La derecha española está algo tristona porque, como reconocemos muchos, habría votado a Trump si hubiéramos sido estadounidenses. Motivos no faltaban. Sin embargo, a la derecha no le cuesta hacer autocrítica y se duele por las actitudes matonescas deTrump, como también se dolía por los casos de corrupción que no hace mucho abrían telediarios y que han quedado en agua de borrajas.
Pero la autocrítica debe de ser una característica de la derecha no nacionalista. Por ejemplo: el PNV justificó en su día que votaba a favor de la moción de censura que hizo caer a Rajoy por «la gravedad de la sentencia del caso Gürtel». Más o menos, que la corrupción era insoportable (pese a que posteriormente la citada sentencia se rectificó). Sin embargo, los peneuvistas están muy calladitos con los escándalos de Ábalos. Joé (perdonen), que el que presentó la moción de censura de 2018 colocó a una prostituta de catálogo en dos empresas públicas y un comisionista le pagó el piso para que estuviera disponible para el ministro y se la pudiera llevar de viaje.
Con el PNV regocija comprobar que, desde que echaron a Rajoy, han perdido votos, están divididos y votan cosas con las que su electorado tradicional está en desacuerdo. Como la izquierda, han interiorizado el relato: Ábalos es una manzana podrida (y ya verán el cesto cómo está) que ha sido expulsado del PSOE. Otro ejemplo: el simpático Rufián, de cuya celebrada oratoria parlamentaria se descojonó Rajoy el pasado miércoles, tampoco hizo alusión alguna a Jéssica; ni habló de Aldama. Como tampoco hará referencia crítica alguna a las concesiones de Sánchez a Puigdemont en fronteras. Claro, es más problemático el concejal de Festejos que se pinta de negro porque le toca ser Baltasar en la cabalgata. ¿Y Yolanda?
El tablero también sigue inclinado en el resto de la agenda. Se habla del Gobierno autoritario de Putin (nada que objetar), pero, sin embargo, parece que este Gobierno está dispuesto a darse el pico con China, una dictadura que seguramente solo podrá ocultar el descontento de su población con una operación contra Taiwán. [Por no hablar del régimen tiránico de Venezuela, con el negociador Zapatero de paladín].
Me da la sensación de que la autocrítica del votante de izquierdas se quedó como un concepto tramposo de Mao y Stalin.
El único programa de Sánchez es llevar el saquito del dinero (para armas, transición ecológica...) y decir que peor será con Vox.
Es la célebre superioridad moral de la izquierda. Lo mismo meten su famosa ley del embudo en la Constitución.