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Gran Angular

La asociación de EEUU con la Commonwealth que suavizaría el orden global 'trumpiano'

En plena transformación geopolítica, EEUU podría ligarse a la Mancomunidad Británica, como ha sugerido el propio Trump, admirador del rey Carlos III

Trump y Carlos III pasan revista a las tropas durante una visita del primero a Londres en 2019.
Trump y Carlos III pasan revista a las tropas durante una visita del primero a Londres en 2019.Alex BrandonAP
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Todo comenzó con un artículo en el diario sensacionalista británico The Sun. Pero la reacción inmediata del presidente estadounidense hizo que lo que al menos por ahora podía haberse quedado en un mero globo sonda o en una noticia de escasa credibilidad, adquiriera una enorme relevancia en el terreno geopolítico. El tabloide difundió que, según informes secretos a los que había tenido acceso, las autoridades británicas barajarían ofrecer a EEUU su asociación con la Commonwealth a través de una invitación formal de su líder, el rey Carlos III, a Donald Trump, que se materializaría en la próxima visita de Estado que éste realizará al Reino Unido. El inquilino de la Casa Blanca no lo dejó pasar. Al revés. Se apresuró a decir que la iniciativa le parecía "bien" en un mensaje que colgó en su red social Truth, al que añadió un expresivo: "Adoro al rey Carlos".

La noticia del Sun arrancaba con un "supuestamente, se está trabajando en planes...", una prudencia inusual en un diario que ha dado al mundo titulares de la talla de El hombre que hacía el amor al pavimento. Sin embargo, el hecho de que Trump la tomara en serio le dio un brochazo de verosimilitud. Por de pronto, el Gobierno laborista de Keir Starmer no ha confirmado ni desmentido la información, y remitió al servicio de Prensa del palacio de Buckingham que, siguiendo su norma en cuestiones políticas, guarda sepulcral silencio al respecto.

The Sun es propiedad del multimillonario trumpista Rupert Murdoch, cuyas mayores aportaciones al acervo anglosajón hasta la fecha habían sido el apoyo al Brexit y la chica de la página tres, es decir, una joven en topless (una de ellas, Samantha Fox, se desnudó para el diario cuando tenía 16 años, iniciando así una carrera de éxitos que la ha llevado, según Wikipedia, a ser la mujer más fotografiada de la historia del Reino Unido tras Margaret Thatcher y la princesa Diana).

Pero tanta cautela ha disparado la especulación, hasta el punto de que la prensa británica seria también ha valorado la posibilidad de algún tipo de asociación de Estados Unidos con la Commonwealth, una organización de 56 países soberanos formada fundamentalmente por ex colonias de Londres. El Financial Times y el Independent, dos medios que ideológicamente se sitúan con diversos grados de variación en el centroizquierda, se han hecho eco de la propuesta. Y el Daily Mail, el principal competidor del Sun por el liderazgo del grupo de la prensa popular, también publicó una información similar la semana pasada.

Donald Trump tiene una especial devoción por la familia real británica, como quedó de manifiesto, sin ir más lejos, cuando el 27 de febrero mostró orgulloso a la prensa en el Despacho Oval una carta del monarca invitándole a protagonizar una segunda visita de Estado al Reino Unido, algo sin precedentes en la historia de EEUU. Carlos III también barajaría que Trump iniciara su viaje con una estancia más privada en Escocia, donde los Windsor tienen varias propiedades, entre ellas el famoso castillo de Balmoral, y Trump un selecto club de golf al que le gusta acudir con frecuencia.

Ni qué decir tiene que toda la agenda del rey Carlos está supeditada desde el año pasado a su salud. Cuando se le diagnosticó el cáncer, pasó varias semanas alejado del foco público. Pero el monarca se empeñó en retomar su agenda muy pronto, en un intento de mantener la normalidad en la Corona. Sin embargo, el hijo de Isabel II sigue tratándose contra la enfermedad. Y esta misma semana volvía a dar un susto con un breve ingreso hospitalario como consecuencia de los efectos secundarios del tratamiento que está siguiendo. Buckingham, eso sí, ha tratado de quitarle todo el hierro al asunto.

Una posible asociación de Washington con la Commonwealth, para el Reino Unido sería un instrumento útil con el que reforzar su proyección en el nuevo orden mundial creado por la llegada de Donald Trump al poder, y de esquivar algo la desintegración parcial del vínculo trasatlántico. Porque el presidente estadounidense no sólo tiene una excelente relación con Carlos III. También la tiene con el primer ministro británico, Keir Starmer, a pesar de que éste es laborista, lo que le pone en una posición ideológica más cercana a la oposición demócrata, a la que Trump ha amenazado con deportar a El Salvador. Trump llama a Starmer al móvil (a veces, sin avisar) y ve al Reino Unido como algo muy diferente de la UE, hacia la que profesa una animadversión indisimulada. La amenaza de espantada de EEUU de Ucrania ha reforzado el papel del Reino Unido como potencia militar en Europa y como pivote sobre el que gira el vínculo trasatlántico. Y, de paso, ha resucitado la figura política de Starmer.

Desde el punto de vista geopolítico, la jugada -en caso de materializarse- podría ser relevante. No dejaría de ser paradójico que EEUU acabara saliendo de la OTAN -o, al menos, relajando su relación con la Alianza- para sumarse a la Commonwealth. Pero, simbolismos aparte, la asociación de Washington con el grupo de 56 países podría tener consecuencias significativas para Canadá, el país al que Trump amenaza de manera habitual con anexionarse. Canadá no solo es miembro de la Commonwealth, sino que mantiene al rey de Inglaterra como jefe de Estado, lo que ha hecho que el monarca esté apoyando, de manera discreta, pero visible, a Ottawa frente a las agresiones -comerciales y verbales- de su vecino del Sur. La sintonía entre Carlos III y Trump puede jugar un papel en la solución de la crisis. Y si el precio es que EEUU entre con un estatus especial en la Commonwealth, todo puede negociarse.

La idea barajada, y que no necesariamente se acabará materializando, es que Estados Unidos se convirtiera en miembro asociado de la Commonwealth. Eso significaría crear una categoría especial dentro de esa organización creada en 1931. En un principio, la Mancomunidad de Naciones se proyectó limitada a las ex colonias británicas. Pero en fechas recientes se ha abierto a otros estados. Así es como se han integrado en el grupo ex colonias portuguesas (Mozambique en 1995), belgas (Ruanda en 2009), alemanas (Togo en 2022) y francesas (Gabón también en 2022). En los años 50 hubo un cierto debate acerca de la entrada de países europeos en el grupo, como Alemania.

Que EEUU llegara a entrar en la Commonwealth choca más que nada porque ese país siempre ha tenido a gala su anticolonialismo y su rechazo a la idea de imperio, si bien ha sido una postura más retórica que real. Washington apoyó a las potencias coloniales europeas en la Guerra Fría, lo que acabó provocando su entrada en Vietnam después de la expulsión de Francia de ese país. desde principios del siglo XIX, la llamada doctrina Monroe tenía el eslogan América para los americanos, aunque en esa frase faltaba la coletilla americanos del Norte, como bien comprobaron los propios británicos en Guyana, el Estado de Washington y Quebec. Cuando EEUU expulsó a España de sus colonias en Cuba, Puerto Rico, las Marianas y Filipinas, en 1898, en lugar de liberarlas graciosamente, se las quedó, desencadenando una guerra de ocupación en el último de esos países al lado de la cual la guerra de independencia de España fue una fiesta de cumpleaños.

Políticamente, lo cierto es que la idea de asociación de EEUU con la Commonwealth ha sido recibida con escepticismo. Solo el líder del ultranacionalista y trumpista Partido de la Reforma británico, Nigel Farage, la ha defendido públicamente como parte de su sueño de unir a los anglosajones del mundo. Farage, que apoya a Trump, quiere además desactivar la oposición interna a su liderazgo capitaneada por el todavía más radical Rupert Lowe, que encima cuenta con el apoyo explícito de una figura muy influyente y cercana a Trump: Elon Musk. Que un sudafricano-canadiense-estadounidense como éste apoye a un ultranacionalista británico es la madre de todas las contradicciones, pero así es el patriotismo del siglo XXI.

A Farage le viene bien sacar a pasear la alianza de la antigua metrópoli y sus ex colonias como alternativa a la UE o al globalismo de sus enemigos y al aparente desprecio del equipo de Trump por toda la orilla Oeste del Atlántico, que ha causado un daño al Partido de la Reforma similar al de otras formaciones similares, como Vox. En EEUU, la idea de tener una vinculación con Londres parece inaceptable porque recuerda a la época colonial. Pero un estatus único y diferenciado es otra cosa. La idea es factible, además, dado el tremendo seguimiento que tiene Donald Trump sobre las bases republicanas y la devoción popular por los Windsor.

La llegada de EEUU supondría un salto en una organización que engloba a más de 2.400 millones de personas en todo el mundo, con países de la talla de India, Pakistán, Canadá, Australia o Nigeria. La cuestión de qué tipo de membresía tendría Washington es también problemática. Parece difícil imaginar a Trump aceptando sin más al rey de Inglaterra como cabeza de la institución, y menos aún pensar que se pueda sentar como uno más en un grupo de países en vías de desarrollo o de naciones a las que simplemente detesta por el hecho de existir (Canadá), aunque su buen amigo el primer ministro indio Narendra Modi también integra la organización. Paradójicamente, gran parte de los objetivos de la Commonwealth (un término que podría traducirse como comunidad) entran de lo que se ha dado en llamar poder blando, que Donald Trump y su equipo aborrecen.