José Bretón es uno de los asesinos más abyectos de la historia de España, mató a sus dos hijos pequeños para hacer todo el daño posible a su esposa, Ruth, como acabó confesando sin remordimiento alguno; y se le condenó a prisión permanente revisable, la máxima pena, demasiado mínima, de un ordenamiento jurídico compasivo con los asesinos y cruel con sus víctimas. Pero, como es famoso, ha urdido un plan para seguir machacando a su víctima: que alguien le haga un libro en el que se recree en los detalles de su crimen y siga disfrutando de la humillación de Ruth. Así que llamó aun escriba de Sánchez, que va de Truman Capote y no pasa de Irene Lozano. Este, a espaldas de Ruth, encantado.
La víctima de Bretón, cuyo dolor aprovechan la editorial y el escriba, creyó que también ella tiene derechos, tal vez pensando en la ley que prohíbe el enaltecimiento del terrorismo y la humillación de sus víctimas, y recurrió a la justicia para que prohibiera la circulación del libro. ¡Nunca lo hiciera! La flor y nata del periodismo ha salido en defensa de los derechos de Bretón, que por lo visto incluyen el de humillar continuamente a su víctima y hacer dinero explotando el morbo del asesino. Luego vendrá la serie, y más dinero, y las entrevistas con el escriba, y más fama, y más dinero. Y como era de temer, el juez se ha puesto de perfil, no vayan a decir que está contra esa prensa a la que apena, dice, el dolor de Ruth, mientras defiende a su torturador.
Como en España no hay pena de muerte, y no será porque Breton no la merezca, a lo único que tiene derecho es a pudrirse en la cárcel hasta el último día de su miserable vida. Ni un permiso, ni una humillación a su víctima, ni una excusa en los medios para que disfrute haciendo daño. Algún juez de vigilancia penitenciaria podría acompañarlo, por dar permiso de fin de semana a un pedófilo asesino que lo aprovechó para secuestrar violar y matar a otro niño. Pero los asesinos tienen muy buena prensa, y la excusa mediática de ahondar en la mente del asesino sigue colando. El escriba Luisgé insultaba, por votar a Ayuso, a Trapiello -«imbécil»- y a Savater que, como acababa de morir Sara, su mujer, que según el ventrílocuo sanchista lo embridaba, podía cambiar. Y dice ahora el múrido: «Todos somos Bretón». Lo serás tú. Cobra y calla.