COLUMNISTAS
Considerando en frío

Melancolía del pedrista sin Pedro

Si tu carrera se agota en un manual de resistencia personalista que lo sacrifica todo al poder, cuando pierdas el poder no te quedará nada. Ni nadie

Melancolía del pedrista sin Pedro
MARISCALEFE
PREMIUM
Actualizado

La imagen de Feijóo junto a Page en una Talavera conmocionada por la histórica crecida del Tajo que ha dejado tuerto al viejo puente ofrece el alivio de la institucionalidad recobrada en estos tiempos de anomalía pedrista. No solo fue una imagen. El jefe de la oposición y el barón socialista también coincidieron en el diagnóstico: un plan de infraestructuras hidráulicas ejecutado a tiempo -el mismo que el dogmatismo ecologista bloqueó en Valencia- ha salvado a los talaveranos de un daño mayor.

Mientras el líder del PP y el presidente de Castilla-La Mancha reaccionaban unidos ante la emergencia presentándose en la zona damnificada, Pedro dedicaba el domingo a culminar la tarea de digitalización de sus candidatos territoriales: el antiguo paladín de la democracia interna frente al aparato ha impuesto a dedo a sus ministros en las baronías. Con esta escuadra pretoriana pretende correr la línea de defensa de su persona más allá de los muros de La Moncloa y más allá de la pérdida del poder. A semejante operación de blindaje dictada por el trauma inextinguible de aquel comité de octubre de 2016 lo ha llamado renovación. Y le habría gustado renovar también a Page, pero la mayoría absoluta protege el derecho de don Emiliano a seguir discrepando sonoramente del arrendatario de Puigdemont.

Un demócrata experimentaría escrúpulos si usara a sus ministros -que deben gobernar para todos- como arietes locales del PP. Pero apelar a la conciencia democrática de Pedro es como confiar en el voto de castidad de Ábalos. Hablemos un idioma que él entienda: todos estos desvelos por dejar atada y bien atada la continuidad del sanchismo son estériles. No le sirvieron a Franco, le van a servir a Pedro. Ni las baronías ocupadas por exministros ni la regencia en Telefónica o Prisa ni los lacayos disfrazados de constitucionalistas que sirven en el chiscón de Cándido sostendrán a la postre su lealtad una vez depuesto el que pagaba (con nuestro dinero). Porque quien paga manda, y quien deja de mandar ya no puede seguir pagando. El liderazgo de Pedro -un político sin legado intelectual o moral- está condenado al presente. Si tu carrera se agota en un manual de resistencia personalista que lo sacrifica todo al poder, cuando pierdas el poder no te quedará nada. Ni nadie.

Por eso Page (o el elegido por Page) tiene más opciones de timonear el futuro del PSOE que cualquier pedrista que hoy aplaude al amo y mañana ha de negarle tres veces. A lo sumo, ese póstumo cambio de opinión será su único tributo al ídolo caído.