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El presidente del Gobierno empieza el curso con "las pilas cargadas" y anuncia que vuelve de vacaciones con "nuevas ideas". Preparémonos. Lo ha comunicado en el Instituto Cervantes a todos sus fieles -que lo saben de sobra porque lo sufren- y a todos los ciudadanos, para avisarnos de lo que se viene.
Tomemos nota, por la cuenta que nos trae. Nos quiere decir que desde La Moncloa seguirá descargando emociones fuertes sobre los que le aman, sobre los que le insultan, sobre los que dependen de él, sobre los que viven y respiran de la lucha contra él, y sobre los que están por el medio. A Pedro Sánchez le ha tocado gobernar en época de agitación y desasosiego. Y ello parece que no le disgusta. Más bien da la sensación de que disfruta con los sobresaltos. Y los practica para no defraudar a nadie.
En cinco días, en cinco meses o en cinco horas. Y al presidente aún le faltan tres años para sacudir al país de la modorra de la normalidad política, tal y como la habíamos conocido. Supongo que la dirección del PP ya se habrá dado cuenta de que el ansioso duermevela esperando que Sánchez caiga de noche o por mañana temprano sólo conduce a la desesperanza. Vivir en la angustia es malísimo. "Allá ellos", les dijo el primer día de curso un jefe de Gobierno empoderado, valga la redundancia.
Una de las emociones fuertes que practica el presidente del Gobierno es obviar las apariencias y escuchar las críticas como quien oye llover. Por muy ruidosa que sea la tormenta. Veamos un caso. José Luis Escrivá es un sabio de la Econometría -nada de bobadas- y nunca había aplaudido a Sánchez hasta que se sentó en el banco azul. Escrivá te pone delante de unas filminas, cinco gráficos y dos curvas, te habla con tanta pasión de los números, porcentajes y flechas, que convence a cualquiera. Nada mejor que alguien así para dar prosapia, blasón y fundamento a un Gobierno de coalición de arenas movedizas y a cualquier reforma fiscal o de pensiones. Escrivá le hizo a Sánchez el favor de poner a su servicio la autoridad académica que necesitaba. Le ayudó, incluso más de lo que el propio presidente esperaba.
Y le ha correspondido. La ilusión de Escrivá era ser gobernador del Banco de España. No se hable más, querido José Luis. Te hago gobernador porque puedo, para algo soy el presidente. El Banco de España no es precisamente un lugar que a Sánchez le quite el sueño, ni tampoco tiembla lo más mínimo esperando sus informes. Ahora, que si puede hacer un favor a Escrivá y de paso poner de ministro a su director de Gabinete, Óscar López, premiando su lealtad después de un distanciamiento, miel sobre hojuelas. Tiempo llevaba López, como tantísima gente, esperando un Ministerio. Ya lo tiene. Y más cómodo que la silla de tortura de Moncloa.
El presidente del Gobierno ha perdido la mayoría parlamentaria que le eligió. Puigdemont no se deja incorporar a la institucionalidad y ERC, cualquiera sabe lo que será de ERC en su congreso. La pérdida de la mayoría parlamentaria no le va a detener en su camino lleno de baldosas pintadas de sorpresas. Sánchez puede convocar un Congreso, puede cambiar a unas personas por otras en la dirección del partido, puede viajar por todo el mundo, puede organizar cumbres bilaterales, puede presentar todos los papers que le haga su nuevo jefe de Gabinete, Diego Rubio. Conviene tomar nota de este nombramiento. El defenestrado Iván Redondo le nombró director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia para diseñar políticas con la vista en España 2050. La regeneración juvenil en el despacho de al lado. Igual quiere decir algo.
Pedro Sánchez igual no puede aprobar leyes, pero puede hacer crisis de Gobierno -todas las que quiera-, puede firmar un acuerdo para sacar a Cataluña del régimen común de financiación y decir que es una propuesta federal. Ese pacto con ERC puede tener, y la tiene, apariencia de beneficio y privilegio para una comunidad rica en perjuicio de las comunidades pobres, pero el presidente lo ve de otra manera. Él pondrá impuestos a los muy ricos -veremos si los nacionalistas catalanes ricos le apoyan- para que los millonarios no sigan comprando Lamborghinis y usen el transporte público. Esto último lo veo casi tan difícil como convencer a los ciudadanos de Cuenca, Soria y Teruel de que Cataluña tendrá la misma financiación singular de la que ya gozan ellos. Mira por dónde. Esas tres provincias tenían financiación singular y no lo sabían. Qué cosas