DEPORTES
Entrevista

Carl Lewis: "No recuerdo lo que es ser una persona normal"

Uno de los mayores iconos del deporte mundial, repasa su vida, su carrera y la actualidad en un encuentro con EL MUNDO

Carl Lewis: "No recuerdo lo que es ser una persona normal"
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En esta era de la exageración, donde todo es mítico y cualquiera es leyenda, resulta difícil encontrar las palabras precisas para definir la magnitud de Carl Lewis (Birmingham, Alabama, 1961). Podríamos, quizás, dejar que lo expliquen los datos, especialmente sus nueve oros olímpicos, el atleta con más de la historia, junto a Paavo Nurmi, y una cantidad sólo superada por los inverosímiles 23 de Michael Phelps. Un deportista tan descomunal que hasta sus derrotas, temporales (Ben Johnson) o no (Mike Powell), son cultura popular porque El hijo del viento no era un campeón, era un icono.

Otra opción es describir su presencia, imponente, cuando te estrecha la mano tras inaugurar Metafuturo, el evento organizado por Atresmedia que le ha traído hasta el Ateneo de Madrid. Asegura que no ha vuelto a correr ni una vez desde su retirada en 1997, pero está impecable y todo el mundo parece muy pequeño junto a él. No es su altura (1,88), es su aura. Aunque sonríe y se muestra cordial en todo momento, asusta entrar en su espacio. El espacio de, esta vez sí, una leyenda. Una enorme.

¿Qué tal se vive siendo inmortal?
Bueno, mi espalda no dice eso, aunque supongo que en cierto modo lo soy, ¿no? [risas]. Ya siento los años, pero la vida va bien. Va realmente bien. Tuve una gran carrera y desde que me retiré he podido hacer un montón de cosas. Negocios, películas, charlas, labor humanitaria... Y ahora he empezado a entrenar y enseñar a los atletas de la universidad de Houston, donde yo estudié, que sinceramente pensé que era algo que jamás sería capaz de hacer, pero con la edad he encontrado el carácter adecuado para ello. He tenido una vida realmente interesante, me he divertido mucho y todas estas oportunidades me han llegado por lo que logré de joven, todo por correr rápido y saltar lejos [risas].
Este verano se han cumplido 40 años de los Juegos de Los Ángeles, cuando igualó la gesta de Jesse Owens en Berlín 1936 y ganó cuatro oros (100, 200, longitud y 4x100). ¿Piensa mucho en el paso del tiempo?
No, la verdad es que no. Y no lo digo como algo negativo porque tenga malos recuerdos ni nada de eso. Al contrario, de vez en cuando tengo una charla como esta y me alegra hablar de aquellos días, pero no soy una persona que viva en el pasado. Tengo muchas cosas en la cabeza y si me parase a pensar en todo lo que conseguí siendo joven seguramente no podría seguir moviéndome hacia delante, me quedaría estancado en la memoria en vez de vivir.
En aquel momento acababa de cumplir 23 años y era, probablemente, una de las 10 personas más famosas del planeta. ¿Cómo se sentía sabiendo que todo el mundo le observaba?
Hay una cosa interesante en este proceso. Ser famoso altera quién eres, cómo piensas y lo que haces, pero en mí caso, como lo soy desde tan joven, no he conocido otra vida. Empezó cuando tenía 19 años, así que, básicamente, he pasado toda mi vida adulta en ese espacio, ser famoso es la normalidad para mí. No recuerdo lo que es ser una persona normal, la única vida que he conocido es estar permanentemente observado por el mundo.
¿Ha echado de menos tener esa vida normal?
Aceptas tu realidad, pero algunas veces pienso: "Dios míos, ojalá pudiera tomarme un par de días libres de ser Carl Lewis". Una semana, incluso [risas]. Pero no funciona así. Soy quien soy y no tengo quejas.
Hablemos de, seguramente, la carrera de 100 metros más famosa de la historia. Juegos de Seúl, 24 de septiembre de 1988. Ben Johnson gana con 9.79, pulverizando el récord mundial. Usted es segundo con 9.92. Tres días después, él es descalificado por dopaje y el oro y la plusmarca pasan a ser suyos, pero ya le había robado aquel momento de gloria.
Así fue y es una forma legítima de interpretar aquello, pero yo lo miro un poco diferente porque el momento fue tan grande, tan gigantesco, que todos los que participamos en aquella carrera sentimos que habíamos formado parte de algo histórico. No sé si tiene sentido, pero en un evento tan descomunal no hay momentos robados. Claro que sentí frustración al verme segundo y ver su marca, aquello olía fatal, pero con el tiempo mi sentimiento hacia aquel día se ha suavizado. Han pasado los años, tengo la medalla y eso ha hecho que todo lo demás desaparezca de mi memoria de alguna forma. Lo que sí recuerdo, y es importante, es cómo a raíz de aquello el problema de las drogas saltó al fin a la primera página.
Usted ya había avisado, a raíz del Mundial de Roma el año anterior, de que la explosión de Johnson era sospechosa.
Bueno, de alguna manera, nosotros sabíamos lo que estaba pasando y era muy frustrante ver cómo él seguía escapando de las consecuencias. Eso es lo primero que pensé al cruzar la meta, que si había un control serio el oro era mío, pero tampoco me fiaba porque ya le había visto salirse con la suya el año anterior. Además, tenía la final de salto de longitud al día siguiente y los 200 después, así que decidí seguir centrado en mi planificación. Sentía que me había robado los 100, pero no le iba a permitir robarme también el salto y los 200. Eso fue lo que me ayudó a seguir adelante. De no haber tenido otras pruebas, me hubiera afectado mucho más.
¿Le ha perdonado, si es que se puede perdonar algo así?
Yo pasé página hace años. Desearía que él también lo hubiera hecho, porque el problema con Ben es que nunca asumió la responsabilidad de sus actos, siguió culpando a todos menos a sí mismo. Yo no necesitó una disculpa, pero hubiera sido bueno que afrontara su realidad.
¿Qué recuerdos guarda de Barcelona, cuatro años después?
Tengo recuerdos realmente hermosos. Aparte de que gané dos oros más, fueron unos Juegos gloriosos. El clima, la ciudad, la alegría que se notaba, el ambiente en el estadio... ¡Todo era bonito y parecía una postal con las montañas de fondo! Corrí el mejor relevo de mi vida y gané la longitud después de lo que había pasado en Tokio el año anterior.
Lo que había pasado en Tokio fue la derrota más gloriosa posible, la plata mundial en aquel concurso increíble en el que Mike Powell, con 8.95 metros, batió el legendario récord de Bob Beamon y usted hizo cuatro saltos entre 8.83 y 8.91.
¿Sabes lo que es interesante? Desde que me retiré, noto que mi carrera se ha dividido en dos: para el 90% de la gente fui el hombre más rápido del mundo y para el otro 10%, el mejor saltador de la historia, pero nadie junta ambas cosas. En aquel campeonato, gané los 100 con récord del mundo, así que la derrota en longitud no fue tan devastadora como la gente podría pensar porque para mí fue una semana increíble y un Mundial de la leche. La marca de Beamon era absolutamente intocable hasta ese día y formar parte de ello es un orgullo. Además, soy buen amigo de ambos, de Mike y de Bob, así que es un recuerdo fantástico aunque no ganara.
Esa sería la Santísima Trinidad del salto de longitud y la de los 100, por marcas y relevancia histórica, la formarían Jesse Owens, usted y Usain Bolt. ¿Es superable ese 9.58 extraterrestre del jamaicano? ¿Puede el ser humano correr aún más rápido?
Por supuesto, podemos correr más rápido y lo haremos. Puede llevar tiempo, pero todo récord es batible. El caso de Bob Beamon lo demuestra, era imposible hasta que dejó de serlo. La marca de Usain es impresionante, pero antes o después caerá.

Últimamente ha habido muchas denuncias de racismo en los estadios de fútbol en España. Usted fue víctima de una campaña tremenda tras exhibirse en Los Ángeles. Se criticaba su ropa, su pelo, su carácter... Todo porque no era el atleta negro discreto y humilde que la mayoría blanca quería ver. ¿Cómo es posible que 40 años después sigamos con este problema?
Creo que lo que está sucediendo en Estados Unidos contagia y lidera esa ola racista en el resto del mundo. Lo primero que hay que comprender es que el racismo nunca desapareció, simplemente empezó a estar peor visto y los racistas eran más discretos. Seguían ahí, pero no lo mostraban con la libertad de antes. Han estado esperando a que alguien dijera públicamente que está bien ser racista para volver a salir de la cueva y esa persona es Donald Trump. Por eso esta vez no podemos permitir que regresen. Es necesaria una legislación estricta y comprender que el racismo siempre proviene de gente con privilegio, pero que el privilegio no te obliga a aprovecharte de él y ser racista. Sólo si el privilegiado admite que lo es y está dispuesto a partir de ahí para buscar soluciones más justas para todos, podremos empezar a acabar con los problemas racistas. Dices que nada ha cambiado en 40 años y es mentira. Nada ha cambiado en 100 años.
¿Y puede cambiar?
La raza se desarrolló como concepto diferencial para denigrar a una serie de gente y, en cierto modo, favorecer la esclavitud. Si decimos que un grupo de personas son menos que humanas, podemos hacer con ellas lo que queramos. Desde entonces se lleva teniendo que recuperar la idea de que todos somos iguales. El problema es que el racismo siempre va a existir porque siempre van a existir ignorantes. Lo único que podemos hacer para derrotarlos es aislarlos y frenarlos con leyes y políticas. No hay otra manera.
Intuyo que apoya a Kamala Harris en las elecciones presidenciales de la semana que viene.
Absolutamente, absolutamente. Creo de verdad que América está cambiando, que el mundo está cambiando. Y Trump sólo existe porque aún hay un grupo de gente ignorante o privilegiada que quiere evitar ese cambio. Ellos han tenido el poder, el control y el dinero y no quieren compartirlo. Pero esta es la última batalla porque su derrota es inevitable. Y ellos saben que si una mujer, especialmente una mujer de color, es presidenta su tiempo se acaba porque todas las niñas negras, hispanas, asiáticas, etc. van a fijarse en Kamala y van a cambiar las dinámicas de poder en el país. Cuando Barack Obama ganó lanzó un mensaje muy poderoso y esta sería la culminación del proceso, el siguiente nivel. Y si tú eres un hombre de verdad, nada te hace más hombre que respetar y admirar a una mujer. El triunfo de Kamala Harris le diría al mundo entero que todo es posible. Es muy emocionante el mensaje positivo que transmitiría su victoria. Es la hora de avanzar y dejar atrás los viejos y rancios tiempos.
Las encuestas no descartan a Trump.
Estoy convencido de que va a ganar Harris, el movimiento y el impulso son muy fuertes. El problema es que da igual que gane porque Trump va a mentir y a decir que él no ha perdido. Ese es el tipo de persona horrible que es, pero le va a dar igual. Va a perder. La gente ha entendido que hay que escapar de él, los verdaderos republicanos lo saben. Sólo le quedan los locos del MAGA, ¿pero a quién le importa esa gente? Son básicamente miembros de una secta. Trump, con su apoyo, ha destruido todo lo bueno de mi país durante 10 años. Ha destruido las instituciones, ha revivido el racismo, ha humillado a las mujeres y ha convertido la mentira en algo aceptable. Se ha cargado todo lo que enseñamos a nuestros hijos que está bien y es hora de echarle definitivamente del escenario. Me pone enfermo.
Es usted realmente distinto a la imagen que transmitía cuando competía, un tanto distante, incluso arrogante. ¿Era un mecanismo de defensa o ha sido la madurez?
Cuando competía varios asuntos influyeron en mi actitud. Empecé a destacar con 19 o 20 años y era un chico normal, el vecino de la puerta de al lado, pero entonces todos empezaron a decir que tenía que ser más profesional, más duro, empezaron los ataques... Me convirtieron en el Anticristo. Desde los sectores más conservadores intentaron evitar que cambiara el deporte y yo decidí lidiar con ello y ganar esa batalla. Nunca se trató de mí, sino del deporte y los deportistas. Podría haber elegido otro camino más cómodo: permanecer callado, ganar mi dinero e irme a casa, que es lo que ahora hace casi todo el mundo, pero eso no era para lo que yo estaba allí. Sentía que junto con tantas oportunidades como tenía, también tenía muchas responsabilidades. Fue duro, fue difícil, fue desafiante y me obligó a endurecer mi carácter y mi imagen pública, pero no retrocedí y, si volviera atrás, lo haría todo igual otra vez. ¿Sabes por qué?
¿Porque ganó?
Eso es. Estoy aquí sentado hablando contigo, con 63 años y retirado hace casi 30, porque tuve un impacto en la vida de la gente. Si hubiera dedicado mi carrera sólo a mí, no estaría aquí contigo ahora ni ayudando a jóvenes en la Universidad de Houston ni me recordaría tanto la gente. Utilicé mi tiempo en tener un impacto real a costa de ser simpático o idolatrado. Y todavía hay gente a la que no le gusto, lo sé y no me importa. Es lo que es. Me llevo esa bala por el bien del equipo y estoy feliz de hacerlo.
¿Qué legado cree que deja?
Mi legado es algo que tendrán que definir otros cuando ya no esté, así que no me preocupo por ello, pero hay cosas de las que me siento orgulloso y espero que la gente recuerde y admire. Creo que ayudé a hacer mejor el mundo del deporte y ahora me resulta curioso ver que me he convertido en mis padres y me centro en ayudar a los jóvenes. Sólo deseo que, cuando muera, el tiempo que estuve aquí haya marcado la diferencia en la vida de algunas personas. Eso es lo que de verdad cuenta, espero ser más que un tipo que corría rápido y saltaba lejos.