LA LECTURA
Entrevista

Fred Moten: "La abolición de la esclavitud no se ha completado y no está claro si podrá completarse algún día"

El pensador afroamericano reflexiona sobre lo subterráneo y lo compartido a su paso por el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC): "Vivo Internet como algo opresivo; es como estar en una plantación".

Fred Moten: "La abolición de la esclavitud no se ha completado y no está claro si podrá completarse algún día"
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Si hubiese que escoger un único elemento que haya condicionado el devenir histórico de Estados Unidos habría pocas dudas en señalar el esclavismo y sus consecuencias, todavía visibles en la sociedad del país. Aunque son muchos los que han analizado este aspecto desde un pinto de vista filosófico y cultural, pocos más capacitados que Fred Moten (Las Vegas, 1962), pensador, teórico cultural y profesor de la Universidad de Nueva York (NYU), desde donde aborda aspectos como la performance o la estética afroamericana. De ahí que Pedro G. Romero, último galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas, le escogiese para abrir las jornadas 'Pensamiento sur(b)terráneo. Lo popular desde el sur, del revés y boca abajo' del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Un encuentro comisariado por Romero y el colectivo BNV que propone repensar el Sur como un espacio de intercambio y creatividad desde una perspectiva global pero profundamente arraigada en lo local, que se extenderá por las diversas sedes del CAAC hasta el mes de junio.

¿Qué cree que aporta a su discurso el entorno cultural andaluz?
El primer viaje que hice a España fue para sumarme a un grupo de trabajo dirigido por una amiga y colega, Wu Tsang, que se encontraba investigando para una producción de 'Carmen' en la que estaba a punto de embarcarse. 'Carmen' me interesa desde hace mucho tiempo y siempre me ha fascinado por qué tantas óperas tienen lugar en Sevilla. También me fascina el flamenco. Así que poder venir a Sevilla y a Andalucía es una oportunidad para renovar esos intereses. Y pensar en la relación y las raíces, por así decirlo, del flamenco en la cultura africana y afrodiaspórica.
¿Cómo entiende usted esta relación?
Creo que hay conexiones que son bastante obvias, pero muchas de estas preguntas están cargadas. Es decir, que las respuestas están en cierto sentido estructuradas por el encuadre de las preguntas. Me resulta difícil imaginar dos músicas en el mundo entre las que no se puedan encontrar conexiones. Hay algunos elementos que me parecen fundamentales para la música en general, y esos elementos son compartidos. Así que creo que parte de la historia de la musicología no ha consistido en encontrar conexiones, sino en intentar oscurecer esas conexiones, o borrarlas e imaginar que la música es algo que puede dividirse fácilmente en líneas raciales o nacionales. Pero no creo que sea el caso.
¿Por qué?
Si se piensa en ello de esa manera, ni siquiera sé si «conexiones» es el término correcto. La música es una especie de campo social y estético general que produce todo tipo de variaciones, iteraciones y diferencias asombrosas. Pero, de nuevo, no quiero sugerir que estoy tratando de acercarme a ese viejo cliché que a mucha gente le gusta usar, que consiste en decir que la música es universal. No creo que sea universal en absoluto. No tiene nada de 'uni'. Porque 'uni' significa uno. La música no se organiza en torno a una simple división numérica entre uno y muchos. No opera dentro de estas estructuras simbólicas ordinarias que le han sido impuestas. Pero, dicho esto, sí, hay cosas que oigo en el flamenco que me suenan familiares al haber crecido en el entorno musical negro en el que crecí.
¿Cómo cuáles?
Una estaría en torno al término que fue tan importante para Lorca, que es "duende". Una cierta noción granulosa o una especie de complejidad áspera, que socava cualquier cosa, como un borde liso o una pureza de tono, y que, al no preocuparse por el acabado y la pureza, se abre a una gama mucho mayor de expresiones emocionales.
¿Quiénes diría que han sido sus referentes al abordar este tema?
Para mí, la persona que ha sido la piedra de toque más importante a la hora de pensar en esas afinidades entre la música afroamericana y el flamenco es un gran poeta, erudito, mentor y amigo mío llamado Nathaniel Mackey. En mi opinión, es el mayor poeta y pensador estadounidense vivo. Y fue a través de sus escritos -en particular, de un gran ensayo suyo llamado 'Cante Moro'- que empecé a explorar estas conexiones. Por ejemplo, las existentes entre el cantante de blues Mississippi Fred McDowell y La Niña de los Peines. Fue el trabajo de Mackey el primero que me alertó de esas conexiones, si es que queremos seguir llamándolas conexiones.
P. Uno de los hilos argumentales del programa en el que usted participa es lo subterráneo. Resulta interesante el vínculo con el 'Underground Railroad' (Ferrocarril Subterráneo), la red que ayudaba a los esclavos negros del Sur de Estados Unidos a huir los estados no esclavistas del norte.
El Ferrocarril Subterráneo se ha convertido en una metáfora de los esfuerzos de los afroamericanos que fueron esclavizados en el sur, de sus descendientes y sus familiares, no sólo para escapar de la esclavitud, sino para abolirla. Y creo que lo primero y lo más importante es que se trata de un proyecto en curso y que sigue siendo necesario, que aún no ha terminado.
¿En qué sentido?
La abolición de la esclavitud no se ha completado y no está claro si se completará algún día. De hecho, es posible que sea mejor pensar en ello, no en términos de finalización, sino más bien de un proceso inconcluso. La lucha contra la idea de la esclavitud, así como contra las realidades y el impacto práctico, material, de la esclavitud tal vez no termine nunca y no deberíamos dejar que termine nunca. Quizá la idea de su fin es una de las formas en que realmente persista. Dicho esto, en cualquier tipo de movimiento dentro de la tendencia general de la abolición, hay un dilema. Por una parte, tiene que ver con evitar la vigilancia y la regulación y por tanto, está ligada a la necesidad de secreto. Por otro lado, está la necesidad de comunicabilidad, de que este movimiento sea compartido. Y la necesidad de entender este movimiento, no sólo en términos del hecho de que necesita ser compartido, sino que constituye realmente una modalidad de compartir. Porque lo interesante sobre el Ferrocarril Subterráneo como una modalidad específica de escape fue que, en muchos sentidos, tenía que ser un movimiento sin líder o un tipo de movimiento sin impulsor. Si tiene que ser secreto, también tiene que ser un secreto a voces. Algunos podrían llamarlo una contradicción, pero es una contradicción que tiene que ser reconocida y, creo, intensificada y exacerbada en lugar de descartada o resuelta. Por tanto, la pregunta es: ¿Cómo guardamos el secreto? Y en algunos aspectos fundamentales, la respuesta es que tenemos que compartir el secreto.
¿Le importaría explicar esto un poco más?
Sólo hay algunos modos básicos de la práctica social y sensual que están comprometidos en este proyecto de secreto a voces. Estos serían la música, la danza, pero también la cocina, la ropa, la manera de habitar... Estas modalidades de actividad socio-estética son las formas en que el secreto a voces se mantiene, recto y preservado. Y, curiosamente, se preserva no sólo a través de ser compartido, sino también de su diferenciación. Decir que se conserva no significa en absoluto decir que permanece igual. Sólo puede preservarse cambiando, siendo diferente de sí mismo de un momento a otro.
¿Podría poner algún ejemplo?
Lo que me interesa del flamenco, igual que de la música, la cocina, la costura o el 'patchwork' negros son sus elementos sociales y estéticos, que son compartidos, más que sus elementos artísticos, que generalmente tienden a ser propios. Y por eso, en esta etapa de mi carrera, ya avanzada, he aprendido a interesarme un poco más por lo que se comparte que por lo que se posee.
En ese afán por hacer al colectivo partícipe de lo propio, usted subraya la importancia de la creación cultural. "Soy un amante del arte, y en muchos sentidos, el arte ha sido lo más cerca que he estado nunca de una religión", sostiene. ¿Cómo diría que el arte se ha visto afectado por el cambio de paradigma tecnológico?
Una aproximación sencilla a la relación del capitalismo con la tecnología es que el primero utiliza constantemente la segunda para intensificar su asalto sobre lo compartido. De ahí la necesidad de intentar encontrar constantemente formas de usar las mismas estructuras y modalidades de este asalto del capitalismo para intentar construir nuevas modalidades de escape. Debido a la ubicuidad de Internet, aquellos de nosotros que estamos preocupados por compartir en lugar de poseer tenemos que hallar la manera de utilizar Internet, para defendernos de Internet. Esto es, obviamente una situación difícil, pero es en la que nos encontramos. Y de alguna forma, tenemos que encontrar la manera de mantener ese secreto compartido. A pesar de que, al menos para mí, Internet es sobre todo un espacio de vigilancia extrema y de acceso agresivo a nuestro secreto, que ha abierto el capital.
Sin embargo, parece complicado abstraerse o salirse del sistema sin caer en el eremitismo o el aislamiento.
Es algo que he aprendido y sobre lo que he intentado reflexionar con mi amigo y colega Stefano Harney en los escritos que hemos hecho juntos. Pero, de nuevo, es una contradicción, y, de nuevo, no creo que sea nuestra tarea resolver esta contradicción, tratar de hacerla más aceptable para nosotros mismos y para nuestros deseos, porque eso significaría comprometernos, a nosotros y a nuestros deseos. Considero que tenemos que mantener el carácter absoluto de nuestro compromiso con el uso compartido, y para ello, tenemos que exacerbar y aumentar y profundizar estas contradicciones en lugar de tratar de resolverlas. Así que nuestra relación con Internet, tal y como está construida, es algo así como lo que podría haber sido la relación con los trabajadores de una fábrica o de una plantación. Es decir, que estamos obligados a estar en la plantación, retenidos en ella, de igual modo que estamos retenidos en Internet. Se ha dado el caso de que no podemos vivir sin ella o es muy difícil hacerlo. Una persona esclavizada en Mississippi o en Cuba o en Colombia en 1837 trabajaba dentro de un sistema brutal y, en cierto sentido, para él. Pero también trabajaban constantemente para abolirlo, para destruirlo. Y ésta es la posición en la que creo que nos encontramos ahora con respecto a estas instituciones básicas de la modernidad, una de las cuales es Internet tal y como está construida ahora. Aunque ni siquiera quiero decir «construida», porque no sé si hay alguna construcción alternativa de internet que sería buena o mejor. Y no sólo eso: no sé si los fundamentos científicos de Internet, de la cibernética, de la tecnología informática, de la Inteligencia Artificial... son redimibles. Mi tendencia general es creer que, de hecho, no lo son.
Si no son salvables, ¿sólo cabe rendirse ante estos fenómenos?
La pregunta sería más bien: ¿Existen modalidades alternativas de comunicabilidad que podamos imaginar fuera de ese marco y que nos permitan estar juntos, incluso cuando estamos separados? Yo considero que sí, que las hay, tanto históricas como las que podemos imaginar para nuestro presente. Internet no es la única modalidad, pero es la condición que se nos ha impuesto y dentro de la cual ahora vivimos. Así que ahora se nos pide que hagamos lo mismo que siempre han tenido que hacer los oprimidos, que es luchar contra las condiciones de su opresión, intentar destruir y desmantelar las condiciones en las que viven.
Como una revuelta en una plantación.
Mi experiencia de Internet es que lo vivo como algo opresivo. Y trato de averiguar cómo utilizarla con el fin de disminuir esa opresión. ¿Y si resulta que, hay un término que algunos antropólogos y ecologistas utilizan para describir la condición moderna, y que es la escena plantacional? Una variación del Antropoceno o el Capitaloceno. ¿Y si resulta que Internet no es más que otra modalidad de vida dentro de la escena plantacional? ¿Y si resulta que internet surge de una especie de estructura plantacional y de un conjunto plantacional de ideas, actividades y prácticas?
¿Qué lugar ocupa la crítica de arte en este panorama?
La crítica es un elemento fundamental de la práctica social, sensual o socio-estética. Y resultan interesantes sus interacciones. Uso el término interacción como la pensadora y física Karen Barad: equilibrio entre reunión y dispersión. Esto implica la idea de contacto, que se contrapone a la de 'networking', una distinción formulada por otro gran escritor estadounidense: Samuel R. Delany. En ese sentido, la crítica es una cuestión de contacto, de tacto, de sentir. Algo que el 'networking' trata de simular. Es mi manera de decir que no creo que la crítica artística haya mejorado por Internet, sino que probablemente ha empeorado en la medida en que Internet es principalmente un espacio de 'networking' en lugar de contacto.
Hablemos de las recientes elecciones en su país.
La última elección fue la primera elección. ¿Cuándo fue la última elección? ¿2024? ¿2008? ¿1798? No lo sé, es una forma de esquivar esta cuestión. Lo que siempre hemos tenido en la política estadounidense es esta continua oscilación entre fascismo y liberalismo. Y no son opuestos, sino muy cercanos el uno al otro. Y cada uno es la condición de posibilidad del otro. Esa oscilación es la atmósfera general dentro de la cual la política estadounidense continúa emergiendo y renovándose, como una fuerza para el mal en el mundo.
¿Significa eso una equidistancia entre las propuestas de Trump y Harris?
Si vas a pedirle a alguien que se explaye poética, política o científicamente sobre la diferencia entre Donald Trump y Kamala Harris, probablemente deberás recurrir a alguien que no sea yo. No soy muy bueno discerniendo esas diferencias y no estoy tan interesado en ellas. Es verdad que, debido a la brutalidad con la que se han tratado históricamente a las mujeres de color en los Estados Unidos, había una parte de mí susceptible a una especie de conexión emocional y sentimental con Kamala Harris, a pesar de que ella es un miembro de pleno derecho de una estructura de establishment que es en sí brutal. Así que lo único que diría es que nunca querría que le pasara nada malo. De hecho, ni siquiera quiero que se sienta mal o decepcionada por haber perdido. De la misma manera, si alguien me pidiera que pintara un cuadro de odio, repugnancia e inmoralidad, simplemente le mostraría una foto de Donald Trump. Pero la realidad social en los Estados Unidos en estas elecciones es mucho más complicada que la diferencia entre estos dos candidatos, que para mí es algo sin importancia. Lo importante es cómo renovamos y perfeccionamos continuamente nuestras prácticas de compartir.
Aunque subraye la importancia del cómo, siempre está ahí la pregunta de Lenin: ¿Qué hacer?
Lo que hay que hacer hoy es lo mismo que había que hacer hace un mes o dos o tres. Y tiene que ver con este proyecto en curso de abolición. Que aquellos de nosotros que estamos oprimidos en este mundo compartimos una responsabilidad ética de luchar contra esa opresión. Reconocerlo, entenderlo, nombrarlo, resistirlo y combatirlo, con toda nuestra energía. Ante la famosa y hermosa pregunta de Lenin sobre lo que hay que hacer, tiendo a querer usar una variación de ella en la lengua vernácula en la que me crie: "¿Qué coño estamos haciendo?". Y es una cuestión que deberíamos hacer constantemente: "¿En qué andamos? ¿Y cómo podemos hacerlo mejor?».