En Francia las grandes crisis políticas tienen su origen en lo económico. Pasó hace dos años, cuando el Gobierno aprobó la polémica reforma de las pensiones, que obligaba a los franceses a trabajar más años, lo que provocó meses de violentas manifestaciones. Antes, en 2017, con el movimiento de los chalecos amarillos, se desató una de las protestas más virulentas que ha vivido el país, originada por la subida de los precios del carburante.
Nada enciende más la llama en Francia que el bolsillo. Ahora no ha sido en la calle, sino en los escaños: la elevada deuda y el déficit disparado, así como los recortes planteados por el Gobierno de Michel Barnier en su ley de presupuestos para este año (la más austera en décadas), es lo que ha conducido al Ejecutivo a la censura de la oposición. Si los partidos cumplen con su amenaza y votan a favor, será la primera vez que cae un Gobierno de esta manera desde 1962, cuando Charles de Gaulle era presidente.
Barnier decidió aprobar el lunes una parte de los presupuestos para este año utilizando el artículo 49.3 de la Constitución, que permite pasar una ley sin voto del Parlamento. Se usó en 2023 para aprobar la reforma de las pensiones y fue lo que provocó la revuelta en las calles. La historia se repite hoy. La zozobra económica del país ha alimenta el malestar político contra Emmanuel Macron, cuya política hasta ahora había sido la de no subir impuestos e incentivar a las empresas para atraer inversiones.
El mal alumno de Europa
El generoso estado del bienestar francés (y los ambiciosos planes para amortiguar las crisis sucesivas que se han vivido: Covid, inflación...) ha provocado en parte que el déficit se dispare más de lo previsto estos años. París ha ido rectificando sus objetivos al alza, incumpliendo así los límites que marca Bruselas a los países de la Unión.
Las cuentas se han ido degradando en los últimos años, acumulando cada vez más lastre. El déficit ha pasado del 4,4% al 6,1% del PIB. Los presupuestos del primer ministro, Michel Barnier, preveían 60.000 millones de euros de ahorro (40.000 en recorte de gastos y otros 20.000 en ingresos), precisamente para atajar esta deriva y equilibrar las cuentas. Calculaba reducir el déficit al 5% en 2025.
La primera de riesgo por encima de España... pero también de Grecia
Las grandes economías de Europa, Alemania y Francia a la cabeza, dieron lecciones a Grecia durante la crisis económica de 2010, y hoy resulta que la prima de riesgo francesa ha llegado a superar a la helena. Es algo histórico, pues este indicador revela la confianza de los mercados en la economía de un país.
La deuda francesa es de las más altas de Europa. Son 3.228.000 millones de euros que supera el 112% de su Producto Interior Bruto. Bruselas marca el 3% como techo para el déficit de los estados miembro y el 60% para en endeudamiento.
La presión sobre la deuda empezó con la convocatoria de elecciones legislativas el pasado junio, y la prima de riesgo gala ha llegado a empatar con la griega, considerada siempre el farolillo rojo de la UE. Este indicador mide la diferencia que se paga por los intereses de comprar deuda alemana, que es la referencia de la Eurozona, con el resto. Cuanto mas alejada, menos fiable. La de España estaba en lunes en 73 puntos básicos. La griega y la francesa, en 88. Los expertos advierten de que la tendencia va a seguir al alza y hay que quien considera que puede escalar hasta los 120 puntos básicos en 2025.
Se habla incluso del "fantasma griego" que planea sobre París. "Francia no es Grecia, tiene una estructura, una solidez y unos pasivos económicos que no son comparables, sin ser despectivo", señalaban fuentes del Ministerio de Economía al medio francés Les Echos hace unos días.
Emmanuel Macron calificó el martes de irresponsable "meterle miedo a la gente evocando una crisis financiera". "Somos una economía fuerte. Francia es un país rico, sólido, que ha hecho muchas reformas, con una Constitución estable", dijo Macron, un día antes de que se votase en la Asamblea la moción de censura.
La inestabilidad política como lastre
Incertidumbre política y económica se retroalimentan, así que las agencias de rating también han ido bajando estos meses la calificación de Francia. Standard & Poor's decidió mantener hace unos días la nota del país, en la AA-, a pesar "de la incertidumbre política", señalaba en su comunicado. Ya había degradado su nota el pasado mes de mayo de AA, a AA-. Moody's mantuvo la calificación de Francia (Aa2), pero empeoró también las perspectivas del país, de estable a negativa.
Casi un 10% de caída en el último medio año
El principal índice de la Bolsa de París, el CAC-40, cerró este miércoles con una subida del 0,66%, a pesar de la caída casi cierta del Gobierno de Barnier. Pero lo cierto es que el selectivo parisino no lleva una racha precisamente alcista. En los últimos meses ha caído en torno a un 9%, con importantes sangrías en compañías como Bouygues (-23%), BNP (-18%), Vinci o Société Générale (-10%). En el mismo período, por comparar, el Ibex 35 ha subido un 4%.
Vuelco en la política fiscal
En lo que respecta al bolsillo de los franceses, la política de Macron en su primer mandato, y también parte del segundo, fue la de no subir impuestos. Michel Barnier sí decidió en estos presupuestos para 2024 introducir subidas de tasas, por primera vez desde que Macron llegó al poder en 2017. Son alzas que se definieron como "temporales", hasta que se reconduzca el déficit, y dirigidas a los hogares más acomodados y a las empresas con grandes beneficios.
El ministro del Interior, Bruno Retailleau, advirtió el martes de las consecuencias económicas para el país, segunda economía de Europa, si la moción de censura prospera y el Gobierno cae. El propio Barnier alertó: "La situación será peor y más grave".