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Qué difícil es quererse en 2023: "No hemos creado una alternativa al amor romántico excepto considerarnos mercancía"

Los cambios sociales, el individualismo y la tecnología han terminado con el amor tradicional y los filósofos reivindican la ética como eje central de las relaciones sentimentales

Qué difícil es quererse en 2023: "No hemos creado una alternativa al amor romántico excepto considerarnos mercancía"
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«Querido Bubi», escribió la filósofa y psicoanalista rusa Lou Andreas Salomé en una carta a uno de sus amantes, demostrando que hasta las mejores mentes caen en modismos amorosos de lo más cursi. «Lo sexual nos sobrecoge desde un lugar en el que la vida se ha contraído a su núcleo más imperceptible, apenas diferenciado a simple vista de la materia inerte y fragmentaria, para liberar eternamente nueva vida desde dentro de sí misma», continuaba. A Salomé la amaron intelectuales de su época como Rilke, Freud y Nietzsche y al joven poeta Bubi le explicaba en su misiva que en el amor «rige algo de milagro, de magia, de brujería: como si hubiera en la actividad sexual un pedacito de lo que suele ocurrir en los cuentos de hadas».

Pero en 2023 hace ya tiempo que no se estilan los cuentos de hadas, y mucho menos creer en ellos. Nos cuesta afirmar que el amor es para siempre o que queremos encontrarlo porque es la gran fuente de felicidad. Mientras cambiábamos, se inocularon en las sociedades amores digitales, cambios sociales, feminismos rampantes, apps para ligar en cualquier sitio del mundo y desde cualquier tipo de parafilia, pornografía de fácil acceso, poliamor, parejas abiertas...

A falta de cuentos de hadas, en 2023 tenemos los informes que hace Ashley Madison, la plataforma de citas extramatrimoniales. El estudio más reciente, Amor Desatado: Sexo, Fantasía y Deseo, asegura que la mitad de los encuestados afirmaba no conocer los deseos sexuales de su pareja. El informe ofrecía una lista de consejos que pueden ayudar, como «elegir una fantasía al mes con ella, ver porno o ir a un sexshop juntos».

Para saber más

La receta de Freud

El amor ha sido siempre territorio de los poetas, pero la filosofía, atónita ante el devenir de la situación amorosa que experimenta el individualista ciudadano de la sociedad tecnológica, ha decidido intervenir.

El filósofo francés Alexander Lacroix (Aprender a hacer el amor, Arpa, 2022) sostiene que ni sabemos hacer el amor ni hemos aprendido a gestionar las emociones. El declive de nuestras dotes amatorias puede parecer desapercibido en el maremágnum tecnológico pero, según este intelectual, que dirige la revista Philosophie Magazine, la influencia de la pornografía es mayor de lo que podría imaginarse y la impronta que nos dejó Sigmund Freud también. «Perpetuamos lo que llamo el guion freudporno. Y creo que el momento es preocupante porque si nuestra sexualidad corre peligro, también corre peligro la humanidad».

Hacemos mal el amor porque repetimos la receta que Freud nos enseñó en Tres ensayos sobre la sexualidad, publicado en 1905: presentación, nudo y desenlace. A la que hemos sumado la dinámica del porno: preliminares, penetración y orgasmo. Como contrapartida, hemos descubierto que siempre se puede ser aún más morboso gracias al aliado de nuestra época: internet. También hemos creado palabras (ghosting, orbiting, curving) para explicar qué sucede cuando alguien a quien quizá no se haya visto físicamente abandona la relación virtual que se creaba desde hace meses. «El amor, que antes era el fundamento de la vida y, según la tradición aristotélica, de todo movimiento del universo («el amor que mueve el sol y las otras estrellas») ha pasado a ser una mercancía», dice en El nuevo orden erótico, elogio del amor y la familia (El viejo topo) el filósofo italiano Diego Fusaro.

Ante esta situación, la canadiense Carrie Jenkins ha abordado en Amor tristem las relaciones amorosas y la búsquda de sentido (Herder), que se publica el próximo 14 de febrero, día de San Valentín, la posibilidad de «una nueva teoría del amor que deja espacio para toda la gama de experiencias y emociones humanas, positivas y negativas, felices y tristes», abandonando todo tópico amoroso.

APRENDER A HACER EL AMOR

Editorial Arpa, 2022

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«He dejado de hacerme las preguntas que llevamos años haciéndonos, y de pensar en cómo ser feliz para siempre; ya no me interesa, no me parece relevante. Abogo por el amor triste, entendido como consciente, una concepción eudaimónica [de búsqueda de la virtud y del desarrollo] del amor que no centre la cuestión en el placer o la felicidad, sino en la cooperación».

Como diría Michel Houellebecq, los filósofos contemporáneos «han encontrado la llaga de la sociedad y han decidido apretar bien fuerte». También otras disciplinas, como la sociología, que específicamente en España tiene una investigación reciente, del año pasado, que ahonda en las intensas transformaciones que están sacudiendo la vida privada. El informe La gestión de la intimidad en la sociedad digital, parejas y rupturas en la España actual, auspiciado por la Fundación BBVA, describe un país en el que «las nuevas tecnologías han ampliado los mercados de emparejamiento, y los nuevos valores acentúan esa tendencia, dando lugar a una amplia diversidad de relaciones que repercuten en los proyectos estables de pareja». Y subraya algo interesante: los investigadores han detectado una mala gestión de las emociones, en todas las edades, como factor decisivo en el aumento de las rupturas y la inestabilidad.

EL NUEVO ORDEN ERÓTICO, ELOGIO DEL AMOR Y LA FAMILIA

Editorial El Viejo Topo

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En este escenario plural, dicen los pensadores consultados, el mayor problema es haber «convertido el amor en producto». «Ha pasado de ser un vínculo de solidaridad y antiutilitarismo, gratuito y ético, a convertirse en una mercancía de libre consumo», apunta Fusaro. «Una mercancía entre mercancías», insistía el italiano hace un par de semanas en un café madrileño. «Hecha a medida para consumidores unisex que, sin limitaciones salvo las económicas, pueden beneficiarse de él en formas liberalizadas».

Fusaro no dice unisex al azar, sino con intención. Para él, otra de las grandes amenazas del amor y de lo que éste tradicionalmente ha traído consigo (familia, hijos) son las teorías de género, o más bien «las dictaduras de género fluido», en las que «ya no importa si uno es mujer u hombre, sino individuo en busca de goce permanente». También Jenkins y Lacroix creen que las personas, como el amor, hemos devenido producto. «Hay aplicaciones que permiten relaciones sexuales basadas en el consumo y en los individuos como mercancía. Cuando estás en Tinder tienes un precio, el que te otorga el algoritmo, que determina también tu deseabilidad. Tinder es Amazon: entras, compras, sales. Es como Uber Eats, que te permite pedir una pizza a las tres de la mañana, sí, pero a las cuatro sigues despierto y los restos de champiñones te dan hasta asco», dice el francés.

Para Jenkins, en cambio, es la situación psicológica de cada uno la que entra también en juego. Cree que el amor romántico nos ha dañado mucho y todavía lo sigue haciendo, y que «hay hombres y mujeres que han estado apasionadamente enamorados y que han sido rechazados y muestran los síntomas básicos de adicción al consumo de sustancias y al juego recogidos en el DSM-5, el manual diagnóstico de los trastornos mentales, entre los que destacan los antojos, los cambios de estado de ánimo, la dependencia emocional y física y el retraimiento».

En entrevista con La Lectura, Jenkins habla así: "El significado de la vida puede ayudarnos a comprender el amor eudaimónico. La idea romántica del amor tiene que ver con la felicidad y los buenos sentimientos, mientras que el amor eudaimónico es el amor que hace que la vida tenga sentido: como tal, tiene espacio para toda la gama de emociones humanas, incluso la tristeza. En lugar de apuntar a "felices para siempre", como lo hace el amor romántico, el amor eudaimónico tiene que ver con la cooperación y la colaboración en nuestros proyectos de vida más importantes, ya sea la crianza de los hijos, el trabajo creativo, los proyectos comunitarios o lo que sea que nos dé ese sentido. de propósito, pertenencia y realización profunda".

AMOR TRISTE

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«No sé si ésta es la peor época para el amor, pero sí sé que es un mal momento porque parece que, por primera vez en la historia de Occidente, el amor y la sexualidad se perciben como algo ajeno a la ética familiar y a la procreación», argumenta Fusaro, cuyo último libro dedica numerosas páginas a diferenciar el amor del goce a través de un término que describiría nuestro instante histórico. «Lo llamo plusgoce. El amor contiene el gozo, pero limitarlo a él es nihilista. Hace falta aprender a amar y no solamente a gozar en esta época en la que a los jóvenes se les da a entender que sentir placer es lo único que deben hacer. La vida es ahora, se nos dice, y el amor es fidelidad a la propia elección. Como una forma de consumo más, desaparece una persona y llega otra, y otra...».

Es así como el eros queda a la venta en un encuentro de citas rápidas o en una web de pago para encontrar el amor de nuestra vida. «Son un icono de nuestro tiempo», piensa Fusaro, «donde el 'amor cortés' ha sido prosaicamente reemplazado por un sexshop y el amor platónico por las webs y apps pornográficas. El plusgoce sería la variante erótica de la plusvalía económica».

Y esto nos sitúa en una realidad amorosa complicada: el plusgoce no es la solución, ni tampoco lo es, como recuerda Jenkins, el amor tradicional y romántico. ¿Cómo salir del atolladero? Desde diferentes posiciones, los filósofos consultados coinciden en reivindicar la ética como eje de las relaciones.

Para Fusaro, eso se traduce en reivindicar la familia, que «durante estos años de deterioro social se ha vuelto una institución más inestable y frágil». Fusaro defiende que «formar hoy una familia, estabilizar el amor de forma ética, es ser un absoluto revolucionario» frente a «un capitalismo que nos quiere líquidos y precarios en todos los ámbitos». Y cita a Joseph Ratzinger y su descripción de «la dictadura del relativismo, en la que el individuo y sus deseos se alzan como únicos» porque «no existe ya la comunidad, ni la ética pública ni los vínculos».

También el filósofo catalán Miquel Seguró, autor de los ensayos Vulnerabilidad' (Herder) y La vida también se piensa (Herder), hace un llamamiento a la ética y al amor como una cuestión activa y no pasiva. "En el amor, como acto continuo y cotidiano del proceso de amar, creo que es más claro el elemento activo, y por lo tanto de cuidado e integración en la vida del vínculo establecido. Pero incluso en ese lapso de enamoramiento puede haber parte de elección, quizás no de que el torbellino se despierte o no, pero sí de entregarnos o no a él. El enamoramiento es un despertar de muchas cosas, no solo de ciega pasión. También ilumina una pretensión de sentido para la propia vida y un relato que afecta a la propia imagen. Como señalaron Stendhal o Proust, el enamoramiento nos dice más sobre quien se enamora que no de quien enamora".

Regreso a la tradición

«El éxito ideológico del capitalismo erótico es haber convencido a los jóvenes de que es bueno no formar una familia. Las nuevas generaciones se ven privadas del derecho a casarse y de una vida ética familiar estable pero, al mismo tiempo, viven esta privación como intrínsecamente emancipadora. Los jóvenes de la generación Erasmus, reeducados para vivir en la inestabilidad posmoderna y en precariedad cosmopolita (errancia planetaria, intermitencia laboral, desarraigo territorial y emocional, etcétera), son los nuevos prisioneros de la caverna platónica, donde viven con inconsciencia feliz su esclavitud salpicada de goces. Están dispuestos a rebelarse solo contra lo que pone en tela de juicio la configuración del nuevo totalitarismo glamuroso», añade.

¿Qué se pierde si se pierden las familias? «Un castillo de resistencia contra la lógica individualizante», ahonda. «La familia es hoy revolucionaria porque es impermeable al mercado. La relación entre una madre y un hijo nunca será mercantil. Perdemos también bienestar, y uno de los pocos contratos a tiempo indefinido que existen, como es el matrimonio; perdemos la relación entre abuelos y nietos, un baluarte de nuestra civilización, la unión del hombre y la mujer, la procreación...».

En su teoría del amor eudaimónico, Carrie Jenkins también aboga por entender el amor como un gesto activo, no pasivo, pero amplía el campo de acción. Es decir, el amor no sería algo que nos sucede sino algo que ponemos en práctica a través del desarrollo personal o de las propias virtudes. Habría, pues, que prepararse para el amor, sopesarlo, evitando cuentos de hadas y relaciones en las que prime el chantaje emocional y la desconfianza en lugar de la complicidad en un relato abierto y conjunto. Y esto, precisa, «puede suceder bajo un amplio abanico de formas y configuraciones, y no todas tienen la apariencia de la estructura de la familia nuclear».

El amor puede tener algo de cuento de hadas, pero sobre todo, como dice el filósofo catalán Miquel Seguró, «el amor tiene que ver con la ética, con la conservación del bien ajeno, y no solo con la satisfacción personal del deseo fulgurante de calmar una pasión».

Valentín, santo de ida y vuelta

Aunque cueste creerlo, San Valentín, mártir romano, no es una invención de los centros comerciales. Fue santo hasta 1969, año en el que el Concilio Vaticano II lo expulsa del santoral por "inexactitudes en su origen". Pero el Papa Francisco decidió recuperarlo en 2014 y devolver al 14 de febrero, día de los enamorados, su matiz religioso.

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