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Hace unos meses, el actor y director Sergio Peris-Mencheta (Madrid, 1975) anunció que sufría leucemia y que se iba a someter a un trasplante de médula en Los Ángeles, donde reside desde hace años. En pleno proceso de recuperación se presta para hablar de Cielos, el montaje de la obra de Wajdi Mouawad que presentó el año pasado y que el próximo día 11 se reestrena en el Teatro de la Abadía de Madrid.
Aquí habla de su posicionamiento como creador, su fe al margen de la religión y su lucha contra la leucemia, que convertirá en documental.
- No lo desvelaremos, pero en 'Cielos' hay elementos que hacen referencia a situaciones que vivimos en la actualidad relacionadas con los museos y las guerras.
Tenemos la virtud de que cuando hacemos una obra suele coincidir con la actualidad. No es premeditado. Evidentemente, hablamos de lo que está interesando, de lo que está candente. Hacemos 'Ladies Football Club' y estalla la guerra de Ucrania, Alexia Putellas se lleva el Balón de Oro y se bate el récord Guinness de presencia de espectadores en un partido de fútbol femenino. Eso no lo podíamos imaginar cuando empezábamos los ensayos. O estrenamos '14.4' un día después de que se planteara utilizar el ejército para frenar la llegada de inmigrantes o que se estaba llegando a un acuerdo entre PP y Vox sobre inmigración.- ¿Cree que el teatro puede cambiar el mundo?
- Me considero militante de tratar de cambiar las cosas desde el escenario. No puedo hacerlo desde la política; como mucho, puedo salir a la calle a protestar por lo que sea. Pero si tengo alguna manera de tratar de cambiarlas es contando según qué historias, tratando de ser lo más objetivo posible intentando tocar lo humano y no tanto tratando de hacer un un panfleto. Yo siempre trato de alejarme de eso, aunque las historias que sé que suelo contar tienen una predeterminación, evidentemente: no es José María Pemán lo que estoy subiendo al escenario, estoy subiendo a Juan Diego Botto o a Wajdi Mouawad. Pero siempre trato de que el punto de vista sea lo más humano posible. Y lo humano te remueve, te trastoca.
- ¿Ha visto alguna materialización de esto?
- Cuando hicimos en Valencia 'Un trozo invisible de este mundo', una obra que claramente no era un panfleto, pero sí hablaba de la inmigración y de cómo las políticas de ese momento estaban tratando a los inmigrantes que estaban en España, recuerdo que vino a ver la función un político del PP [el entonces portavoz Esteban González Pons], que se podía dar por aludido de una manera indirecta por lo que estaba contando y cómo de alguna manera le estaba interpelando. Terminó la función y este hombre se levantó a aplaudir, entusiasmado con la obra y realmente habiendo conectado con esto que te digo de lo humano. Pero creo que el teatro es político, es inevitable. Es decir, decides contar una historia que, por alguna razón, te está removiendo. Por lo tanto, ya hay una implicación.
"Siempre intento alejarme del panfleto y que el punto de vista sea lo más humano posible, porque eso remueve y trastoca"
- Háblenos de su compromiso político.
- Me considero una persona de izquierdas, pero no puedo ignorar que dentro de mí hay un Feijóo, un Abascal, un José María Aznar y un Adolfo Suárez. Lo tengo, primero, por genética, porque soy nieto de las dos Españas, con lo cual no puedo renunciar a la mitad de mi árbol genealógico de una manera radical. Puedo reconocer en mí tendencias más conservadoras, porque todo el mundo las tiene, por muy izquierdista que sea; son instintivas y naturales. Otra cosa es que uno tenga unos valores y trate de defenderlos porque los considera más justos. Creo que habría mucho menos sufrimiento, no hablo ya en el mundo, sino a nivel personal -esta cosa de la lucha, de estar enfrentados-, si uno se reconociera también en su parte más conservadora o más progresista, dependiendo de dónde esté.
- 'Cielos' llega después del estreno de '14.4', la obra que dirigió en la que el actor Ahmed Younoussi contaba su vida desde que llegó de niño desde Marruecos a España escondido en los bajos de un camión.
- Con '14.4', hay teatros donde no podemos ir porque la Concejalía de Cultura está en manos de Vox y estamos vetados. Prácticamente no pisamos Castilla-La Mancha, cosa que normalmente solemos hacer. Nos consta que es porque estamos vetados, pero qué le vamos a hacer. Bueno, pues estamos viviendo ahora mismo una España más dividida que nunca, donde hay un miedo terrible a que lo que se suba a un escenario pueda ser un buen panfleto. Y yo creo que '14.4' no lo es: estamos contando una historia real de un ser real, de una personita que es española, con su pasaporte y que legalmente vive aquí desde hace unos años. Y que nos relata su historia desde que se fue de casa por primera vez con tres años. Me cuesta pensar en que haya alguien que no conecte con la persona o se vaya a pensar que es un 'mena' que me ha podido robar. O que el caso de Ahmed es una excepción. Lo es, en cuanto ha sobrevivido y ha podido salir adelante. Pero lo que presentamos es la punta del iceberg de su historia real: hay cosas que no podemos contar, no se pueden subir a un escenario porque son demasiado duras.
"Soy otra persona desde hace un año... Todos acabamos en el mismo sitio, pero hacerlo tan pronto sería una putada"
- Acaba de recibir un trasplante de médula tras ser diagnosticado de leucemia. ¿Cómo se encuentra?
- Soy otra persona desde hace un año. Es inevitable, porque tienes a la de la guadaña asomando y, bueno, es una posibilidad muy plausible. Todos vamos a acabar en el mismo sitio y de la misma manera, pero hacerlo tan pronto es una putada. Con la mitad de la vida por delante, con dos hijos...
- ¿Cómo ha vivido el proceso?
- Te lo planteas por fases: de miedo, de mucha rabia, de mucho dolor... y luego llega un momento en el que, de alguna manera, haces las paces con que tenga que ser lo que lo que venga. Yo no me cambio por el Sergio del año pasado o el de hace dos. La experiencia que he vivido es, evidentemente, la más dura, pero también la más transformadora y la más bella por la que he pasado. El Sergio de antes de la leucemia era un Sergio que no estaba apreciando según qué cosas: sus hijos, cuidar su casa, cuidarse a sí mismo (empezando por su cuerpo), tratar de escuchar más y hablar menos. Todo eso una enfermedad como ésta te lo machaca como si fuera una apisonadora.
- ¿Qué más cambios ha vivido?
- Pasaron meses hasta que acepté mi enfermedad. Pero ya no estoy tan preocupado por según qué cosas, que es inevitable porque le he visto las orejas al lobo. Todavía estoy en el proceso de ver hasta qué punto esto me puede modificar. Pero he aprendido a relativizar muchas cosas, a tomármelo todo con más calma y a ponerme en otro lugar, menos de autocompasión y más de firmeza. Una firmeza sana, una firmeza de decir: la vida es lo que es y hay que aceptar lo que viene como viene. Eso es vivir; no es cumplir las expectativas, porque éstas nunca se cumplen.
- ¿Y en el aspecto más cotidiano?
- No soy una persona especialmente dedicada a las redes sociales, pero yo me levantaba por la mañana en Los Ángeles y tenía 70 whatsapps desde España. Y me pasaba prácticamente la mitad del día contestando. Así que desactivé las notificaciones, prácticamente dejé de contestar, me he aislado, me he dedicado a mí, a cuidarme y a estar con mi chica y con mis hijos.
- Hablaba de relativizar. ¿Antes no lo hacía?
- De repente, aprecio la vida muchísimo más, de una manera muchísimo más intensa de lo que yo pensaba que podía llegar a conectar con las cosas. Antes de la enfermedad me sentía un desconectado y me daba mucha rabia: me iba muy bien como actor y como director, con una pareja y unos hijos maravillosos, vivo en una casa estupenda en la ciudad de las estrellas... Pero era profundamente infeliz, no apreciaba lo pequeño, que realmente es lo grande: las relaciones con tu gente que te toca cerca. Y cuando abres el periódico, todo te lo tomas de otra manera, no te hierve la sangre directamente, sino que tratas de entender desde otro lugar. Más desde el corazón que desde la cabeza.
- ¿En qué sentido?
- No todo es dos más dos igual a cuatro. Estamos acostumbrados a dejarnos guiar con que todo tiene que ser racional, pero hay cantidad de misterios en la vida que vivimos diariamente que no sabemos darle explicación porque la ciencia no se lo ha dado. Y convivimos con ellos y no hay ningún problema. Pero en cuanto se nos plantea cualquier tipo de pseudoespiritualidad nos llevamos las manos a la cabeza y decimos que a éste se le ha ido la olla. Yo soy agnóstico, no creo en el Dios cristiano, pero eso no significa que no crea que hay algo más. Es inevitable, no nos queda otra ¿Y qué es ese algo más? Lo que tiene que ver con lo inasible, lo que no podemos explicar o lo que terminamos llamando magia. Mi padre murió de leucemia y mi abuelo también. Y yo estaba convencido de que era genético porque es una puta casualidad. Y encima que coincidan las fechas, que ésa es otra. Cómo puede ser que el 28 de mayo de 2024 a mí me hagan el trasplante y el 28 de mayo de 2014, 10 años antes, yo me despida de mi padre. O cómo puede ser que yo contraiga esta enfermedad teniendo mi hijo mayor la misma edad que tenía mi padre cuando perdió al suyo.
- Usted está convirtiendo esta experiencia en un documental. ¿Cómo es esta traslación?
- El hecho de estar rodando el documental y pensando como por encima de Sergio, estar desde arriba viendo a Sergio como un personaje de esta historia a la que el interlocutor le está diciendo los efectos que le va a provocar la radiación en el corto en el medio y el largo plazo mientras están un cámara y un microfonista en escena, hace que sea diferente. Probablemente yo lo habría sufrido mucho más de no ser así. Yo tenía una parte de director que estaba pensando en el documental y diciendo: 'Coño, mira el viaje del héroe, qué dificultad tiene por delante Sergio'. Hay gente que me ha llamado a la que yo tenía que calmar, porque se ponían a llorar por todo lo que me estaba pasando.
- Veo que su agenda no se detiene y que tiene un estreno para junio del año que viene en los Teatros del Canal de Madrid.
- Es 'Blaubeeren', de Moisés Kaufman y Amanda Gronich, que está hecha antes que 'La zona de interés' y que es un álbum de fotos de las SS en Auschwitz. Habla de la banalidad del mal y de cómo cualquiera de nosotros puede ser un hijo de puta: no hace falta estar perturbado mentalmente; con que te hayan comido el coco puedes creerte que asesinar judíos es limpiar el mundo o que ocupar un territorio que no es el tuyo es lo más normal.