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Carne de cañón

Lo de Íñigo Errejón entre mujeres de derechas

Los testimonios de mujeres y una denuncia han sentenciado la muerte civil del político progresista. La mayoría cuenta que le admiraba pero... En la derecha no existe el fenómeno groupie.

Lo de Íñigo Errejón entre mujeres de derechas
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[Advertencia: Papá, no sigas leyendo]. La primera vez (quizás apócrifa) de El Pescadilla y Lola Flores:

-Lola, te la voy a meter por donde nadie te la ha metido.

-Pues como no sea en el bolso.

Una amiga tras su noche de bodas. Se había reservado para ese que llamaba «el hombre de mi vida». (La mezcla del estilo directo e indirecto es intencionada).

-A mí creo que lo de la cama no me va a gustar. No sabes lo que me ha dolido.

Y después le debió de gustar porque ha tenido seis hijos...

Pregunto a una amiga de eso que llaman derechas sobre el tema. «¿El caso Errejón? Lo de Errejón no es ningún caso. Errejón solo es un tipo siniestro en sus posiciones políticas (Venezuela y otras tantas cosas), pero no es un violador. Que te toquen el culo es un horror y una falta de respeto, pero no es una agresión». (Como dice Clara Serra, si todo es agresión nada es agresión). Otra cosa, añadió, es el efecto de las drogas y que sea un farlopero o lo que sea que dicen que es. [Teniendo en cuenta el trato -la trata- que el tráfico de estupefacientes reserva a las mujeres].

Me pregunto -y pregunto- si un metoo como el de Errejón, un caso Errejón, hubiera sido posible entre mujeres de derechas. Mis amigas de izquierdas me responden que no porque a las de derechas no les gusta ser victimizadas, que es un término oscuro. Como si ser víctima fuera una actitud activa.

Es verdad que todas las mujeres viven episodios desagradables. Desde jefes que te ponen vídeos inapropiados de una señora masturbándose con una lavadora (las vibraciones) a insinuaciones más o menos torpes de «tíos» (así les llamas desde niña) que podrían ser tu padre. Una vez que me asaltó un político en un taxi le tuve que arrear un sopapo. A la mañana siguiente se lo conté a otra periodista y me dijo que por qué no me había dejado, que me habría venido bien como fuente. Lo cierto es que ninguno de los casos (supongo que soy una afortunada) me habría impulsado a escribir un tuit con su nombre o delatarlo públicamente; bastaba contarle a quien quisiera escuchar que el tío, un pobre hombre con ínfulas (lo que son la mayoría de los políticos), era un baboso y que ojito con dejarse acompañar por él.

La relación que cada una tiene con el sexo es diferente. La línea del consentimiento es fina. Propasarse o no, ser un indeseable, es una cuestión de educación que por lo general nada tiene que ver ni con el dinero, ni con la cultura.

No es extraño (aunque no sea lo ideal) acostarse con alguien aunque no te apetezca. Porque vas colocada, por educación, porque te ha acompañado a casa y pobre... Por pena, por pesado, porque te da apuro decir que no (aunque tengas todas las cartas para hacerlo), porque te interesaba...

Otro de los motivos por los que en la derecha no podría existir el caso Errejón es porque el fenómeno groupie solo se da en formaciones de izquierdas. En el PP -por mucho encame que haya entre sus miembros (y miembras)- no existe esa figura que suscita admiración y adhesión incondicionales. Sobre todo porque los aspirantes a macho alfa no se las dan de feministas, sensibles e interesados en cánones de belleza no heteronormativos (basta ver a la denunciante y al resto de las novias de Errejón para que eso quede desmentido. Y eso que en Sumar y Más Madrid hay mujeres trans). Se agradece que los líderes de la derecha traten de llevarte al huerto sin someterte a tabarra alguna. (Que esté casado ya es otro asunto).

Contaban -no sé si es verdad- que Rajoy siempre estaba encantado de recibir a Pablo Iglesias en Moncloa porque hablaba de cosas interesantes (labia tiene) y siempre iba con un montón de chicas guapas.

Se repite a propósito del consentimiento que nadie duda cuando se denuncia que un tipo te ha robado la cartera. ¿Cómo no vas a creer a una mujer que dice que ha sido violada? Sin embargo, el sexo, al contrario que el dinero, sí que se da a desconocidos, como se demuestra en tantas ocasiones.

La derecha no debería creer en justicias paralelas. Para lelas, muchas veces, nosotras.