HISTORIAS
Ideas

Los tres sesgos que explican por qué sobrevivió nuestra especie y por qué podría desaparecer: "Dondequiera que vayas en el mundo, la gente comparte ideas muy similares"

De la aldea más tradicional a la macrourbe más loca, todos los humanos mostramos tres rasgos que explican nuestra conducta: el conformismo, la religiosidad y el tribalismo. Es la rompedora teoría que Harvey Whitehouse defiende en 'Herencia', uno de los ensayos más esperados del año

Los tres sesgos que explican por qué sobrevivió nuestra especie y por qué podría desaparecer: "Dondequiera que vayas en el mundo, la gente comparte ideas muy similares"
PREMIUM
Actualizado

Es el templo más antiguo de la humanidad, un conjunto impresionante de monolitos enormes en forma de T levantado en el sudeste de Anatolia hace unos 12.000 años, 10.000 antes que Stonehenge. Todo lo que rodea a Göbekli Tepe, desenterrado en 1994, es un enigma. Edificado antes de la irrupción del Neolítico, la agricultura y los primeros asentamientos urbanos, tuvieron que ser tribus nómadas de cazadores recolectores de muy escasos recursos las que erigieron con un esfuerzo indescriptible aquellas piedras de 20 toneladas ricamente grabadas con toda clase de relieves de zorros, toros, buitres y otros animales. ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué significaba? Cuando el antropólogo británico Harvey Whitehouse (Londres, 1964) pudo visitar el enclave, sintió que allí latían tres fuerzas humanas tan vastas, arcaicas y arraigadas como las propias piedras de Göbeki Tepe.

Whitehouse publica ahora en español Herencia: los orígenes evolutivos del mundo moderno (Debate), traducido por María Serrano. Es un libro importante que ilumina la historia humana, del triunfo de nuestra especie a la posibilidad cierta de una futura autodestrucción, a través de tres sesgos ancestrales que explican nuestro comportamiento: el conformismo, la religiosidad y el tribalismo. Porque todos y cada uno de nosotros, lo queramos o no, copiamos constantemente a nuestros semejantes, creemos en alguna clase de seres sobrenaturales y privilegiamos a «los nuestros» antes que a «los otros» .

El Homo sapiens es el mismo en Oxford, donde imparte clases Whitehouse, que en Papua-Nueva Guinea, donde el antropólogo ha desarrollado los trabajos de campo que describe en el libro. Pero la cultura es increíblemente variable. Tenemos una buena teoría para la evolución biológica, la selección natural darwinista. ¿La tenemos para la evolución cultural? «Las teorías de la evolución cultural aún no están tan desarrolladas como las de la evolución biológica, y hay desacuerdos básicos», responde el autor a este periódico por correo electrónico. «Pero nadie discute que la cultura evoluciona. Hace 10.000 años, usábamos herramientas de piedra y ahora smartphones conectados a satélites. Claramente, hay una evolución en marcha. En Herencia, me centro en cómo una variedad de innovaciones culturales importantes permitieron que los grupos escalaran en tamaño y complejidad».

El antropólogo añade que no solo la tecnología evoluciona. En el Paleolítico, todos vivíamos en sociedades pequeñas. Las raras interacciones con extraños era mejor evitarlas. Hoy, vivimos en sociedades de millones de ciudadanos, y la mayoría interactuamos con extraños a diario. En el proceso, nuestros sistemas políticos se han vuelto enormemente complejos. Whitehouse es cofundador de Seshat (seshat-db.com), una base de datos masiva de historia mundial, bautizada en honor a la diosa egipcia de los registros, que está sirviendo a investigadores de todo el mundo para establecer los principales factores que impulsan la evolución de la complejidad social.

Herencia es un libro inagotable, un ensayo que desgrana los más recientes hallazgos de la psicología evolutiva sin caer ni en el reduccionismo crudo ni en el mito culturalista de la tabla rasa que defiende que somos simplemente pizarras en blanco en las que nuestras experiencias se inscriben. La biología es importante para explicar el comportamiento humano, defiende Whitehouse, pero la cultura también.

Para saber más

«Hay una serie de características del pensamiento y el comportamiento que emergen de manera predecible en el desarrollo, de manera similar en todo el mundo, y muchas pueden estar plausiblemente vinculadas a funciones adaptativas en nuestra historia evolutiva», argumenta. «Sólo piense en las muchas formas distintivamente humanas de comunicarnos, imitar, imaginar la vida después de la muerte, cuidar a los familiares, enamorarnos o ser leales al grupo. Pero, al mismo tiempo, las formas intuitivas de pensar pueden ser anuladas por la razón y la ciencia o por normas culturales que van en contra de nuestras inclinaciones naturales. La psicología experimental ha contribuido enormemente a la comprensión tanto de nuestras intuiciones ancestrales como del pensamiento más reflexivo».

Decepcionado por la persistencia de burbujas académicas que impiden una confluencia interdisciplinar que esclarezca quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, el antropólogo deplora las resistencias de las humanidades y las ciencias para trabajar juntas en pos de una tercera cultura al modo propuesto por el físico y novelista C.P. Snow. Los académicos de letras han decidido ignorar simplemente la labor de los científicos. Los científicos están convencidos de que nada pueden aportar ya las académicos de letras.

«Las humanidades tenían más excusas para ignorar la ciencia antes de que las ciencias cognitivas despegaran», recuerda Whitehouse. «Sin embargo, desde la década de los 50, la investigación en psicología y ciencias evolutivas ha impactado directamente en temas centrales de las humanidades, como la música, el arte o la literatura. Es lamentable que muchos estudiosos sigan ignorando estos avances, en parte debido a la influencia de tendencias posmodernas que priorizan el oscurantismo sobre la explicación científica. Disciplinas como la antropología social, antes considerada una ciencia, han sido redefinidas como humanísticas, dominadas por enfoques interpretativos que rechazan la generalización y la comparación, limitando así su relevancia pública. Esto también dificulta que los científicos aprovechen investigaciones humanísticas útiles. Se necesitan interacciones más profundas entre ambas culturas, como las que promueve el proyecto Seshat, para enriquecer tanto las humanidades como las ciencias».

El jardín religioso de la humanidad

Hay un concepto fascinante en Herencia, una alegoría muy sugestiva que ilustra la peripecia evolutiva de una humanidad enredada en su telaraña de sesgos cognitivos. Harvey Whitehouse lo llama «el jardín». La forma en que las civilizaciones pasadas han domesticado y aprovechado nuestros sesgos psicológicos naturales puede compararse con la forma en que los horticultores podrían haber dado forma a un paisaje imaginario.

Cuando todos vivíamos en bandas de cazadores-recolectores, los sistemas culturales eran como plantas silvestres, en el sentido de que muchas de nuestras ideas sobre el mundo que nos rodea eran intuitivas y no requerían instituciones muy elaboradas para ayudar a que se repitieran y transmitieran. Esas ideas intuitivas siempre serán propensas a extenderse por todas partes, como si las llevara el viento; son un poco como malas hierbas, muy difíciles de controlar. Los ejemplos incluyen creencias en cosas como la magia, los fantasmas, los seres creadores y similares. Las encuentras en todas las culturas humanas y nunca desaparecerán.

Pero también hay muchos tipos de plantas que se han plantado deliberadamente y criado selectivamente. Corresponden a importantes innovaciones culturales, como las instituciones legales, gobiernos, burocracias, monasterios, bibliotecas y universidades. Muchas de las ideas asociadas con estas instituciones entran en conflicto con nuestras ideas intuitivas, por lo que tenemos que seguir desmalezando el jardín para mantenerlas a raya. «Sostengo que diferentes tipos de instituciones podrían imaginarse como diferentes tipos de plantas en ‘el jardín’, algunas de las cuales ya han sido taladas hace mucho tiempo. Uno de los muchos ejemplos de los que hablo es el sacrificio humano, que una vez estuvo muy extendido pero ahora es casi inexistente», concluye Whitehouse.

Detengámonos un momento en los tres sesgos naturales de nuestra herencia común. El primero sería el conformismo. Nos copiamos los unos a los otros sin ninguna utilidad, sólo por sentirnos parte de un grupo. Whitehouse describe en su libro varios experimentos que él y sus colegas han llevado a cabo con niños muy pequeños, mostrando que desde temprana edad, estamos muy motivados para copiar a otras personas, particularmente a aquellas que queremos que nos quieran y se preocupen por nosotros. Imitamos para pertenecer. Y cuando tenemos miedo de ser excluidos, tratamos de reinsertarnos en el grupo conformándonos a las convenciones aún más escrupulosamente. Esta propensión humana ha sido aprovechada por las religiones organizadas de manera poderosa: realizamos los mismos rituales y repitamos los mismos credos una y otra vez. Esto permitió a las civilizaciones pasadas crear creencias y prácticas muy estables que podían extenderse a vastas poblaciones. Rutinizar los rituales del grupo hace que sea muy fácil detectar cuándo la gente se sale de la línea y se vuelve mucho más fácil de controlar. De esta manera, puedes lograr que las personas, tanto literal como metafóricamente, canten desde la misma partitura. A veces hay rebeldes que se niegan a seguir el guion. Son etiquetadas como herejes o traidores y tienen un final amargo. Otros pueden ser anunciados como grandes visionarios, mesías o reformadores. Pero de nuevo, su éxito depende del conformismo de sus seguidores.

"Si nuestras creencias están fuertemente moldeadas por unas creencias organizadas, eso nos vacuna hasta cierto punto contra las ideas descabelladas"

Harvey Whitehouse

El segundo sesgo es la religiosidad. Todos tenemos una tendencia biológica innata a creer en cosas irracionales y contraintuitivas e incluso pensamos que son más poderosas que las cosas racionales e intuitivas. ¿Es posible que fueran entonces las religiones organizadas, al acotar la irracionalidad de la religión salvaje, las que dieran lugar a la Ilustración?

«Dondequiera que vayas en el mundo, la gente comparte un conjunto central de ideas muy similares sobre seres sobrenaturales: espíritus que pueden atravesar objetos sólidos, o flotar o aparecer de la nada. Hay muchas pruebas de que las razones por las que estas mismas ideas surgen una y otra vez es porque son levemente contraintuitivas. Violentan nuestras expectativas en desarrollo natural acerca del comportamiento de los objetos físicos, que deben obedecer principios intuitivos básicos de solidez, gravedad y coherencia. Y esto las hace muy llamativas y memorables. No es sorprendente que tales ideas se propaguen fácilmente en las poblaciones humanas. Sin embargo, las religiones organizadas requieren que aprendamos ideas mucho más contraintuitivas. Piense en la Santísima Trinidad del cristianismo o las Nobles Verdades del budismo. Tales conceptos son realmente difíciles de entender y típicamente requieren sacerdocios profesionalizados y escuelas teológicas para mantenerlos. Este tipo de trabajo tiende a llevarse a cabo en monasterios y universidades, que es donde se originaron muchas de las ideas y herramientas que contribuyeron a la Ilustración. Es difícil imaginar que las ideas de Descartes, Newton, Voltaire o Kant surgieran en ausencia de ese tipo de instituciones».

¿El derrumbe actual de la religión organizada explica el auge de la irrracionalidad, desde los antivacunas a los partidarios de las teorías de la conspiración? O como dijo Chesterton: ¿cuando el hombre deja de creer en Dios es capaz de creer en cualquier cosa?
Es una idea interesante. Si nuestras creencias están fuertemente moldeadas por una religión organizada, eso nos vacuna hasta cierto punto contra creencias descabelladas que no están respaldadas por nuestra comunidad religiosa y sus líderes. Y si carecemos de una comunidad de ese tipo, podemos ser más propensos a caer presos de las teorías de conspiración. Pero me gustaría pensar que hay otras formas de protegernos de las ideas tontas. La educación secular es al menos tan buena como la religión organizada para proporcionar un escudo protector. Hoy la influencia más perniciosa en nuestras creencias ha sido el auge de las redes sociales y la forma en que el consumo de información ahora está impulsado tan vorazmente por intereses comerciales y sus programas de modificación de comportamiento. Es fácil ver cómo esto puede hacernos a todos más vulnerables a ser bombardeados con desinformación e imágenes engañosas que aprovechan nuestra psicología intuitiva pero sin las herramientas para evaluarlas críticamente.

Nuestra tribu, nuestra familia

El tercer y último sesgo natural descrito por Whitehouse es el tribalismo. Los humanos somos capaces de sacrificarnos no sólo por nuestros familiares sino también por quienes no lo son, lo que parece una acto antidarwinista que horrorizaría al biólogo evolutivo Richard Dawkins, célebre por su libro El gen egoísta (1976). Nos sacrificamos por «nuestra tribu».

La tribu puede verse como una extensión de la familia. Muchas sociedades tradicionales se organizan en clanes y linajes con ancestros comunes. Se fomenta así la lealtad grupal, reforzada por la fusión de identidad, un fenómeno psicológico donde las identidades personal y grupal se superponen. Cuando alguien ataca al grupo, los miembros fusionados lo perciben como un ataque personal. La familia es el grupo más común con el que las personas se fusionan, en parte porque comparten rasgos biológicos, como genes, que históricamente se han asociado con conceptos como sangre o espíritu. La creencia refuerza la lealtad. La fusión también puede activarse mediante experiencias impactantes, como batallas o rituales de iniciación, lo que sugiere que la cooperación humana no depende únicamente del parentesco, sino también de vivencias compartidas. Esto explica por qué la fusión puede extenderse a grupos grandes sin estrechos lazos biológicos.

"Las religiones organizadas requieren que aprendamos ideas contraintuitivas como la Santísima Trinidad cristiana o las Nobles Verdades del budismo"

Harvey Whitehouse

«La capacidad humana para cooperar a escala es, posiblemente, la principal razón por la que hemos terminado en una posición tan dominante sobre otras especies en nuestro planeta», dice Harvey Whitehouse. «Y si bien esto ha llevado a guerras cada vez más destructivas y a la explotación voraz de los recursos, esta misma capacidad podría ser la clave para finalmente cooperar pacíficamente a escala global. Dudo que eso suceda, sin embargo, a menos que primero comprendamos nuestra psicología y su asombroso potencial. De hecho, esa es una de las principales razones por las que escribí Herencia».

Si tuviera que elegir su enigma preferido por resolver de la psicología evolutiva, ¿cuál sería?
Mi enigma favorito es la disposición de algunas personas a sacrificar su vida por un grupo o causa, desde héroes y mártires hasta terroristas suicidas. Este autosacrificio extremo desafía a la psicología evolutiva, ya que va más allá de la mera lealtad grupal. Mi fascinación por este tema me llevó a lugares peligrosos, como Libia en 2011 durante la Primavera Árabe, donde busqué entender si el sufrimiento compartido impulsaba a los insurgentes a luchar y morir por otros. Obtuve evidencia convincente, pero el caso no está cerrado. Aún quedan detalles por resolver sobre la psicología y los orígenes evolutivos del autosacrificio, lo que lo mantiene como un enigma intrigante.
Tras la victoria de Donald Trump y el auge mundial de fuerzas populistas el mundo parece adentrarse en una era oscura donde mandan lo peor del conformismo, la religión y el tribalismo. Pero usted defiende que podemos valernos de los tres de forma positiva. ¿Qué probabilidad hay de que en el futuro se imponga lo mejor de nuestra naturaleza?
Aunque predecir el futuro es imposible, podemos aumentar las probabilidades de resultados positivos recurriendo a nuestro pasado evolutivo y utilizando ese conocimiento para fomentar una cooperación más pacífica y sostenible. Actualmente, regímenes como el de Donald Trump y otros gobiernos autoritarios están debilitando el orden global establecido tras la Segunda Guerra Mundial. No está claro si esto llevará a una mayor fragmentación o fortalecerá bloques regionales y económicos. Sin embargo, me inspira esperanza saber que los humanos tienen la capacidad psicológica no solo para la guerra, sino también para cooperar a gran escala. Hace miles de años, la cooperación a nivel de estados-nación era impensable, pero ahora es posible. Aunque las instituciones globales se están desmoronando, sabemos cómo construirlas. A pesar de los conflictos, los humanos podemos vernos como una gran familia y actuar en beneficio colectivo. Mi libro ofrece ideas para lograrlo, pero el verdadero desafío es implementarlas, lo que requerirá la colaboración de políticos, líderes religiosos, activistas y personas de todos los ámbitos. Creo que, con esfuerzo y comprensión mutua, podemos construir un futuro más pacífico y sostenible.

Herencia: Los orígenes evolutivos del mundo moderno

Debate. 440 páginas. 23,90 euros. Puede comprarlo aquí