Aunque Uganda, asentada en la región de los grandes lagos en el África Oriental, es una República presidencialista gobernada con puño de hierro por Yoweri Museveni, uno de los dinosaurios políticos del continente, tiene reconocidos cuatro reinos tradicionales. El más influyente y poblado, Buganda, con más de 10 millones de almas, está inmerso en una misteriosa crisis que tiene como protagonista a su rey -kabaka-, con repercusión en toda la nación.
Y es que Muwenda Mutebi II, de 69 años, padece una enfermedad no revelada que le ha obligado a permanecer tres meses en tratamiento en un hospital de Namibia. Durante todo ese tiempo, se dispararon las especulaciones en Buganda sobre el verdadero estado de su kabaka. Y, ante la falta de informaciones oficiales, incluso se lanzaron conjeturas sobre su supuesto secuestro en una operación que habría contado cuando menos con el visto bueno del presidente Museveni. El globo sonda no dejó de engordar y de disparar la alarma en este viejo reino que hunde sus raíces fundacionales en el siglo XIV.
Así las cosas, durante semanas se sucedieron las protestas de ciudadanos de la etnia baganda en la diáspora ante delegaciones diplomáticas de Namibia en varios países. Por ejemplo, en mayo hubo tumultos en Londres ante la Alta Comisión de Namibia en el Reino Unido, protagonizados por manifestantes que exigían explicaciones y transparencia sobre el motivo por el que el rey Muwenda Mutebi seguía en Namibia.
El episodio más tenso se produjo cuando una delegación de habitantes de Buganda se desplazó a Windhoek, la capital namibia, sin permiso ni del Gobierno ugandés ni de las autoridades del reino tradicional, para tratar de conseguir pistas sobre el paradero y el estado de su kabaka. El asunto generó una crisis diplomática entre los dos países afectados. Los expedicionarios, que no se habían sentido tranquilizados por un vídeo grabado días antes en el que el rey aseguraba encontrarse bien, fueron retenidos brevemente e interrogados por funcionarios namibios.
Ante el cariz que tomó el asunto, que dañaba la imagen de Namibia en el exterior, su Gobierno denegó la extensión del visado de 90 días por el que Muwenda Mutebi II había podido tratarse médicamente en el país. De nada sirvió que el centro hospitalario informara de que resultaba prematuro concluir el tratamiento.
Un indignado Yoweri Museveni lanzó un duro mensaje a la nación: "Pido a todos los ugandeses que dejen de avergonzar a Uganda intentando demostrar de manera oportunista lo mucho que apoyan al kabaka". En cuanto al rey, que no estaba desde luego secuestrado, se vio obligado por las circunstancias a regresar a su país.
Gran preocupación
Pero no se ha disipado, ni mucho menos, preocupación por su estado. Muwenda Mutebi II no pudo acudir en persona a la ceremonia religiosa en la catedral de San Pablo de la Iglesia Anglicana de Uganda en Namirembe con la que se festejó el 31º aniversario de su coronación. Tuvo que limitarse con grabar un vídeo para transmitir los mejores deseos a su pueblo e instarles a mantener la unidad y a poner fin a las disensiones provocadas por las especulaciones sobre su salud. Y, eso sí, días después el rey se dejó ver en una extraña aparición en la localidad de Kyotera, donde hizo una breve parada mientras se dirigía a la residencia de recreo de la familia real.
La situación del kabaka no afecta sólo a sus súbditos, sino que tiene repercusiones en la política nacional ugandesa. Porque, con la maquinaria ya en marcha del gobernante Movimiento de Resistencia Nacional de Uganda, el partido de Museveni, para perpetuarse en las elecciones de 2026, han crecido las voces que en Buganda reclaman aprovechar la ocasión para que el reino gane más soberanía y apriete al viejo presidente, quien hasta ahora ha estado demasiado plácidamente aferrado al poder. Un rey de Buganda debilitado no es, desde luego, lo mejor para quienes ven en esos comicios la posibilidad de ampliar competencias y los límites de su autonomía.
Tras la independencia ugandesa, el padre del actual rey, el kabaka Edward Mutesa II, se convirtió en el primer presidente de toda Uganda. Pero, en 1966, Milton Obote protagonizó un autogolpe, abolió la Constitución y disolvió los reinos tradicionales. El soberano pudo a duras penas huir al Reino Unido, junto a su familia, incluido Muwenda Mutebi, que entonces contaba con 11 años.
Obote, por su parte, fue derrocado en 1971 por el ejército que lideraba el general Idi Amin. Tras un breve regreso al poder de Obote años después, y después de una desgarradora guerra en la nación africana, Museveni asumió la Presidencia en 1986. Y, seis años después, el poderoso Consejo del Ejército aprobó la restauración de los reinos tradicionales en Uganda. Entre otros motivos, por el importante apoyo de los baganda durante la fratricida contienda. Muwenda Mutebi fue coronado en 1993. Ya entonces muchos consejeros áulicos intentaron hacer ver a Museveni que la recuperación de reinos como Busoga, con un fuerte sentimiento de Estado dentro del Estado, podía ser germen de un conflicto político bien serio.