de nuestro lenguaje son evolutivamente más antiguos de lo que se creía.
Para realizar este estudio, los investigadores se han centrado en un grupo bonobos salvajes de la Reserva Comunitaria de Kokolopori, en la República Democrática del Congo. Y emplearon métodos novedosos derivados de la lingüística para demostrar, por primera vez, que al igual que el lenguaje humano, la comunicación vocal de los bonobos depende de la composicionalidad.
El principio de composicionalidad es un principio según el cual el significado de las expresiones está completamente determinado por la estructura y significado de sus componentes. Es decir, que en la frase: «Chita quiere plátano», si el principio es cierto, con cambiar uno o más componentes de la oración, su significado también debería cambiar: «Chita quiere manzana», o «Chita rechaza plátano». Evidentemente, el significado cambia. Pero también si se cambia la estructura de la oración: «plátano quiere a Chita».
Los investigadores aplicaron un método desarrollado por lingüistas para cuantificar el significado de las palabras humanas. «Esto nos permitió crear una especie de diccionario bonobo», apunta Mélissa Berthet, investigadora postdoctoral en el Departamento de Antropología Evolutiva de UZH. Después, pasaron a investigar las combinaciones de llamadas. «Pudimos cuantificar cómo se relacionan entre sí los significados de las llamadas individuales y todas sus combinaciones», explica Simon Townsend, profesor de la UZH y autor principal del estudio.
Los investigadores encontraron numerosas combinaciones cuyo significado estaba relacionado con sus partes individuales, un sello distintivo clave de la composicionalidad. «Esto sugiere que la capacidad de combinar ciertos tipos de llamadas complejas no es tan exclusiva de los humanos como alguna vez pensamos», apunta Mélissa Berthet.
Los hallazgos indican que la capacidad de construir significados complejos a partir de unidades vocales más pequeñas existía mucho antes el lenguaje humano, y que la comunicación vocal de los bonobos comparte más similitudes con el lenguaje humano de lo que se creía. «Humanos y bonobos tuvieron un ancestro común hace entre 7 y 13 millones de años, comparten muchos rasgos, y parece que la composicionalidad del lenguaje es uno de ellos», concluye el profesor de Harvard Martin Surbeck.