- Informe gráfico Nuevos aranceles de Trump: impacto global, países afectados y sectores en riesgo
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China, murmullan en la planta noble del omnipresente Partido Comunista, tiene muchos motivos para estar furiosa, más que nunca, con Donald Trump. Ya no es sólo que la bestial guerra comercial global desatada por el presidente estadounidense haya disparado directamente al 54% los aranceles a todos los productos importados chinos; también es que los enormes gravámenes impuestos a países del Sudeste Asiático, como Vietnam o Laos, supone otro golpe muy duro porque Pekín, durante la primera etapa de Trump en la Casa Blanca, trasladó algunas de sus cadenas de suministro a estas naciones para, precisamente, esquivar los aranceles.
China, como se ha visto en los primeros intercambios de aranceles de principios de año, nunca contraataca en caliente. "Ha sido un acto típico de intimidación unilateral. Tomaremos contramedidas decididas a salvaguardar nuestros derechos e intereses", respondió este jueves el Ministerio de Comercio.
Ni los rivales más duros, como China, ni los aliados más cercanos, como Japón o Filipinas, se han librado en Asia de las nuevas barreras de un desatado Trump. Había hasta cinco naciones asiáticas entre los 10 países afectados con los aranceles más altos.
Desde Tokio, mientras las bolsas cerraban en un mínimo de ocho meses, el primer ministro, Shigeru Ishiba, no escondía su decepción con su gran aliado de Washington. Los analistas financieros nipones estiman que los aranceles recíprocos del 24% que Trump impuso a Japón podrían reducir el PIB del país, que apenas creció un 0,1% en 2024, en un 0,6% este año.
Al disgusto de los japoneses del jueves se suma otro arancel del 25% previamente anunciado sobre todas las importaciones de automóviles, una buena sacudida para la industria automovilística japonesa, que representa cerca del 3% del PIB. En la tercera economía mundial también mantienen cautela a la hora de desvelar si tomarán o no represalias. "Es incomprensible lo que está haciendo", soltó el ministro de Agricultura japonés, Taku Eto, después de enterarse de que Trump había impuesto un arancel del 700% al mercado del arroz japonés. "No se puede llegar a esa cifra mediante ningún cálculo", añadió.
Estupefactos se han quedado también en la vecina Corea del Sur con el 25% de aranceles que les ha caído. Además, como China, Seúl tiembla por el arancel del 46% a las importaciones procedentes de Vietnam, donde grandes corporaciones, como Samsung Electronics y LG Electronics, tienen una parte de su producción.
Siguiendo por el Sudeste Asiático, esta nueva cruenta fase de la guerra comercial de Trump llega en un momento en el que muchos países están lidiando con las consecuencias de los recortes de la agencia de desarrollo de Estados Unidos, que brindaba asistencia humanitaria en la Birmania (aranceles de 44%) devastada por el terremoto y por la guerra civil, o en la Camboya, donde casi el 20% de la población vive bajo el umbral de pobreza y a la que le ha caído la tasa arancelaria más alta de la región: el 49%.
La razón de la bofetada de Trump a Camboya es, de nuevo, China. Varios informes señalan que más de la mitad de las fábricas en este país, las que sacan ropa y calzado que luego exportan, son de propiedad china. Algo similar le ocurre a Laos (48%) mientras que a Tailandia, uno de los grandes aliados de Washington en la región, enfrenta tasas del 36%, e Indonesia, la mayor economía del Sudeste Asiático, del 32%. Desde estos países, los analistas locales dicen que aunque los impuestos tendrán un impacto en cuanto a los empleos e ingresos por exportación, también son contraproducentes para Trump porque muchas empresas textiles estadounidenses, como Adidas y Nike, tiene fábricas aquí.
De los aranceles ni siquiera se ha librado Taiwan (32%), epicentro de la demandada industria de los semiconductores, por mucho que el principal fabricante de los chips más avanzados, Taiwan Semiconductor Manufacturing Corporation (TSMC), anunciara hace unas semanas una inversión de 100.000 millones de dólares en Estados Unidos. Tampoco India (26%), a la que no le sirvió de nada que, poco después de la toma de posesión de Trump en enero, el primer ministro Narendra Modi corriera rápido hacia la capital estadounidense para prometerle a su homólogo que Nueva Delhi reduciría el déficit comercial comprando mucho más petróleo y gas estadounidense.
Si en algo coinciden los principales voceros mediáticos de Asia es que esta fase global de la guerra comercial da alas a la ofensiva de encanto lanzada estos meses por la China de Xi Jinping, que busca mostrarse al mundo como un socio comercial estable.