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Steve McCurry, una leyenda de la fotografía: "Las imágenes generadas con IA son como ridículas viñetas de cómic, se viralizan porque hay mucha gente desinformada"

El mito viviente del octavo arte publica 'Capturando el alma', un libro con aroma de testamento y depositario de la diversidad del mundo que coincide con los 40 años transcurridos desde su retrato a la niña Sharbat Gula, el más icónico de la Historia

Steve McCurry, en la Leica Store, frente a su fotografía más famosa.
Steve McCurry, en la Leica Store, frente a su fotografía más famosa.CARLOS GARCÍA POZO
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«En 1984 estuve en Pakistán, a las afueras de Peshawar, en un campo de refugiados afganos. Había miles de tiendas de campaña, y una en particular se utilizaba como escuela para las niñas. Pedí permiso a la profesora para fotografiar a sus alumnas. Enseguida me fijé en Sharbat, que estaba a un lado con unas amigas: parecía tímida, así que no podía acercarme a ella directamente. Estuve un rato haciendo fotos a algunas de sus compañeras y, al final, se sintió intrigada y accedió a que la fotografiara», relata Steve McCurry en su nuevo libro, Capturando el alma (Artika Books). «Una vez que empezamos, sabía que sólo tendría unos minutos para captar su atención: la interacción fue muy rápida, pero la imagen ha dejado una huella impactante y duradera», admite a propósito del retrato más icónico de la Historia.

En otro pasaje del libro, el mito viviente del octavo arte habla de una visita a Henan en 2004: «Correr por las paredes forma parte del entrenamiento de los jóvenes monjes que aprenden artes marciales en uno de los numerosos centros de formación de China. Los fotografié practicando este antiguo arte durante mi proyecto sobre el budismo».

Una década y media después, y saltando de Asia al Caribe, quien está considerado como uno de los nombres estelares de la agencia Magnum anota: «En el corazón de La Habana, Cuba, dos hombres están profundamente absortos en una partida de damas. Están sentados en sillas sencillas, utilizando una mesa improvisada con cajas de madera. Su intensa concentración en el juego contrasta con la actividad a su alrededor. Los transeúntes y curiosos, sin distraerse con aparatos modernos, se relacionan con su entorno y entre sí, poniendo de relieve una forma de vida más lenta y conectada».

Si una civilización alienígena llegase a la Tierra tan ávida de conocimiento sobre los colores, olores y texturas de sus paisajes como de las variopintas emociones y costumbres de la especie dominante que habita en él, tendría dos opciones: recorrer los seis continentes para descubrir todo eso por su cuenta y riesgo... o, directamente, recurrir a la bibliografía de McCurry (Filadelfia, EEUU, 74 años).

Nadie en el último medio siglo ha viajado más que él. No más lejos ni con mayor frecuencia, que también, sino más allá de la idea del mundo como un escenario redundante, previsible u ordinario. Su trayectoria como fotógrafo documental es, de hecho, una celebración de la diversidad que atesora esta canica azul en la que vivimos. ¿El ritual religioso que practica una comunidad de la India remotísima? No le quepa duda: McCurry lo presenció y documentó hace años. ¿El día a día tras el 11-S en una Nueva York en carne viva? McCurry estuvo allí con su Nikon. ¿La invasión soviética de Afganistán o la operación de la ONU contra Irak tras su anexión de Kuwait? McCurry fue reportero gráfico de guerra en una vida anterior y conoció bien aquellos infiernos, que retrató con una sensibilidad insólita frente a lo explícito de las mil maneras que ha encontrado el ser humano para aniquilarse.

Capturando el alma ensancha el abrumador catálogo de imágenes del contador de historias estadounidense con 40 disparos excepcionales reunidos en una presentación de lujo. Se trata de una edición numerada y limitada de 2.998 ejemplares, todos firmados por el artista, y concebida como homenaje a la pequeña refugiada de penetrante mirada verde: se cumplen precisamente ahora cuatro décadas del encuentro de McCurry con Sharbat Gula, la huérfana afgana que conmovió a la humanidad entera desde la portada de National Geographic.

Monjes chinos, en 2004 durante un entrenamiento de artes marciales.
Monjes chinos, en 2004 durante un entrenamiento de artes marciales.STEVE McCURRY

Las 40 instantáneas originales fueron tomadas en 19 países entre 1984 y 2019, han sido seleccionadas personalmente por su autor y van acompañadas por una descripción suya que ayuda a contextualizar la imagen e invita al lector a intimar con su sensibilidad y adentrarse en su percepción del paso del tiempo. «Al reflexionar sobre mi viaje, me asombro ante el poder transformador de la fotografía», explica el explorador. «Es una forma de arte, una especie de meditación poética, que trasciende las barreras del idioma, las divisiones culturales y las limitaciones del tiempo mismo. Y nos sumerge en la belleza y la complejidad de nuestra existencia en este planeta».

La obra se presenta en un estuche que contiene dos volúmenes: el Libro de Arte, con las fotografías y el correspondiente comentario, y el Libro de Estudios, donde la hermana del artista repasa la vida privada del hombre que hay detrás del genio.

McCurry tiene ojos pequeños de un azul translúcido, habla bajito como si no quisiera molestar y saluda con la mano izquierda: la polio le dejó inhábil la derecha cuando era un crío. Sólo con la zurda, como Billy El niño, se las ha apañado para dejar una marca imborrable en la memoria visual contemporánea. Sentado en una salita de la Leica Store (Madrid) y rodeado de una galería de personajes hiptónicos, charla de la obra que considera su testamento.

'Capturando el alma' es una expresión que remite a la superstición de algunas culturas pretecnológicas que creían que cuando un fotógrafo retrataba a alguien no sólo se estaba adueñando de su imagen, sino también de su espíritu. Permítame que le pregunte justo por lo contrario: ¿qué parte del alma de Steve McCurry hay en estas fotografías?
Bueno, yo no interpreto esa expresión en un sentido tan literal... Con ella me refiero a atrapar la esencia de la personalidad de alguien o a entender quién es. Captar un detalle que cuente algo de su vida o su experiencia.
Su trabajo abarca guerras, culturas en peligro de extinción, tradiciones ancestrales y expresiones festivas de la sociedad contemporánea, siempre con un toque humano muy potente. ¿Este tipo de sensibilidad es innato o puede entrenarse?
Desde pequeño he sentido curiosidad por las personas. Hay gente que siente curiosidad por la vida salvaje, por los paisajes o por las naturalezas muertas. A mí siempre me ha atraído la condición humana. Me he vuelto más observador y más sensible con el paso de los años. Pero mi principal motivación desde el principio fue el comportamiento humano y cómo nos relacionamos entre nosotros, con el medio ambiente y con los animales.
¿Cómo ha ido evolucionando este interés?
Conocer otras culturas fue algo fascinante para mí. En la cultura occidental, ya sea en España o en Estados Unidos, el cristianismo tiene un peso importante en las tradiciones y en lo que hacemos y lo que no. Pero en otros países, como en la India, tienen un panteón diferente de dioses, otras formas de ser y hacer, vestimentas distintas... Adentrarse en culturas como éstas puede parecer chocante. Pensemos en ciertas prácticas, como la flagelación. Miramos a los demás y pensamos que son extraños. Eso es algo que debería ser positivo... pero a menudo es todo lo contrario. Nos repelemos cuando deberíamos deleitarnos con nuestras diferencias.
¿Cuál es su truco especial para ganarse la confianza de completos desconocidos?
No lo llamaría truco, suena un poco a manipulación... Hay que tener un interés genuino en las personas y hacer un esfuerzo positivo por querer conocerlas y entenderlas. Creo en la atracción que genera retratar algo especial o único para que perdure. Esa química animal, esa conexión, puede hacer que quieras colaborar conmigo.
En una etapa de su carrera se infiltró en la guerrilla de los muyahidines, fue asaltado y ametrallado en Afganistán, fue detenido en Pakistán, caminó en un campo minado en Irak durante la Guerra del Golfo... ¿En qué confiaba más en esos momentos: en la suerte, en los efectos de la adrenalina o en la inspiración?
Intentaba documentar esos conflictos a toda costa. Realizar coberturas como las que me comenta implica asumir ciertos riesgos. Siempre he intentado ser cuidadoso, pero el riesgo es necesario. Si pienso en el pasado, me diré a mí mismo que entonces era una tontería arriesgar la vida. Pero hay momentos en la vida en los que tenemos diferentes motivaciones. Creo que hacer mi trabajo conlleva riesgos, y así lo acepto. Obviamente, trato de ser cuidadoso. Trabajar en Afganistán es mucho más arriesgado que hacerlo en Filadelfia.
Bandeja de té pasada entre vagones en Peshawar (Pakistán), en 1983.
Bandeja de té pasada entre vagones en Peshawar (Pakistán), en 1983.STEVE McCURRY

Vaya donde vaya, al ganador de la Medalla de Oro Robert Capa le acompañan dos asuntos. Uno es su relación mágico-espiritual con Sharbat Gula, la niña que hoy es mujer; la afgana que hoy vive con dos hijas y un hijo en Italia. McCurry ha ejercido prácticamente de padre y mentor de la refugiada. En 2002, National Geographic le pidió que fuera a buscarla a su país natal. Habían transcurrido 18 años desde que se vieron por primera vez en el campamento de Nasir Bagh. La joven, ya casi treintañera, vivía en las montañas de Tora Bora. No tenía la mirada desafiante de su infancia y en el rostro se reflejaba la vida de dolor y penurias que había llevado. La misma hepatitis C que la dejó viuda casi se la había llevado a la tumba a ella también. Por supuesto, no sabía que era mundialmente famosa. McCurry volvió a retratarla como quien se empeña en rescatar una semilla de un incendio, sólo que con mucho más cariño. Y acudió de nuevo en su rescate en noviembre de 2021, cuando los talibán reconquistaron el poder y Sharbat decidió salir de Afganistán.

¿Qué sabe de ella?
Cuando pidió venir a Europa, le ayudé. Su vida aquí es mucho mejor. Aunque sólo sea por el hecho de que a sus hijas no se le niega la educación, ya es razón suficiente para haberse marchado. De lo contrario, sus hijas ahora estarían en casa sin poder hacer nada. ¿Quieres ser ama de casa, madre trabajadora, profesora de escritura, enfermera, ser jugadora de fútbol? Aquí tienes la opción de desarrollar tu potencial como ser humano. Allí, no. En Afganistán sólo hay una cosa que está permitido: no soñar.
Ya no trabaja para periódicos ni revistas. ¿Lo echa de menos?
No.
¿Por qué?
La vida es corta. Mi intención es seguir viajando y contar el mundo a mi manera, centrarme en lugares y circunstancias que me han resultado interesantes personalmente. Cuando uno trabaja para la prensa escrita, su objetivo es contar. El trabajo de un fotógrafo es cubrir los hechos informativos, no expresar su punto de vista. Se le exigen hechos. Lo envían aquí o allá y le encargan que haga esto o lo otro, tenga o no interés personal en ello. Yo quiero seguir explorando. A veces, ocurren cosas mágicas increíbles que nunca se pueden planear. Por ejemplo, vengo a Madrid y me da por fotografiar grietas en la acera o gente en las terrazas. Si volviera a trabajar para la prensa y les dijera que he hecho unas fotos increíbles de las aceras de Madrid, ¿sabe lo que pasaría? Que me despedirían...
¿Ejercer el fotoperiodismo es menos interesante ahora que antes?
No me considero fotoperiodista, pero creo que es lo mismo hoy que hace 50 años.

El otro asunto que le persigue como una mala sombra es la acusación de manipulación de imágenes presentada contra él en 2016. En concreto, por el uso de programas informáticos de retoque para prolongar un reflejo en el agua o hacer desaparecer a un individuo secundario que afea el posado. Algo absolutamente prohibido en el mundillo, siempre alerta para que los géneros artístico y documental no se entremezclen ni, en consecuencia, confundan al espectador haciendo pasar por realidad lo que no lo es.
La bola de nieve echó a rodar con un artículo de The New York Times titulado Una foto demasiado perfecta, en la que se denunciaba: «Sus fotografías son perfectas y aburridas. Y esa perfección sólo se puede conseguir orquestando la imagen». Después vendría un alud de críticas por el empleo de Photoshop y la revisión exhaustiva de su archivo. Cualquier otro no habría sobrevivido al escrutinio de editores y colegas. Él lo consiguió poniendo distancia con la actualidad y haciendo (algo de) autocrítica.

¿Qué opina de la creación de imágenes a partir de herramientas de inteligencia artificial? ¿Cómo están alterando nuestra percepción, hasta el punto de que una imagen como la del presidente Biden disparando una pistola desde una silla de ruedas está cerca de ser considerada real?
Para estar informado de lo que pasa en el mundo, tienes que acudir a una fuente de noticias fiable: Associated Press, Reuters, la BBC... Esa foto de Biden es tan ridícula como una caricatura.
¿Le inquieta que este tipo de imágenes se viralice?
Hay mucha gente desinformada e ignorante. Si le dicen que los cerdos vuelan, ellos responden: ¿en serio?
A finales de 2020 dijo que la pandemia no nos enseñaría nada. ¿Cómo ve hoy el mundo desde la ventana de su estudio en Filadelfia?
Creo en Estados Unidos estamos haciendo pequeños progresos con o sin Donald Trump. Me refiero al racismo o la atención sanitaria. Estamos muy por detrás de otros países y, aun así, soy optimista.
Criticó a la Administración Trump, porque según usted sólo le interesaba transformar el planeta en un gran centro comercial rodeado de aparcamientos. ¿Le preocupa que Trump regrese a la Casa Blanca?
Sí, no puedo entender cómo tiene apoyos. Algunas personas quieren que vuelva porque esperan pagar menos impuestos. También creo que en ese deseo hay un componente racista y un componente religioso.
¿De dónde saca la energía para seguir viajando por el mundo?
Le he debido de dar varias docenas de vueltas... Es una buena pregunta. En realidad no lo sé. Simplemente del hecho de estar vivo. Estar aquí y tener la experiencia, el tiempo y los recursos para venir a España o dar un paseo por el bosque es asombroso.
¿Hay algún lugar que todavía no conozca y donde tenga interés en ir?
Me encanta Nueva York, pero volvería a Asia. A Birmania, India...
¿Qué tres consejos le daría a un niño que quisiera hacer fotografías por todo el mundo y contar historias con ellas como usted?
Le diría que se preparase para trabajar muy duro, que intentase aprender todo lo posible sobre la fotografía y que tuviera constancia y fuerza. Todo exige trabajo. No hay un camino sencillo.
¿Qué significa para usted hoy la palabra 'belleza'?
Diría que se refiere a una verdad que podemos apreciar en una pieza musical o una obra de arte. Es algo que nos toca muy adentro, que reafirma la vida, que dice algo sobre el significado de la existencia de una manera positiva o que necesitamos. La belleza no es sólo un flor o a un atardecer, también puede serlo un poema oscuro sobre la condición humana.
¿Un fotógrafo puede arrepentirse de haber hecho una fotografía?
Sí, aunque yo nunca he tenido esa sensación.