TOROS
Corrida in Memoriam

La dramática proeza de Paco Ureña como asidero del homenaje a Antoñete en Las Ventas

Arranca la única oreja con la clavícula fracturada después de una terrible voltereta; Talavante cumple con su cuarta tarde en Madrid sin que pasase nada; decepcionante corrida de Jandilla con dos toros con opciones entre aristas

La  dramática proeza de Paco Ureña como asidero del homenaje a Antoñete en Las Ventas
Javier Barbancho
Actualizado

Antoñete aprendió a leer en los ojos de los toros, en los corrales de esta plaza, en este ruedo de los sueños. Fueron muchos los ecos del toro ensabanado de Osborne, olvidando el de Félix Cameno, los recuerdos marchitos, la suerte rota, los huesos quebrados, el esqueleto de cristal de aquel torero del mechón blanco y los pulmones negros: «Antoñete apenas había conocido la fortuna, conoció famas efímeras y ni siquiera podía aspirar a la gloria. No era imputable al toro, ni a su arte, ni a su valor, ni a la suerte repartida caprichosamente en el ruedo. El mal estaba dentro de su cuerpo». (José Carlos Arévalo)

Hasta que la religión del antoñetismo se reveló definitivamente en los 80. Chenel traía de su exilio en Venezuela un hatillo sencillo: la madurez de la cincuentena vivida, bebida y noctámbula, la torería olvidada, los secretos de los terrenos, la llave de las distancias y una geometría madurada en la barrica de la derrota. «Para Antoñete sólo había una manera de torear y de vivir. Porque en el arte como en la vida no cabe la traición (...). Por eso le llamamos maestro, por eso si le respetamos. Porque cumplió la máxima del oráculo griego: la vida consiste en llegar a ser lo que eres», escribió Agustín Díaz-Yanes en un texto que un día generosamente nos regaló. Por eso, cabría añadir, estábamos este domingo en Madrid, celebrando a Antoñete, su memoria, su legado, axiuomas y máximas que pocos cumplen y así les va.

Guardó esta plaza que fue suya un minuto de silencio tras el desconcertante anuncio de megafonía: «...por el maestro Antonio Chenel 'Antoñete', fallecido el 22 de octubre de 2011». Un túnel estremecedor en el tiempo. Karina, su viuda, y Marco Antonio, su hijo, presidían sentimentalmente el homenaje desde un burladero del callejón. Un calambre de recuerdos atravesó nuestro saludo.

Colgó Las Ventas un nuevo «no hay billetes» en otra cita con el viento en esta coda emotiva que fundió en negro la corrida de Jandilla. Tan hechurada como decepcionante, opacada de bravura y raza salvo alguna rendija. Hasta que a últimas con un toro más encastado que bravo, más de venirse que de irse, más humillador que entregado, surgió la dramática épica de Paco Ureña por enésima vez en este Madrid que cuenta sus glorias por proezas, ese aire trágico que envuelve su descarnadas faenas. Le amagó el toro de sílex con una voltereta que no fue. Ureña no recificó ni un ápice su actitud , el plomo de sus zapatillas, la sangre espesa de su corazón. Y entonces, otra vez, en una de aquellas cortas revueltas, con el pistón del toro encendido de celo, lo atrapó, los lanzó y estrelló contra el suelo de muy mala manera. Quedó el torero como un muñeco desmadejado, perdido el sentido, roto sobre un hombro casi desmembrado. Lo recogieron y lo espabilaron con el agua bendita en el callejón. Y así volvió ante una plaza sin aliento un hombre sin respiración.

Todo lo entregó, casi sin poder con la muleta -llevaba la clavícula izquierda fracturada, y desplazada la fractura como se supo después en el parte médico- , y aún sacó una raza inhumana ante los ataques fieros. Cuando hundió la espada milagrosamente, los tendidos estallaron de pañuelos. Ureña agarró la oreja como asiéndose a la vida in extremis y se la llevó a la enfermería. No había contado con opción alguna con un toro de vista cruzada, y se aferró a la única opción como a la vida.

Javier Barbancho

El otro toro con ciertas esperanzas fue para Alejandro Talavante. Consciente de la presión de su cuarta tarde en Madrid, se fue a porta gayola. Y aguantó un parón de infarto que finalmente libró de milagro: silbó la bala cerca de cabeza, revolviéndose sobre la larga cambiada. AT escapó con reflejos y lo lanceó a pies juntos. Humillaba el jandilla y se estiraba prometiendo notas buenas. A Talavante le ha embestido un toro por cada comparecencia. No es que derrochara este Rocío la excelencia de Tejonero (Santi Domecq) o el son pacífico de Cubanoso (Puerto de San Lorenzo) o la entrega de Rebeco (Juan Pedro Domecq), pero se movió a falta de un golpe último de clase y verdad. O sea, con las virtudes entreveradas, asomándose entre los defectos y aristas para que una figura del toreo se muestre. No faltó disposición -tan pronta la izquierda- pero sí gobierno, reducir al toro más que pasarlo y, sobre todo, sobraron revoluciones. No pasó nada cuando debió pasar. Y cuando no hubo opción ante un quinto desinflado de lo que había apuntado. Abrevió pero hasta para abreviar hay una forma de andar que Antoñete sabía y desplegaba con torería.

Desprendió mansedumbre a espuertas el primero de José María Manzanares, que ya salió con la bravura anestesiada, dormido. El personal se ponía levantisco con las renuncias del toro. Si Antonio levantara la cabeza y viera la deriva de su plaza... Fue el jandilla un dechado de huidas y, aunque humillaba en el embroque, lo hacía arrollando, con un disparo cierto. A Manzanares le pegó una voltereta en la querencia, él por fuera y el toro por dentro. Lo persiguió y, cuando lo toreó en paralelo a las rayas, logró enjaretarle las series más completas. Enterró un espadazo letal en el rincón y escuchó una ovación.

La tarde fluyó con el sino de la decepción. Otro chasco de Jandilla como en Sevilla -con hechuras tan caras-, sólo que con más lija, más áspero, más duro. Cuando el presidente devolvió el siguiente de JMM por carencia de fuerzas, saltó un sobrero de El Pilar que se dejaba atrás los cuartos traseros, derrengadita su larga anatomía. Un capotazo de Juan José Trujillo ya en banderillas fue definitivo. Y salió otro del mismo hierro salmantino, alto y largo como un caballo, quebradizo el poder, escasa la humillación, bondadoso animal sin alma que prosperó hacia el abismo con los toques de Manzanares.

Y así, hasta la enésima proeza dramática de Ureña, se desarrolló este homenaje sin torería a Antoñete, que cumplió con el oráculo, pues la vida consiste en llegar a ser lo que eres. Y Antoñete fue TORERO.

Ficha

MONUMENTAL DE LAS VENTAS. Domingo, 16 de junio de 2024. Corrida In Memiam. Lleno de «no hay billetes». Toros de Jandilla y uno de Vegahermosa (3º); tres cinqueños -1º, 5º y 6º-; hechurados, serios, pero de desrazado juego con las excepciones del 2º y 6º a pesar de sus aristas; y dos sobreros de El Pilar (4º bis y 4º ter); uno devuelto y el otro sin poder ni empuje.

JOSÉ MARÍA MANZANARES, de sangre de toro y azabache. Estocada desprendida (saludos); dos pinchazos y estocada (silencio).

ALEJANDRO TALAVANTE, de nazareno yoro. Pinchazo y estocada. Aviso (silencio); pinchazo y estocada corta (silencio).

PACO UREÑA, de verde oliva y oro. Estocada (silencio); estocada corta (oreja).