- Debate Von der Leyen sobrevive a su flirteo con las fuerzas euroescépticas y tiende la mano a Meloni
A finales de septiembre de 2022, en los últimos compases de la campaña electoral italiana, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cometió un error de principiante. Desde los tiempos de la Troika, la prensa italiana apremia constantemente a los líderes europeos, y en especial a los de las instituciones comunitarias, para que se pronuncien sobre política nacional. "Cada vez que abren la boca, me dan votos", se ufanaba célebremente Matteo Salvini.
Ese día, la alemana estaba en Princeton (EEUU) y, ante una pregunta del público en una universidad sobre la posible deriva contra el Estado de Derecho si Meloni llegaba al poder, hizo lo impensable y, en vez de esquivar la cuestión, entró de lleno: "Trabajaremos con cualquier gobierno democrático que quiera trabajar con nosotros", dijo, "pero si las cosas van por el mal camino, tenemos instrumentos para responder", advirtió haciendo referencia directa a lo que ha ocurrido con Hungría o Polonia.
La bronca fue automática. Salvini y la Lega reaccionaron calificándolo de "amenaza repugnante y sórdida" de Bruselas, pidiendo la dimisión de la presidenta de la Comisión y organizando una manifestación ante la sede de la Unión en Roma. Antonio Tajani, hoy ministro de Exteriores, tuvo que hacer equilibrismos y pidió que no hubiera intromisiones. Pero cuando Meloni, a diferencia de lo que hubiera hecho antes, optó por evitar el choque, quitó hierro al asunto y dijo que Von der Leyen ya había aclarado sus palabras y que trabajarían bien juntas, todos comprendieron que había empezado otra era.
La líder de Fratelli D'Italia asustaba a muchos en Europa, pero ese día dejó claro que sabía que iba a ganar, que sabía que tenía que trabajar con los principales rostros del continente y les envió una señal de que estaba preparada. "Ella, como cualquier político, se mueve en una doble vertiente. La de figura de partido que hace campaña, pero también de quien se pone el sombrero de primera ministra. Y en caso de Italia es algo casi fisiológico. Siendo un país del G7, la tercera economía europea, hace falta una posición institucional y una relación con líderes que vienen de tradiciones muy diversas, de Biden a Macron pasando por Scholz", explica Francesco Giubiliei, un analista conservador que preside la Fondazione Tatarella y el think tank Nazione Futura.
Desde ese día, hasta hoy, la imagen de la primera ministra italiana no ha hecho sino consolidarse en el panorama internacional. Von der Leyen dice a todo el que quiere escuchar que Meloni y ella trabajan bien y que en el Consejo Europeo es siempre muy seria y constructiva. Incluso sus adversarios admiten que en los grandes foros el comportamiento es el que se espera de un líder del G7, algo que con Berlusconi, por ejemplo, no ocurría.
Fuera ha cambiado, pero sigue siendo la de siempre, la líder de un movimiento posfascista que no ha renunciado a sus creencias identitarias y que en casa empuja legislación contra la inmigración, el aborto, los derechos LGTBI, y critica a la OMS, las vacunas y defiende todo tipo de conspiraciones. La suya es una guerra cultural sin cuartel, pero es hábil, no se precipita ni monta numeritos, y ha entendido el momento que atraviesa el continente y reposicionado sus fichas pensando en el medio y largo plazo.
Líneas rojas que ya no lo son
Lo que hace 25 años en la UE era ultraderecha proscrita a la que se le denegaba la entrada en algunos países por discurso de odio, gana hoy elecciones en Italia, Países Bajos y quizás en breve, Francia. No han cambiado ellos, sino el continente. Antaño había muchas líneas rojas, pero ahora sólo hay tres: ser proeuropeo (es decir, no abogar por una ruptura), ser proucraniano (o al menos no defender a Putin) y respetar, en líneas generales al menos, el Estado de Derecho. Cumpliendo eso, y sin choques directos, casi todo lo demás tiene cabida.
"No importa que haya promovido durante mucho tiempo la Teoría del Gran Reemplazo sobre la inmigración, que haya sido repetida por sus ministros o que haya vuelto a exponer sus ideas centrales en un libro publicado en septiembre. Meloni es, después de todo, prosistema y proeuropea, especialmente cuando la palabra 'europeo' significa cooperación contra la amenaza de China o la migración musulmana y africana", apuntaba en un reciente análisis crítico en la fundación Rosa Luxemburgo el historiador David Broader.
"Ha habido algunos cambios muy fuertes, son evidentes y hay que reconocerlos, pero son sólo en el aspecto internacional. Hace unos años hablaban de la salida del euro y hoy ya no. No han tenido actitudes negativas ni conflictos con la UE desde que llegó al poder. Ha habido algún pequeño paso atrás con cosas como la ratificación del Tratado del Mede, pero el cambio en 10 años es indiscutible, en Europa y en el plano más amplio de las Relaciones Internacionales, y es positivo porque temíamos lo peor. Pero el problema son sus referentes históricos, culturales, ideológicos, que son la historia clásica de la extrema derecha italiana, y a los que no renuncia", explica el historiador de izquierdas Piero Ignazi, autor del libro de referencia sobre el Movimento Sociale Italiano.
Uno de los responsables de esa línea europea, por sorprendente que resulte, es Mario Draghi. El ex primer ministro y ex presidente del BCE llamó uno por uno a los líderes continentales, incluyendo Von der Leyen, para allanarles el camino con Meloni. No era su amiga, ni simpatizante. Fue ella la única oposición real a su Gobierno de coalición nacional y fueron los suyos entre otros los que impidieron que sucediera a Sergio Mattarella como presidente de la República. Pero él, temeroso también de una deriva escéptica, se movió para que Italia siguiera en el plano que le correspondía y para que ella no fuera al choque, algo que inevitablemente ocurrirá al primer vaivén económico.
Meloni es hoy una de las grandes protagonistas antes de las elecciones de junio. En 2019, la delegación más grande en la Eurocámara fue la Lega, por delante de la CDU alemana. Hoy, las encuestas dicen que habrá sorpasso de Fratelli y que Meloni, líder también del grupo ECR de conservadores y reformistas, tendrá muchas llaves. Lo saben todos y la cortejan. La tienta Marine Le Pen, cuyo partido está integrado en el grupo ID de la Eurocámara, amaga con una posible unión de todos los grandes. Lo sabe el Partido Popular Europeo, que le tiende la mano cada vez con menos disimulo. Y lo saben los líderes como Macron o Scholz que, estando en las antípodas, no pueden prescindir de ella.
Pero, ¿qué busca la italiana exactamente? ¿Se ha moderado, se ha movido el centro o trata de arrastrar a todos a su rincón? Un poco de todo, dicen los expertos. A nivel nacional las europeas son una especie de plebiscito sobre ella y su gestión, y por eso va como otros candidatos de número uno en las listas. Pero basta ver los carteles de campaña, que dicen "Con Giorgia, Italia cambia Europa", y las de soflamas contra el Pacto Verde de la UE en su programa, para entender que la ambición y dimensión de los comicios es transfronteriza. Quiere un cambio total, pero no esperar a que ocurra. Liderar una revolución, lenta y articulada, y desde dentro.
Aprovechando ese momento, ha lanzado una batería de medidas para la reforma de la Justicia, incluyendo la elección por sorteo de los miembros del equivalente al CGPJ, y una enmienda al artículo 92 que introduce en la Constitución el principio de elección directa del primer ministro, fijando también el límite de dos mandatos, y elimina la nominación por parte del presidente de los senadores vitalicios.
Italia ha tenido nueve primeros ministros y 12 gobiernos en el mismo tiempo que Alemania o Francia dos o tres, y Meloni quiere más estabilidad, para ella misma también, pero al tiempo eliminar la recurrente opción de poner tecnócratas al volante. Si sale adelante, la reforma conocida popularmente como 'premierato', permitirá que ante una dimisión o moción de censura a un primer ministro, un parlamentario de la mayoría pueda ocupar el cargo con un voto de confianza. Si no hubiera apoyo suficiente en las cámaras, podría ser necesario un referéndum consultivo.
"Fratelli y los 'tories' británicos son los dos principales partidos de gobierno en Europa que pertenecen a la derecha euroescéptica soberanista. El partido conservador es uno de los más antiguos de Europa y tiene un halo de respetabilidad, como derecha sofisticada, pragmática y exitosa (Churchill, Thatcher) que Fratelli d'Italia, con orígenes en el posfascismo obviamente no tiene. Sin embargo, un vistazo a lo que hacen y lo que dicen ambos en las cuatro dimensiones clave para considerar a un gobierno ultra (su relación con la UE, su postura en los temas migratorios, su respeto al Estado de Derecho y su acción climática), muestran que la Italia de Meloni es bastante más moderada que el Reino Unido 'tory'", apunta Ignacio Molina, investigador principal para Europa del Real Instituto Elcano.
Meloni ha suscrito el Pacto Migratorio Europeo. Ha viajado a Kiev a dar apoyo a Zelenski. No hace referencias a Moscú, ha marcado más distancias con China. Va a la cabeza pidiendo los fondos Next Generation. Y todo ello, como parte de una estrategia sin prisa. "El objetivo de Meloni es arrastrar hacia la derecha a todos los componentes moderados del continente, algo no muy difícil porque mucha parte del PPE es sensible a las posiciones de una derecha más radical. Así que ella juega con los tiempos y hace lo que otros ya hicieron, si no de la derecha moderada, de la internacional, porque la italiana nunca jamás ha existido", dice Ignazi.
"El objetivo ahora o en la próxima legislatura es replicar a nivel europeo el 'Modelo Italia', una alianza de populares, conservadores y soberanistas. El objetivo de la derecha europea debe de ser eso, porque la alianza entre populares e izquierda es antihistórica y antinatural. Schuman, Adenauer o De Gasperi tenían vocación más católica, cristiana, miraban al centro, sí, pero más a la derecha que siempre con los socialistas. Será difícil en los próximos cinco años, pero poco a poco la mayoría se inclina a la derecha y en 2029 se podrá pensar en el 'Modelo Italia', ése el plan", resume Giubieli. Palabra por palabra es lo que dijo ella misma en Pescara hace unos días: "Llevar el modelo italiano a Europa sería una revolución".
Hoy los números no dan. Las fuerzas conservadoras y escépticas están siendo poco a poco aceptadas con normalidad, pero los llamados soberanistas, con ultras de todos los lados, no, al menos todavía. "Imagino que no habrá un grupo único, seguirá habiendo ECR y ID, pero con una mayor colaboración entre ambos y sobre todo un menor cordón sanitario. El movimiento de Le Pen forzando la expulsión de AfD va en esa dirección. Si está el partido de la primera ministra de Italia, el partido que ganó las elecciones en Holanda y si Macron no puede seguir más allá de 2027 y gana Le Pen... veremos qué pasa", zanja, optimista, Giubilei.