FÚTBOL
Entrevista

Juan Carlos Unzué: "No me importa que me identifiquen con la ELA y no con el fútbol: es mi misión de vida"

Desde que, en 2020, le diagnosticaron ELA, ha pasado de entrenador y portero a icono y ejemplo. Esta vez quedamos para hablar de fútbol, pero... «En realidad, todo es lo mismo: cosas buenas, cosas malas, la vida», reflexiona

Juan Carlos Unzué: "No me importa que me identifiquen con la ELA y no con el fútbol: es mi misión de vida"
PREMIUM
Actualizado

¿Cuánto agradeces ahora mismo hablar de fútbol?
Mucho, porque no deja de ser mi pasión, mi oficio, mi vida.
¿Se está olvidando que fuiste un portero de primer nivel?
Es posible pero, sinceramente, no me importa. No me molesta que la gente ahora me identifique con la ELA porque, desde el día en que me la diagnosticaron, visibilizar la enfermedad pasó a ser mi objetivo de vida, mi misión. Estoy muy agradecido de poder informar a la gente de cuál es la cruda realidad de la mayoría de mis compañeros y compañeras, me hace sentirme útil.
¿Aún sueñas con fútbol?
No, ya no. He tenido la gran fortuna de convertir mi sueño de crío en mi profesión y haberlo hecho realidad me ayuda mucho ahora porque, en definitiva, tengo la sensación de que he cumplido y he hecho todo lo que me apetecía. En el fútbol he sido portero, entrenador de porteros, segundo entrenador y primer entrenador; cuando he tenido algo en la cabeza me he tirado a la piscina. Unas veces con más éxito y otras con menos, pero en mi situación actual me da mucha tranquilidad el haberlo intentado todo. No tengo cuentas pendientes.

Hasta 2020, Juan Carlos Unzué (Orcoyen, 1967) era el portero que jugó 318 partidos en Primera División con Osasuna, Barcelona, Sevilla, Tenerife y Oviedo. También el técnico ayudante de Rijkaard, Guardiola y Luis Enrique en la época más gloriosa del equipo azulgrana, cuando contribuyó a ganar la Champions con todos ellos. O el incipiente primer entrenador ya con aventuras en Numancia, Celta y Girona. Desde 2020, Unzué es todo eso y mucho más. El diagnóstico de que padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad neuromuscular degenerativa aún sin cura, no le hundió. Al contrario. Desde entonces, se ha convertido en un ejemplo de dignidad y valentía, pero esta vez quedamos en, por un rato, olvidar y hablar (principalmente) de fútbol. "Aunque, en realidad, es todo lo mismo: momentos buenos, momentos malos, la vida", reflexiona Juan Carlos.

Todo arranca en Orcoyen, un pueblo en las afueras de Pamplona. Allí conociste el fútbol y a tu mujer. Eres un tío de principios firmes.
Sé lo que quiero. Yo no tuve un balón hasta los 16 años. ¿Sabes cuánto me duró ese primer balón?
¿Cuánto?
Un día. Lo lleve tan contento para jugar con los amigos en una era del pueblo, con dos piedras de portería, me metieron gol y, cuando fui a recoger el balón, se le había clavado un pedazo de cristal que lo pinchó para siempre. Imagínate mi cara. Por suerte, tengo un gran amigo en el pueblo, Julio, que sí tenía balones y yo solía ir a pedírselos a su casa (risas).
¿Qué os dio a la familia Unzué con el deporte? Tú, tu hermano Eusebio [mánager general del Movistar de ciclismo]...
En casa, al ser seis hermanos y cinco de ellos chicos muy activos, hemos practicado todo tipo de deportes. Ya mi padre jugaba a pelota. Lo gracioso es que eso me llevó a ser portero. En aquella época nadie quería ponerse en la portería, pero yo quería jugar con mis hermanos mayores y sus amigos y era el único sitio donde me dejaban jugar. Tuve una gran suerte, porque te puedo asegurar que de jugador no me hubiese ganado la vida y de portero no me fue mal. Hasta los 15 años, alternaba entre portero, jugador de campo y el cross. Era el raro dentro de los raros porque creo que he sido el único portero al que le ha gustado correr [risas].
Esa fama de locos de los porteros es un poco exagerada, hay de todo. Por ejemplo, no se me ocurre tipo más cabal que Andoni Zubizarreta.
Siempre hemos sido catalogados de locos o, al menos, de diferentes y algo de cierto hay. Por ejemplo, Andoni era especial también. Lo que pasa es que a su manera: no es normal ser un tío tan centrado siendo tan joven. Cuando llegué al Barcelona, con 21 años, tuve la desgracia de no jugar en dos años porque no logré quitarle el puesto, pero traté de aprender todo lo posible de él y no solamente en lo profesional, sino también en lo personal. Porque en aquel vestuario él ya era un capitán de los de antes, de esos que realmente se preocupaba por los compañeros, asumía responsabilidades y tiraba del carro, sobre todo, cuando la cosa no funcionaba. Ejemplar.
Las relaciones entre los porteros de una plantilla son siempre complicadas, es un duelo diario por un mismo puesto con tu compañero más próximo. ¿Cómo lo llevaste?
Lo primero, con respeto, pero no te voy a negar que hubo muchos momentos de enorme frustración durante esos dos años. Porque cuando me firma Johan Cruyff, a pesar de tener 21 años y llevar sólo 30 o 40 partidos en Primera División, yo siento que voy para ser el portero titular del Barça. Eso era lo que pensaba y al llegar allí me di de bruces con otra realidad. No jugar durante dos años me generó frustración, pero tengo la sensación de que esa frustración me hizo sacar mi mejor nivel porque encontrarme con un portero tan bueno como Zubi hizo que no desperdiciase ni un solo entrenamiento para mejorar, para intentar demostrarle a Johan que yo era mejor que él, aunque no lo era. Ese tesón lo aprendí desde la frustración. Siempre he aprendido mucho más de los momentos de dificultad, de las derrotas y de los golpes que de las victorias. Al final sentí que tenía que buscar otro camino, porque lo intenté durante dos años y no fui capaz de conseguirlo, así que me fui al Sevilla, pero me fui en paz: "No soy feliz, quiero tener continuidad y aquí no puedo, pero lo he intentado al máximo". Sencillamente, a veces las cosas no salen como las sueñas.

Al Barça llegas como el gran portero joven de España. Fijo en las selecciones inferiores, subcampeón y mejor guardameta del Mundial juvenil del 85 en la URSS...
Aquel torneo fue viajar a otro mundo para mí. Primero, porque yo era un chaval de 18 años que no había salido casi ni de mi pueblo. Imagíname viviendo durante casi un mes en un país como la URSS de aquel momento. Lo que más recuerdo es salir a la calle a dar un paseo y sentir tristeza a mi alrededor. La gente, sus caras... Transmitían eso. Soledad y tristeza. Fue una experiencia interesante desde mi ignorancia por el tipo de vida que había tenido. Recuerdo, por ejemplo, que la primera vez que fui a Pamplona a ver a Osasuna en el Sadar tenía 15 años. Habrá quien piense que vaya infancia más triste, pero para nada. Era muy feliz: activo, socializando con amigos y amigas, con la tranquilidad de que nuestros padres nos dejaban volver a casa a la hora que fuera... Lo que todo adolescente quiere.
Tu padre tenía una empresa de pienso.
Sí, Piensos Unzué. De no salir bien lo del fútbol, mi destino era trabajar allí. De hecho, lo hice durante dos años, de los 16 años a los 18. Recuerdo una conversación con mi padre: "Juan Carlos, eres el sexto hijo y vas a poder elegir. Tus hermanos no han tenido opción, han tenido que venir aquí a trabajar conmigo, pero tú puedes decidir si estudiar o trabajar. Lo que quiero que tengas claro es que lo que nunca vas a hacer es ninguna de las dos cosas". Veía que en los estudios no me aplicaba demasiado y me dijo claramente que vivir del cuento no era una opción. Así que me puse a trabajar y me vino muy bien para mi carrera porque mi trabajo en la fábrica era cargar con sacos de pienso de 50 kilos. Ahora veo esta moda del crossfit y me río, porque aquellos trabajos eran el crossfit de hace 40 años. No han inventado nada, sólo el nombre. El caso es que me vino muy bien, porque entonces los futbolistas no trabajaban en gimnasio, todo era correr y entrenar, y yo fortalecí mucho así mi cuerpo.
Eras un portero atípico: no muy alto [1,78], pero fuerte, ágil y ya jugabas con los pies. De ahí el flechazo de Cruyff.
En el fondo, yo lo que quería era estar activo, participar del juego aunque la pelota estuviera lejos. Ese posicionamiento, que es el que tienen los porteros ahora, me salía de forma natural. En aquella época los porteros no salían del área pequeña y ver a un chavalito colocado cerca del mediocampo cuando su equipo tenía la pelota en el área rival, llamó la atención, pero eso a mí no me lo enseñó nadie, creo que fue por haber jugado también de jugador hasta los 15 años.
Hasta los 15 años no habías ido al Sadar, pero con 19 ya estabas jugando en Osasuna. Tienes un debut increíble.
El mejor imaginable, sí. El portero titular hizo un penalti, se hizo daño, entré por él y lo paré. Suelo decir que a mí no me dio tiempo ni de soñar. Cuando me di cuenta, de pronto era profesional. Fue una suerte y por eso iba tan convencido al Barça.
¿Cruyff te hizo ver que serías titular?
Esa era mi sensación, sí. Con 21 años que venga un entrenador como Johan Cruyff y te diga que tu idea de juego le ha gustado y se ajusta exactamente a lo que quiere, pues, claro, dices: "Ostras, me ha firmado él, me imagino que me lleva para ponerme, ¿no?". Pero me encontré a un portero que era mejor que yo y Johan no tuvo otra opción que ponerle a él.
Un poco a regañadientes, porque el juego con los pies de Zubizarreta siempre le frustró.
Sí, aunque esa idea de que con Cruyff el portero tenía que jugar con los pies y ser un jugador más, es exagerada. Cuando eso de verdad cambia y sucede es con Guardiola. Con Johan eran los inicios de la idea y esos inicios tampoco eran tan complicados para el portero. Cuando veo ahora imágenes de los años 90, normalmente no había presión del rival sobre el portero, jugaba muy lejos de ti y eso lo hacía más sencillo. Cuando llega Pep al Barcelona, los equipos ya sí empiezan a presionar más alto y a saltar a ese balón que ceden los defensas al portero. Ahí es cuando todo se complica, pero en los años 90 era algo incipiente y bastante sencillo.

Entonces, en esos primeros años del cruyffismo, ¿no tenías tanta sensación de estar en el inicio de una revolución?
Digamos que, al menos, no era evidente. Nos dimos cuenta de que estábamos ante una revolución por lo que entrenábamos y cómo entrenábamos. O sea, por las ideas de Johan: lo que nos transmitía sí era novedoso. Además lo transmitía de una manera tan cercana y tan sencilla que conseguía que entendiésemos el juego. Creo que cuando llegamos al Barcelona, y hablo en plural, muchos ya hacíamos las cosas que Cruyff quería, por eso nos firmó, pero no lo sabíamos. Él nos ayudó a tener una idea del juego y nos hizo entender por qué hacíamos esas cosas. Nos abrió la mente.
¿Tenía una personalidad tan compleja como cuenta la leyenda?
Sí, era especial. Tenía una parte cercana como maestro porque sentía que nos estaba explicando algo novedoso. En eso tenía una enorme ventaja y es que, a diferencia de otros entrenadores, además de decirte algo, él lo hacía. Participaba en los juegos de posición y era el mejor. No solamente le escuchabas, sino que veías cómo se hacía. Y aprendías. Pero es verdad que después él tenía una forma de ser muy compleja. No era fácil de trato, pero siempre sentí que buscaba sacar nuestra mejor versión. A veces era duro conmigo y me dolía, pero sé que lo que quería es que no me conformase con estar a la sombra de Zubizarreta.
El cruyffismo, que todo lo ha marcado luego, estuvo a punto de acabarse en esos dos años que estuviste allí.
Así es. El primer año ganamos la Recopa contra la Sampdoria y el segundo, la Copa del Rey al Real Madrid. Había muchas dudas en el entorno y la sensación era que, en caso de perder aquella Copa, hubiera sido el final de la era de Johan Cruyff. Mira hasta dónde te puede llevar tener un poco de paciencia... Todo lo que hemos ganado después, tanto en el Barça como en la selección española, nace de aquella base que dejó Cruyff puesta. Luego he tenido la fortuna de estar en el Barcelona de los mejores años de la historia, con Rijkaard, con Guardiola y con Luis Enrique, e imagínate lo que nos hubiésemos perdido si el Barça no hubiera tenido paciencia. Eso nos tiene que servir como ejemplo. No es tan fácil proponer una idea y que los jugadores la puedan entender a los dos días. La calma es básica para el éxito.
Cuando te vas al Sevilla, afrontas otro reto divertido: sustituir a Rinat Dasaev, uno de los grandes porteros de siempre.
La verdad es que no fue fácil. Es verdad que Rinat ya había llegado al Sevilla en unas condiciones físicas complicadas, con una rodilla un poquito tocada, y quizá no se vio su mejor versión, pero aún así era un mito. Tampoco lo pensé mucho en cualquier caso. Yo quería ver qué nivel era capaz de dar e iba tan ilusionado que me daba todo igual. Además, no era la primera vez que el Sevilla se interesaba por mí. El presidente, Luis Cuervas, ya me había querido llevar antes de que me fichara el Barcelona y sentía que había mucha confianza en mí. Y así fue: encontré esa continuidad que venía buscando desde los inicios de mi carrera, porque hasta entonces sólo me había podido considerar el portero titular en la selección española sub'18 y sub'21. El Sevilla me permitió sacar a relucir todo mi potencial. Fui muy feliz, disfruté mucho, pese al mal final con el descenso, y me sentí siempre muy, muy, muy querido por la gente.
Allí viviste con Monchi la situación inversa a la que venías de tener en Barcelona con Zubi. En aquella época, Monchi era más famoso por la parodia que le hacían en Al Ataque, de Alfonso Arús, que como portero...
Me acuerdo, me acuerdo [risas]. Él llevaba muy bien aquello, siempre ha sido un tío con sentido del humor, lo sigue siendo. Fuimos compañeros de habitación los siete años y que nuestra amistad haya perdurado es mérito de Monchi, no mío. El que estaba en una situación más débil era él y nunca le hizo cambiar su comportamiento conmigo. Nuestra relación fue magnífica y, aunque jugó poco, aprendió mucho. Se fijaba en todo lo que se movía alrededor del juego, porque no olvidemos que tuvimos a Cantatore, a Espárrago, a Bilardo y a Luis Aragonés, entrenadores del máximo nivel, y Monchi estaba siempre a su lado aprendiendo absolutamente todo lo que transmitían, sobre todo en los partidos, que es cuando un entrenador tiene que que sacar lo mejor de sí mismo.
¿Te sorprende ver tan mal a su actual Sevilla?
Pues sí y me preocupa porque esa sensación que transmite el equipo yo la he vivido tanto el año del descenso del Sevilla como, luego, en el Tenerife. En ambos casos teníamos un equipo espectacular, pero nos costó sentir la presión del descenso y no estuvimos a la altura de las capacidades de los jugadores. Este año vemos eso en el Valencia y el Sevilla, que son equipos preparados para pelear por Europa y se ven envueltos en una situación totalmente distinta. Ni ellos ni su entorno están preparados para esa pelea y sus rivales, sí. No me gustaría estar en su piel, porque lo he vivido.

Volviendo a ti, tenemos que hablar del Sevilla de Bilardo y Maradona. ¿Cómo vivió un tío serio como tú aquel vodevil?
Todo fue mucho más serio de lo que pudo parecer, lo que pasa es que coincidió con un cambio enorme en nuestro fútbol debido al crecimiento de la televisión. El número de cámaras que había alrededor nuestro aquel año era una locura y, claro, captaron detalles que anteriormente también ocurrían, pero no se sabía.
Pisalo! ¡Pisalo! Los de colorao son los nuestros". Eso es insuperable.
Todos lo recordamos, pero anda que no habría hecho Bilardo cosas parecidas sin cámaras... Bilardo cuidaba los detalles hasta el extremo, todo lo que pasaba, también lo que sucedía lejos del balón. ¿Sabes quién era igual? Cruyff. Con distintas formas de ver el fútbol, casi opuestas, pero ambas muy transgresoras y muy interesantes. Yo aprendí muchas cosas de Bilardo que me sirvieron luego como entrenador. Me aportó mucho. Entendí que vas a estar siempre rozando la línea entre lo que se puede hacer y lo que no. Lo que pasa es que siempre he sentido que aquello era un recurso puntual y ahora tengo la sensación de que en la Liga española, eso que hace años era un recurso se ha convertido en norma.
Es la gran liga con más penaltitos, más rojas, menos tiempo real de juego...
Sí, y la propia actitud de entrenadores y jugadores en muchos casos no ayuda absolutamente nada. No puedes salir al campo pensando en engañar al árbitro desde el minuto 1, en exagerar cada situación que se da en un juego como el fútbol, donde va a haber choques y contactos. Realmente es un problema para el fútbol español que esto se haya convertido en un hábito porque nos estamos cargando el espectáculo. La gente quiere ver jugar lo mejor posible. Ataques o defiendas, pero con honestidad y con respeto. Sinceramente lo siento así.
Tú eras poco bilardista como entrenador.
He sido portero, pero a mí me gustaba que mi equipo metiera goles. Es casi un espíritu infantil. Y luego, claro, he estado 13 años en el mejor Fútbol Club Barcelona de la historia, con entrenadores de un nivel increíble que compartían esa filosofía de base: Johan Cruyff, Frank Rijkaard, Pep Guardiola y Luis Enrique. ¿Cómo no voy a intentar, con mis matices, poner en práctica esa idea? Una idea que hoy ya no es transgresora, pero aún requiere de un tiempo para que los jugadores la puedan entender. Esto no es tan sencillo como darle al off y quitar de la cabeza del jugador todo lo que no te sirve, y darle al ON y que le añada perfectamente tu idea. Requiere tiempo y, desgraciadamente, en esta sociedad que hemos generado entre todos la paciencia ya no existe.
Ahora es Xavi quien está en el centro de ese debate por ganar con otro estilo.
Por ejemplo, cuando él mismo ha dicho que no es su idea. Que haya ruido alrededor del fútbol, siempre interesa y siempre va a ocurrir porque mueve a muchas personas que se identifican de una manera a veces exagerada con su equipo. Yo entiendo que el fútbol te dé satisfacción, pero no he entendido nunca que te genere una frustración desde el papel de espectador. El fútbol nunca puede ser algo que empeore tu vida, no tiene sentido.

Hemos dejado a medias a Maradona en el Sevilla.
El recuerdo que tengo de ese año es fantástico, porque fue un sueño tener de compañero a Diego Armando Maradona. Es lo máximo, ¿no? Era nuestro ídolo y estaba allí todo el día con nosotros. Convivir con él fue excepcional, no sólo en lo futbolístico, sino en lo personal. Diego era una persona fantástica. Ahí pude comprobar, y después lo he podido corroborar con Leo Messi, lo difícil y la gran diferencia que hay entre ser un buen jugador y ser el número uno de un deporte como el fútbol. Lo he visto en la piel de Diego y en la de Leo y es complicadísimo, sinceramente no sé si compensa. La presión, la atención, la soledad... Diego era muy cercano, pero era imposible vivir siendo él.
Aún no he encontrado a nadie que le conociera bien y hable mal de él.
No estaremos todos equivocados, obviamente. Para mí esa humanidad es lo que vale aunque, evidentemente, después no esté de acuerdo con cosas que hizo. Pero entiendo o puedo llegar a entender sus errores después de ver cómo era su vida. Lo que pasa es que estamos en una sociedad que enseguida, sobre todo a los ídolos, juzga a las personas sin conocerlas ni saber cuáles son sus características y su contexto. A mí, haber convivido con Maradona me hace muy feliz y es un orgullo.
Tus años en el Sevilla son de muy alto nivel, pero tras ser un fijo en las inferiores nunca te convocó la selección absoluta. ¿Es tu espina clavada?
En aquel momento sí me generó un poco de frustración, porque hubo momentos en los que pensé que iba a suceder. Me llevé una decepción grande una vez que el presidente Cuervas me dijo que se había enterado de que Javier Clemente me iba a llamar. Imagínate la alegría que sentí en aquel momento y la tristeza que sentí cuando escuché la convocatoria y no estaba. De todos modos, y hoy sigo comportándome igual, nunca me he fustigado cuando las cosas salen mal. Si me pasa algo que no puedo controlar ni cambiar, sigo adelante, intento hacerlo lo mejor posible y ya está. Con la selección pasó eso: había muchos porteros muy buenos, no me llamaron y no es una injusticia. Es parte del juego y de la vida. Siempre he tratado de disfrutar de lo que tenía y en aquel momento tenía la titularidad del Sevilla. Esa forma de ser, que me ha generado el fútbol, la tengo interiorizada y ahora me está ayudando muchísimo con la enfermedad.
Después decidiste ser entrenador, porque los futbolistas estáis un poco locos, y colaboraste con varios de los mejores: Guardiola, Luis Enrique... ¿Con quién disfrutaste más?
Sinceramente, no pude tener mejores acompañantes ni mejores líderes. Pero la persona que más me ha influido como adulto, aparte de mi familia, ha sido Frank Rijkaard. En mi forma de pensar, en mi forma de ser... Y es curioso porque es una persona muy diferente a mí, casi opuesta en muchos casos, pero yo le veía actuar y me gustaba todo. La tranquilidad, la capacidad de observar y de escuchar con toda la atención. Sobre todo esto último, que es algo que a mí me cuesta más porque he sido siempre una persona muy activa y muy habladora con el consiguiente déficit en escuchar. Yo le veía actuar y decía: " ¡Ostras, me gustaría ser así!". Cambió mi forma de ser. Mi mujer suele decir que me hizo más tranquilo y más paciente. Me ayudó muchísimo.
¿Y Guardiola?
Pep es un genio, el transgresor de una idea que ya había sido transgresora de origen. Yo tuve la fortuna de no solamente verlo, como puede verlo cualquier entrenador ahora, sino de vivirlo in situ. Pude escuchar, y para mí esa es la gran diferencia, por qué se hacían ciertas tareas, por qué se dejaban de hacer en un momento dado y por qué se hacían otras nuevas. Te hacía entender el fútbol desde otra perspectiva. En eso me he sentido un privilegiado y, cuando he salido fuera a entrenar, he tratado de transmitir esa idea con los matices que tenía cada equipo y con las capacidades de tus jugadores.

En el Numancia, el Celta y el Girona, no tenías a Messi.
Esa es una excusa que escucho a muchos entrenadores y no comparto, aunque a veces yo también he pecado de ello. Es una manera de camuflar las propias debilidades o ignorancia de los entrenadores, porque pocos entrenadores dominan absolutamente todos los conceptos del juego. Entonces, a menudo esa carencia del entrenador es la que hace que pensemos que los jugadores no están capacitados para llevar a cabo otra idea. Por eso es importante tener claros tus puntos débiles para buscar ayuda en tu equipo de trabajo y tú explotar tus virtudes. Los futbolistas aprenden si se les enseña bien.
¿Es esa carrera como primer entrenador lo único que dejas a medias?
No, no lo pienso mucho y tampoco lo siento así. Mi forma de pensar es que ya lo intenté, ya lo he probado. Lo que me hubiera generado mucha frustración es que con 50 años me diagnosticaran ELA y me quedasen cosas por hacer. Ahí sí le daría vueltas a lo que dejaba sin hacer: "Si hubiera intentado esto, si hubiera probado eso otro". La frustración que me podría generar eso sería enorme, pero por fortuna ya había probado todo lo que quería hacer. El día que decidí dejar el fútbol y darle otro sentido a mi vida, sentía que, quizá, lo único que me ha quedado por hacer es haber entrenado o jugado en el extranjero. Eso me hubiese gustado, pero no se dieron las circunstancias y ahora no lo echo de menos. Haber sido valiente toda mi vida, haberme tirado a la piscina cada vez que sentía que algo podía merecer la pena, me da una tranquilidad enorme en estos momentos. Me gusta la vida que he vivido.
Una vida plena, que es como titulaste tu biografía.
Así es, pero es que la vida plena la sigo sintiendo hoy. No ha sido sólo hasta el día del diagnóstico y ahí se acabó. Con todas las limitaciones que me genera la ELA, sigo teniendo una vida plena porque muchas de las cosas hermosas que he vivido estos dos últimos años y medio, casi tres años, no las hubiese vivido ni parecidas de no haber tenido la enfermedad. Entonces, me quedo con todo eso que me hace sentir feliz pese a todo lo malo.
¿Eres consciente del ejemplo en que te has convertido y del legado que vas a dejar?
A ver, me voy dando cuenta. Sinceramente, me cuesta pensarlo, no me doy esa importancia, pero voy encontrando gente a la que no conozco de nada que, de pronto, te hacen saber que les has ayudado porque te han escuchado en una entrevista o han leído sobre ti. Al principio me sentía abrumado cuando ocurrían este tipo de cosas, pero ahora sé que, en el fondo, lo que me siento es muy satisfecho, muy orgulloso. No he actuado así buscándolo, sino porque es mi forma de afrontar la vida, pero si contando lo que siento y pienso, si dando visibilidad a la ELA, consigo ayudar a alguien, aunque sea a una sola persona, ¿qué más puedo pedir en esta vida?

Conforme a los criterios deThe Trust Project

Saber más
EntrevistaJuan Antonio Pizzi: "Al tercer entrenamiento con Ronaldo me dije: 'Vale, aquí voy a jugar poco'"
Caso NegreiraEl Espanyol se une al Sevilla en pedir "depurar responsabilidades" por el caso Negreira y apela "al resto de clubes" a dar "un paso al frente"
FútbolEl Madrid pasa al ataque en el 'Caso Negreira': el plan del silencio, una acusación "gravísima" y el 'socio' Laporta