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Considerando en frío

Cómo salvar al paracaidista López

Por la inverosimilitud de la gesta que se les exige, es lícito pensar que Pedro no eligió a López y a Maroto para la gloria sino para el castigo. Algo hicieron ambos que irritó al césar

Cómo salvar al paracaidista López
ÁNGEL NAVARRETEEL MUNDO
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Madrid es un cementerio de paracaidistas del PSOE, un Arlington bufo de patriotas de partido derrotados sistemáticamente por el voto de los madrileños. De Trini y Sebastián a Simancas y Pepu, el camposanto socialista lleva décadas creciendo, recibiendo cuerpos desmadejados de reclutas de última hora enviados a morir contra el liberalismo hegemónico en la región. Como Lobato no era un paracaidista, lo ejecutó directamente Ferraz. Y no parece que López (a pesar de ese chaleco de explorador en tierra hostil que se calzó el día de su bautizo) vaya a ser capaz de sobrevivir allí donde cayeron los sucesivos soldados de Zapatero y Pedro. Que un referente de la Movida como Leguina ostente la condición de último presidente socialista retrata la sostenida impotencia de la izquierda madrileña. Para colmo se les hace ayusista.

Por eso, por la inverosimilitud de la gesta que se les exige, es lícito pensar que Pedro no eligió a López y a Maroto para la gloria sino para el castigo. Algo hicieron ambos que irritó al césar, y podemos imaginar qué. Maroto, aparte de ofrendar su inolvidable posado con navajita frente al Congreso a la historia universal del ridículo, dialogó con Aldama mucho más allá de lo aconsejable. Y del gabinete de López partió la genial operación a pachas con la Fiscalía que terminó con Lobato ante notario y con García Ortiz a punto de banquillo. Pedro no es escrupuloso con los procedimientos: todos los disculpa si dan resultados. Pero cuando una operación sucia no funciona, y más cuando produce el efecto de un bumerán, un peón infeliz ha de quedar señalado para que la mancha no salpique al capo. Cabe sospechar que López y Maroto cumplen en Madrid penitencia por su ineptitud.

Sabemos que la histeria sanchista contra Ayuso solo ha beneficiado a Ayuso. Sabemos que la táctica de despreciar el liderazgo de Feijóo por la vía de agigantar el de la presidenta madrileña cursa con mayoría absoluta de la segunda, irrelevancia de Vox en la región y estrechamiento de los lazos estratégicos entre Génova y Sol. Sabemos que el resentimiento de la periferia contra el centro que atiza el PSOE («¡dumping fiscal!») empieza a ceder a la resignación, cuando no al elogio, como el de Illa en Fitur. Y sabemos que el antiayusismo, ejercido desde Moncloa contra una autonomía, es otra forma de ayusismo: un tributo inverso que cronifica el juego retórico en el terreno local del adversario. Recuerda a esa obsesión ceñuda del antimadridista que solo delata su incurable madriditis. Cuando parece que va a servir de algo, llega mayo y hay que volver a blindar la Cibeles.