La de Francisco, Curro, Rodríguez es la historia de un éxito después de cinco ruinas. La historia de un emprendedor nato que siempre tuvo claro que lo suyo era hacer negocios. Que empezó a estudiar Económicas y no terminó, que quiso ser policía y acabó como técnico de emergencias. Que vio las posibilidades del cartón más allá del envase humilde que siempre fue. Incluso para el agua. Y que ha terminado dando de beber a los líderes mundiales del G9.
Su empresa, Ly Company, nació oficialmente en 2015, aunque echó en andar, definitivamente, en 2016, con el propósito de tratar de minimizar el impacto climático de productos de un solo uso, de buscar (y hacer rentables) alternativas al indestructible plástico (que tarda 500 años en desaparecer). Probó envasando aceite y vino, pero el acierto fue el agua, el producto que "más de vende y más crece", entre un 5 y un 8% en todos los países. El éxito no llegó de inmediato y, al principio, tardó.
El secreto está en el envase, que es en un 80% cartón y el restante 20% (el tapón y las laminaciones) de caña de azúcar. El agua que guarda no es siempre mineral (también se abastecen de agua de suministro público), pero es sometida a un tratamiento que la naturaliza y potencia sus propiedades. Primero, a una ósmosis inversa y, luego, a una remineralización "con una fórmula" que Rodríguez no quiere desvelar. El último paso es el microfiltrado y el resultado es un agua libre, en un 96%, de microplásticos. No es agua mineral natural, pero "es un agua casi perfecta", destaca el CEO de Ly Company, con un nivel de sodio bajo, Ph neutro y ligeramente alcalina. "La calidad del agua es brutal", insiste.
EL ORIGEN
La fórmula se creó y aplicó por primera vez en la fábrica que sigue funcionando, casi nueve años después, en la localidad malagueña de Alhaurín de la Torre, aunque en este tiempo el crecimiento de la empresa ha obligado a abrir nuevas plantas de producción. Al principio, de las naves de Alhaurín de la Torre apenas salían 20.000 unidades y hoy se alcanzan los 200.000 envases al día. Y con un consumo de agua diario que solo oscila entre los 40 y los 60 metros cúbicos, casi una décima parte de lo que consume, por poner un ejemplo, una lavandería.
Las cifras que maneja Ly actualmente marean: solo en España la producción mensual es de cuatro millones de unidades y, en conjunto, la producción alcanza ente ocho y nueve millones de unidades en temporada baja y hasta los once millones de envases en temporada alta.
La evolución es una curva ascendente que parece no tener límite. Si en 2017 la producción anual fue de 400.000 unidades, en 2018 ya llegó a los cuatro millones y un año después, en 2019, a 32 millones. El año pasado, la producción fue de 80 millones.
La facturación va, lógicamente, en la misma línea. Si en 2017 las ventas no supusieron más de 100.000 euros, en 2018 las ventas alcanzaron un millón de euros. Y en el pasado ejercicio, el de 2024, superaron los 21 millones, aunque antes, en 2019, ya se habían multiplicado por ocho.
El desarrollo del negocio y, sobre todo, el potencial de crecimiento, pronto convencieron a Rodríguez de la necesidad de establecer nuevas plantas de producción, hasta las ocho que estarán operativas en 2026 y que se reparten por distintos puntos del planeta, desde la de Alhaurín de la Torre hasta Arabia Saudí, pasando por Italia, México, Puerto Rico, Alemania o el norte de Francia.
Hasta el Financial Times se ha fijado en la que (todavía) es una pequeña empresa malagueña y durante tres años consecutivos la ha destacado como la compañía con mayor crecimiento de España, situándola en el puesto 74 de mil en toda Europa.
El punto de inflexión hay que situarlo en 2018 y tiene nombre propio, el de la empresa de VTC Cabify. El agua que regala en sus coches negros la envasa Rodríguez en su planta malagueña desde hace siete años, cuando la compañía pidió diez millones de envases. Pero, además, a partir de entonces "te conoce todo el mundo" y las llamadas empiezan a multiplicarse. En 2019, llegan los primeros clientes extranjeros, los primeros hoteles de República Dominicana y en 2021 abre su segunda planta, en la Toscana, en Italia.
En la actualidad, en la cartera de clientes hay un buen puñado de cadenas hoteleras, algunas de primer nivel. Desde Marriott a Hilton, pasando por Four Seasons, Meliá o Eurostars, que ofrecen a sus clientes agua de Ly. También hay cadenas de restauración, como Starbucks, líneas aéreas y eventos tan destacados como la Fórmula 1o el Mobile World Congress. Hasta los líderes mundiales han bebido de esta empresa malagueña que surtió a las cumbres del G9 de Japón o Italia y que es, asimismo, la suministradora oficial de las cumbres del clima de la ONU, la COP 25 y la COP 26. En total, 400 referencias en España y más de 3.000 en todo el mundo.
No siempre fue así y la pandemia a punto estuvo de ahogar un proyecto para el que Rodríguez y sus socios se hipotecaron con préstamos por valor de 3,8 millones de euros.
HOJA DE RUTA
La irrupción del Covid-19, el confinamiento y el parón en la actividad económica en general supuso un frenazo en seco, literalmente, de la producción en Alhaurín. Una gran parte de sus clientes eran entonces hoteles que cerraron sus puertas y dejaron de hacer pedidos de la noche a la mañana. "Conseguimos aguantar gracias a los créditos ICO", recuerda el empresario.
La hoja de ruta que ha trazado Rodríguez tiene una primera meta en una facturación de 50 millones de euros en 2027, aunque tiene claro que no va a quedarse ahí. En su mente, los cien millones de euros y los 500 millones de unidades producidas "que quiero alcanzar cuanto antes".
Estamos, dice, ante una multinacional que, sin embargo, "es relativamente pequeña si se compara con las big four del sector", Nestlé, Coca Cola, Pepsi o Danone.
La propiedad de Ly Company se la reparte con los dos socios con los que fundó la empresa, Maite Bernal y Francisco Leal, que son hoy directivos, y el 25% restante está en manos de "unos amigos" que le echaron una mano invirtiendo 300.000 euros que ahora pueden valer, según su estimación, 15 millones.
Crecer, crecer, crecer es el camino que tiene por delante Rodríguez, que espera que a finales de año el potencial de su empresa se traduzca en atractivo para los inversores, con cuyo apoyo pueda acometer su ambicioso plan de negocio y calmar, así, su sed de éxito.