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Xi Jinping, padrino de un nuevo orden multipolar

El presidente chino lanza una ambigua ofensiva diplomática al recibir a los líderes europeos con un discurso de paz mientras estrecha sus lazos con Vladimir Putin

El presidente ruso, Vladimir Putin, junto a su homólogo chino Xi Jinping.
El presidente ruso, Vladimir Putin, junto a su homólogo chino Xi Jinping.EFE
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El techo plano tiene una cornisa decorada con tejas amarillas sobre un alero verde en forma de pétalos de loto. La fachada central se sostiene con columnas de mármol blanco de más de 300 metros de altura sobre una base más oscura. Todo el majestuoso complejo mide 171.801 metros cuadrados y en su interior hay un gigantesco auditorio con capacidad para 10.000 personas, 300 salas de reuniones y un gran salón de banquetes donde caben hasta 5.000 comensales.

El mastodóntico edificio apenas tardó 10 meses en construirse. Fue en 1959 cuando Mao Zedong, para celebrar el décimo aniversario de la República Popular de China, decidió vestir la esquina oeste de la Plaza de Tiananmen con el Gran Salón del Pueblo, que desde entonces hace las funciones de Parlamento. También de epicentro de la diplomacia china.

Bajo los techos dorados estalinistas del gran salón de banquetes desfilan habitualmente los líderes internacionales invitados por el presidente Xi Jinping. El viernes, será Pedro Sánchez quien pisará la moqueta roja del hemiciclo que ahora mismo es el centro mundial de la diplomacia. Todos los focos apuntan a Tiananmen y España saldrá en la foto. En Moncloa lo saben y por ello se han esforzado estos últimos días en vender la oportuna visita de Estado como la oportunidad para que Sánchez, como abanderado de Occidente, interrogue a Xi sobre su propuesta de paz en Ucrania y su mediación con Rusia.

Pero estos viajes a Pekín, más allá del titular que busque el invitado para volver a Europa con la cabeza alta, aunque luego se quede normalmente en papel mojado, suelen materializarse con nuevos acuerdos comerciales. Como explica sin titubeos un veterano diplomático chino curtido en las ceremoniosas recepciones a las delegaciones extranjeras: "A nosotros, por la tensa situación global actual y con Estados Unidos tratando de crear un mundo dividido en bloques, nos interesa relacionarnos con todos y que los líderes vengan a nuestra casa o ir nosotros a la suya, sobre todo porque podemos ser el faro que ilumine al mundo por el camino de la estabilidad. Abrimos nuestras puertas y somos muy generosos a la hora de cerrar acuerdos comerciales y de inversiones. Al final, todos los países miran por sus intereses. De España nos gusta que, a diferencia de otros, al menos no engañan a la gente dando continuamente lecciones de derechos humanos a China y luego aceptan nuestro dinero".

Todos los caminos, ahora mismo, conducen a Pekín. Los líderes europeos lo saben y por ello hacen cola para dirigirse a la segunda potencia mundial y probar qué hay de verdad en el autoproclamado estatus de pacificador mundial que pregona Xi Jinping. Después de Sánchez, en la capital china esperan la semana que viene un viaje conjunto del presidente francés, Emmanuel Macron, y la jefa de la Comisión Europea,Ursula von der Leyen. Avanzado abril, será el Alto Representante de la UE para Política Exterior, Josep Borrell, quien hará parada en China de camino a la cumbre de ministros de Exteriores del G7 en Japón.

Un maratón diplomático

El maratón diplomático por Pekín no se limita a representantes europeos. En la misma semana de la visita de Sánchez, en la capital han concurrido el primer ministro de Singapur, el de Malasia y el de Costa de Marfil; el secretario general de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), la ministra de Exteriores de Nueva Zelanda, el canciller de Honduras, el de Guinea Ecuatorial y hasta el ex presidente taiwanés Ma Ying-jeou, quien se ha convertido en el primer pez gordo de la isla autónoma con estatus de líder en pisar el gigante asiático desde que el gobierno nacionalista de la República de China huyera a Taiwan en 1949 tras perder la guerra civil contra los comunistas. Y si no hubiera sido por una neumonía, el brasileño Lula da Silva también hubiera engordado ese grupo.

Coincidiendo con el ajetreo diplomático, la emisora pública china CCTV presentaba un mini documental de 20 minutos sobre la pasada visita de Xi Jinping a su "viejo amigo" Vladimir Putin, enfatizando en que sus relaciones bilaterales han "resistido los desafíos de las turbulencias internacionales y saludan un nuevo modelo basado en la confianza mutua y la cooperación".

Durante su viaje a Moscú, el líder chino reforzó los lazos comerciales y dio a Putin el oxígeno económico que tanto necesita ante la lluvia de sanciones. La retórica de Pekín, muy a menudo, acompaña a la del Kremlin, pero en ningún momento le ha brindado apoyo militar en su invasión. El Reino del Medio se mantiene justamente ahí, en el medio. Bajo su máxima política de "no interferir en asuntos internos de otros países", trata de mantener el equilibrio en sus sólidas relaciones con Rusia a la vez que dice defender la soberanía de Ucrania. Luego vende planes de paz y busca mantener abiertos sus canales con la UE.

Padrino de un nuevo orden multipolar

Una posición ambigua que ha empujado la gran contraofensiva diplomática de Xi para ser el padrino de un nuevo orden multipolar frente a la tradicional hegemonía de Estados Unidos. Como ejemplo del orden cambiante, en Pekín siempre ponen el caso de qué países han adoptado realmente sanciones contra Rusia por su ataque a Ucrania: ni el otro gigante asiático, India, ni la gran mayoría de las naciones de África, Asia y América Latina.

"La multipolaridad no va de la mano con el maniqueísmo, por lo tanto, la UE y EEUU deben resistir la tentación de presentar la política internacional como una confrontación entre demócratas y autócratas. La realidad es que no todas las democracias están siempre de su lado. El mundo no está impulsado por valores, sino por estados que persiguen sus intereses", opina Sven Biscop, uno de los expertos en China del think tank belga Egmont Institute.

"El mundo se encuentra ahora en un estado de gran turbulencia, y esto afecta a toda la comunidad internacional. Lamentablemente, EEUU elige no asumir la responsabilidad de arreglar el mundo, sino que utiliza las grietas y cicatrices que hay para instigar más conflictos. Incluso está tratando de obtener beneficios del caos, lo que significa que China tiene que ponerse de pie y asumir la responsabilidad de promover la paz a través de sus acciones", defiende Li Haidong, académico de la Universidad de Asuntos Exteriores de China.

Ese es el mensaje que no paran de lanzar desde Pekín: la segunda potencia mundial, que no deja de ser la mayor dictadura del planeta, está preparada para llenar el vacío dejado en muchos rincones del mundo por Occidente. Por ello, es capaz de convertirse en el enlace que lleva a dos adversarios como Irán y Arabia Saudí a lograr un histórico acuerdo para restablecer sus relaciones. O a ser vista como la parte neutral que mantiene lazos con Israel y Palestina. O a convertirse en el prestamista favorito de América Latina. O a ser el gran socio comercial -y pronto armamentístico- de África. O a tirar de chequera para construir puentes, puertos y aeropuertos en las pequeñas islas del Pacífico. Este año, el Gobierno chino ha aumentado un 12,2% el gasto diplomático.

El viernes se abrirán las puertas de bronce del Gran Salón del Pueblo para Pedro Sánchez, a quien le toca presidir la UE durante la segunda mitad del año y por ello es una figura importante este 2023 en el plan de reconexión amistosa de Pekín con Europa. El Gobierno chino ha compensado el vacío que hizo a España en una promocionada gira en febrero de su máximo diplomático por Europa, adelantando la visita de Sánchez a la de otros líderes europeos que también aguardan un paseo por la casa de Xi Jinping, el autócrata con el que todos quieren hacerse la foto.

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