-¿Cómo fue la fractura exactamente?
Iván Álvarez Faginas gira la cabeza y se lleva el dedo índice al nacimiento de la nuca; recorre el cráneo en línea recta hacia arriba y se detiene unos 20 centímetros después. Hay una imagen mucho más explícita de la lesión: el escáner en 3D que guarda en la galería del móvil y en el que se ve su cráneo desnudo. La raja que nos había dibujado imaginariamente comienza en zigzag y asciende luego limpia hasta la coronilla.
Conserva también la fotografía del casco antidisturbios que llevaba puesto. Hecho de fibra de aramida, es capaz de neutralizar una bala del calibre 22 disparada a cinco metros, pero no pudo amortiguar lo suficiente el impacto del objeto que le lanzaron desde las alturas: una piedra de gran tamaño, un ladrillo macizo, no se sabe . "Los médicos me explicaron que es como si le das a un melón un golpe arriba; lo más probable es que se rompa por abajo", explica.
Sucedió durante la jornada más violenta de los disturbios que siguieron a la sentencia del procés. En la hemeroteca queda constancia de cómo acabó la plaza barcelonesa de Urquinaona tras los altercados de aquel viernes 18 de octubre de 2019 : cubierta de piedras como si hubieran granizado adoquines. Los radicales los arrancaban de las aceras de las calles aledañas y los arrojaban a la Policía.
Iván Álvarez Faginas, 44 años hoy, padre de dos niños de nueve y cinco años, agente número 8U-325 de la UIP -la Unidad de Intervención Policial, los conocidos como antidisturbios-, fue el más grave de los 288 agentes heridos en la revuelta : 154 mossos, 134 policías nacionales y un policía local. Estuvo cinco días en coma, 17 en la UCI, cuatro en planta y 293 de baja hasta que le concedieron la incapacidad permanente por las secuelas neurológicas que padece. Está por tanto prematuramente jubilado. "De los 2.000 que estábamos allí, fui el más perjudicado. Me tocó a mí. Por suerte, llevaba el casco puesto, si no, estaría muerto evidentemente".
Nos ha citado en la cafetería de un centro comercial en Vigo , la ciudad donde nació y reside. Trae consigo dos carpetas repletas de documentos. La de color naranja tiene pegada la etiqueta "partes médicos"; en la azul se lee "juzgados". Iván Álvarez Faginas ganó la batalla a la muerte y ahora ha emprendido otra contra la Dirección General de la Policía , dependiente del Ministerio del Interior .
Considera que, por las heridas que sufrió y las secuelas que sufrirá de por vida, tiene derecho a una indemnización más allá de los 37.737 euros que recibió del seguro que la Secretaría de Estado de Seguridad tiene suscrito para cubrir a policías y guardias civiles. Representado por el abogado Javier Aranda , especializado en casos de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Iván se acoge a lo que se conoce como el principio de indemnidad del funcionario. Según éste, los policías nacionales, como todos los funcionarios públicos, tienen derecho a una compensación económica por los daños sufridos en el desempeño de sus funciones, siempre que no haya habido dolo o negligencia por su parte.
Con este argumento, en agosto de 2021 reclamó una indemnización a la Dirección General de la Policía (DGP) por la vía administrativa, petición que le fue denegada, por lo que recurrió a la Justicia. El pasado junio presentó una demanda contencioso administrativa ante el Tribunal Superior de Justicia de A Coruña, a la que la ha vuelto a oponerse a la DGP. En su negativa responde que para que la Administración se haga cargo de la indemnización, la gravedad de las lesiones y las secuelas deben ser cuantificadas en una resolución judicial. Es decir, que el responsable de las mismas debe ser juzgado y condenado, y, además, declarado insolvente. Difícilmente pueden responder ante la Justicia el/los autores de la agresión a Iván puesto que no se sabe quién/quiénes fueron.
"Yo estaba allí trabajando como policía nacional, no estaba de vacaciones, estaba trabajando por un interés público, porque me mandaron mis jefes, porque me mandó el Estado . Y por mi parte hice todo lo que tenía que hacer, llevaba toda la protección, tomé las medidas que tenía que tomar y estoy jodido de por vida. No han detenido a nadie, no hay ningún responsable, ¿quién me tiene que indemnizar a mí? La Administración", concluye.
Y se lamenta de que no se haya investigado el caso, al menos hasta donde él sabe. "A mí nadie me ha dicho: 'Iván, te vamos a tomar una declaración; Iván, se está investigando esta línea; Iván, tienes estos derechos'. Entonces, me pregunto: 'Yo, por ser policía, ¿ no tengo los mismos derechos que cualquier otro ciudadano? ¿De verdad le pasa esto a otro ciudadano y no se le informa de nada?'".
En su demanda recoge una sentencia que jugaría a su favor. En ella, el Tribunal Supremo -28 de septiembre de 2020- resuelve que, de acuerdo al citado principio de indemnidad, una mossa d'esquadra sea indemnizada por la DGP pese a que la persona que le produjo las lesiones, identificada pero no localizada, se encontraba en paradero desconocido y no había sido por tanto juzgada ni condenada.
Iván Álvarez Faginas ingresó en la Policía Nacional en 2004, con 26 años, y tres más tarde se puso por primera vez el uniforme de la UIP. "En mis 13 años de antidisturbios he estado en situaciones complicadas: partidos de fútbol, manifestaciones de todo tipo, de mineros, de transportistas, en el cerco -Rodea el Congreso-, en el 15M, en Ceuta, en Melilla... pero esto fue lo máximo que tuve enfrente", dice sobre lo que vivió en la plaza de Urquinaona.
Había estado antes cubriendo el referéndum ilegal del 1-O: 67 días alojado en el Rapsody, el barco anclado junto al Piolín en el puerto de Barcelona. "La función de mi grupo no fue muy complicada. Nos encargaron formar un círculo de seguridad alrededor de los colegios para que la gente no accediera mientras otro grupo entraba a abrir paso y coger las urnas", cuenta.
La víspera del 14 de octubre de 2019, cuando se hizo pública la sentencia que condenó a los líderes del 1-O, estaba en Zaragoza, trabajando en las Fiestas del Pilar. Fue desplazado inmediatamente a Barcelona. Aquel lunes 14 estuvo repeliendo los intentos de los independentistas de tomar el aeropuerto de El Prat . "Y el viernes 18 nos enviaron a mediodía otra vez al aeropuerto, pero allí no había nada. A lo largo de la tarde comenzaron los disturbios en la zona centro. Los compañeros estaban aguantando y a las ocho nos mandaron a relevarlos. Nos comunicaron que la situación era complicada, pero cuando llegamos era peor de lo que podíamos imaginar: la plaza con barricadas, con fuego y la gente detrás arrojándonos piedras, artefactos incendiarios...".
Iván no recuerda nada del golpe que recibió y no hay ningún vídeo que recoja el momento. Para explicarnos lo que él cree que sucedió nos muestra cómo fue herido su compañero Ángel Hernández -el otro policía jubilado por los disturbios- del que sí se conserva una grabación. En las imágenes se ve a Ángel y otros agentes en un esquinazo de la plaza, en la confluencia de las calles Trafalgar y La Jonquera. "Fíjate al final del vídeo, cómo le caen dos cosas, pum , pum , le revientan el brazo . Se me ponen hasta los pelos de punta".
El encuadre no recoge desde dónde arrojan lo que parecen dos baldosas naranjas , pero por la trayectoria deben de venir de uno de los pisos altos del edificio de la izquierda. "Aquí ya se lo están llevando a él, va con el brazo con una fractura abierta. A Ángel tampoco sé si le han investigado algo. Nosotros estábamos ahí [señala a la segunda línea de agentes], los relevamos a ellos ya los cinco minutos caigo yo también, me revientan la cabeza a mí" . Concluye Iván que las mismas manos que le tiraron los ladrillos a Ángel, que no ha recuperado totalmente la movilidad en el brazo, le arrojaron lo que fuera a él después.
No hay imágenes del momento en que fue alcanzado, pero sí de su evacuación. Cinco compañeros lo llevan a la carrera en volandas y un sexto comunica con urgencia por la emisora: "¡¡Herido grave, herido grave!!" . "Yo no me acuerdo de nada de eso, en mi mente no está. Me veo que me están transportando mis compañeros y es como ver una película en la que eres el protagonista", dice.
Lo trasladaron a la Jefatura Superior de Policía de Cataluña , ubicada a unos 200 metros. Según le han contado, los médicos estaban en esos momentos poniéndole a Ángel una vía. " Dicen que me estaba muriendo . Llegué convulsionando, asfixiándome. Al parecer tuve una bronconeumonía muy grave porque, a raíz de la pérdida de conocimiento y de caer al suelo, se me metió en los pulmones líquido del estómago. Me tuvieron que meter por vena de todo, sedarme y ventilarme".
El 21 de octubre, cuando Pedro Sánchez visitó a los agentes heridos en el hospital Sant Pau , él seguía en coma. Abrió los ojos el 23. "De estar en la plaza de Urquinaona detrás de los contenedores a despertar en el hospital medio anestesiado después de cinco días en coma . '¿Qué hago aquí?'. Con el tiempo empiezas a darte cuenta de las cosas y a hacerte preguntas. Los primeros días estaba en una nube. No tenía acceso al móvil porque no veía, no me decían nada...".
Recurre en este punto de nuevo a la galería fotográfica de su móvil en busca de una resonancia magnética. En ella aparece su cerebro diseccionado en horizontal. En la parte trasera del hemisferio derecho, en la zona occipital, se ve una mancha blanca. "Es como una cicatriz en el cerebro. Esta zona regula la visión, el equilibrio...", explica.
La hemianopsia homónima , como se llama la lesión que sufre de por vida, reduce a la mitad el campo visual, e impide, por ejemplo conducir vehículos. A Iván no le gusta entrar en los detalles de sus secuelas. "Es que estoy cansado de que me pregunten. Parece que tengo que andar yo justificándome. 'No, es que igual no es para tanto', te dicen. ¿Tengo que andar enseñándole a la gente fotos de mi cráneo para que me crea? Puedo andar, ir al cole con mis hijos, ir al gimnasio, pero no puedo hacer fuerza, no puedo saltar, no puedo jugar al fútbol, no puedo andar en moto, no puedo hacer una vida normal", dice.
Ha traído a la entrevista dos folios con sus reflexiones sobre el caso. Uno de los apartados se titula "Agradecimiento": "Si a alguien tengo que estar agradecido por encima del resto es al recientemente fallecido doctor Jordi Mancebo del Hospital Sant Pau de Barcelona. Tuve la suerte de caer en sus manos, él y su equipo me salvaron la vida". Tras recibir el alta, Mancebo, responsable del servicio de Medicina Intensiva del centro, siguió llamándolo, interesándose por su estado e incluso lo visitó en Vigo. "Lo que es preocupó este hombre por mí fue excepcional. Tenía pensado venir este verano otra vez a Vigo, pero su puso malito y falleció", explica Iván.
El último bloque de su escrito se llama "Casco y número personal". En él cuenta que ha pedido sin éxito que le dejen ver el casco que llevaba puesto, del que sólo sabe por fotografías: "Para mí ese casco no es un objeto más, sin él yo estaría muerto, y, aunque pueda parecer extraño, para mí es importante verlo". Le gustaría también tener el velcro con su número de agente que llevaba pegado en la espalda del chaleco antitrauma. "Ese número lo tuve yo los 13 años que pertenecí a la unidad, ese número estaba literalmente manchado con mi sangre, la sangre que derramé por la cabeza en la plaza de Urquinaona...", ha escrito.
El 29 de enero de 2020, el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, le impuso la Medalla de Plata de la Orden del Mérito Policial, la segunda máxima distinción que concede el cuerpo.
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