LITERATURA
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La novela del poli gitano: "Los narcos han decidido que el fentanilo no llegue a España porque se les mueren los clientes"

Santiago Díaz, el guionista y autor de la trilogía 'Indira', inicia un nuevo ciclo de novelas con 'Jotadé', la historia de un policía gitano y de un narco que intenta convertirse en respetable

Santiago Díaz.
Santiago Díaz.Ángel Navarrete
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Mierdaseca es la palabra que identifica al personaje de Jotadé, el policía gitano que actúa en el sur de Madrid y que da título a la nueva novela de Santiago Díaz (Alfaguara). Tan suyo es ese extraño insulto que Jotadé, que en realidad se llama Juan de Dios, dice mierdaseca en un momento clave de la novela, en una escena a la que llega con un pasamontañas en la cabeza, de modo que, pese a su atuendo, todo el mundo lo reconoce. «Jotadé no es un personaje cómico pero hace gracia», dice Díaz. «No tiene filtros al hablar, dice lo que piensa, igual con los gitanos que con sus jefes. Y eso hace soportable una novela que retrata un mundo oscuro, deprimente y cruel». Jotadé también dice cosas como «un gitano sin choricero es como un jardín sin flores», roba, se droga, encubre y extorsiona (muy poquito, sólo al mecánico de su coche), pero es esencialmente bueno. Toma los estereotipos del gitano pícaro y poco formal y los lleva a otro sitio más complejo.

«Mis novelas funcionan a partir de los personajes. Los trabajo bien y entonces ellos me sostienen la trama», explica el autor. «Trabajarlos significa llegar a un punto en el que sean personajes con contradicciones. Jotadé es un inadaptado, es un gitano policía que no encaja en ninguno de los dos mundos. Intenta hacer las cosas bien pero no lo consigue».

¿A qué suena un personaje así? Al género del blaxplotaition, a las películas de los años 70 del estilo de Shaft, protagonizadas por policías negros estadounidenses. «Lo más interesante del caso de los gitanos es el tiempo que llevan conviviendo con los payos sin que las dos sociedades hayan llegado a mezclarse de verdad. La mayoría de los payos no tenemos amigos gitanos ni a la inversa, no sabemos los unos de los otros más que lo que nos han contado. Los prejuicios han pesado mucho, también desde los gitanos hacia los payos».

Jotadé no es el único personaje desajustado de la novela de Díaz. Hilario Garza, el jefe de los malos, «es un Soprano agotado por la vida que, empujado por su hija, piensa 'ya no necesitamos más, vamos a dejar de arriesgarnos y a deshacernos de nuestros negocios ilegales'». No será tan fácil. La hija a la que se refiere Díaz se llama Paula y es la chica lista de su familia. Tiene un novio arquitecto, se mueve con soltura entre abogados y notarios y ve un futuro en el que la familia Garza se dedicará a comprar pisos, reformarlos, venderlos, pagar sus impuestos y vivir en paz. Pero Paula tiene otro hermano que está encantado de ser un narco y, por si fuera poco, un día habrá de descubrir que tampoco el novio es tan buen chico como parece.

¿A qué suena ahora Jotadé? ¿A El Padrino II? «Un poco sí, pero, en realidad, la idea para Paula la tomé de Kelly Anglés», dice Díaz. ¿Quién? Kelly Anglés, la hermana de Antonio Anglés». ¿Cómo?

«Yo escribí Las otras niñas, otra novela que especulaba con la reaparición de Antonio Anglés después de 30 años en la clandestinidad. Investigué bastante en su familia. Neus, su madre, tuvo 10 hijos. Decía que su sangre no mezclaba con la de su marido. Nueve hijos pasaron por la cárcel. La que no lo hizo, Kelly, trabajaba de bailarina en Canal Nou cuando el crimen de Alcàsser. Kelly se fue a Las Vegas, puso distancia. Después, pasaron los años, volvió a España y se presentó a un talent show con el nombre de Kelly Faces. Pueden buscar el vídeo, es asombroso. Y es asombroso lo que le dijo Risto Mejo como jurado de sin saber quién era. Le dijo, en resumen, que no servía para nada y eso le valió a Kelly para hacer lo que hace Paula Garza en la novela. Dijo: se acabó mi sueño de vivir del arte. Transformaré todo lo que tienen estos bandarras en negocios limpios. Ha tenido muchísimo éxito. Kelly gestiona un patrimonio que nadie imagina: gasolineras, constructoras...».

En esa otra parte de la trama de Jotadé, en la que tiene que ver con el conflicto dentro de la familia Garza, hay dos flecos interesantes. Hilario Garza, el jefe del clan, es un hombre cansado y melancólico que sueña con sus víctimas y que ha perdido la fe en su destino de criminal. Un día, en un bautizo familiar, trae a su lado a Valverde, otro capo mafioso con el que se ha repartido durante años áreas de influencia. Juntos, pactan no vender fentanilo.

«Es una historia real. El fentanilo existe en España pero sigue estando muy poco extendido. Pero no es porque no exista demanda ni porque la policía haya sido muy eficiente sino porque la oferta ha decidido conscientemente no vender fentanilo. Las organizaciones criminales han caído en que los beneficios son mucho más pequeños y, sobre todo, que los clientes se les mueren, así que prefieren seguir con la cocaína y la heroína, que vuelve a estar muy disponible».

El otro fleco tiene que ver con la primera escena de la novela, un ajuste de cuentas entre vendedores de drogas que acaba con una imagen aterradora: los perdedores en esa pelea acaban colgados de un puente y destripados. Una nueva generación de criminales ha llegado a las calles de España y emplea el lenguaje de la intimidación y la barbarie.

¿Nos encontraremos algún día con alguna escena así en nuestras ciudades? «Puede ocurrir porque el mundo es más pequeño, los criminales viajan de un lugar al otro e imitan estilos. Pero, como dice Garza padre, es muy difícil que un acto así ocurra en España y que no se vuelva en contra de sus autores. La crueldad de los cárteles americanos ocurre porque la policía no es capaz de perseguirlos. Si en España ocurriese algo así, sería en un escándalo y toda la policía perseguiría obsesivamente a sus autores».