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Los 'niños' que iniciaron la revolución en Daraa reclaman su papel en la nueva Siria

La inestabilidad en el sur del país, azuzada por los ataques de Israel y la negativa de las facciones armadas locales a entregar las armas, presentan otro desafío para la administración de Donald Trump

Las ruinas de Daraa Balad y de la quebrada que fue línea del frente en la ciudad del sur de Siria.
Las ruinas de Daraa Balad y de la quebrada que fue línea del frente en la ciudad del sur de Siria.JAVIER ESPINOSA
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La escuela Arbaain descolla entre la sucesión de ruinas que es el distrito de Daraa Balad. Para llegar hasta el edificio de color amarillo hay que conducir a través de cientos de edificios aplastados, derruidos o reducidos a pilas de escombros. El centro lectivo también fue devastado por los bombardeos, pero lo reconstruyeron. Sus muros todavía acogen una pintada: "18 de marzo". El nombre del grupo armado en el que terminó militando Mouawrya Syasneh.

Al joven no se le ha olvidado la fecha. El 15 de febrero de 2011. Él era entonces un chiquillo. Tenía 16 años. Eran días en los que las televisiones del mundo árabe se encontraban dominadas por las revueltas que se sucedían en Túnez, Egipto o Libia. Junto a un grupo de chavales, todos ellos vecinos del área, decidieron sumarse a esa euforia colectiva dibujando pintadas en las paredes del edificio escolar. "Escribimos cosas como Libertad, Queremos que caiga el régimen o Ha llegado tu turno, doctor", recuerda.

"Ni siquiera sabían lo que hacían, sólo estaban imitando lo que veían en la televisión", agrega otro residente, Abdel Karim Abu al Qaiyas, de 79 años. Él sí fue consciente de lo que significaba su acción. Cuando se despertó ese día y vio la escuela repleta de pintadas, avisó a su familia y se escondieron en la vivienda. Los agentes llegaron al día siguiente. A las 4:00 de la mañana. Decenas de ellos. Rodearon el suburbio y comenzaron a derribar puertas.

"Detuvieron a 21 niños. Yo era de los mayores. Muchos tenían 14 o 15 años. Algunos ni siquiera habían pintado nada", explica Syasneh.

Para el régimen, la edad era lo de menos. El grupo fue torturado como si fueran adultos. Les rociaron con agua fría y les aplicaron descargas de electricidad. Los mantuvieron colgados con esposas de tuberías ancladas en el techo. Les golpearon con barras de plástico. Syasneh niega que les arrancaran las uñas, como se dijo en esas fechas. No hacía falta. Él confesó todo, tras la primera golpiza.

Lo que no sabían es que su detención había generado una oleada de manifestaciones. Los niños de Daraa habían conseguido desencadenar la revolución en Siria.

"La presión de la gente en la calle consiguió que nos soltaran. Salí a los 45 días y esa misma jornada me uní a las manifestaciones. Eran pacíficas, pero el régimen empezó a disparar. El 18 de marzo asesinaron a los primeros mártires. Uno se llamaba Houssam Aiyash. Cayó a mi lado. Le mató un francotirador", relata.

Damasco empezó a enviar tropas a Daraa, una región donde vivían 1,5 millones de personas. De los disparos pasó a los bombardeos. Los vecinos y los desertores del ejército replicaron con la creación de los primeros grupos armados. Syasneh se unió a ellos en 2013. Poco después de que un obús del ejército acabara con la vida de su padre. El muchacho decidió alistarse en el Grupo 18 de marzo.

Vehículos blindados y ametralladoras antiaéreas abandonados en las bases militares de las que huyó el ejército de Asad en Daraa.
Vehículos blindados y ametralladoras antiaéreas abandonados en las bases militares de las que huyó el ejército de Asad en Daraa.J. ESPINOSA

Esa es la alianza que todavía lidera el coronel Abu Munzer al Daheni. Vestido con un uniforme color caqui y tocado con una gorra negra, el ex militar del ejército gubernamental -que desertó en 2012- precisa que el Grupo 18 de marzo se creó oficialmente en abril de 2013. "Me uní a los rebeldes cuando vi cómo ametrallaban al pueblo indefenso", asevera sentado en su residencia,

Daraa Balad nunca estuvo controlada por las fuerzas leales a Bashar Asad, pese a sufrir asedio tras asedio. El núcleo de la metrópoli del mismo nombre, Daraa, está separado de la mayoría de los suburbios por una profunda quebrada que marcó durante años la línea del frente. El centro de la población estaba en manos del régimen. Los arrabales pertenecían a los rebeldes.

Damasco contó aquí con la asistencia de las milicias de Hizbulá y la aviación rusa. Syasneh estuvo combatiendo en las calles de Daraa Balad hasta el año 2021. Ese año -apunta Abu Munzer-, tuvieron que soportar un atroz cerco de "85 días". De junio a septiembre. La pugna concluyó con un precario alto el fuego apadrinado por Moscú, que incluyó el exilio a Idlib de un nutrido grupo de rebeldes, incluido Syasneh.

Él no fue el único de aquella camarilla de niños que terminó en las filas de los alzados. Dice que al menos uno de ellos, Alaa Arsheidad, falleció en la guerra.

Caminando junto a la emblemática escuela, ubicada en un promontorio desde el que se puede visualizar la amplia extensión de casas arrasadas, Syasneh afirma que no se "arrepiente" de nada. "Esta revolución la tenían que haber iniciado nuestros abuelos o nuestros padres", argumenta.

La sublevación popular que acabó el pasado 8 de diciembre con la dictadura del clan Asad comenzó en Daraa y fueron precisamente las facciones armadas de esta región sureña las primeras en entrar en la capital siria, antes incluso que las fuerzas de Hayat al Tahrir al Sham (HTS) y sus aliados norteños.

Según Abu Munzer, al comenzar la acometida liderada por el HTS en Alepo, los sublevados de Daraa se reunieron y decidieron que si los paramilitares conseguían superar Hama, debían unirse al ataque para forzar la caída del régimen.

"El 6 de diciembre liberamos toda la región de Daraa. Sólo sufrimos un mártir y dos heridos. Los soldados dejaron las armas en las carreteras. No combatían. Nos encontramos con cientos de tanques y vehículos acorazados aparcados en las bases, en los márgenes de las rutas", agrega.

Aquello fue una carrera desaforada de miles y miles de combatientes. Abu Munzer envió a cerca de 1.500, pero reconoce que detrás venía una multitud de individuos en motocicletas, armados con sus propias ametralladoras.

Eso fue lo que hizo Mouawrya Syasneh. El sirio había conseguido volver a Daraa, donde durante años se desligó de la lucha armada. El 7 de diciembre, al ver cómo se desmoronaba la dictadura, se unió a un grupo de amigos, agarraron sus motos, varios AK-47, y se unieron al interminable cortejo que se abalanzó sobre la capital siria.

Mouawrya Syasneh junto a la escuela Arbaain en el distrito sirio de Daraa Balad.
Mouawrya Syasneh junto a la escuela Arbaain en el distrito sirio de Daraa Balad.J. ESPINOSA

La ofensiva de los opositores de Daraa, junto con los grupos armados drusos de la vecina provincia de Sweida, provocó el colapso del ejército oficialista, incapaz de defenderse en dos frentes.

A poco más de un mes de aquella fecha, Daraa apenas ha recuperado una cierta normalidad. Los feroces enfrentamientos a los que asistieron los territorios de Daraa Balad dejaron arrasado un "80%" de este enclave, según estima Wael Al Masalma, miembro del comité enviado al Sur por las autoridades de Damasco. La falta de viviendas ha propiciado que sólo hayan podido retornar una fracción de los más de 300.000 habitantes que tenía esa demarcación.

"Los problemas a los que nos enfrentamos son tantos que necesitaría horas para enumerarlos. Tenemos que rehabilitar los servicios más básicos: la electricidad, el agua, el gas...", enumera Abu Saed al Masri, un representante del nuevo Ministerio de Defensa en Daraa y miembro del HTS.

Para el Gobierno establecido en Damasco bajo la autoridad del HTS, sin embargo, el principal desafío es la renuencia de los grupos armados sureños a entregar las armas y someterse a la autoridad capitalina. En las calles de Daraa se asiste a la presencia de incontables grupos de milicianos -cada uno afín a su propio jefe- que de momento coexisten con los miembros del HTS.

Durante años, el norte y el sur del país mantuvieron una separación absoluta. La revuelta desarrolló dinámicas muy diferentes. El principal grupo armado de Daraa, la Octava Brigada, terminó bajo el paraguas protector de Moscú, integrado nominalmente en el ejército oficial sirio, pero con una amplia autonomía al margen de los dictados de Bashar Asad.

Liderado por un antiguo profesor de Inglés, Ahmed al Awda, sus miles de combatientes continúan acantonados en el oeste de la provincia. Según un portavoz de esa formación que no quiso ser identificado, sus fuerzas no se niegan a formar parte de un ejército unificado. "Sólo pedimos que nos aclaren cómo va a ser ese ejército. Nos pidieron que simplemente les diésemos las armas y nos fuésemos a casa. Aquí hay soldados que llevan más de una década peleando. ¿Qué pasa con sus derechos? En esta región tenemos dos amenazas: el Estado Islámico (ISIS) y ahora Israel. ¿Quién nos va a proteger?", declaró a este diario vía telefónica.

El desacuerdo ha generado un vacío de poder más allá de la ciudad de Daraa, que se ha traducido en una multiplicación de altercados armados entre tribus locales y facciones de todo tipo. Los nativos de esta región acusan a Asad de haber promovido el caos en los años precedentes, fomentado el tráfico de drogas y las bandas criminales. La violencia de este tipo se cobró cientos de vidas en 2023 y 2024, según recogen las estadísticas oficiales.

Abu Saed al Masri, un representante del nuevo Ministerio de Defensa en Daraa y miembro del HTS, reconoce que la "inseguridad" es un dilema que todavía no han conseguido solventar. "Estamos siendo tolerantes. La represión fue la táctica del régimen y tenemos que ser diferentes", opina.

El miembro del Departamento de Operaciones Militares -el nombre genérico de las nuevas autoridades capitalinas- estima que las facciones de Daraa no exceden los 5.000 hombres y que no todos podrán entrar en el ejército unificado. "Tendrán que pasar exámenes para demostrar que son profesionales", aduce.

El coronel Abu Munzer sólo pone una condición para que su mesnada deje de existir: "Que se disuelva primero el HTS".

La devastación que se observa en la ciudad de Daraa desborda sus confines. Viajar por el interior de esta región es atravesar ciudades y aldeas donde no existe el estado. Uno tras otro, las antiguas bases militares del ejército leal a Bashar Asad aparecen vacías. Aquí la ley es la que establece quien dispone de un AK-47. Muchos de los vecinos de la campiña deambulan con el arma a la espalda. "El régimen dejó una cantidad enorme de armas y la gente se las llevó. Estamos intentando recuperarlas, pero eso llevará tiempo", asume Abu Saed al Masri.

Las rutas siguen salpicadas de tanques y vehículos blindados arrumbados en los arcenes. En la ciudad de Izraa, frente a uno de los antiguos cuarteles, un grupo de chavales intentan arrancar algunas piezas de metal de varios carros de combate hacinados junto a la entrada.

La invasión israelí de nuevos territorios sirios en los Altos del Golán -una violación del alto el fuego que estaba vigente en esa zona desde 1974- y la reciente incursión en los límites de Daraa, han agravado aún más la inestabilidad en estas comarcas.

Según medios de comunicación sirios, el pasado día 15 un bombardeo israelí acabó con la vida de tres personas en los Altos del Golán: el alcalde de la ciudad de Ghadir al Bustan y dos miembros del convoy de Hayat al Tahrir al Sham (HTS) que se encontraban en esta localidad al sur de Quneitra para recolectar armas en manos de la población.

Para el experto Charles Lister, el ataque confirma que "mientras que el resto del mundo intenta mantener Siria estable y en calma, Israel está resuelta a generar problemas y desestabilizar", como escribió en las redes sociales.

Pese a que en un primer instante las nuevas autoridades de Damasco intentaron mostrarse conciliadoras hacia Tel Aviv -un gesto inusual en militantes de una corriente salafista-, las repetidas agresiones de las fuerzas armadas israelíes han provocado las primeras protestas públicas de Ahmed al Sharaa y otros portavoces locales.

Según el investigador del think tank turco Harmon Center, Navvar Saban, los israelíes están siguiendo en Siria la misma política que mantienen desde octubre de 2023, que se resume así: "Podemos hacer lo que nos dé la gana".

Una actitud que presenta un notable desafío para la Administración del presidente Donald Trump, que ha dejado claro al forzar un acuerdo en Gaza que no está a favor de una expansión de los conflictos regionales.

"Israel tiene que entender que ya no está atacando al régimen y que si sigue así se enfrentará al pueblo sirio", concluye el coronel Abu Munzer.