Antonio García-Rayo (Daimiel, 1949) ha dedicado su vida al periodismo cinematográfico. Y, por el camino, ha conseguido reunir una de las colecciones fílmicas más importantes del mundo. Su historia es un viaje a través del séptimo arte, de los rodajes de los grandes maestros italianos, como Visconti o Vittorio de Sica, de cientos de horas de entrevistas grabadas a directores como Berlanga, Borau, Spielberg o Buñuel, que le regaló su garrota para que le sirviera de báculo algún día. "Había venido para el homenaje que la democracia le hizo en el 76", recuerda García-Rayo, que fundó su primer cineclub en el colegio Campano de Cádiz, donde estudió el Bachillerato Superior. Allí proyectaban títulos como El acorazado Potemkin, y a lo largo de su vida crearía más de cien de estos cineclubs, llevando también el séptimo arte a las calles.
Como cuando en San Sebastián de los Reyes, donde reside, puso en una de plaza King Kong gracias al proyector de 16 milímetros que le había prestado un distribuidor. "Pensé que iría poca gente, y al final tuvimos que dar tres pases seguidos. Unas mil personas viendo una película de 1931", dice quien fue amigo en Italia de Rafael Alberti o de Jorge Guillén. Y es que fue en Roma fue donde este cinéfilo empedernido cursó sus estudios de Periodismo.
Empezó la carrera de Políticas y Económicas en Madrid, pero pronto descubrió que eso no le llenaba, así que aceptó el ofrecimiento que le hicieron dos frailes que habían abandonado su congregación para irse a vivir a Roma. Allí empezó a trabajar como camillero en un hospital del Vaticano, actividad que más tarde dejó para matricularse en Periodismo y escribir en la agencia Efe, en el periódico Lanza de Ciudad Real como corresponsal y también en L' Osservatore Romano.
En todos esos medios hacía reportajes y entrevistas de índole política y social, hasta que un buen día tuvo una revelación. Le surgió la oportunidad de acudir al rodaje de Luis II de Baviera, una película de Luchino Visconti. "Nos dejaban ver una escena como si se estuviera rodando. La que me tocó era esa en la que sus protagonistas, Helmut Berger y Romy Schneider, bajan por unas escaleras". Quedó tan impresionado que desde ese momento decide dedicarse en exclusiva al cine, y cuando se dio cuenta de que sus reportajes se vendían más rápido si los acompañaba de imágenes, inició también su faceta como coleccionista. "Me parecía fundamental ir guardando todo, algo que no se hacía normalmente», dice quien hoy en día atesora unos 14.000 carteles de películas. "Y habrá otro 40% que todavía está en campus mortis, sin clasificar".
Su archivo incluye unos 28.000 pressbooks y una increíble cantidad de filminas, fotogramas, catálogos, revistas, discos, dibujos originales, y un sinfín de material relacionado con el cine. Su colección es tan ingente que en 1999 lanzó al mercado una revista trimestral donde se pudo ver una pequeña parte, AGR Coleccionistas de Cine, cuyo fin era difundir un pedacito de ese legado entre el público. "Estaba editando una revista, Tercer Mercado Vídeo, y decidí invertir sus ganancias ahí, aunque no obtuviese ningún beneficio".
Grandes nombres como Carlos Saura, Vittorio Storaro, Berlanga, Assumpta Serna, Aurora Bautista, Martín Patino o José Luis López Vázquez, por citar algunos, escribieron en la publicación. Además, este periodista se atrevió a rizar el rizo y encargó a grandes artistas la reinterpretación de carteles de cine. "Por ejemplo, le pedí a José Hernández que me pintara toda la obra de Buñuel, a Eduardo Arroyo que hiciese lo mismo con películas donde Madrid fuera protagonista, o que cartelistas cubanos me hicieran hasta 500 obras".
Incansable, García-Rayo prosigue su ardua labor de difusión cultural en la Web-Archivo AGR, un blog que hace las veces de plataforma donde el periodista sigue volcando parte de su colección y escribiendo artículos que son una delicia para cualquier amante del cine.