ESPAÑA
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El gran freno para Vox de momento: un sindicato, pero pocos obreros a diferencia de Le Pen y Meloni

Reniega de los tradicionales aunque otros líderes de extrema derecha liman sus relaciones

El líder de Vox, Santiago Abascal, en el pleno del Congreso.
El líder de Vox, Santiago Abascal, en el pleno del Congreso.FERNANDO VILLAREFE
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"Hay que proteger a los trabajadores porque los sindicatos ideológicos, subvencionados y corruptos les han traicionado". Con estas palabras justificó Santiago Abascal, en julio de 2020, su intención de impulsar un nuevo sindicato. La idea se materializaría un par de meses después bajo el nombre de Solidaridad, que pasaría a ser una arista más en su plan para conquistar el voto obrero. Quería el líder de Vox contar con un brazo que le acercara a ese nicho, y así, mientras se oponía a respaldar la acción de los sindicatos mayoritarios -a los que acusaba de impulsar "regulaciones ideológicas, de género y medioambientales"-, decidió crear el suyo propio. Por aquellas fechas, según el barómetro del CIS, Vox aglutinaba el 6,3% del voto entre quienes se identifican como clase trabajadora. Ahora, tras más de cuatro años intentando penetrar en ese electorado, se le sigue resistiendo: solo el 5,9% de los obreros se inclina por Abascal.

Solidaridad renueva este sábado su liderazgo, aunque la hoja de ruta del sindicato de Vox parece ser la misma. El elegido como secretario general, Jordi de la Fuente, hereda -por voluntad propia- el distanciamiento respecto a CCOO, UGT y el resto de organizaciones sindicales mayoritarias y viene dispuesto a rehuir el "enfrentamiento entre clases" agitando su propia bandera: "La lucha de los que producimos contra los parásitos, contra los siervos de un sistema que ha abandonado a los nuestros". Esa consigna es la apuesta del también dirigente de Vox para ganarse a los trabajadores.

La tesis es compartida en las filas de los de Abascal. Frente al concepto tradicional de lucha obrera -más asociado a la izquierda-, Vox y su sindicato abogan por defender al proletariado como un gesto de "patriotismo". Bajo ese pretexto, en los últimos años han intentado hacer propias algunas de las batallas de esta clase social con la mirada puesta, sobre todo, en la industria y el campo. El partido apoyó las tractoradas que el pasado año recorrieron varias ciudades españolas y desde hace tiempo camina de la mano de las asociaciones del sector en su batalla contra la competencia desleal. En ámbito industrial, llamó especialmente la atención la incursión que hizo Abascal en la lucha de los obreros del metal en 2021: recriminó al Gobierno que se sacara una tanqueta del Ejército para supervisar las huelgas en Cádiz. "Las imágenes retratan la traición de la izquierda a los trabajadores", denunció el líder de Vox, mostrando así simpatía por su causa.

Sin embargo, este tipo de pronunciamientos llegan a cuentagotas, mientras que abundan los que van en dirección contraria a las consignas del proletariado. Vox se opone a elevar los impuestos a los ricos -lo que aumentaría la progresividad- y, aunque critica el "saqueo fiscal a los trabajadores", en su discurso acostumbra a dar más peso a los empresarios, abanderando sus reproches por los elevados costes laborales. El partido rechaza la reforma laboral pactada con patronal y sindicatos -que, entre otras cosas, combate la contratación temporal- y, ante subidas del Salario Mínimo, siempre exige que estas vayan aparejadas de bonificaciones a las empresas. Se aleja así de las reivindicaciones tradicionales de la clase obrera, en la que no consigue calar.

Sí lo logran, por el contrario, otros líderes de extrema derecha del continente con los que Vox comparte discurso. Con un matiz: mientras los de Abascal se distancian completamente de los sindicatos mayoritarios, Giorgia Meloni y Marine Le Pen, entre otros dirigentes, apuestan por el acercamiento. Lo hizo la italiana cuando, en marzo de 2023 -siendo ya primera ministra-, intervino en el congreso del sindicato mayoritario de la izquierda, CGIL. Un gesto simbólico, pero con el que Meloni evidenció que también quiere entrar en el terreno del votante obrero. De igual manera, Le Pen ha mostrado simpatía por la causa de los chalecos amarillos con varios guiños en los últimos años. Además, en 2019, la dirigente francesa organizó un acto de su partido en la Mutualité, un edificio parisino que acostumbra a albergar actos de la izquierda -por él han pasado desde Simone de Beauvoir hasta Felipe González-. Abascal, por el contrario, critica a Alberto Núñez Feijóo cada vez que este se reúne con representantes sindicales.

El líder de Vox no está dispuesto a seguir el paso que marcan sus "aliadas" Meloni y Le Pen y por ello sigue apostando por Solidaridad como su baza para llegar a los trabajadores. Sin embargo, el alcance de este sindicato, más de cuatro años después de fundarse, es muy limitado. Según datos facilitados por la organización, esta suma a día de hoy unos 400 delegados sindicales por toda España, cuando en total hay más de 295.000. En términos de afiliación, la cosa no mejora: 15.000 a Solidaridad, mientras que CCOO y UGT se sitúan alrededor del millón. Otros sindicatos más pequeños como CSIF y USO aglutinan 245.000 y 137.000 afiliados, respectivamente. Aun así, Abascal mantiene su confianza en su propio sindicato, que este sábado pretende relanzar con un acto público que protagonizarán dirigentes de Vox.