INTERNACIONAL
La Mirada del Corresponsal

Mascarada en las urnas del rey absoluto de Suazilandia

Eswatini -antes Suazilandia- celebró ayer unas elecciones legislativas sin más sustancia democrática que el nombre

Un ciudadano ataviado con el traje tradicional suazi, al votar ayer en Lobamba.
Un ciudadano ataviado con el traje tradicional suazi, al votar ayer en Lobamba.MARCO LONGARIAFP
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Es casi patológica la querencia que tantos autócratas tienen por las elecciones. No por lo que entendemos como comicios libres y abiertos, que sirvan como expresión de la voluntad popular, claro, sino por plebiscitos aplastantes en favor del líder o por mascaradas con formas democráticas que les permitan edulcorar sus respectivos regímenes ante el mundo. Es el caso de Mswati III, rey de Suazilandia, el último monarca absoluto de África. El pequeño reino enclavado entre Sudáfrica y Mozambique, sin acceso al mar, con una población de 1,2 millones de habitantes y una extensión similar a la de la provincia de Zaragoza, celebró ayer un remedo de elecciones legislativas en el que, ya se sabe, lo menos importante será un resultado que se conocerá a lo largo del fin de semana.

Porque, aunque más de medio millón de ciudadanos tenían derecho al voto para elegir a 59 miembros de la Cámara Baja del país -a otros 10 los nombra a dedo directamente el rey-, las competencias de quienes consigan el escaño serán prácticamente ridículas, limitados como están a ejercer de meros asesores del soberano, quien tiene la última palabra en cada ley que se aprueba en el terruño. Así las cosas, la mayoría de los grupos opositores suazis habían llamado al boicot de los comicios. Cabe subrayar, además, que los candidatos lo han sido a título individual, en su inmensa mayoría partidarios del rey, porque desde hace medio siglo en el reino no existen partidos. Durante décadas, estuvieron prohibidos. Y aunque una nueva Constitución aprobada en 2005 sí permite en teoría las asociaciones políticas, ya se ha cuidado muy mucho Mswati III de que se desarrolle la legislación necesaria para permitir aflorar formaciones que lo sean. Además, organizaciones de derechos civiles denuncian que en los últimos años se ha disparado la represión en el reino y la persecución contra disidentes. Son varios los presos políticos que hoy se pudren en las cárceles suazis y muchos otros dirigentes tratan de alzar sus voces desde el exilio.

Los candidatos que podían ser votados ayer tuvieron que superar semanas atrás unas primarias. El régimen apenas abrió la mano para que una decena de elegibles se pudieran considerar opositores. "Aquí no se practica mucho la democracia", dijo con sorna a AFP Thantaza Silolo, portavoz del mayor grupo disidente del reino, el Movimiento de Liberación de Suazilandia, en vísperas de la jornada electoral. "Es un nombre inapropiado llamar elecciones a lo que está sucediendo en el país", dijo ayer por su parte Sivumelwano Nyembe, portavoz de otro grupo activista a favor de la democracia, según recogió Reuters.

Imagen de archivo del rey Mswati III.
Imagen de archivo del rey Mswati III.Themba HadebeAP

Mswati III gobierna con puño de hierro desde hace 37 años. Y hasta fechas recientes lo pudo hacer con bastante placidez. De su exótico país apenas se hablaba en los medios internacionales para referirse a la inclasificable Fiesta de las vírgenes en la que cada año danzan miles de adolescentes semidesnudas ante el orondo soberano para que éste pueda escoger entre una de ellas a una nueva mujer -en la actualidad tiene 14 esposas-. O como mucho el dictadorzuelo aparecía en los papeles extranjeros que se hacían eco de su lujosísimo tren de vida, a pesar de que en torno al 65% de los habitantes del reino viven por debajo del umbral de la pobreza, y estamos ante un país especialmente azotado por lacras como el desempleo o enfermedades como el VIH.

Pero las cosas se le han empezado a torcer a Mswati III, quien en 2018 decretó que la nación dejara de llamarse Suazilandia y fuera rebautizada como Eswatini -que significa tierra de los suazis en el idioma local-. El rey declaró que quería que su país tuviera un nombre que no causase confusión fuera de sus fronteras. "Siempre que vamos al extranjero, la gente se refiere a nosotros como Suiza", aseguró irritado. Porque desde el año 2021 se vienen sucediendo protestas a favor de la democracia, con algunos episodios de intensa violencia incluidos.

Guerra de guerrillas

A mediados del mencionado año, en el país se desató una auténtica guerra de guerrillas después de que las fuerzas de seguridad del reino reprimieran con extrema violencia a los participantes en manifestaciones en la capital y otras ciudades que exigían democracia. Se documentaron decenas de muertos. Y el régimen impuso toques de queda, prohibió las concentraciones de ciudadanos y recurrió a métodos como el del bloqueo de internet para dificultar las movilizaciones y la coordinación de opositores.

Y, más recientemente, el pasado noviembre, se sucedieron semanas de disturbios antigubernamentales y los episodios más violentos en el país desde su independencia del Reino Unido hace algo más de medio siglo. Las marchas -duramente sofocadas- para exigir democracia, protagonizadas en gran medida por jóvenes estudiantes, fueron una clara señal del hartazgo con el régimen autoritario de muchos suazis. Además, a las demandas para exigir libertades, se sumaron muchas otras de carácter económico o sectorial, con paros, huelgas y concentraciones de colectivos como el de transportistas e incluso de subalternos de policía que reclamaron salarios dignos y que fueron acusados por el Gobierno de ser "agentes terroristas infiltrados" para desestabilizar la nación.

La tensión no ha desaparecido del otrora pacífico reino. Y los líderes religiosos de distintas confesiones cristianas intervinieron para reclamar al Palacio que apueste con decisión por un "diálogo nacional" que está lejos de producirse. Lo que es seguro es que la mascarada en las urnas de este viernes no va a satisfacer a ninguno de los súbditos de Mswati III que reclama cambios y un futuro más esperanzador.

La estabilidad en Eswatini preocupa mucho, como es lógico a toda la región, pero especialmente a Sudáfrica. Las autoridades de Ciudad del Cabo han sido históricamente el mayor sostenedor de la monarquía suazi y del statu quo en el pequeño reino. Aunque otra potencia mucho más poderosa, China, tiene algo más que sus ojos puestos en Mbabane, porque la antigua Suazilandia es el único país de África que reconoce la soberanía de Taiwan. Taipei agradece el importante gesto diplomático de Mswati III prestándole apoyo en diversas áreas. Aunque este moderno enfrentamiento de David contra el Goliat asiático, unido a la falta de reflejos y el encastillamiento para no adoptar reformas políticas, quién sabe si no le costará antes que tarde el trono al autoritario monarca.

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