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Teatro

Manuela Velasco: "Busco lo opuesto al emoticono"

La actriz protagoniza ‘El sillón K’, la sorprendente historia de Carmen Conde, primera mujer académica de la RAE, y de su relación con una escritora muerta.

La actriz Manuela Velasco, en el Teatro de la Abadía.
La actriz Manuela Velasco, en el Teatro de la Abadía.
Actualizado

Katherine Mansfield murió de tuberculosis en 1924, a los 34 años. Poeta y cuentista, la autora neozelandesa frecuentó a Virginia Woolf y D.H. Lawrence, y mantuvo turbulentas relaciones lésbicas con mujeres maoríes y europeas. Una década después de su fallecimiento, la escritora española Carmen Conde (Cartagena, 1907 - Majadahonda, 1996), comenzó una correspondencia unidireccional con Mansfield. Un diálogo entre la vida y la muerte en el que Conde reflexionó también sobre su propia faceta de poeta. Su adhesión a la causa republicana durante la Guerra Civil oscureció su figura en la dictadura franquista, para ser luego recuperada y convertirse, en 1978, en la primera mujer en entrar en la Real Academia Española (RAE).

La azarosa peripecia vital de Conde daría para un curioso 'biopic'. Sin embargo, Paula Paz ha querido adentrarse en la relación poética con su amiga muerta en 'El sillón K. Cartas desde el olvido: Carmen Conde y Katherine Mansfield', un montaje que llega al Teatro de la Abadía de Madrid con Manuela Velasco en el papel de la española y la bailarina Estela Merlos tejiendo coreografías sobre los textos de la autora neozelandesa. «Era importante no hacer una biografía pasando por las etapas vitales de Carmen Conde o de Katherine Mansfield, sino que, a través de su palabra, poder sumergir al espectador en su poesía, en su pensamiento», dice Paz.

Todo ello en un espacio de narrativa no lineal y abstracta. «Un caleidoscopio de vicisitudes principalmente creativas, pero que también nos abren puertas a momentos vitales fundamentales de la vida de ambas autoras», sostiene Paz, mientras que Velasco, conocida por su larga trayectoria en televisión ('Del 40 al 1') y por sonados éxitos cinematográficos ('REC'), dice haber encontrado en Carmen Conde una figura en la que reconocerse.

¿Que es lo que más destacaría de encarnar a una figura como Carmen Conde?
Aprender a expresarte así y que parezca que hablas así. Porque piensas así, porque te coges a una interlocutora tan fascinante como Katherine Mansfield, una interlocutora que necesitas, porque en tu Cartagena no hay nadie que piense, sienta y capte la vida como tú. No hay nadie con quien puedas elaborar pensamiento para formarte. Entonces eliges a una mujer que ya murió, pero que encuentras en sus cartas y en sus diarios que su manera de pensar y de elaborar algo que puede parecerse a tu sentir. Y tú, que no tienes formación, porque eres una mujer en esa España, decides formar tu pensamiento, articularlo con esta interlocutora que atraviesa mundos. Eso ha sido lo más difícil: Llegar a poder tener a mano toda la riqueza y hondura de pensamiento y de verbo de Carmen, para poder expresarme naturalmente, como si yo hablara así. Y hacerlo accesible es un reto muy difícil, pero maravilloso.
¿Qué aporta esta función?
Puede sonar arrogante , pero estoy tranquila con esta obra, porque más allá de que guste o no guste, estamos haciendo servicio público, estamos haciendo un bien al ser humano. Ya no sólo por las palabras, sino también por los asuntos de los que hablan.
Conde también se relacionó literariamente con Emily Brontë.
Decía: «Os conozco perfectamente, ni siquiera es preciso que desee haberos conocido. Os tengo en vuestras cartas y en vuestros libros». Ella cogía las preguntas de los epistolarios que se hacían entre ellas y con otros interlocutores y se las hacía a sí misma. Y esta cosa de hacernos preguntas y contestarnos es lo primero que tienes que hacer como actriz.
El responsable de la Abadía, Juan Mayorga, ha repetido que uno de sus objetivos es recuperar a las autoras silenciadas a lo largo de la historia.
Definitivamente, hay un silencio histórico, donde se da una oscuridad en la que hay que poner luz. Un mundo que fue completamente aniquilado y enterrado en la guerra y en la posguerra. Carmen Conde, que fue perseguida, fue de las que no se marchó, algo que luego se lo echaron muy en cara. Y estuvo durante muchos años en un exilio interior, sin poder publicar con su nombre, porque tenía una orden de búsqueda y captura. María Teresa León, que sí se exilió, decía que los niños que nacían en ese momento las tenían a ellas, que habían sabido lo que fue la República para las mujeres, pero que si ellas se callaban cuando esos niños crecieran, ya no iban a tener el referente de alguien que supiera lo que las mujeres habían podido ser; iban a crecer con ese lugar al que se recluyó a la mujer en la dictadura: en su casa, y atendiendo a la familia.
¿Usted lo ha percibido así?
¿Quién nos ha contado la historia? ¿Quién nos ha contado la generación del 27? ¿Por qué en mi generación, que soy del 75, no han aparecido estas escritoras? Yo tengo la antología poética de la generación del 27, de Cátedra, y no hay ninguna mujer. Y cuando Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez y Jorge Guillén hicieron sus selecciones, estaban ellas. Cuando señalaban a los elegidos, a los que estaban escribiendo bien, a los que había que seguir, Carmen estaba. ¿Qué pasó luego?
¿Qué diría que enseña ‘El sillón K’?
Que nadie espere un espectáculo didáctico. Como David Lynch murió hace poco y he estado revisitándole y viendo entrevistas, me gustó mucho escucharle decir una cosa, que es que si esperamos entenderlo todo a través de la razón, nos estamos perdiendo en un amplísimo universo de conocimientos y de estímulos. Así, siento que este espectáculo no apela ni a la historia, ni a la razón, ni a la aventura, ni a la biografía. La gente va a sentirse traspasada, apelada por la poesía, la danza, la música. Y se les quedarán frases, ideas, emociones, sensaciones.
¿En qué momento se encuentra ahora su carrera?
Me siento muy afortunada porque en los últimos años voy teniendo oportunidad de contar historias que quiero contar, y acercarme a estos autores, personajes y escrituras. También he de decir que en teatro he dicho que no a bastantes cosas, porque para mí el teatro es un compromiso total, y si te comprometes con una historia banal, vas a tener que convivir con ella durante muchos meses. Eso acaba pasando factura, para mí es doloroso y no quiero.
Deduzco que el universo de Carmen Conde no tiene nada que ver con esto que acaba de mencionar.
Una cosa preciosa que Carmen hace en su discurso es traer a estas grandes escritoras ya desaparecidas, que no fueron admitidas en la Academia y que tenían que haber estado. Entre ellas, por supuesto, va por delante Rosalía de Castro. Y la cita : «No sé qué ando buscando ni por dónde, pero es algo que todavía no he encontrado y por eso sigo escribiendo». Esto le pasaba a Carmen y esto me pasa a mí como intérprete. Es una fascinación inmensa por el ser humano, por su estar en la vida, por relacionarse con otros seres humanos y contarse, entender la vida, la muerte, las relaciones. Ésas son las historias que ando queriendo contar. La oportunidad de hacer Albee, los acercamientos que he tenido también a la poesía mística, ahora con Carmen Conde… Cosas que tienen que ver con la complejidad del ser humano.