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La distribución demográfica de Líbano es tan enrevesada como la propia historia de este territorio. Maaysara es un ejemplo. La carretera de esta región montañosa -supuestamente un feudo de la comunidad cristiana- discurre al lado de recintos afiliados a esa religión como el convento de San Elías o viviendas adornadas con estatuas de Jesucristo. Pero también junto a carteles con el retrato de Hasan Nasralla, el líder de Hizbulá, como el que afirma: "Nuestra total lealtad al maestro de la resistencia".
Nada extraño en una comarca como la de Kisrawan, donde han convivido múltiples confesiones religiosas desde la era de los Cruzados.
Aunque el bombardeo se había registrado durante la mañana, al mediodía la villa todavía estaba sumida en el caos. Dos ambulancias aceleraron hacia el enclave, atronando la zona con sus sirenas. Varios chavales corrían hacia el lugar del impacto.
"Toda la familia sigue dentro!", gritó uno de ellos.
Cientos de personas se concentraban en torno a las ruinas de lo que había sido una vivienda. El misil la había aplastado, con todos sus habitantes dentro.
"¡Si vemos a alguien sacando una foto le rompemos el teléfono!", gritó un sujeto equipado con una radio portátil y uniforme, presumiblemente vinculado a Hizbulá.
Una gran excavadora intentaba abrirse paso entre el atasco de vehículos que habían bloqueado la ruta.
Cubierta todavía por el polvo que se extendió por la zona tras la explosión, una joven se acercó temblando a los visitantes. "¡Mi madre! ¡Está herida, no sé dónde está!" Otra fémina intentaba consolarla pidiendo a los recién llegados que no hablaran con ella. La suerte de su progenitora -indicó mediante gestos- parecía más que incierta.
A varios cientos de metros, al pie de la colina, Almaas Umra, de 64 años, se afanaba en limpiar con una escoba la avalancha de pedruscos y pedazos de ladrillos que habían caído en las inmediaciones de su residencia. Los cascotes destrozaron un vehículo aparcado justo a las puertas del domicilio.
"Es de una familia que llegó aquí hace tres días huyendo de Beirut", indicó la señora.
Según su relato, el ataque sorprendió a todo el villorrio en torno a las 10:30. Su hija grabó con su teléfono la enorme humareda que levantó el asalto aéreo dirigido contra la vivienda de una familia que conmemoraba el deceso de uno de sus miembros, perteneciente a Hizbulá y caído en el sur del país a principios de agosto.
El diario libanés L'Orient Le Jour informó de que el objetivo del avión israelí era el jeque Mohammad Amro -familiar del militante asesinado con anterioridad-, responsable en el área de la formación que lidera Hasan Nasralla.
Para Almaas Umra, el suceso es una circunstancia inédita. Maaysara es una anomalía en un país como Líbano. "Aquí siempre hemos sido buenos vecinos. Incluso durante la guerra civil. En la zonas montañosas de mayoría cristiana se pelearon las Fuerzas Libanesas y el ejército de Michel Aoun [ambos grupos de esa fe] pero aquí casi no lo sufrimos", agregó.
Sin embargo, Maaysara no ha conseguido eludir este enésimo conflicto con Israel. Las autoridades de Beirut afirmaron que los tres fallecidos de Maaysara estaban incluido entre los 51 que se habían registrado en todo el país hasta la tarde. El número estaba destinado a aumentar, ya que los responsables de la aldea estimaron que bajo las ruinas podían encontrarse más de una decena de víctimas, incluidos varios niños.
La arremetida contra Maaysara, un islote chií en medio de un área de mayoría cristiana, se sumó a las que se han sacudido desde el lunes a media docena de enclaves en situación similar: villorrios donde hay una significativa población musulmana que habita al lado de maronitas católicos, localizados al norte de Beirut, y muy lejos de la frontera con Israel.
Una singularidad que precisamente por ello les hacía pensar que estaban al margen de la ofensiva de la fuerza aérea de Tel Aviv.
Según el citado L'Orient Le Jour, los bombardeos de este tipo que se han producido en localidades como Qartaba, Mayrouba, Ehmej, Ras Asta, Bechtelida o la citada Maaysara podrían entenderse en parte como un nuevo guiño del Gobierno de Benjamin Netanyahu al esfuerzo que hizo su país en la contienda de 2006 para disociar a los cristianos de los musulmanes chiíes que sostiene a la agrupación armada.
"Bombas cargadas de sectarismo", escribía un medio local en referencia a esta sucesión de acciones armadas.
En 2006, los israelíes lanzaron panfletos en las regiones cristianas con el propósito de distanciar a esta población de Hizbulá, una facción que en esas fechas era considerado hostil por muchos de los integrantes de esta confesión.
El apoyo de Tel Aviv a cualquier iniciativa separatista de la minoría cristiana en Líbano es una política de larga data en Israel, que ya defendió el fundador de ese estado, David Ben Gurión, o quien le sucedió al frente del Gobierno, Moshe Sharett. Ambos cruzaron varias misivas hechas públicas más tarde en las que el segundo se declaró a favor de la "agitación" y la "desestabilización" -esas fueron las palabras exactas recogidas en esos textos- que conllevaría apoyar la creación de un estado cristiano en el territorio libanés, aunque lo considerase inviable.
Durante la última contienda fratricida, la que arrasó Líbano entre 1975 y 1990, Tel Aviv fue uno de los principales aliados de las facciones cristianas, a las que proporcionó armamento y entrenamiento.
Sin embargo, tras la última ofensiva israelí y especialmente después de las explosiones de miles de buscapersonas del día 17, Líbano asistió a una oleada de solidaridad intercomunal desacostumbrada en una nación que no ha olvidado el espectro de la disensión entre diversas religiones que alentó la última guerra civil en el país árabe.
Hasta el jefe de filas de las agrupación cristiana Fuerzas Libanesas, Samir Geagea, que se significó en esa contienda por su cercanía a Israel y que en todos estos años ha exigido el desarme de Hizbulá, afirmó que no era "oportuno expresar posiciones políticas cuando hay miles de libaneses heridos" y dijo que le "entristecía" el suceso.
Para el analista Karim Bitar, la pretensión actual de los bombardeos israelíes en Kiserwan y Jbeil -así se denominan esos distritos situados en las cordilleras al norte de Beirut- "no es militar, sino sembrar la discordia entre los libaneses, provocando la ira de los cristianos, haciendo circular la información según la cual hay armas almacenadas en sus áreas".
Una opinión que comparte en cierta manera Amal Saad, consultada por teléfono. "Quieren poner a toda la población en contra de Hizbulá al llevar la batalla a su territorio", manifestó. La experta en Hizbulá aseguró al mismo tiempo que las acciones tienen un doble mensaje destinado asimismo a advertir a los paramilitares que si este conflicto deriva en una "guerra total, Israel irá más lejos que en 2006, bombardeando áreas que se creían a salvo".
Conocido por su profundo antagonismo hacia Hizbulá y la influencia iraní en el escenario libanés, y nativo precisamente de Qartaba, el ex diputado cristiano Fares Souaid explicó a este diario que el cohete que se abatió en las cercanías de esa villa explotó "en una zona agrícola, donde no hay ningún objetivo militar ni logístico".
"Creo que es una advertencia para Hizbulá. Hay varias aldeas chíies alrededor que han recibido a muchos desplazados del sur. Pienso que es un aviso para que no las usen como plataformas de apoyo al partido", comentó.
La geografía norteña no ha sido la única en registrar este tipo de acometidas de la aviación israelí, que también alcanzaron la urbe de Jiyeh, ubicada a pocos kilómetros al sur de la capital libanesa.
Yunes Barakat es uno de los responsables de este municipio que antaño también fue una población de mayoría cristiana. Ahora es una mezcla de credos. La invasión israelí de 1982 provocó un éxodo progresivo de los residentes de esas fechas, que han sido reemplazados por chíies provenientes del Sur.
El cartel colocado frente a la Alcaldía es testigo de este cambio demográfico. Rinde homenaje a Mohamed Zakaria Abbas, fallecido a causa de la explosión de uno de los buscapersonas que estallaron el pasado día 17. "Era militante del partido [Hizbulá]", reconoce Barakat.
Un cohete israelí devastó en la madrugada del miércoles un garaje instalado al costado de la principal autopista que une Beirut con el Sur. El proyectil dejó un ingente socavón lanzando motores y bidones de aceite a decenas de metros. Varios cayeron en unos invernaderos cercanos. Milagrosamente, sólo una persona resultó herida, dice Barakat.
Hace pocos días, a principios de mes, los funcionarios del Ayuntamiento encontraron folletos anónimos donde se criticaba a Hizbulá, se le acusaba de "colocar depósitos de armas ocultos entre las casas" del área y se pedía a los vecinos del lugar que "detuvieran" la guerra "antes de que os consuma".
El funcionario municipal opinó que los autores de estos mensajes "deben de ser libaneses pagados por Israel" que comparten con Tel Aviv un único propósito: "atemorizar a todos los libaneses", al margen de su adscripción religiosa.
El propietario del negocio destruido, Hissam Abdallah, negó cualquier relación con la formación armada libanesa. "Usted puede mirar por dónde quiera. ¿Ve algún cohete? ¿Algún arma?", proclamó señalando a los despojos que alfombraban las cercanías del desaparecido garaje.
A pocos metros, junto a la autovía, se podía divisar un gran cartel elevado con una foto de la guerra y un simple mensaje: "Es suficiente, estamos cansados".