La confianza a los diputados del Congreso se les pide cuando el presidente se siente débil, cuando percibe que ya no tiene los mismos apoyos que le permitieron salir elegido y necesita que los que le votaron reafirmen ese respaldo que le dieron para formar gobierno. Visto así, es impensable que Pedro Sánchez se someta en estos momentos al examen de los que, hace poco más de un año, le dejaron seguir en Moncloa. porque muchos de los caramelos que les repartió aún siguen en su envoltorio.
Más de cuatro meses necesitó el presidente para que salieran las cuentas después de que unas elecciones apresuradas y estivales dejaran una Cámara de aritmética explosiva. Pasado el trámite de la inofensiva sesión de investidura de Feijóo, Sánchez renovó sus promesas a los partidos que ya le habían apoyado en la anterior legislatura. Pero esta vez necesitaba el apoyo de Puigdemont. Negoció con el prófugo y le preparó una amnistía a la carta que, de momento, la Justicia le impide disfrutar. De ahí para abajo, además de las desgraciadamente cumplidas, se han ido acumulando las promesas incumplidas, o cumplidas a medias. Ante eso, mejor no preguntar, no vaya a ser que...
Porque, a saber, repasando los periódicos de los últimos días, esta es la confianza que tienen en Sánchez sus compañeros de viaje; Míriam Nogueras, trasunto de Puigdemont en el Congreso, se pregunta en entrevista a este diario si alguno de sus socios se puede seguir fiando de él y afirma que no quiere ni oír hablar de presupuestos hasta que se ponga al día con sus promesas. Anuncia que Junts no va a dar estabilidad al Gobierno, pero deja una rendija a la esperanza: "Como siempre hace lo contrario de lo que dice..." También este fin de semana, Oriol Junqueras, que ha recuperado la presidencia de ERC, anuncia un cambio en sus relaciones con el PSOE, al que sostiene en Madrid y en Cataluña: "Ya no habrá nuevos acuerdos con quien no cumple los acuerdos establecidos". Podemos, escindido de lo que queda de Sumar y subido al caballo del impuesto a las energéticas, tampoco quiere oír hablar de cuentas si no las saldan primero con la gran empresa. El PNV, con su gota a gota, lanza advertencias mientras el lehendakari Pradales sólo puede reservarse su opinión ante la pregunta de si Sánchez es fiable. Bildu, como sus paisanos, ya ha aprendido a pescar en río revuelto y está para lo que haga falta, Coalición Canaria espera soluciones para la crisis migratoria y el BNG, alejado del poder en Galicia, sólo puede estar a las pequeñas cosas.
Ante este panorama, la moción de confianza de Puigdemont es otro brindis al sol. A Sánchez ya no le basta con la estrategia del miedo a Vox y al PP; sus socios le piden que ejecute ya todas las fianzas que comprometió para que le otorgaran su confianza. No se fían de él, y él tampoco de ellos. Y sabe que, para volver a echar cuentas, hay que pasar por las urnas. Su colega Olaf Scholz, con todas las de perder, lo ha hecho en Alemania.