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"El regalo más grande que el enemigo ocupante puede darme es eliminarme", dijo en una ocasión el líder de Hamas en la Franja de Gaza, Yahia Sinwar, fiel a su agenda de Yihad. Un regalo que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, le negó hace unos años al no dar luz verde a una operación selectiva. Yoram Cohen y Nadav Argaman, dos ex jefes del servicio de seguridad interna (Shabak), confirman que prepararon y recomendaron el ataque contra Sinwar pero que Netanyahu y los responsables del Ejército se opusieron alegando que no deseaban romper la relativa calma ante Gaza y porque creyeron que el grupo islamista no quería una guerra que pusiera en riesgo su control del enclave palestino. Y, sostenían, estaba "disuadido" ante Israel.
El 7 de octubre del 2023, Hamas demostró que no estaba disuadido. En una infiltración en Israel, asesinó a 1.200 personas y secuestró a otras 250. Más de seis meses después de que su Ejército iniciase la devastadora respuesta, Netanyahu sigue esperando cumplir el deseo de martirio del líder más extremista de Hamas.
El odio de Sinwar a Israel también le llevó a asesinar con sus propias manos a palestinos sospechosos de colaborar con el enemigo. Al frente del servicio de seguridad interno Majd que fundó junto a Ahmed Yassin, buscó de forma violenta "garantizar los principios islámicos" en la vida de los palestinos y sobre todo cazar colaboracionistas. En un interrogatorio israelí en 1989, Sinwar contó que arrestó, junto a un compañero, a un palestino llamado Adnan. "Le golpeamos y hablamos con él, confesó que tenía relación con la Inteligencia israelí...Por eso le matamos. Le estrangulé, cavamos un hoyo, lo enterramos y nos fuimos a nuestras casas", recordó con frialdad. En la cárcel, por ejemplo, Sinwar sospechó que un preso de Hamas cooperaba con Israel. Al día siguiente de ser puesto en libertad, fue ahorcado en el centro de la plaza.
Se cree que el terrorista más buscado por Israel se encuentra hoy en algún túnel entre la zona de Jan Yunis, donde nació en 1962, y de Rafah, más al sur. La "oferta" del ministro de Defensa, Yoav Gallant, que además rima en hebreo -Kever (tumba) o Kele (cárcel)- a los milicianos para que se rindan tiene un significado especial para el arquitecto del ataque más sangriento contra el pueblo judío desde el Holocausto. En Israel, unos esperan su muerte y otros prefieren su detención para ser juzgado y condenado a muerte como lo fue el criminal nazi Adolf Eichmann hace más de 60 años.
Su detención o muerte sería un punto de inflexión dado su trascendental rol en el inicio, transcurso y posible fin de la guerra. Convertido en héroe para muchos de los suyos por lograr sorprender al poderoso Tsáhal, Sinwar es clave en la negociación que puede poner fin a una ofensiva con terribles efectos entre los gazatíes. Ante la condena internacional a Israel y su fracaso por no lograr todavía sus dos objetivos declarados (acabar con Hamas y liberar a los secuestrados) con la consiguiente presión interna, Sinwar se siente más fuerte que nunca para no ceder y exigir un alto el fuego definitivo en sus condiciones que le permita sobrevivir a nivel físico y grupal. El enfrentamiento directo sin precedentes entre Irán e Israel le dio esperanzas de cumplir uno de sus grandes sueños en el 7-O: una guerra en múltiples frentes contra su odiado enemigo.
Ofensiva en Rafah
De momento, y a la espera de la ofensiva en Rafah si es que no se anula o aplaza debido a un acuerdo de alto el fuego, el cerco militar no le hace cometer errores. Ya sea porque no teme una operación de rescate al rodearse supuestamente de secuestrados o porque simplemente no teme morir. Instalado en una euforia tanto religiosa como la que emana de su significado en el griego antiguo ("fuerza para soportar"), Sinwar prioriza cómo será recordado en la historia de su pueblo a poner fin a su sufrimiento tras una operación terrestre y aérea que ha causado, según el ministerio de Sanidad bajo control de Hamas, más de 34.000 muertos. Mientras muchos gazatíes lo han perdido todo, el líder yihadista siente que se ha ganado el cielo anhelando acabar como Shahid tarde o temprano.
Sinwar cree fervientemente que no se puede ceder ni un milímetro de la "tierra islámica" por lo que rechaza la solución de dos Estados. Solo cabe uno y regido por la sharia, defiende. Eso sí, que esta fórmula vuelva a promoverse con fuerza en la comunidad internacional tras el ataque del 7-O es visto como un triunfo de Hamas frente al fracaso de la opción negociadora de la OLP en los 90. Sinwar aboga por la obligación del musulmán para participar en la Yihad que "devuelva la tierra a sus dueños" bajo la visión de la "liberación total de Palestina desde el río hasta el mar".
Aunque ex altos mandos israelíes le consideran un "psicópata que odia judíos y quiere asesinarlos", Sinwar actúa de forma fría aprovechando que conoce perfectamente al enemigo. En sus 23 años en la cárcel donde cumplía numerosas cadenas perpetuas, aprendió hebreo y leyó libros sobre líderes y oficiales de Israel bajo la filosofía que para derrotar al enemigo primero hay que conocerlo.
Si los doctores israelíes no le hubieran detectado y extraído un tumor cerebral en la cárcel, Sinwar no hubiera sido puesto en libertad en octubre del 2011 junto a 1.206 presos palestinos a cambio del soldado Gilad Shalit capturado en 2006. Ni se hubiera casado al mes siguiente con Samar Abu Zemer (31) que tenía 18 años menos que él y fue elegida por sus hermanas. Tampoco hubiera sido incluido por EEUU en la lista de terroristas en 2015 ni elegido líder de Hamas en Gaza en elecciones secretas en 2017 y en 2021, aunque sobre éstas últimas hay rumores que indican que perdió ante Nizar Awadallah. Lo que nunca perdió fue su fanatismo ni su estrecha vinculación con el brazo armado de Hamas del que uno de sus cabecillas es su hermano Mohamed, implicado por ejemplo en el secuestro de Shalit.
Con el inicio de la operación Inundación Al Aqsa el 7 de octubre, arrancó también la cuenta atrás de Sinwar. Aunque para él es hacia adelante.