- La nueva grieta social Por qué las mujeres son cada vez más progres y los hombres cada vez más carcas
Dice que cuando todos a su alrededor eran perros verdes, ella era ya un perro naranja. La rara entre los más raros. La invisible dentro de los invisibles. Si su colectivo fuera la Real Academia de la Lengua, que no es el caso, Arantxa sería la B mayúscula. La persona que añadió por primera vez, a mano y con un rotulador, la sigla que incluía la bisexualidad en el logo de la Federación Estatal -hasta entonces- de lesbianas, gays y transexuales (FELGT). «Fue como celebrar el Mundial de fútbol», cuenta ahora sobre aquel histórico Congreso de 2007. «Éramos un grupo discriminado dentro y fuera del colectivo. Las personas bisexuales no existíamos. Nos decían que teníamos que estar en una acera o en la otra, porque si te quedas en medio, te atropellan los coches».
Arantxa Fernández tiene 47 años y es bisexual. Hasta los 20 sólo tuvo parejas masculinas. A los 20 se enamoró de una mujer por primera vez. «No sabía qué me estaba pasando», explica. «¿Me habré vuelto lesbiana de golpe y no lo sabía? ¿O me he enamorado sólo de esta chica? ¿Por qué pienso a la vez en lo bueno que está este tío de ojos azules...? Lo que me decían entonces es que era una fase y que ya se me pasaría, como si tuviera el sarampión. Hasta que no encontré la palabra bisexual, no encajé mi puzle. Fue como encontrar mi piedra filosofal».
Cuando Arantxa garabateó aquella B por primera vez, los estudios decían que apenas un 5% de la población reconocía haber tenido parejas masculinas y femeninas a lo largo de su vida. Desde entonces, el porcentaje se ha duplicado. Según una investigación reciente publicada por The Journal of Sex Research, que ha analizado la evolución de esta orientación sexual desde 1989, el número de personas que admiten haber tenido relaciones bisexuales se ha multiplicado por tres en las últimas tres décadas. Y la mayor parte de ellas son jóvenes y... son mujeres.
¿Qué ha pasado? ¿Realmente hay más personas bisexuales o sólo ha cambiado el contexto? ¿Por qué las mujeres abanderan la nueva revolución sexual? ¿Qué está ocurriendo con los hombres? ¿Se nos rompió la heterosexualidad de tanto usarla? ¿O somos todos bisexuales y no nos atrevemos a decirlo?
«Personas bisexuales ha habido siempre, desde Alejandro Magno, incluso sin saber que lo eran. Lo que ha pasado ahora es que la gente ha empezado a hablar. Sigue habiendo pocos referentes, pero cada vez hay más información y el mundo se ha ido flexibilizando», celebra Arantxa. «Lo que está diciendo la generación zeta es un pensamiento muy pansexual: me enamoro de la persona y ya no del género».
Según una encuesta de Gallup de este mismo año, el porcentaje de adultos gays, lesbianas, bisexuales, transgénero y queer en Estados Unidos ha alcanzado un máximo histórico del 7,6%, más del doble que en 2012, cuando la consultora estudió por primera la orientación sexual y la identidad transgénero en la sociedad americana. Y el crecimiento siempre apunta al mismo segmento.
«Cada generación tiene aproximadamente el doble de probabilidades que la generación que la precedió de identificarse como LGTBQ+», explicaba Jeffrey M. Jones, editor de Gallup cuando se hicieron públicos los resultados de su sondeo. Su informe dice que sólo el 2% de los baby boomers se identifican hoy como LGBTQ+. El porcentaje sube hasta el 5% entre la generación X, hasta el 10% entre los millennial y se duplica hasta el 20% entre la generación zeta, aquellos con edades comprendidas entre los 18 y los 26 años.
«Nunca hemos surgido de la nada», advierte Paula Iglesias, recién elegida presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+). «Siempre hemos estado ahí, pero los contextos antes eran más hostiles. Ha habido un avance social y eso permite la visibilidad, lo que no significa que haya más gente bisexual o que de repente la gente haya cambiado de orientación. No podemos cambiar lo que somos».
Y lo que dice el estudio de Gallup es que cada vez somos menos heterosexuales. O mejor dicho, que cada vez ellas son menos heterosexuales. Y el salto lo marca, una vez más, la bisexualidad femenina. «La bisexualidad ya es el estatus LGBTQ+ más común», apuntaba Jones. «El 15% de todos los adultos de la generación zeta son bisexuales. Y casi el 30% de las mujeres de esa generación se identifican como LGTBQ+, la mayoría como bisexuales. Allí es donde parece estar ocurriendo gran parte del crecimiento».
La incontestable explosión de la bisexualidad no es otra moda yanqui. «No sé si es un fenómeno global, pero no me sorprendería nada que lo fuera», asegura desde Nueva York Ritch C. Savin-Williams, profesor emérito de Psicología del Desarrollo en la Universidad de Cornell, especializado en investigación gay, lesbiana y bisexual y autor de Bi: jóvenes bisexuales, pansexuales, fluidos y no binarios. «La posibilidad de ser bisexual siempre ha estado presente, pero etiquetar estas atracciones como bisexuales es más reciente. Lo nuevo es reconocer que existen».
Raquel tiene 37 años, es fotógrafa y vive en Madrid. A los 29 tuvo su primera relación con una mujer. «Yo no decidí ser bisexual, simplemente me empezó a gustar una amiga y de repente se convirtió en otra cosa», cuenta. «Para mí nunca había sido una opción, no me atraían nada las mujeres, pero cuando me enfrenté a esto me di cuenta de que era bisexual y lo abracé... Ya está. Ahora no creo que haya un auge de la bisexualidad, creo que hay un conocimiento mayor y una mayor apertura de mente en general que te llevan a dejar de pensar: 'Ay, esto no lo pruebo'».
Casos como el de Raquel y estudios similares a los de EEUU se repiten en todo el mundo. Al menos en Occidente. También en España. La última Encuesta sobre relaciones sociales y afectivas pospandemia, elaborada por el CIS en 2023, apunta que sólo el 3,7% de los españoles se reconocen como bisexuales, pero la cifra se dispara al 16% entre los menores de 24 años y supera el 22% entre las chicas de esa edad.
«Estamos viviendo un claro cambio de tendencia en las orientaciones sexuales», apunta Maria Rodó-Zárate, profesora en el Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra. «Las nuevas generaciones tienen una clara tendencia a situarse en posiciones no heterosexuales y cada vez más personas prefieren no identificarse con una categoría concreta».
Sólo el 3,7% de los españoles se reconocen como bisexuales, pero la cifra se dispara al 16% entre los menores de 24 años y supera el 22% entre las chicas
Detrás de este fenómeno hay, desde luego, una avalancha de nuevos canales de información, el impacto de las redes sociales, el fin de muchos tabús, una generación liberada de prejuicios, un tremendo esfuerzo de visibilización por parte del colectivo, el empuje de la última ola del feminismo y una mayor tolerancia social, pero no sólo eso.
Rodó-Zárate es autora, junto al investigador de la Universidad de Toronto Joel Cantó, de un interesante estudio, publicado el pasado verano, que explora también los vínculos entre ideología, género y generación en la autoidentificación de los jóvenes catalanes como gays, lesbianas o bisexuales. Y, según su tesis, tras el auge de la bisexualidad también hay un componente político.
«Hay estudios que apuntan a un cambio en la forma de percibir las propias identidades, más individualistas y no tanto en función de comunidades, pero nosotros quisimos vincular la ideología y vimos que existe una relación entre ser de izquierdas o de derechas o ser feminista o no serlo con lo que uno dice sobre su orientación sexual», explica la profesora. «Existe una politización de estas identidades no sólo vinculada al deseo, sino que tiene que ver con tener una mentalidad más abierta a explorar diferentes formas de relación sexual y afectiva».
Su investigación concluye que las nuevas generaciones tienen más probabilidades de identificarse como bisexuales que sus mayores, que las mujeres se reconocen más en esa orientación sexual que los hombres y que las mujeres de izquierdas admiten ser bisexuales más que las de derechas. También revela que el impacto de la ideología de izquierdas es más probable que favorezca la identidad LGB+ en ellas que en ellos.
«En general, encontramos que las mujeres jóvenes tienden a alinear sus identidades con sus políticas en mayor medida que los hombres», dice el trabajo en su apartado de conclusiones. «Esto es coherente con el papel más importante de la socialización entre las mujeres para autoetiquetarse como minorías sexuales, así como con los cambios asimétricos en la ideología de género entre hombres y mujeres, con las mujeres jóvenes cuestionando cada vez más las relaciones heteropatriarcales que los hombres jóvenes».
Esto de «los cambios asimétricos en la ideología de género», que suena tan técnico, es sencillamente la gigantesca grieta social que se está abriendo entre chicos y chicas. Cada vez más investigaciones confirman que las mujeres de las nuevas generaciones son más progresistas y, sobre todo, que los varones son más conservadores. En definitiva, que ellas son más de izquierdas y ellos, más de derechas.
"Existe una relación entre ser de izquierdas o de derechas o ser feminista o no serlo con lo que uno dice sobre su orientación sexual"
Según el CIS, Vox obtuvo en las últimas elecciones generales el doble de votos masculinos que femeninos. Jamás ha habido una diferencia tan grande entre hombres y mujeres en los apoyos a un partido en nuestro país. El 71% de quienes votaron al agitador ultra Alvise Pérez en las últimas elecciones europeas también eran varones. Y prácticamente la mitad tenían menos de 34 años.
«La brecha ideológica existe, la tenemos muy documentada y cada vez se ve más», cuenta Maria Rodó-Zárate. «Las chicas son más de izquierdas y más feministas y los chicos se sitúan más en posiciones de extrema derecha o contra el feminismo».
-¿Puede estar esto relacionado con la mayor visibilidad de la bisexualidad femenina?
-No lo sabemos, pero tiene pinta de que sí existe un vínculo entre cómo se entienden las relaciones sexuales y afectivas y una manera de pensar el mundo o entender la sociedad.
Raquel no piensa que esa fisura cada vez más enorme entre hombres y mujeres, sobre todo acentuada en las nuevas generaciones, haya influido en el mayor reconocimiento de la bisexualidad entre ellas. «Yo no creo que ninguna mujer decida explorar la bisexualidad porque esté cansada de los hombres», asegura ella. «Pero es evidente que las relaciones entre dos mujeres son diferentes a las relaciones entre un hombre y una mujer. Yo estuve cinco años con un chico, fue maravilloso, pero ahora que tengo una relación y un hijo con una mujer sí que siento que es distinto. Descubres que hay otro tipo de relaciones y que son más igualitarias».
A principios de este año, el CIS publicó los resultados de su primera encuesta sobre la percepción de la igualdad y los estereotipos de género. El dato más llamativo decía que el 44% de los hombres en España cree que en nuestro país se ha llegado «tan lejos» en las políticas de igualdad de género que en la actualidad se discrimina a los chicos. Cerca del 52% de los varones de entre 16 y 24 años cree incluso que los hombres están hoy marginados.
Otro barómetro, este del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) de Cataluña, ha confirmado este mismo año que esta divergencia entre hombres y mujeres en actitudes sociopolíticas no sólo se expresa respecto a cuestiones de igualdad o sobre el movimiento feminista. Su estudio subraya que los jóvenes varones son también más conservadores en materia de inmigración, cambio climático, impuestos, autoritarismo o derechos LGTBI.
"Nos decían que maduraríamos, que ya evolucionaríamos... Como si en lugar de bisexuales, fuéramos un Pokémon"
«Que las mujeres estén más abiertas hoy a explorar su sexualidad y a no imponerse barreras tiene mucho que ver con cómo han ido cambiando los roles de género en las últimas décadas», explica la filósofa Loola Pérez, autora de Maldita feminista (Seix Barral). «En los últimos tiempos se ha popularizado que la sexualidad femenina es un campo de exploración que se tiene también que deconstruir y quizás por eso la mujer tiene ahora una sexualidad menos prejuiciosa que los hombres, que siguen todavía muy influidos por los roles de género y lo que significa ser un hombre en esta sociedad machista y patriarcal».
Añade Pérez que detrás del crecimiento de la bisexualidad puede haber también una «elección política», una teoría que conecta con el llamado «lesbianismo político» de la década de los 60 y 70, corriente muy criticada por considerarse homófoba que abogaba entonces porque las mujeres «eligieran» ser lesbianas como forma de afrontar al machismo. Como si hacerse lesbiana fuera algo parecido a apuntarse al gimnasio.
«En el caso de las mujeres que deciden explorar su sexualidad con otra mujer, sobre todo en la madurez, hay dos hipótesis», matiza la filósofa. «Por un lado está la elección política de la bisexualidad desde un hartazgo de lo masculino y, por otro lado, que a ciertas edades las mujeres se sienten más seguras y más empoderadas y con menos hándicaps para explorar su sexualidad, algo que no pudieron hacer mucho más jóvenes».
"Es probable que las mujeres estemos hastiadas de los hombres, pero nadie elige una orientación sexual como quien escoge un trabajo"
Jade tiene 39 años y es de Jaén. Su pareja es una mujer desde hace casi cuatro años. Dice que nunca se ha considerado bisexual. «Yo toda la vida he sido heterosexual, lo que pasa es que mi última pareja es una chica», explica. «Pero nunca pensé que me atrajeran las mujeres hasta que tuve 36 años. No sé si tiene que ver con que ahora sea algo mejor visto y que antes ni te lo planteabas, pero yo nunca lo he sentido así. Es probable que las mujeres estemos un poco hastiadas de las relaciones con los hombres, pero no creo que nadie elija una orientación sexual como quien escoge un trabajo... Lo que está claro es que lo de preguntarte si te gustan los chicos o las chicas es algo que nos hacíamos en nuestra generación y que los jóvenes tienen mucho más naturalizado que no hay que ponerse etiquetas».
-¿Hacia dónde vamos entonces?
-Creo que estamos ante el fin de las orientaciones estancadas. ¿Por qué me tengo que identificar con algo? Desde que mi pareja es una chica he recibido muchas preguntas: ¿Desde cuándo te gustan las mujeres? ¿Eres lesbiana ahora? ¿Eres bisexual? ¿Pero ya no te gustan los chicos...? Son un montón de preguntas que ni siquiera yo me había hecho. Simplemente he intentado no definirme a mí misma y vivir el amor sin ponerle un nombre. Creo que evolucionamos hacia el fin de las etiquetas.
Otro estudio, éste publicado en Reino Unido el año pasado, sugería que casi el 7% de los británicos cambió su identidad sexual en un periodo de seis años. Investigadores de la Universidad de Lancaster observaron durante ese tiempo a casi 23.000 personas para calibrar la fluidez sexual de la población. El trabajo confirmó que una minoría significativa (un 6,6%) había cambiado su identidad sexual y descubrió que la movilidad era mayor entre las mujeres y las minorías étnicas no blancas. Y que era mayor entre los menores de 24 años, pero también entre los mayores de 64.
«Cada vez hay más mujeres que se han cansado del modelo que les vendieron cuando eran pequeñas y eso pasa con 18 años, pero también con 58», explica el sexólogo Iván Rotella. «Han visto que ese esquema que les vendieron familiar o socialmente no les llena cómo a ellas les gustaría y descubren que hay personas que sí pueden cubrir lo que desean y que además pueden ser de su mismo sexo. Ya no existe esa barrera y que una persona se declare bisexual sirve para que la gente entienda que se va a dar permiso para estar con quien le apetezca».
-¿Por qué son sobre todo mujeres quiénes se dan ese permiso hoy?
-Porque a las mujeres se les ha dado más educación en el plano emocional. Ellas se besan, se tocan, se abrazan, van juntas de la mano... Si dos chicos se dan un beso en el patio de un instituto, se monta un lío del carajo. Y eso sigue replicándose toda la vida. A los chicos, por lo visto, no se nos puede educar en la ternura. Y esto no ha cambiado. Por eso hay chicas que se permiten darle visibilidad a un anhelo de poder ser libres y elegir. Los hombres estamos aún en obras, esperando a ver quién nos proporciona la forma de manejarnos en este siglo, porque nos está costando el encuentro entre los sexos. Si seguimos así, ellas se irán a Marte y nosotros nos quedaremos aquí... O al revés.
"Cada vez hay más mujeres que se han cansado del modelo que les vendieron cuando eran pequeñas y eso pasa con 18 años, pero también con 58"
Álex tiene 31 años y trabaja en la industria teatral. A los 16 ya tenía claro que era un hombre bisexual... pese a todas las trabas. «Los chicos no pueden o no llegan a definirse por el simple hecho de la masculinidad que tenemos. Todo lo que hoy se salga de ser estrictamente heteronormado siempre juega en tu contra. Y si eres hombres, más», explica. «La masculinidad tóxica influye mucho en que los chicos bi no se puedan definir porque la sufrimos dentro y fuera del colectivo. Fuera se nos dice que somos gays confundidos y dentro se nos tacha de traidores porque también nos puedan gustar las mujeres».
Álex ha sufrido buena parte del catálogo de fobias que padece el colectivo bisexual. De ellos se dice que realmente son homosexuales, o quizás andróginos o hermafroditas (sinónimos de bisexual según la RAE) y se les cuestiona si se relacionan o no al 50% con hombres y mujeres. A ellas, se las hipersexualiza. El porno ha convertido a las mujeres bisexuales en carne de trío, en fantasía masculina, en mujeres salidas permanentemente. «En las aplicaciones para ligar, a las mujeres bisexuales que buscan las parejas heterosexuales para hacer un trío las llaman mujeres unicornio. Imagínate hasta qué punto estamos asociadas a la fantasía. Somos casi un ser mitológico», alucina Arantxa.
Ella, que un día puso la B al final de los LGTB, que se proclamó «Biciosa Mayor» cuando ganó el Premio Pluma en 2023 por su esfuerzo para que las personas bisexuales tuviesen su espacio en la Federación, sigue peleando por la visibilidad dentro y fuera del colectivo. «Somos muchísimas las personas bi, muchísimos chicos también, pero nadie nos ha visto porque no han querido vernos. Cuando mezclemos los colores y dejemos de separarlo todo con líneas negras, caminaremos hacia un mundo impresionista. La ventaja de las personas bisexuales es que no vemos el mundo como una foto fija, vemos el mundo como una película, con imágenes continuas que fluyen durante toda una vida».
-¿Cuánto ha cambiado la sociedad desde aquella primera B mayúscula, Arantxa
-Si con 15 años yo hubiera encontrado la palabra bisexual, mi vida habría sido diferentes. Porque cuando la descubres, tienes la sensación de que has perdido años de tu vida. Cuando yo empecé a dar la bichapa, ya era mayor pero me decían que maduraría, que ya evolucionaríamos. Como si en lugar de bisexuales, fuéramos un Pokémon.