Aquel que se atreva a decir que el dinero no da la felicidad debería darse un paseo por el Club Deportivo Distrito Olímpico. Allí, alguien como Cipri le demostrará que se equivoca. El despiste de echar gasolina a un coche que funciona con diésel desató su malhumor. De camino al club de baloncesto, se quedó tirado en la autovía. Esa tarde de lluvia y mucho tráfico, le costó ser auxiliado. Finalmente llegó, pero con un enfado tal que no quería ni que su familia le hablara. De repente, la magia de un cheque de 32.800 euros convirtió al Cipri amargado en un Cipri parlanchín, sonriente y de ojos brillantes.
Cipri es una de las 10.400 personas que compraron participaciones del número 72480, el Gordo de la Lotería de Navidad, en el club de básquet. El premio fue de 417.600.000 («¡cuatrocientos diecisiete millones seiscientos mil euros!»), que, tras las retenciones de Hacienda, se convirtieron en 342.105.185 euros a repartir entre 5.387 personas registradas (hasta el momento del cierre de este suplemento, el viernes). Se trata de un reto descomunal al que, se cree, nunca se había enfrentado ninguna entidad. Ni siquiera los bancos asumieron la responsabilidad. «Es una distribución por esporas, y eso es lo más bonito», describe Ángel Francisco Iglesias, vicepresidente del club.
La entidad ganadora es una sociedad sin ánimos de lucro que tiene 42 años enseñando a jugar baloncesto. La oficina, alquilada, está ubicada en el modesto barrio madrileño de San Blas-Canillejas. No tienen un espacio que sea de su propiedad, tampoco cuentan con un pabellón deportivo. Para botar la pelota con los alumnos pagan por el uso de las instalaciones que ofrecen desde el Ayuntamiento de Madrid o algunos colegios privados.
El vicepresidente detalla que el presupuesto de la sociedad está en torno a unos 600.000 euros. El dinero proviene de subvenciones y patrocinadores. Pero son «las familias que religiosamente dan su dinerito» las que conforman «el 80%» de la entrada económica. Por eso cada año, «para obtener unos poquitos fondos», imprimen talonarios, con 30 billetes cada uno, de un número de lotería que los chicos baloncestistas se encargan de vender.
Para 2024 se imprimieron 18.360 rifas, de las cuales se vendieron 10.400. Ni Ángel ni el resto de los directivos se habían planteado una logística para repartir unos cientos de millones que no tiene ni el Real Madrid de baloncesto, que cuenta con un presupuesto de apenas 44,5 millones de euros para la temporada 2024-2025, nueve veces menos que este club de barrio.
Tras la euforia del 22 diciembre, llegó la preocupación. «El 23 hicimos un conteo de las papeletas y de las matrices», relata el vicepresidente del club. Temían no contar con el dinero suficiente para pagar a los beneficiarios. «Por mucha confianza que tengas, siempre te queda que puede haber un error de un talonario y, ¿qué haces? Tienes que decir: "que sepáis que, si a todos os toca 32.800, pues no, van a ser 25.000". Claro, las denuncias caerían a mansalva». Pero ese fatídico escenario fue descartado. «Cuando supimos que íbamos a tener el dinero para pagar a todo el mundo, respiramos. No he vivido una situación tan tensa en mi vida».
Tras superar las trabas burocráticas, el 8 de enero aterrizaron en la cuenta bancaria del club los 342.105.185 euros, netos y libres de impuestos, correspondientes a los 1.044 décimos que la Sociedad Estatal Loterías y Apuestas del Estado (SELAE) registró. Como reconoce Ángel, no tenían ni idea de cómo abordar la entrega del dinero. «Nosotros no nos dedicamos a repartir Gordos, nosotros nos dedicamos a jugar baloncesto. Lo único que tenemos es nuestra forma de actuar, la ética». Encima, el agobio aumentaba con cada minuto que pasaba, con cada llamada de los ganadores para reclamar su parte de la tajada.
Ni los bancos asumieron la "locura absoluta"
La junta directiva del Distrito Olímpico debatió sobre la manera más efectiva y transparente de repartir el botín. Se asesoraron con entidades bancarias como CaixaBank e Ibercaja, quienes se ofrecieron a ayudar en lo que quisieran, menos en un detalle: «No iban a hacerse cargo del pago... Enseguida vimos que teníamos que ser nosotros quienes asumiéramos semejante reto». Les sobrevino la «locura absoluta».
En el club tenían la mejor disposición a hacer las cosas bien, pero no sabían cómo. «No podíamos decir: "a partir de tal día, que venga la gente". Sería una locura y, quieras o no, las papeletas son falsificables, no son hechas por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre». La impaciencia de millares de ganadores siempre estuvo presente. «Mucha gente pensaba que esto era muy rápido, pero este dinero es superior al presupuesto de varios ministerios», señala Ángel, quien ha redactado varios comunicados para despejar inquietudes.
Lo que se lleva Hacienda y el monto final
La principal confusión se refería a la cantidad adjudicada por cada papeleta, teniendo en cuenta la fiscalidad. Explicaron que el club, como gestor, recibió una retención del 20% en el momento del cobro —de ahí que los 417.600.000 iniciales pasaran a 342.105.185—. Dilucidaron, por tanto, que ese descuento repercutiría en cada décimo. En el caso del club, el premio al décimo es de 400.000 euros y, como los primeros 40.000 están exentos de impuestos, el 20% se tributa sobre 360.000 euros. Como resultado de esa retención, se perciben 328.000 euros por décimo. Por último, en este entramado matemático, a cada papeleta le corresponderían 32.800 euros, la décima parte de cada uno de los décimos oficiales adquiridos por el club, y no 40.000 euros como muchos creían (y exigían).
Y así fue como idearon la logística para distribuir el tesoro. Primero, un registro previo en un sistema creado expresamente para ello. Cada beneficiario accede al registro a través de la página web del club. Allí, debe ingresar sus datos: número de DNI o NIE, nombre y apellidos, dirección, email y teléfono; los detalles de las rifas: el número de papeletas que posee, si son o no compartidas, especificar el número que aparece sobre el papel, y adjuntar una foto de su documento de identidad.
El sistema vuelca esos datos según las papeletas vendidas y permite agilizar el registro presencial que los ganadores hacen en la sede del club. Una vez revisados los datos, el club contacta con cada agraciado por email para citarlo y que acuda a mostrar su papeleta y recibir su cheque nominativo y un certificado de pago.
El 14 de enero habilitaron el espacio para recibir a los afortunados. Allí acude Crónica para ser testigo del proceso. El timbre no deja de sonar. Antonio López-Aguado, responsable de prensa del club, aguarda en la recepción. «DNI, citación y papeleta, por favor», pide amablemente. Él coteja los datos y comprueba que todo esté en orden. Luego, la persona pasa con Iñaki del Castillo, vocal de la junta directiva, quien espera con una linterna.
A PRUEBA DE TIMOS
«Nosotros tenemos la matriz [el origen de las papeletas] porque cada jugador [del club] nos la tiene que devolver con las papeletas que sobraron», detalla Iñaki. Él verifica con luz ultravioleta que una raya que comienza en la matriz y termina en la papeleta se una a la perfección, al mismo tiempo detalla las marcas de agua que no se ven a simple vista. Luego, confirma que tenga el sello del club. «De momento, nadie nos ha querido timar y esperemos que no ocurra».
El registro previo también dificulta el engaño, como explica el vicepresidente. «Si le dices al formulario "tengo tres papeletas", te salen tres casillas para poner el número de cada una. Si alguien quiere registrar unas ya existentes, no le deja. Falsificar una papeleta supone saber cuál se ha registrado y cuál no». Para evitar engaños, tienen mil ojos. «Un error es fatal. Un error son 32.800 euros. Si son tres errores, no tenemos dinero en este club para pagarlos», comenta Ángel. «Nuestro presidente se llama Jesús, no Florentino», bromea Iñaki.
Un error es fatal. Un error son 32.800 euros. Si son tres errores, no tenemos dinero en este club para pagarlos
Tras verificar que todo está en orden, la persona pasa a un despacho, a puerta cerrada. Allí, el presidente Jesús Torres entrega a cada uno su cheque nominal, que «solamente lo puede ingresar la persona que aparece con ese nombre, con el DNI en la boca». También facilita un certificado de pago, «para demostrar el origen de los fondos... No hay que meter nada porque el sistema ya vuelca los datos. Se firma por el club y lo firma la persona. Ellos se llevan ese certificado y nosotros nos quedamos con una copia», detalla Ángel.
«La mano la tengo ensayada», comenta Jesús sonriente mientras contrae su bíceps derecho. «A este brazo ya no le hace falta ejercicio». Él firma 10 millones de euros en cheques, la cantidad media de felicidad que reparten cada día, de lunes a viernes y los sábados por la mañana. Ya han acudido desde todos los rincones de España a canjear su premio.
El personal del club es el encargado de hacer tan arduo trabajo, de forma voluntaria. Han sido criticados por no contratar a más gente para acelerar la entrega. «Es algo delicadísimo. No podemos poner a cualquiera que no tenga un grado de implicación muy alto con la entidad... Preferimos pagar en dos meses, con gente de extrema confianza, a pagar en un mes contratando a alguien que no va a tener esa implicación», justifica Ángel.
«Gordo, ¡que es verdad!», dice Claudio compartiendo con su hermano Cipri la felicidad adquirida en el cheque. Fue él quien le compró cinco papeletas a Inés, la pequeña jugadora de baloncesto de la familia que logró vender dos tacos de rifas (60 participaciones). Claudio reconoce que fue uno de los ganadores impacientes. «Sí estuvimos un poco nerviosos, dijimos "qué pasa aquí"... La verdad es que, cuando te enteras de que te ha tocado, lo que quieres es cobrarlo cuanto antes. Pero luego entiendes que la gestión es delicada porque son muchas papeletas, y papeletas compartidas entre varios... el riesgo de pagarle a alguien con la papeleta equivocada es grande».
Claudio creía que el reparto podía ser más ágil. «Venir a recoger un cheque, con todos los sistemas que hay para hacer transferencias, me parecía arcaico... También es verdad que con transferencias es más complicado que se te escape el dinero y, claro, si se equivocan es un rollo y lo tienen que pagar de sus arcas», razona Claudio y añade entre risas: «Aunque entiendo que les va a sobrar [dinero, al club], porque hay mucha gente que ha perdido sus papeletas. Es lo típico que compras una papeleta, te la echas al bolsillo, no le haces ni caso, echas los pantalones a lavar y ya has perdido 40.000 euros».
Pero desde el club no ponen trabas. «Nosotros queremos que todo el mundo cobre, y cuanto antes», enfatiza Ángel. Como estipula la ley, la sociedad informa de que «absolutamente todas las papeletas registradas antes de las 23:59 horas del 22 de marzo de 2025 serán pagadas». «Paciencia, vamos a acabar», pide sonriente. Las papeletas que se intenten registrar el 23 de marzo a las 00 horas quedarán sin pagar y se las quedará el club, «por supuesto contentísimos, con la falta que hace, bienvenida sea esa maravilla. Pero esperemos que todo el mundo cobre... No hay que olvidar que la gente ha comprado las participaciones nos ha ayudado».
El vicepresidente promete que la transparencia continuará hasta el final. «Cuando terminemos haremos otro comunicado, que ya es un clásico, y daremos los datos más concretos». En el último que han difundido en su web, compartieron cifras sobre la primera semana de entrega de premios. Del 14 de enero al 21 de enero han atendido a «1.154 beneficiarios que nos han traído 2.240 papeletas premiadas. Una media, pues, de 320 participaciones tramitadas al día». «Repartir más de 10 millones de euros al día entre tantísimas personas es una situación que nadie podíamos soñar antes del 22 de diciembre, cuando Piero Rai Chávez Huaroto y Alisce Ríos Gonzales cantaron, a las 11:27 de la mañana, el mágico número premiado», se lee también en el comunicado.
Con el reparto de felicidad, el presidente del club ha podido hacer un pequeño análisis sociológico tras los primeros mil cheques entregados. «La gente mayor es, con diferencia, la que mejor reacciona... Muchos agradecen el esfuerzo y la rapidez en la gestión... Pero eso que se dice por ahí de que la cultura del esfuerzo se está perdiendo es una realidad. La gente mayor sí que te lo dice, te lo expone porque lo ve. Sin embargo, la gente más joven no te dice nada, consideran que es normal».
Jesús comparte un par de las múltiples anécdotas que han vivido. «Vino una señora muy chiquitina con dos sobrinos que parecían dos armarios. Y le digo: "¿y ellos?" Y dice: "vienen a ver qué pillan"». «Otra mujer que tenía como 80 años vio el importe y dijo: "Japón, Camboya, Tailandia, me da pa todo"». No obstante, han tenido que lidiar muchas veces con el enfado, sobre todo en redes sociales.
Los han acusado, por ejemplo, de retener el premio para que generara intereses en la cuenta bancaria. «Precisamente para evitar estos problemas el dinero está en una cuenta no remunerada. No queremos suspicacia. No queremos retrasar para que haya más intereses», asegura Ángel. Quienes no entienden el tema de la fiscalidad también los han juzgado. «Podemos entender el desconocimiento. Pero si desconoces, no hables mal».
Lo peor del proceso, según el vicepresidente, han sido esos comentarios. «Es algo a lo que no estamos acostumbrados y nos duele». Ellos eligen quedarse con lo bueno. En palabras de Ángel, «con lo bonito de vivir algo que nunca más volveremos a vivir. Esto está repartidísimo. Es la ilusión que hace saber que todas las familias del club que han querido [participar] han sido agraciadas de un modo u otro. Y no solo las familias, sino las familias, compañeros, y amigos de las familias».
El dinero también ha multiplicado la felicidad para el club, que tiene sus propias papeletas. ¿En qué gastarán su dinero? «Los cuentos de la lechera, por nuestra forma de ser, no nos gustan», responde el vicepresidente. Y Jesús añade: «Hay sueños, pero sueños que vienen de años atrás. ¿Qué nos gustaría? Pues tener un pabellón, una instalación propia. ¿Esto nos puede ayudar? Todavía no lo sabemos». Eso sí, prometen que «malgastado no va a estar».