Se acaban de cumplir dos años de la abrupta irrupción de la Inteligencia Artificial generativa en nuestras vidas y ya se superan los 300 millones de usuarios directos de esta tecnología. Además, se estima que el 80% de las personas, sin ser conscientes de ello, integran la IA en sus quehaceres diarios. La IA, con nombre y apellido, tiene dos años de existencia para el común de los mortales, decenas más para los científicos, pero en los próximos dos nos va a cambiar tanto que no nos vamos a reconocer. Así de rotundo es el mensaje que transmitió la semana pasada el físico Robert Gómez-Reino en una tribuna publicada en este periódico: "Esta será la última Navidad que viviremos con la normalidad que conocemos. En los próximos dos años, la inteligencia artificial seguirá avanzando y modificando nuestra relación con la tecnología, los objetos y hasta con nosotros mismos, moldeando el futuro a un ritmo que apenas comenzamos a comprender".
Estos dos años de presencia machacona de la IA generativa han servido a la gran mayoría para juguetear con ChatGPT, a unos cuanto menos para empezar a sacarle partido y a los tecnólogos para seguir avanzando en su desarrollo, a un ritmo mucho más frenético del que habían calculado. También ha sido tiempo suficiente para demostrar que los gobiernos -y la legislación- van siempre por detrás de la ciencia, y para que se multipliquen los descreídos y los agoreros en la misma proporción que los gurús que, sin tener ni idea, ya saben lo que está pasando y lo que va a pasar. Basta recorrer su trayectoria académica y profesional para saber que no es este el caso del doctor Gómez-Reino. Sus predicciones están documentadas y, en un mundo que aún nos parece tan irreal, son realistas. Menciona tres áreas clave, la medicina, la educación o la creación artística, que no son ahora lo que eran hace dos años ni van a ser lo que son ahora dentro de dos. Avances vertiginosos que van a condicionar nuestras vidas en estas materias y en muchos más. La cuestión es si vamos a entender esos cambios para poder aprovecharlos. No hay tregua. Poco después de la aparición de ChatGPT, un millar de expertos y ejecutivos de la industria tecnológica firmaron una carta en la que pedían pausar seis meses el desarrollo de la IA para frenar una carrera sin control que podía ser una amenaza para la humanidad. ¿Qué fue de ese medio año sabático?
Lejos de esa moratoria en la que nadie creyó, lo que hay es una carrera para dominar cuanto antes la poderosa herramienta. Hay datos incontestables. Los inversores están inyectando miles de millones de dólares a las startups del sector para que desarrollen sus proyectos. El 50% de las grandes empresas ya están utilizando la IA. OpenAI se va a asociar con Apple para crecer hasta los mil millones de usuarios de ChatGPT. El debate ya no es sobre las inteligencias, es sobre cómo la humana va a convivir con la artificial.