Cuando todavía no se ha recorrido un tercio de este apasionante viaje que es El vuelo del hombre, el narrador declara su apego por "las novelas bajo cuyo relato se extiende una red de conexiones fortuitas": p. 123), y a esas alturas -nunca mejor dicho- el lector entregado ya sabe que se encuentra ante una de esas narraciones, aunque de fortuito hay muy poco en el complejo y detallista mapa de tramas con el que nuestro compañero Benjamín G. Rosado (Ávila, 1985), crítico de música clásica desde el comienzo de La Lectura, debuta en la literatura.
El vuelo del hombre
Premio Biblioteca Breve 2025. Seix Barral. 376 páginas. 20,90 ¤ Ebook: 12,99 ¤
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¡Qué ganas tenía yo de leer un libro así! Y qué necesidad de esta literatura tan primitiva y a la vez tan elaborada y cuidadosa, qué hambre de una ficción tan pura, llena de trampillas, de niveles de sentido y de digresiones (no todas necesarias, en absoluto, pero sí interesantes, tanto las históricas y rigurosas como las plenamente inventadas).
Entre Auster y Bolaño
El jurado que ha concedido a esta ópera prima el Premio Biblioteca Breve aludió en su acta, como antecedentes, a "narradores como Auster y Bolaño", pero yo veo mucho menos del chileno que del estadounidense en esta novela, y no sólo porque buena parte de sus páginas transcurra en Nueva York, sino porque la filosofía literaria austeriana llega a comparecer de un modo sutil, en la propia pulpa de la historia contada, pero que a la vez se llega a hacer explícito: "A veces en el azar se adivina un propósito" (p. 257).
Sea como sea, Chile también es un lugar fundamental en la novela, y de las lecturas de Bolaño le ha podido quedar a Rosado esa trabazón de los diferentes argumentos, que a veces se abandonan para ser rescatados de un modo brillante cuando probablemente el lector ya los había archivado en un olvido que aquí sólo puede ser provisional.
Lo que se cuenta con sorprendente magisterio en El vuelo del hombre es la historia de un éxito ambiguo, concretamente la admiración mundial que provoca la publicación de la primera novela de Diego Marín, un veinteañero español desconocido que enseguida se refugia en Nueva York para asimilar lo que ha ocurrido y tratar de prolongarlo con nuevos libros que, como se irá comprobando, difícilmente podrían llegar, para desesperación de sus impacientes y codiciosos editores.
El sentido de la vida
Todo parecía que iba a derivar hacia las consecuencias sociales y personales de esa novela, pero poco a poco el punto de vista va retrocediendo y el foco se pone en las causas de la existencia de ese libro, en un juego deliberadamente confuso de imposturas, atribuciones, malentendidos y casualidades que, a su vez, provocarán nuevos sucesos definitivos en las vidas de muchos de los implicados, y, una vez más, sucesos que no afectan tanto al presente o al futuro como al pasado, tanto al individual como al colectivo. Al de los personajes, sí, pero acaso también al pasado de la especie, y que tiene que ver con el lenguaje, la mentira, la fabulación, la supervivencia y, en fin, el sentido de la vida.
Hay algunos momentos algo peliculeros y no faltan los personajes, digamos, rituales (el viejo profesor sabio y retirado, el hacker oportuno, las mujeres fascinantes, el millonario caprichoso que tiene una oferta que proponer...), así como hay pequeñas objeciones que hacer a la verosimilitud de algunos minúsculos detalles, o errores de sentido aún más diminutos ("Había quedado en recogerla para dar un improvisado paseo"...), pero El vuelo del hombre supone una lectura plenamente gozosa, y una de esas lecturas que implican e imponen una inmersión. Quien se apunte a este viaje saldrá convencido, y quizá conmocionado.