A José Luis Malagón alguien le pagó profesores particulares durante su etapa escolar, lo mandó a estudiar el bachillerato y la carrera universitaria a Granada, le costeó viajes, le compró la ropa que usaba... «Hasta los calzoncillos», asegura él, este pasado martes, sentado en el sofá de su casa, cuando un reportero de Crónica le visita.
«Cuando fui adolescente me enteré de que quien se ocupaba de que a mí no me faltara nunca de nada era mi presunto padre. Lo hacía siempre a través de una persona interpuesta. Tengo que decir presunto porque nunca me reconoció —comenta entre risas— aunque en Morón, mi pueblo natal, todo el mundo sabía y sabe quién fue mi padre, como todo el mundo sabe que nunca se desentendió de mí, aunque no guardara contacto conmigo ni yo lleve sus apellidos».
José Luis Malagón lleva desde 1963 queriendo demostrar que es hijo de un rico empresario de Morón de la Frontera (Sevilla). Se trata de un notable terrateniente del pueblo que llegó a ser alcalde de Morón durante la dictadura de Primo de Rivera. Cuando murió, José Luis tenía 19 años. Por ese tiempo, él estudiaba Magisterio en Granada y en la cartilla del banco disponía de «70.000 pesetas».
«Yo tenía un preceptor, don Florencio, que se ocupaba de todo. Mi presunto padre fue quien abrió esa cuenta en el banco y quien iba haciendo ingresos. Cuando murió, realmente esa fue la única herencia que tuve de él», explica José Luis Malagón, que roza ya los 82 años. «Un abogado me dijo entonces que esto lo tenía que mover, porque todos esperaban que mi nombre apareciese en el testamento, pero no fue así».
Con sólo 20 años, hace ya casi 62, presentó la primera denuncia por este asunto en un juzgado de Morón. Desde entonces, con algunas pausas «por cansancio», lleva toda la vida intentando que se le reconozca como el hijo de un hombre que tuvo una relación de años con su madre, aunque sin hacerla pública nunca.
José Luis cuenta que nació de un amor furtivo. A mediados del siglo pasado, su padre, 30 años mayor que su madre, había enviudado. Tras dejar Madrid, donde vivía con su mujer, decidió volver a Morón, su pueblo natal. Fue entonces cuando conoció a Francisca Malagón, una joven sastra treintañera a la que le llevaba los trajes y las camisas para que le hiciera los arreglos. Entre ambos surgió una relación sentimental... y también imposible.
«Hay que entender el contexto de ese tiempo. Mi padre era el mayor cacique del pueblo, un hombre muy rico. Mi madre, en cambio, procedía de una familia humilde y, en su mayoría, republicana. Cuando mi madre se queda embarazada, sé que mi padre le propone hacerse cargo de mí junto a ella, pero fuera de Morón. Mi madre no aceptó y volvió a su casa con mis abuelos», explica José Luis.
Tras la muerte de aquel señor, la hija que tenía de su matrimonio, que por ese tiempo residía en Madrid, fue la única heredera. A su muerte, ya instalada en Morón para gestionar las propiedades, sus 12 hijos se quedaron con el patrimonio que había heredado. Hoy, algunos de esos nietos son «ingenieros, abogados, empresarios...», dice José Luis Malagón.
A principios de los 2000, José Luis recibió un nuevo impulso para seguir batallando en el juzgado. Por ese tiempo, él todavía era profesor en la Universidad de Sevilla, donde ejercía de catedrático de Gerontología —aunque tiene estudios universitarios en más campos—.
«Una alumna me dijo que su abuelo quería saludarme, que me conocía. Cuando fui a verle me encontré con la sorpresa de que había sido el administrador de mi padre. Me dijo que estaba dispuesto a certificar ante notario que sabía de mi relación con él», explica. Aquella vía de esperanza no se consolidó, pero sirvió para que José Luis Malagón pusiera su caso en manos de Fernando Osuna, un abogado que roza el millar de casos similares al suyo en las últimas dos décadas.
En 2013, Malagón presentó una demanda de paternidad. Pero el caso, extrañamente, quedó de nuevo frenado en el juzgado. El 19 de julio de 2022, Fernando Osuna elevó un nuevo escrito quejándose. «El procedimiento de reclamación de filiación no matrimonial ha venido sufriendo dilaciones indebidas en su tramitación (...) Transcurridos nueve años desde la interposición de la demanda, la situación actual del procedimiento vulnera el derecho a la tutela judicial efectiva del demandante, habiéndose producido un anormal funcionamiento tanto del órgano de la Administración de Justicia, como de la Administración Municipal de Morón de la Frontera».
En todo este tiempo, el bufete de Osuna ha conseguido presentar en el procedimiento una servilleta que había usado uno de los 12 hijos de la (presunta) hermana de Malagón. El cotejo de su ADN, pese a tratarse de un sobrino, dio una coincidencia mayor del 90% con respecto del demandante. Además, se han producido tres exhumaciones de cadáveres del panteón familiar que tienen en el cementerio de Morón. La primera no sirvió. Se exhumaron los restos de una mujer. En la segunda se exhumaron de otros dos fallecidos, un hombre y una mujer.
Esa segunda exhumación se hizo la mañana del 20 de diciembre de 2023. Ese día, una comisión judicial desenterró dos cadáveres para extraerles muestras genéticas y comprobar si coinciden con las de Malagón. El auto del juez decía explícitamente que se autorizaba la doble exhumación «para que el médico forense (...) proceda a la extracción de muestras que considere precisa (...) y su remisión al Instituto de Toxicología y Ciencias Forenses para la realización de la prueba pericial».
Pero el resultado de ese cotejo de ADN no llega. Fernando Osuna explica que el caso «ya es desesperante» y que «está atascado» en el juzgado de Morón que coordina las diligencias. «Cada trámite que se hace ante este juzgado se tarda como mínimo ocho meses en resolverlo», se queja el letrado. «Llevamos año y medio casi esperando los resultados. No es de recibo».
Si, finalmente, José Luis Malagón es reconocido hijo de manera oficial, tendrá derecho a recibir parte de la herencia de su padre. Pero al tratarse de una herencia ya repartida, necesitará negociar con quienes la recibieron como herederos en su día —sus 12 sobrinos—. Si no hay acuerdo con ellos, tendrá que empezar otro proceso judicial debido a que la justicia española no concede en el mismo procedimiento la paternidad y el derecho a herencia.
«Conmigo todo sería muy fácil, lo aseguro. Más allá del dinero, que por supuesto que interesa, me gustaría que los apellidos de mi presunto padre quedaran registrados conmigo. He sabido desde siempre que era una persona acaudalada, pero nunca he intentado calcular cuantía económica alguna. Sencillamente, lo que siempre he reclamado es que se haga justicia. Y si ello trae consigo compensación económica, bienvenida sea».