La pasarela está rodeada de agua y bruma. El embalse de Valmayor alrededor. Las lágrimas del cielo no cesan de caer. Van tres semanas seguidas que han puesto a prueba el sistema hídrico de Madrid, uno de los mejores del planeta. La Comunidad administra 13 embalses que tienen que laminar esa agua que cae. Van continuas las borrascas Jana, Konrad, Laurence y Martinho. Han atacado seguidas, con apenas respiro. Y son gentes como Belén, David y Fidel quienes han ayudado, en silencio, a contener el temporal. Estos equilibristas del agua son quienes controlan las presas y sus desembalses.
Con el casco puesto y las botas empapadas, Belén Benito observa el horizonte. Pasea por el ovni que es el corazón de la presa que en su punto más alto mide 60 metros. Es directora de Operaciones del Canal de Isabel II, dirige los 13 embalses y, en sí, prácticamente todo el sistema de agua potable de Madrid. Ha llegado al enorme pantano de 755 hectáreas, el segundo en tamaño que está únicamente en la capital, desde las oficinas centrales de Chamberí, a medio centenar de kilómetros de aquí. A su lado está parte del núcleo de personas que manejan estas infraestructuras. David Muñoz dirige siete presas de Madrid. Y Fidel Martín, quien es el capataz del embalse de Valmayor. Éste, por vez primera, ha apretado el botón de «abrir» para desembalsar continuamente. Lo relata con una sonrisa de orgullo a escasos días de su jubilación.
Las lluvias de este marzo en Madrid han sido históricas: nunca ha caído tanta agua del cielo. Todos coinciden: sin los embalses, la catástrofe
«Nunca había pasado, en los más de 20 años que llevo aquí. Pero tampoco desde su inauguración en 1976», suelta Fidel mientras desde la ventanilla de control se ve el torrente. Coloca sus manos sobre el centro de mando como queriendo repetir ese momento histórico. A escasos pasos se desplazan 40 metros cúbicos —o 40.000 litros— por segundo. Una alarma suena, un grupo de curiosos ha saltado el perímetro de control. Fidel gira la cabeza. Ponen en riesgo la vida por un selfie, por esa foto para Instagram. La seguridad los desaloja raudamente.
Los temporales consecutivos comenzaron con una fuerza descomunal. Y los equilibristas del agua actuaron discretamente, sin generar alarma. Hay quienes piensan que lo del aumento del caudal del Manzanares, ese «aprendiz de río» a decir de Quevedo, que ha subido 15 veces su volumen esta semana, ha sido lo más alarmante. Se han sorteado más dramas sin que se conozcan. A estos técnicos e ingenieros les debemos tanto sin saberlo. El gran desborde que han controlado comenzó a principios de mes y ya el 8 de marzo se encendió una luz de alerta.
PRIMER AVISO
«En un momento determinado entraban 715 metros cúbicos por segundo, es decir, una piscina olímpica cada cuatro segundos. Y desembalsábamos sólo 75. Ese es el parapeto de los embalses», recalca Belén. Otro momento histórico, otro récord. Sucedió al norte, en el Atazar, que tiene una capacidad de 425 hectómetros cúbicos, el más grande la Comunidad. Su apodo: el Mar de Madrid. Uno en plena turbulencia.
«Es un ejemplo ilustrativo de la función laminadora de las presas. Era el caudal del río Lozoya, regulado por cinco presas que gestionamos: Pinilla, Riosequillo, Puentes Viejas, El Villar y el Atazar. Gracias también a la operación de sus distintos órganos de desagüe, el caudal aguas abajo de El Atazar, la última presa que regula el río Lozoya, se redujo en casi un 90%». Una hazaña más de Belén y su equipo: 90 personas sólo en los embalses, 1.400 en total. Héroes anónimos.
Ese mismo día, 12 de las 13 presas que gestiona la empresa pública estaban soltando agua constantemente. Todas salvo la de Valmayor, que históricamente nunca lo había hecho excepto en momentos puntuales para comprobar su funcionalidad. Por labores de mantenimiento.
El segundo embalse más grande de la capital por primera vez ha abierto sus compuertas para desembalsar de modo continuo. El botón de Valmayor lo apretó Fidel a días de jubilarse.
Las precipitaciones iban in crecendo. Aunque había pequeños respiros cruciales. El domingo 9 de marzo se cerró el desagüe de la presa de La Aceña, y se redujeron los caudales desembalsados en prácticamente todas las infraestructuras. Pero era sólo una burlería de las nubes. La lluvia no cesaba. Y ocurrió el momento histórico que vivió Fidel. El miércoles 12 de marzo se incorporó el desembalse de la presa de Valmayor. Primero con 20 metros cúbicos por segundo, después a un ritmo de 40. El rugido del agua sonó cual estruendo en todas las presas del Canal.
CORO DE PRESAS
«Desde el lunes 17 de marzo están vertiendo todas las presas de manera simultánea. Es la primera vez que esto sucede, y es también la primera vez que la presa de Valmayor alivia agua», recalca la ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Madrid, quien entró en esta empresa estratégica tras superar duras oposiciones. Desde hace un cuarto de siglo, Benito conoce sus entuertos. Y su historia. Es también vocal en el Consejo del Agua de la Confederación Hidrográfica del Tajo.
La Confederación, dependiente del Gobierno Central, administra el resto de embalses importantes de Madrid. Como El Pardo y el Pantano de San Juan, que comparte territorio con Castilla y León. La primera vierte sus aguas al río Manzanares, el que ha multiplicado por 15 su caudal. Su desembalse oscila entre los 50 y 60 metros cúbicos —50.000 o 60.000 litros— por segundo. Eso cuando este embalse es casi tres veces más pequeño que el de Valmayor. El de San Juan, que tiene incluso un poco menos de agua almacenada que éste último (uno al 85% y el otro al 96%), libera 350 metros cúbicos por segundo.
Litros de agua por segundo: 800.000
Es otra forma de actuar. Ya que, en total, desaguan prácticamente lo mismo que las 13 presas que administra el Canal de Isabel II. Las que estaban desembalsando 401 metros cúbicos —o 401.000 litros— por segundo al cierre de edición. Destacan la presa de El Vado que desembalsa 95 m3/segundo, cuyo caudal va a parar al cauce del río Jarama. La de Valmayor, 40 m3/segundo, que va a parar al cauce del río Aulencia. Los otros desembalses más cuantiosos muestran cómo se realiza el equilibrio de la cadena del agua: la de Pinilla, 20 m3/segundo, va a parar al embalse de Riosequillo. La de Riosequillo, 15 m3/segundo, va a parar al embalse de Puentes Viejas. La de Puentes Viejas, 30 m3/segundo, va a parar al embalse de El Villar. La de El Villar, 77 m3/segundo, va a parar al embalse de El Atazar. El Atazar, 80 m3/segundo, va a parar al cauce del río Lozoya.
En total, más 800.000 litros de agua por segundo que manejar únicamente en estas presas. Cualquier yerro podría causar un auténtico desastre hidrológico. Belen Benito recalca la importancia de explicar con propiedad los desembalses. «La prevención de los impactos que se podrían causar, aguas abajo de la presa, en el caso de que la crecida del río no fuera parcialmente retenida dentro del embalse es una función importantísima. Esto se está viendo estos días porque lleva lloviendo desde el día 3 de marzo de manera ininterrumpida. Es una cosa inédita». A su lado, David Muñoz, quien ha tenido que lidiar con siete embalses, incluyendo en el que nos encontramos, asiente ante la explicación.
EXPLICANDO DESEMBALSES Y LA 'UCI DEL AGUA'
—A veces se suele echar la culpa a los desembalses de las inundaciones... —preguntamos a la ingeniera Benito.
— En efecto, hay algo que en general la población desconoce porque de manera errónea opina e incluso verbaliza que el desbordamiento de los ríos se debe a los desembalses. Y no se debe a ellos, por varias razones, en los tramos de río que hay aguas abajo de las presas, está llegando el agua por todos los afluentes. El terreno está tan empapado que ya no absorbe más y todo eso termina en el río. La crecida de los ríos, aguas abajo de las presas, es una cuestión de que está lloviendo por todas partes de manera continua. No es por los desembalses.
—Es más bien un inmenso «parapeto», como ha explicado antes.
—Es así. Lo que están haciendo es paliar, frenar lo que hubiera llegado a los ríos, si ellos no hubieran estado.
—¿Cómo se hace el equilibrismo de tanta agua?
— Para tomar estas decisiones, pues nos basamos en distintos datos. En las predicciones meteorológicas. También en la medición de los aforos que hay en los ríos para medir los caudales. Nosotros tenemos nuestros sensores y la Confederación posee una red, la red SAIH (o Sistemas Automáticos de Información Hidrológica), que permite mirar cómo van evolucionando esos caudales y entonces, en función de estas informaciones, y del volumen de la cota que va cogiendo la lámina de agua en el embalse, pues vamos tomando las decisiones para saber cuánto tenemos que desembalsar. Lo hacemos a través de los distintos órganos de desagüe que tienen nuestras presas.
—¿Por qué no se ha llegado a tener el 100% de los embalses (están al 87%)?
—(Un silencio) Sí. Aunque esa es una hipótesis que no contemplo. Me has hecho la pregunta y me he sorprendido simplemente porque las presas están para desembalsar cuando llega una avenida (crecida de aguas o riada), entonces eso no lo había pensado nunca. Pero efectivamente estarían al 100%.
—Lo pregunto para explicarlo a quienes formulan esa cuestión en redes y demás...
— Hemos tenido récord de precipitaciones y, en estas circunstancias, todos los embalses deben de tener una capacidad vacante, que llamamos resguardo, porque si no, si lo hubiéramos dejado llenar al 100% por las lluvias, pues entonces no tendríamos ninguna posibilidad de hacer maniobras y de manejar los caudales como lo estamos haciendo en este momento.
—Cómo describiría el control que se tiene aquí...
—Esto es como una UCI que se está monitorizado permanentemente. Cuando hacemos estas maniobras en las que hay una avenida, estamos en tensión y en colaboración siempre con la Confederación y con la Comunidad de Madrid, el 112 Emergencias, Protección Civil... Son momentos de tensión. Como cuando se nos rompe una tubería de un gran diámetro y resulta que dejamos a 100.000 personas sin agua.
—Las presas han corrido peligro.
—No. Nosotros las hemos estado cuidando.
En el centro de Madrid, se anuncian cortes en la M-30 y la M-40, dos de las principales vías de España. Las universidades anuncian que no habrá clases. Se recomienda el teletrabajo. El diluvio cae otra vez sobre Valmayor. A la otra orilla, en la urbanización La Pizarrera un vecino con décadas aquí no recuerda momento igual... Se celebra con algarabía que se cuele un rayo de sol, que dura minutos apenas. El embalse se convierte en un inmenso espejo donde se reflejan esas nubes grises que quieren seguir demostrando su poderío. Que nos protege silencioso al ritmo de los equilibristas del agua.