- Premios Actualidad Económica Josu Jon Imaz: "No quiero un país en el que el debate sea el del SMI, sino uno en el que los jóvenes puedan desarrollar su proyecto de vida"
"Venga, vámonos que a los últimos nos hacen pagar la factura del evento", suele bromear el presidente de Repsol, Antonio Brufau, cuando su consejero delegado, Josu Jon Imaz, se deja llevar por su tendencia a permanecer en un acto social hasta haber saludado a todos. Una tendencia que sólo puede concretar si está relajado y este miércoles era uno de esos días, pese a que había votación de un decreto en el Parlamento a la misma hora que recibía el Premio al Empresario del Año de este diario.
Si Imaz no hubiera logrado doblar el brazo a Moncloa en el llamado impuesto energético habría tenido que estar pendiente durante la ceremonia de, una vez más, cualquier nuevo intento del Ejecutivo de perpetuarlo en el Congreso como ha venido sucediendo en los últimos meses. Pero este miércoles ya no era el caso por primera vez desde octubre.
Se sometía a convalidación un nuevo decreto llamado "ómnibus" de forma engañosa por lo delgado que ha ido quedando el texto fruto de la debilidad parlamentaria a la que ha contribuido Repsol con una estrategia elogiada por el sector bancario, que no se ha librado de su impuestazo.
¿Tan decisivo ha sido Imaz? El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha personalizado en este astuto doctor en Ciencias Químicas -que ha repartido su vida profesional entre la política y la empresa- el fracaso de Moncloa con el impuesto energético.
Fue cuando el líder socialista, como publicó este diario el pasado día 22, arrancó una reunión en Davos con los dirigentes del Ibex dirigiéndose así a Josu Jon Imaz: "¡Estarás contento!". En esa jornada, el Gobierno de coalición había consumado su fracaso para sacar adelante el decreto llamado "para el establecimiento de un gravamen temporal energético durante el año 2025". Empezó la mañana con una propuesta de convalidación y llegó a la tarde con "acuerdo de derogación".
En la reunión de Davos pudo el escocido Sánchez dirigirse también a otros presentes opuestos al impuesto como el presidente de Moeve, Maarten Wetselaar, o de Naturgy, Francisco Reynés, pero puso el foco en Imaz. Sabía que la presión de Repsol sobre Junts dejando en el aire el futuro de la refinería de Tarragona si daba su acuerdo al gravamen funcionó mejor que nada. Lo que no lograron CaixaBank, Santander, BBVA o Sabadell se lo apuntó la petrolera. Ni siquiera el enfado del poderoso fondo soberano de Emiratos, Mubadala, principal propietario de la antigua Cepsa fue tan decisivo, porque Repsol trabajó no tanto al Gobierno, sino a los que podían apoyarlo.
El propio alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, otorgó ese mérito a Imaz al chotearse de Sánchez recordando el "¡Estarás contento!" al felicitar a Imaz en su intervención de cierre del acto.
A la semana siguiente de aquel fracaso del Gobierno, el consejo de administración de Repsol anunció el desbloqueo de 800 millones de inversión en Tarragona.
Imaz no hizo ya sangre en su discurso al recibir el premio y pasó página, sin más mención que recordar algo básico para cualquier gobierno que quiere la fundamental inversión privada para apuntalar la compleja transición energética de estas décadas. "Quiero un país con seguridad jurídica, regulatoria y fiscal". En un discurso que aplaudió el presidente de CEOE, Antonio Garamendi, Imaz recordó: "Necesitamos empresarios. Tenemos que atraer y cuidar a los empresarios. Esa es la receta necesaria para construir un país moderno".
El vasco utilizó el término "empresarios" aunque recordó que en su cultura del País Vasco a estos se les llamaba "industriales". Es justo decir que su batalla de estos años en contra de una política medioambiental dogmática en España y en la Unión Europea sin tener en cuenta el impacto en la industria se ha visto refrendada por el informe demoledor de Mario Draghi que marca el nuevo mandato de Ursula von der Leyen.
"La industria es la que crea sociedades avanzadas, empleos de calidad y bien pagados, la que promueve la innovación y la tecnología y la que nos ayuda a competir en un mundo abierto. Y la industria es la que nos hace tener una sociedad con oportunidades para los jóvenes formados", sostuvo Imaz. Es desolador tener que recordar estos mensajes sobre lo que ha sido pilar de la economía europea, pero el declive es evidente y lo acelera la política del presidente de EEUU, Donald Trump, de intentar atraer industria europea con el palo de los aranceles a sus productos y la zanahoria de una desregulación, ayudas públicas y laxitud medioambiental.
Imaz conectó genuinamente con los empresarios asistentes con un discurso en que mostró su experiencia política pasada en el PNV y exhibió cómo lanzar una melodía tocando las teclas de la actualidad. "No quiero un país en el que el debate sea el del salario mínimo o la ayuda social, coberturas que son, por supuesto, totalmente necesarias para aquellos que lo requieren. Quiero un país en el que los jóvenes puedan aspirar a salarios muy superiores". Para ello haría falta ese entorno favorable a la inversión industrial que echa de menos. Eso dijo en una intervención muy aplaudida recordando también a los empresarios que padecieron a ETA. Mostró que si quisiera volver a la política no ya vasca, sino nacional, no le iría mal. Pero lleva ya 17 años en Repsol y parece contento, según acierta Sánchez.