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Considerando en frío

Franco contra la Cofradía del Santo Coágulo

No solo de pan vive hoy el progresista sino sobre todo de memoria histórica: uno llega mejor a fin de mes el día que descubre que se ha bajado en la estación Chamartín-Flebitis, por ejemplo

Franco contra la Cofradía del Santo Coágulo
EL MUNDO
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Mañana quedará oficialmente inaugurado el año que el Gobierno consagra a la flebitis, la heroica dolencia que mató en la cama al general Franco. Se espera un centenar de fastos de reconocimiento al trombo que coaguló definitivamente la sangre del dictador. Otros pueblos europeos celebran revoluciones: el nuestro como mucho celebra inflamaciones.

Hay personas de izquierdas a las que esto de homenajear coágulos les parece mal: les abochorna que una trombosis venosa tuviera que hacer el trabajo que no supo hacer la izquierda cuando tocaba. Pero los izquierdistas que piensan así pertenecen a un orden ideológico ya extinto, uno que presuponía el valor en su compromiso y la lógica en su militancia; de la mano de Pedro, que contaba tres tiernos abriles cuando se certificó aquella gesta cardiovascular, la izquierda española ha sabido evolucionar hacia posiciones menos apegadas a la vergüenza. Los escasos elementos del antifranquismo real que pagaron con cárcel su idealismo apenas provocan cabeceos de condescendencia en el PSOE de 2025, más cerca del BOE que del maquis. A los comunistas partidarios de la reconciliación nacional, el sanchismo-podemismo los reputa ya un hatajo de traidores.

Ignoro si al funcionario privado de Muface o al contribuyente asfixiado por la cuesta fiscal de enero le consolará el ambicioso programa de la Cofradía del Santo Coágulo. Pero si es de izquierdas debería encontrar consuelo, porque no solo de pan vive hoy el progresista sino sobre todo de memoria histórica. Uno llega mejor a fin de mes el día que descubre que se ha bajado en la estación Chamartín-Flebitis, por ejemplo, y don Puente nos va a decepcionar si no renombra ya mismo esa playa de vías con arreglo a los nuevos códigos del heroísmo gubernamental.

Sabemos que del antifranquismo Pedro añora sobre todo el franquismo, porque la dictadura facilitaba mucho el relato y engrasaba la alianza con los nacionalistas, que no pasa por su mejor momento. Pero como del franquismo se ocupó una enfermedad, tiene todo el sentido incorporarla a la mayoría de progreso. Si la trombloflebitis fuera un partido, Marichús Montero ya estaría negociando con ella una cesión de competencias para que pudiera extenderse sin trabas por el cuerpo del Estado.

Creo que Pedro acierta conmemorando el año flebítico. Ahora que vivimos en patocracia, régimen que recela de la salud mental, nada más pertinente que llevar flores a una obstrucción de venas acaecida en 1975 por no honrar el abrazo entre diferentes de 1978.