INTERNACIONAL
Análisis

Los discursos en Bruselas no ganan guerras ni las evitan

Ursula von der Leyen anuncia el nuevo Plan Rearm Europe, que pretende impulsar la defensa del continente movilizando hasta 800.000 millones de euros. Es pronto para saber si es poco o mucho dinero, pero lo que se agota es el tiempo

La madre de un soldado ucraniano llora en su entierro en la ciudad de Leópolis.
La madre de un soldado ucraniano llora en su entierro en la ciudad de Leópolis.ALBERTO ROJAS
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Si los discursos ganaran guerras la Unión Europea no tendría que fabricar ni una sola bala. El problema del continente hoy no tiene que ver con la calidad de nuestros oradores más fervientes, que llevan tres años escribiendo en letras de oro las mejores páginas de la Historia contra la agresión de Putin en Ucrania, sino con una palabra: "disuasión", o sea, hacer que el enemigo desista de su propósito. Han sido tres años perdidos.

Por culpa de los excesos militaristas de los siglos XIX y XX, el proyecto de la Unión Europea, un invento efectivo para que franceses y alemanes dejaran de masacrarse cada 30 años, salió vegetariano y pacifista. Pasamos de la carnicería de las guerras mundiales a convertir a nuestros ejércitos en ONG con traje de camuflaje.

Ahora, tras décadas de rentable tutela defensiva de Estados Unidos, Donald Trump ha hecho efectivas las advertencias que ya lanzaba Barack Obama y el propio Trump en su primera legislatura: la seguridad europea debe ser cosa nuestra. Por desgracia, nadie salvo Polonia ha hecho sus deberes. Con ejércitos raquíticos, tecnología importada, arsenales vacíos, una industria militar desmantelada y mandos sin experiencia en una guerra de verdad, el continente ya no disuade a nadie. Europa tiene dos problemas y los tiene ya: evitar que toda Ucrania caiga sin garantías de seguridad en manos rusas por culpa de una tercera invasión de Moscú y protegerse a sí misma.

Disuadir a tus tradicionales enemigos es algo muy caro. Hay que fabricar armas y tenerlas actualizadas, además de poner en marcha una base industrial nacional y autónoma capaz de invertir en tecnología, reclutar soldados, llenar arsenales, formar un cuerpo de oficiales eficiente, colaborar con los aliados y aprovechar su inteligencia compartida, además de vigilar al enemigo y legislar para evitar que su propaganda, su financiación de partidos radicales y su guerra híbrida no lleguen hasta nuestra cocina... Todo eso cuesta muchísimo dinero, pero hay algo más caro que disuadir: no hacerlo. "El riesgo de inacción es mucho mayor para Europa que el riesgo inherente al despliegue de una fuerza en un teatro de operaciones que podría ser atacado o desafiado de alguna otra manera", dice Michael Kofman, del think tank Carnegie Endowment for International Peace.

La disuasión de Europa ha estado en manos de EEUU desde el final de la Segunda Guerra Mundial y ahora deja un hueco que Bruselas no tiene la capacidad de rellenar. Europa posee vehículos blindados que lucen poderosos en las ferias de armas, auténtico armamento boutique caro de comprar, más caro de mantener y lentísimo de fabricar, pero lucrativo para unos cuantos fabricantes y comisionistas que se han hecho de oro. "La doctrina occidental que se ha vuelto completamente dependiente de una industria lenta, concentrada y costosa", dice la analista Patricia Marins, que contrasta con Rusia, un país "con un alto complejo estatal, basado fundamentalmente en la renovación y modernización de equipos soviéticos".

Como no existe un sólo plan europeo para centralizar factorías y abaratar compras, cada país apuesta por modelos diferentes. Mientras que EEUU produce un solo modelo de carro de combate (M1 Abrams), Francia fabrica el Leclerc, Alemania el Leopard, Italia el Ariete, Reino Unido el Challenger y hasta Polonia acaba comprando el K2 de Corea del Sur. Todos ellos usan tecnología de Estados Unidos.

El problema no sería tan grave si en vez de blindados de la Guerra Fría, obsoletos ya para las batallas actuales que vemos en Ucrania, Europa pusiera todo su esfuerzo en desarrollar nuevos drones y robots terrestres para asegurar sus fronteras y escuelas de pilotos de aparatos no tripulados, pero nada de está haciendo. Los ejércitos europeos ni siquiera tienen drones para entrenarse ellos mismos. En la batalla de Pokrovsk, por ejemplo, rusos y ucranianos usan miles de drones al día.

Es curioso que los europeos estemos formando a fuerzas ucranianas durante estos tres años de guerra. Muchos analistas opinan que debería haber sido al contrario. Ellos tienen mucha más experiencia que nosotros en ataque con drones, preparación de trincheras y fortificaciones, fuego de artillería, derribo de drones...

Los especialistas creen que los frutos de toda esta movilización europea no comenzarán a verse hasta dentro de cinco años, y que no habrá una verdadera disuasión, incluso haciéndolo todo bien, hasta dentro de 10. Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, ha anunciado el nuevo Plan Rearm Europe, que pretende impulsar la defensa del continente movilizando hasta 800.000 millones de euros. Es pronto para saber si es poco o mucho dinero, pero lo que se agota es el tiempo.

El paso atrás de EEUU rompe todos los equilibrios defensivos (también los nucleares) con la Rusia más hostil, que lleva una gran ventaja en industria militar, acceso a los grandes arsenales chinos y de Corea del Norte, experiencia actualizada en combate, escaso miedo al desgaste político y gran inversión en herramientas híbridas como el sabotaje, la propaganda y el hackeo. Aunque ha sufrido un revés militar en Ucrania, donde se ha desgastado hasta el límite, puede rearmarse en pocos años y seguir reclutando carne de cañón a voluntad.

Para el historiador James Holland, experto en la parte más logística de la Segunda Guerra Mundial, "aunque el aumento del gasto en defensa de Europa es un paso positivo, es fundamental que este se traduzca en una mentalidad y enfoque más ágiles y adaptados a las necesidades actuales del entorno bélico". En un artículo reciente, enfatizó la urgencia de que Europa "establezca rápidamente una disuasión convencional efectiva para evitar que naciones como Ucrania, Moldavia y los estados bálticos sean vulnerables a agresiones".

El historiador Timothy Snyder, experto en Europa del Este, ve el rearme "como un paso fundamental para que el continente pueda preservar sus valores democráticos y su independencia frente a amenazas externas, particularmente de Rusia". Además, considera que "Europa debe asumir un liderazgo más firme en el ámbito de la seguridad global, especialmente ante la retirada parcial de Estados Unidos de sus compromisos tradicionales".