Roma es una caniche de tres años y medio que recibe al invitado con una pelota de goma en la boca. Tras depositarla cuidadosamente en el suelo, el visitante entiende que hay que lanzársela para que corra tras ella, la entregue otra vez y vuelta a empezar. Hay momentos en que la conversación con su dueña, La Bien Querida, desatiende momentáneamente el juego. Entonces Roma gruñe levemente, un toque de atención que devuelve la escena a una cotidianidad alejada de los rituales promocionales del lanzamiento de un disco.
Afuera llueve en Madrid. Mucho. Así que Roma se tiene que quedar con su dueña en una casa que no es la de siempre. La suya, la que aparece en la portada de 'Romancero' (2009), primer disco de La Bien Querida, está de obras, así que todo tiene un aire extrañamente diferente, pero sin dejar de resultar familiar. Un poco como 'LBQ', el nuevo álbum de la cantante, que publica Sonido Muchacho.
«Éste es un disco un poco de vuelta al 'indie', a los inicios», explica Ana Fernández-Villaverde, nombre real de 'Labienque'. «Los sonidos son más sencillos. De hecho, estamos ensayando ahora y es mucho más fácil que el anterior». «En 'Paprika' (2022)», dice de dicho álbum, «había un intento de hacer esos sonidos latinos y nos costó un montón, no estamos acostumbrados a tocar latineo y salsa».
El retorno a los cauces queda sellado con el título del disco, siglas del nombre artístico de Fernández-Villaverde. La producción vuelve a correr a cargo de David Rodríguez (La Estrella de David, Beef). En cuanto a las influencias, cita a grupos que le han gustado toda la vida, como Magnetic Fields y Pavement. «Pero llevados a mi terreno», puntualiza.
Eso, en lo formal. En cuanto al tono de las letras, La Bien Querida compara LBQ con sus otros seis trabajos y lo define como «un valle tranquilo» tras los picos anteriores. «Es un momento vital. La primera canción, 'Ni bien ni mal', habla un poco de eso, de esa necesidad de introspección cuando hay tanta información que nos está bombardeando todo el tiempo». Un estado de desorientación común a muchos como ella: «A veces me digo: ¿soy yo que me estoy haciendo mayor o es que el mundo se está volviendo un poco loco? Pues las dos cosas. Será que me estoy haciendo mayor y que, por tanto, hay muchas cosas que no entiendo. Y también esta vorágine capitalista y de consumismo hace que sienta un poco de miedo».
«Cada uno se hace cargo de lo que puede», defiende la cantante, «pero hay muchas cosas que nosotros no podemos controlar como individuos, porque nos están manejando las grandes empresas y los bancos. Por mucho que tú quieras reciclar, no está en tus manos ni en la de tus vecinos, ni en la de tu comunidad, que realmente se recicle».
Por ello, «un punto de fuga es precisamente éste, la introspección». También fijarse en la naturaleza y en las cosas sencillas. «En 'Bar Dixie', otra de las canciones de es álbum, hablo de las cosas que me gustan, que son casi todas muy simples. Está bien bajar un poco, pisar tierra y proclamar: pues sí, a mí lo que me encanta es tomarme una cerveza con patatas fritas en una terraza de un bar cutre».
Pero, de nuevo, una nube se atraviesa y deja un chaparrón fuera y una sombra en el discurso: «No hay una escapatoria posible, está todo hecho para que nos enganchemos a la comida, a las redes sociales… para que nos sintamos seres súper infelices. Porque la infelicidad nos lleva a consumir. Si no tenemos eso que nos están ofreciendo todo el rato estemos frustrados, pero luego lo tienes y sigues siendo súper infeliz».
Canciones, descendencia
En 'LBQ' hay una canción de esas de despecho que tan bien le salen a La Bien Querida, igual que a su amigo y socio musical Jota, de Los Planetas. Es 'SOS 'y dice así: «Cuando estés solo y estés viejo,/ cuando te cuelguen los pellejos./ Cuando tu enemigo sea el espejo,/ te torturará que esté tan lejos». Es la única concesión al desamor en una colección de canciones eminentemente enamoradas. «El amor es la medicina más poderosa que hay. Da igual cómo queramos llamarlo: el amor filial, el amor romántico, el amor a tus amistades. Es lo que mueve el mundo», plantea. «Es muy inspirador, muy poético. Se podría hacer un disco, y de hecho los raperos lo hacen, hablando de la economía o de algún otro asunto de la realidad. Pero a mí no me sale. Lo que me saca mi parte más poética es hablar del amor; es una excusa, como poner un disfraz o un escudo».
En un momento dado, Roma se pone alerta. Ha entrado en casa Estrella, hija de la artista. Ella es la protagonista de la canción que cierra 'LBQ', la primera que dedica La Bien Querida a su heredera. «Tampoco me gusta caer en la ñoñería, que es lo que suele pasar cuando una hija es más pequeña», justifica la dilación. «Todavía es una niña, tiene 12 años, pero te das cuenta que está a punto de hacerse mayor. Entonces, era el momento». Por otra parte, estaba la pulsión de hacer una canción para que tuviera de recuerdo. «Me parecía bonito. Hay un montón de canciones de recién nacidos. Pero aquí como referencias, por ejemplo, está la de ABBA, 'Slipping through my fingers', que es una, también habla de ese paso en el que el padre o la madre está notando que se va. O 'Father and son', de Cat Stevens».
«Todas las personas que creamos algo, sea lo que sea, lo hacemos como una forma de trascender», sentencia Fernández-Villaverde. «Puede ser más ambicioso o menos ambicioso, que sea mundialmente conocido o no. Y un hijo es parecido. Hace que entiendas mucho mejor el mundo, el significado de las cosas, el paso del tiempo… y te relaja un poco. Dices: bueno, pues ya está, ya he cumplido».
'LBQ' tiene un tono hogareño, de refugio, en tiempos masivos. «Ahora cualquier grupo toca en el Wizink [Movistar Arena, desde su reciente cambio de nombre]. Pero a mí no me pone los pelos de punta nadie que toque ahí, porque no me llega. Hay también muchos postureos: ahora si vendes mucho y llenas recintos enormes, ya te consideran que eres bueno. Y antes esto no pasaba».
Al principio, recuerda, los festivales eran una cosa de minorías. «Pero luego los promotores y la gente que no le interesa la música se dieron cuenta que ahí había un negocio. Y los festivales ahora están llenos de gente que va a hacerse el 'selfie' para poner en Instagram».
Frente a eso, su apuesta: «Crearte tu burbuja con tu gente y pasar de todo. Lo que piensa la gente de mí y de lo que hago me da exactamente igual. Lo único que me importa es lo que piensa el núcleo duro de mi familia, y mis seis, siete amigos y amigas. Y ya está». Roma pega entonces un miniladrido. Y ella, claro.