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EL MUNDO, testigo del regreso del horror a la nueva Siria: "¡Están matando a familias enteras!"

La ofensiva del nuevo Gobierno contra facciones afines a Bashar al Asad provoca matanzas y un caos absoluto en varias localidades del este del país

Varios cadáveres en Banias, Siria, donde se han producido levantamientos contra el Gobierno de afines a Bashar Asad.
Varios cadáveres en Banias, Siria, donde se han producido levantamientos contra el Gobierno de afines a Bashar Asad.Albert Lores
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El primer cadáver estaba tirado en la esquina. Con los brazos abiertos. Alguien le cubrió la cabeza con una sudadera. La víctima no tuvo tiempo de vestirse. Salió corriendo con el típico chándal que usan los locales para dormir o permanecer en casa.

Detrás, otros dos cuerpos habían sido tapados con una manta marrón. Nadie se había atrevido a recogerlos pese a que el lugar se encuentra a pocos metros de una de las avenidas principales de la metrópoli siria. Allí, decenas de combatientes de las fuerzas gubernamentales caminaban tranquilamente por la zona.

Tan sólo horas antes, uno de los residentes de este mismo barrio de Al Qusur, había explicado a este periódico cómo se desarrollaba la tragedia.

Miembros de un grupo armado entran en el hospital de Banias.
Miembros de un grupo armado entran en el hospital de Banias.A. Lores

"¡Es un desastre! ¡Están matando a familias enteras! Con niños. Hay muchos cadáveres en las calles. El cadáver de mi tío todavía está tirado en el tejado junto a otros. Les dispararon a sangre fría. Y había estado en la cárcel por ser un oponente del régimen anterior", explicó vía WhatsApp.

Los signos de la catástrofe que se abatió sobre el arrabal de Banias eran visibles en todas partes. Había coches con las ventanillas rotas por los disparos, otro empotrado contra un árbol, negocios calcinados, muchos saqueados. Una ambulancia de los Cascos Blancos parecía buscar más cuerpos, mientras grupos de encapuchados armados con AK-47 seguían patrullando por las travesías.

El periodista de EL MUNDO había pernoctado en este mismo lugar y permaneció allí hasta el viernes al mediodía. Incluso en ese instante, al poco de concluir los enfrentamientos, los vecinos se permitían asomarse a la vía pública y una pareja de niños intentaba combatir el aburrimiento jugando al fútbol. Era un mero espejismo. La matanza comenzó poco después.

Columnas de humo se elevan sobre Banias después de los combates de las fuerzas de seguridad sirias y afines a Bashar Asad.
Columnas de humo se elevan sobre Banias después de los combates de las fuerzas de seguridad sirias y afines a Bashar Asad.A. L.

El residente de Al Qusur -que por supuesto no quiso ser identificado- perdió a otro tío y un primo durante la jornada del sábado y junto a toda su familia tuvo que huir del domicilio para esconderse en un "lugar seguro". "Si hubiésemos esperado 30 minutos, no estaría hablando contigo", indicó. "Ahora están excavando fosas comunes para enterrar a todo el mundo", añadió.

El horror de Banias es una imagen que los sirios creían que habían enterrado con la desaparición de la dictadura que se prodigó en este mismo tipo de matanzas durante años. Se habían equivocado. La euforia que se vivió tras el 8 de diciembre es historia. Enterrada en sangre.

La sorprendente ofensiva que lanzaron las facciones afines a Bashar al Asad el pasado jueves en las regiones alauitas del oeste del país ha generado una brutal reacción por parte de las fuerzas del nuevo ejecutivo liderado por Ahmed Sharaa, que según varias ONG sirias ha desembocado en la masacre de cientos de civiles, miembros de la misma confesión a la que pertenece el autócrata exiliado.

Una mujer señala impactos de bala en una tienda del distrito alauí de Hadara, en Homs.
Una mujer señala impactos de bala en una tienda del distrito alauí de Hadara, en Homs.A. L.

Fadel Abdul Ghani, director de la Red Siria de Derechos Humanos (RSDH), declaró que los uniformados de la nueva administración fueron responsables de al menos 140 asesinatos de civiles en diversas zonas de Banias, Jableh y Lataquia, principalmente. "Hasta la tarde de este sábado, la cifra de muertos llegó a 1.018 personas", dijo el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que indicó que "745 civiles fueron asesinados a sangre fría en masacres sectarias" en las provincias del oeste de Siria de mayoría alauita, la rama del islam chií que profesa la familia de Bachar Al Asad.

Las organizaciones pro derechos humanos también confirman el asesinato de decenas -un centenar, según la RSDH- de integrantes de las tropas gubernamentales a manos de los insurgentes.

La organización siria Etana ratificó la existencia de "violencia generalizada e indiscriminada contra civiles, predominantemente alauitas" y alertó de que este tipo de acciones "pueden afianzar las divisiones sectarias" y servir como "herramienta de reclutamiento para el antiguo régimen y sus partidarios, que buscan usar la costa para lanzar nuevos ataques".

Un coche destrozado en una calle de Banias.
Un coche destrozado en una calle de Banias.A. L.

Los combates derivaron en un escenario dominado por el caos y la anarquía que todavía prevalecía este sábado en Banias y en la autopista que une Homs con la costa siria. La autovía estaba repleta de controles y columnas de hombres armados cuya filiación resultaba difícil de adivinar. Algunos vestidos con los atuendos de los mismos yihadistas que aterrorizaron a todo el país durante la égida en la que el extremismo -especialmente el del Estado Islámico- secuestró la revolución popular que pretendía derrocar a Asad. De hecho, muchos hacían ondear la bandera blanca con el lema "No hay más Dios que Alá" que identifica a varios grupos radicales y no la enseña siria. Ese mismo estandarte había sustituido al símbolo nacional del país en una de las primeras plazas de Banias.

Otros convoyes de todo terrenos marchaban en dirección contraria, hacia Homs y el sur del país, cargados con los expolios del saqueo que siguió a la contraofensiva gubernamental. Este reportero pudo asistir al pillaje de numerosos negocios de Banias el viernes por la mañana. Los militares afectos a Damasco cargaban sus coches con cuantas cajas podían acaparar en las pequeñas tiendas situadas en la calle principal de la ciudad. En la carretera se podían ver camiones con motocicletas y hasta uno que se llevaba una moto acuática de tamaño ingente.

Más adelante en la ruta, otro vehículo de los Cascos Blancos evacuaba los despojos de una enésima víctima de la confusión que prevalece en el país. Una estudiante universitaria de Qamishli, en el Este, que estudiaba en Latakia. "Le alcanzó una bala perdida en la cabeza", explicó Bashar Mustafa, uno de sus compañeros, que huía en la misma camioneta.

Los miembros de la comitiva dijeron que se habían encontrado con "cadáveres en la carretera, entre Jableh y Banias". "La ruta es muy peligrosa", le secundó Mustafa.

Bajo este escenario de absoluta confusión, cientos de civiles intentaban abandonar Banias, montándose en coches y furgonetas con bolsas donde acumulaban sus enseres. Algunos vagaban por las calles sin saber muy bien a dónde dirigirse. Otra camarilla de civiles intentó refugiarse junto al principal hospital de Banias, un recinto que fue escenario de violentos combates el viernes.

El edificio mostraba las marcas de los disparos y seguía siendo protegido por una patrulla de leales a Damasco. Mahmud Zalha asisitó aterrorizado a los combates que se sucedieron durante horas.

"Nos tuvimos que refugiar en la sala de cuidados intensivos porque tiene una puerta metálica. Los milicianos del antiguo régimen disparaban con RPG y ametralladoras. Llegaron hasta la puerta, pero los guardias de seguridad y los refuerzos consiguieron detenerlos", relató.

La visita al centro sanitario se interrumpió después de que una de las ametralladoras pesadas comenzara a lanzar ráfagas al aire para saludar la llegada de otra facción, algo que confirmó la absoluta incertidumbre que rige en la localidad. Pacientes y médicos salieron corriendo, presa del pánico, hasta que comprendieron que no estaban atrapados en una enésima refriega. Entre los militantes que entraron sin preguntar en el recinto figuraba un africano que rápidamente se cubrió el rostro con un pasamontaña al percatarse de la presencia de reporteros.

Otras familias alauíes seguían atrapadas en sus viviendas, dominadas por el terror.

"Estamos en nuestra casa desde el jueves. No puedo hacer nada. Las fuerzas de policía están patrullando la zona y usando altavoces. Dicen que ahora todo es seguro", precisó uno de esos clanes, que como la mayoría de los consultados para este artículo no quiso dar su nombre.

Miles de personas de la misma confesión intentaban esconderse en iglesias cristianas, en las montañas y hasta en la base aérea que controlan los rusos cerca de Jableh.

El Gobierno central intentó reconducir este sábado la situación enviando más refuerzos a las regiones costeras. El ejército ha recuperado el control de la mayor parte de las grandes villas aunque esta última jornada todavía se registró un ataque contra un hospital de Latakia, que acabó con la muerte de varios de los asaltantes.

Una fuente de seguridad citada por la agencia de noticias estatal siria Sana reconoció que se han perpetrado "violaciones individuales" después de que civiles ajenos a las fuerzas de seguridad se dirigieran hacia la costa siria para frenar el avance de los insurgentes afectos a Bashar al Asad. "Estamos trabajando para detener estas violaciones", agregó el mismo representante oficial.

En un discurso televisado, Sharaa se negó a condenar de forma clara los estremecedores sucesos y aunque dijo que "no permitirán que nadie reaccione de forma exagerada", previamente agradeció a sus uniformados que "protegieran a los civiles".

El mandatario acusó a los seguidores del derrocado Asad de propiciar el caos con su ataque en toda la región costera. "Al haber asaltado hospitales y aterrorizado a inocentes, habéis atacado a todos los sirios. Habéis cometido un pecado imperdonable y habéis recibido una respuesta que no podéis soportar. Por lo tanto, apresuraros a entregar las armas antes de que sea demasiado tarde", clamó el jefe de Estado.

Sharaa tan sólo emitió una velada crítica hacia los hechos que se estaban difundiendo y dijo que los "prisioneros no deben ser humillados ni golpeados porque es contrario a la ley del país y de Dios".

"Lo que nos distingue de nuestro enemigo es nuestra moral. Cuando la comprometemos, nos colocamos al nivel de nuestros enemigos. Los restos del régimen [de Bashar al Asad] nos están provocando para que cometamos transgresiones. Es nuestro deber proteger a la gente de la costa [los alauitas]", aseveró.

El cáncer del odio sectario se expande a una velocidad endiablada. Fue esa misma aversión la que sumió a Irak en un conflicto devastador durante más de una década. La misma que se encargó de promover Asad cuando sus acólitos ejecutaron masacres casi caldadas a las actuales. De hecho, Banias fue escenario de otra brutal sangría en 2013 cuando milicianos alauitas acabaron con la vida de decenas de civiles, incluidos niños y mujeres. Uno de los líderes de aquellas facciones, Mihrac Ural, se expresó con el mismo rencor sectario que ahora se escucha en boca de los militares suníes. "Hay que limpiar Banias y estos terroristas tienen que terminar en el mar", declaró públicamente el comandante aliado de Asad.

Era la misma prepotencia y sentido de la impunidad con la que algunos de los ganadores de la guerra en Siria se han comportado en estas últimas jornadas, cuando no han tenido el menor empacho en grabar todos los desmanes y crímenes que han cometido.

Las redes sociales se han llenado de grabaciones de uniformados ejecutando o golpeando a sus cautivos. En uno de ellos les hacen ladrar para después gritar que en realidad no son perros sino "cerdos". En otra secuencia, un grupo de militantes ordena a tres personas que se arrastren en fila, antes de dispararles a quemarropa. Otro más muestra a una pareja de uniformados en una motocicleta que descubren a un aldeano y le dicen: "Te hemos pillado". Después, le disparan varios tiros por la espalda asegurándose de que el crimen queda recogido por la cámara.

A diferencia de Banias, la situación en Tartús parecía haberse estabilizado. Allí, la presencia de los militantes bajo la autoridad de Damasco era más reducida y la localidad casi no presenta signos de combates.

Según, Jafar, un alauí de la villa, uno de los principales líderes de los irregulares que desataron la actual oleada de violencia, Meqdad Fteha, llegó a anunciar que había capturado esta misma metrópoli, "algo que era una mentira obvia". "Este señor quiere crear el caos sectario, arrastrar a los alauíes a una guerra civil. Fracasaron, pero nosotros seguimos pagando el precio", opinó.

Un portavoz de las fuerzas de seguridad en Tartus, Abu Kamal, de 28 años, negó que los agentes de la nueva administración fueran los responsables de las matanzas de alauíes, aunque admitió que "puede que se hayan cometido algunos errores". "Algunos de esos asesinatos también fueron cometidos por los restos del antiguo régimen para crear el caos", añadió.

Abu Kamal opinó que lo ocurrido ha sido "un intento de golpe de Estado apoyado por Irán, Hizbulá y Rusia. Pero han fracasado. Han perdido a mucha gente y tendrán que retirarse".

La tensión confesional alcanzó el jueves la localidad de Homs, donde también reside una significativa comunidad alauita. Los empleados del café Dubai, sito en el arrabal de Khadara, fueron testigos de cómo una muchedumbre de suníes indignados por la emboscada inicial que desencadenó la crisis actual se concentraban en ese distrito, lanzando consignas contra los integrantes de la minoría.

"Gritaban: ¡No queremos alauíes aquí! o ¡Que se jodan los alauíes!", indicó el chaval, de 21 años.

La manifestación desembocó en el asalto de cafeterías y negocios del barrio, y ráfagas de ametralladora contra algunas viviendas. El viernes, los impactos de bala y los casquillos seguían tirados sobre el suelo.

Las fuerzas de seguridad de Homs han conseguido controlar las divisiones entre comunidades, desplegando camionetas con ametralladoras pesadas y el viernes llegaron a desplegar una cadena humana de hombres armados para impedir el acceso hasta los arrabales donde viven los alauíes.

Abdallah Hattab, de 33 años, uno de los agentes que vigilan el enclave, precisó que sus fuerzas fueron las que contuvieron a la turba hasta obligarlos a dejar el lugar. "Eran los familiares de nuestros hermanos que han sido asesinados en la costa y por eso estaban enfadados", comentó.

Mustafa Abud, alguacil alauí de Zahra, otro barrio alauí, reconoció que él mismo había pedido a sus vecinos que no se sumaran a la sublevación de los insurgentes seguidores de Asad. "No es nuestra guerra", les dije.

"No se pone fin a la sangre con más sangre, sino con la racionalidad", le secundó el jeque alauí Majialdin Seldun.

El citado Jafar, de 26 años, se vió obligado a abandonar este sábado su domicilio en Tartús ante la perspectiva de que los agentes de Damasco registraran su barrio buscando armas. El ingeniero alauí sólo se atrevió a hablar con los periodistas en una recóndita esquina de un bar oculto en una galería.

El sirio participó el jueves en la manifestación que se organizó en la urbe para protestar contra la razzia que sufren los enclaves alauítas. Una movilización que fue disuelta por los disparos al aire de las fuerzas de seguridad.

Mientras conversaba con los informadores, no paraba de recibir llamadas de sus familiares, presa del pánico. El pavor es algo que comparten ahora todos los aluíes. Uno de sus familiares, que vive en un villorrio cercano a Tartús, le narró por teléfono que estaban huyendo a las laderas de las colinas. "Cada vez que escuchamos venir un coche, todos los habitantes nos escondemos en el campo, para que parezca que la aldea está vacía. No puedo hablar más porque se me acaba la batería del teléfono", anunció antes de colgar.

Para Jaafar, como para muchos sirios, este baño de sangre marca un antes y un después en la atribulada historia del Estado árabe. Un trágico episodio de un guión que se pensaba repleto de esperanzas. "Para mí, Siria ya no existe", concluye.