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El profesor que ha descubierto por qué tus hijos no saben estudiar: "Cada vez me llaman más padres desconcertados"

Ferran Ballard lleva una década enseñando a jóvenes y adultos cómo aprender de manera más efectiva. Por sus clases han pasado 10.000 alumnos de toda España, y tiene lista de espera. "El aprendizaje, si es fácil, no es aprendizaje", denuncia

Ballard enseña a estudiar incluso a universitarios y tiene lista de espera en sus cursos.
Ballard enseña a estudiar incluso a universitarios y tiene lista de espera en sus cursos.
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Cuando era adolescente, Ferran Ballard trabajaba como mago en bodas, bautizos y comuniones. Gracias a la mnemotecnia, era capaz de recordar el nombre y las caras de todos los asistentes al espectáculo. También memorizaba interminables listas de palabras y números compuestos por largas series de dígitos. Se lo enseñó su abuelo José, que, a su vez, lo aprendió del ilusionista estadounidense Harry Lorayne, a quien llamaban El Yoda del entrenamiento de la memoria. Ahora, este barcelonés de 31 años repite el truco ante los bachilleres y universitarios que asisten acompañados de sus padres a su taller de técnicas de estudio. Deja claro que no es una habilidad, sino una «capacidad entrenada». Algo parecido ocurre con el aprendizaje: se necesita un método. «Si la inteligencia no se refleja en un examen, no sirve de nada», sostiene. Por mucho que un alumno sea muy listo, si no sabe cómo estudiar, no obtendrá buenos resultados.

Ballard lleva 10 años enseñando a jóvenes y adultos cómo aprender de manera más efectiva. Defiende que «cualquiera puede ser mejor estudiante si sabe cómo» y que «el profesor no tiene que enseñar bien, sino hacer que el alumno aprenda bien». Basándose en los últimos descubrimientos de la neurociencia, enseña a planificar mejor el tiempo, a retener la información de forma más duradera y a recordar los datos importantes. A sus cursos en Madrid y Barcelona, que realiza en sesiones intensivas de dos días durante los fines de semana, se desplazan familias procedentes de todas partes de España y hay lista de espera. Por sus clases han pasado más de 10.000 personas.

«La demanda de nuestros cursos ha aumentado de forma considerable. Cada vez me llaman más padres desconcertados. No entienden que sus hijos pasen tantas horas delante de los apuntes o del libro y no les funcione, no comprenden por qué llegan al examen y no se acuerdan. Cuando empecé, facturaba tres veces menos. Ahora lleno todos mis cursos», dice.

En una escuela que cada vez opta más por entretener en lugar de por enseñar, el 46% de las familias españolas contrata clases particulares para completar la formación de sus hijos, según un estudio del think tankEsadeEcPol que también alerta de que el volumen del mercado de las actividades extraescolares «ha crecido de un modo imparable» en las últimas décadas y supone un gasto de 1.700 millones de euros al año (270 euros anuales por familia).

En la universidad ocurre lo mismo: cada vez más alumnos -ya no sólo los de Ingeniería- tienen que recurrir a academias privadas. No es algo que suceda sólo en España. Harvard, Berkeley y Yale tienen tutoring programs que enseñan técnicas para mejorar el rendimiento académico. Aquí, la Universidad Carlos III imparte para sus alumnos de primer curso un taller de estrategias de aprendizaje. Y la mayoría de campus españoles ha lanzado cursos cero de Expresión y Compresión Escrita, Matemáticas, Física y Química, que, según la Universidad Rey Juan Carlos, «ayudan a alcanzar el nivel de partida de asignaturas de formación básica». En realidad, deberían llegar a la universidad con todo esto ya sabido.

Para saber más

¿Tan mal está la situación? ¿Qué nivel académico tienen los jóvenes?
Me encuentro con que los alumnos que empiezan la universidad no tienen buena base. Hace 10 años su nivel era mucho más alto. ¿Cómo lo sé? Les pongo los mismos ejercicios y los mismos exámenes que hace una década, pero ahora se atragantan más con ellos. No tienen conocimientos suficientes para entender el enunciado de un problema de Matemáticas. Lo quieren todo muy fácil y masticado, porque así se lo han dado en el colegio. La educación está siendo cada vez menos exigente. Y los alumnos no aprenden bien.
¿Se puede aprender sin esfuerzo?
El aprendizaje, cuando es fácil, no es aprendizaje. Tiene que costar y debe haber una dificultad. No hay que humillar al alumno, ni pegarle en la mano con una regla, sino dejar que se frustre. La frustración es esencial. Pero la escuela se está olvidando de dejar al alumno que se equivoque y aprenda del error. Intenta poner a los chicos directamente en la cima de la montaña; quiere que se diviertan, que jueguen. Yo he visto colegios donde no se enseñan las tablas de multiplicar porque dicen que para eso ya está la calculadora. No veo en las escuelas un debate sobre qué tienen que aprender sus alumnos, sino que se centran en buscar cómo hacerles más fácil promocionar de curso o que no lo pasen mal. No buscan que adquieran conocimientos, sino que priorizan que sean felices. Aunque la mejor manera de educar en valores es ponerlos a leer a Dostoievski.
Ahora que tenemos todo el conocimiento al alcance de la mano en Google, ¿es necesario aprender las cosas de memoria?
¿Cómo vamos a saber qué buscar en Google si no tenemos un conocimiento previo para saber qué es lo importante? Sin conocimiento previo no hay pensamiento crítico. Yo defiendo el conocimiento y defiendo la memoria. Memorizar es importante porque proporciona un contexto y permite atar el conocimiento. Cuanto más recuerdas, más sabes.

Ballard coincide con las conclusiones de la mayor investigación que se ha realizado en España sobre el aprendizaje de los alumnos de Secundaria, publicada recientemente en la revista Cognitive Research: Principles and Implications. En ella se revela que el 8o% de los alumnos no sabe cómo estudiar. Este trabajo, elaborado por los expertos en psicología cognitiva del aprendizaje Héctor Ruiz Martín, Marta Ferrero y Fernando Blanco, señala que herramientas muy habituales entre los alumnos como releer varias veces el mismo texto, subrayarlo o copiarlo no correlacionan con un buen desempeño académico. ¿Qué funciona entonces?

Las manos del educador, entre apuntes y los bolígrafos de colores con los que enseña a estudiar mejor.
Las manos del educador, entre apuntes y los bolígrafos de colores con los que enseña a estudiar mejor.

«La evocación», responde Ballard, que, como los autores del estudio, es firme defensor de esta práctica consistente a rescatar de la memoria lo aprendido, como en un simulacro del futuro examen. El alumno puede autoevaluarse con preguntas, dejar que le tomen la lección, explicársela a un compañero o hacer esquemas, pero lo más importante es que no mire los apuntes.

"Las bibliotecas sirven para ligar pero no para estudiar, porque para memorizar bien hay que leer el texto en voz alta"

«El error más frecuente que se produce es estudiar con los apuntes delante. Por un lado, da una falsa seguridad al estudiante. Por otro, transmite a su cerebro el mensaje de que, cuando llegue el día del examen, también los va a tener a mano. ¿Pero cómo comprueba que sabe si siempre tiene la ayuda de los apuntes? Hay que hacer que el cerebro no se confíe y piense que lo que tiene que memorizar es cuestión de vida o muerte. Evocar sin apuntes delante cuesta, agobia y frustra y los estudiantes no quieren someterse a ese mal trago», expresa Ballard.

Una de sus alumnas estuvo a punto de ser expulsada de la carrera de Medicina de la Universidad de Navarra porque suspendió la mayoría de las asignaturas. Y eso que llegó de Bachillerato con un expediente intachable, repleto de buenas notas. Los profesores universitarios cada vez se quejan más de que suspenden a chicos que han entrado en la universidad con media de sobresaliente. Las notas se han inflado previamente. Además, «la mayoría de estos jóvenes son alumnos que piensan que, si les va mal en el instituto o en la carrera, es porque es muy difícil, pero no son conscientes de que hay un problema con el método», advierte Ballard.

Su historia es prueba de ello. Estudió en los jesuitas de Sarrià, donde fue sacando con buenos resultados todas las asignaturas, aunque a veces se agobiaba porque no siempre se reflejaba el esfuerzo que ponía. Se quedaba hasta las tantas, pero luego, en los exámenes globales, se olvidaba de muchas cosas. Era un estudiante de atracón. Diagnosticado con dislexia y trastorno por déficit de atención, cursó un doble grado en Economía y Derecho en la Universidad Pompeu Fabra. «Pronto me di cuenta de que estudiar a última hora, como había hecho siempre, ya no me servía. En la universidad supe lo que era quedarse en blanco en un examen».

«Fue entonces cuando me acordé de todo lo que mi abuelo me contaba cuando era pequeño sobre el educador Philip Boswood Ballard, que fue inspector educativo en Reino Unido e investigó lo que funcionaba en el aprendizaje. El concepto de la evocación o active recall es heredero suyo. En homenaje a él me puse su apellido», recuerda.

Durante la carrera, Ballard comenzó a investigar las técnicas que permiten aprender mejor. Lo hizo junto a su compañera Alejandra Scherk, que después se graduaría como la número uno de la promoción. Decidieron preguntar a los estudiantes más brillantes cómo estudiaban y, a partir de ahí, buscaron patrones y puntos en común. Entonces sentaron las bases del método Ballard, que está inspirado en algunos principios del método Pascal, que se popularizó a finales del siglo pasado y cuyo dominio en internet ha comprado ahora Ballard.

¿Qué diferencia a los número uno del resto de estudiantes?
Los números uno tienen una disciplina integrada que el resto no tiene. Son, sobre todo, personas humildes y en construcción. Siempre estudian sin tener los apuntes delante, lo que significa que están hechos de otra pasta, porque es muy duro darse cuenta de que no sabes algo, aunque luego lo vayas a aprender. No estudian todo el mismo día, sino que lo van espaciando en el tiempo y se van preguntando periódicamente, entrelazando ese conocimiento con el de otras asignaturas para ponérselo más difícil al cerebro y que tenga que trabajar más.
¿Qué más hacen?
Piden previamente al profesor las presentaciones del tema para llegar a clase con cierto conocimiento del mismo. Al terminar el día, se leen los apuntes y les dan coherencia, a diferencia del resto de alumnos, que normalmente dejan pasar varios días. Por otro lado, tienen mucha capacidad de síntesis: sólo se aprenden los conceptos generales y, a partir de palabras clave, desarrollan ideas secundarias. No memorizan palabra por palabra, porque se forma una cadena inestable, sino que se hacen mapas mentales donde asocian unas cosas con otras y las conectan con sus conocimientos previos.
¿Es mejor tomar apuntes a mano o a ordenador?
No conozco ningún caso de fracaso académico por la forma en que se toman los apuntes. Lo importante es el trabajo que se hace con ellos. Eso sí, tener el ordenador delante durante el estudio distrae y es importante que el alumno lo haga en un lugar monacal, con la mesa libre de objetos que puedan captar su atención.
¿Es buena idea estudiar con música?
No, el cerebro tiene una memoria de trabajo limitada y parte de ella se dispersa si hay música o preocupaciones.
Dice que las bibliotecas sólo sirven para ligar.
Las bibliotecas sirven para ligar pero no para estudiar, porque para memorizar bien hay que leer el texto en voz alta. Da coherencia a las ideas.
El estudio de Ruiz, Ferrero y Blanco sostiene que subrayar o copiar un texto no ayuda a mejorar el aprendizaje.
El aprendizaje no se produce si no se subraya bien o no se reflexiona sobre lo que se está copiando.
Entonces, ¿hacerse chuletas es una buena forma de aprender?
Sí, porque es un trabajo de síntesis que permite reflexionar sobre el texto para llegar a lo fundamental. La clave es sacar una palabra clave de cada párrafo, esa palabra que te diría tu compañero si te estuviera chivando una respuesta en un examen.

En septiembre de 2012, cuando empezaban segundo de carrera y sin haber cumplido aún los 20 años, Ballard y Scherk impartieron su primer curso de método de estudio a unos alumnos de primer curso del grado de Derecho. Poco antes habían montado una modesta academia universitaria que ahora enseña de forma recurrente a prácticamente la mitad de los alumnos de la Pompeu Fabra. Además de técnicas de aprendizaje, les ayudan a aprobar asignaturas concretas o les dan clases de oratoria y cálculo mental. Las cinco personas que componen su equipo, además de ellos dos, han sido los primeros de su promoción. El negocio ha ido tan bien que lo han ampliado con cursos de aprendizaje para empresas y charlas online.

Los alumnos dicen que Ballard les han enseñado técnicas mediante las cuales pueden recordar cualquier información. «Llegué a retener hasta 20 cifras que me decía de manera aleatoria una máquina a gran velocidad e incluso llegué a escribirlas del revés», ha contado la matemática Carmen García Roger, que se preparó con él para pasar las pruebas de memoria para ser astronauta de la Agencia Espacial Europea.

«No quiero que se piense que la mnemotecnia te hace ser un alumno de 10, porque no he conocido a ningún número uno que me diga que gracias a eso lo es», aclara Ballard. «Pero, como a nuestro cerebro le gusta lo visual, el impacto y la asociación de ideas, funciona crear pictogramas con las palabras de cada párrafo para memorizar un texto. Al final, todo es cuestión de técnica».

EL MÉTODO BALLARD EN 8 PASOS

1. Hacer una buena planificación del estudio para no dejarlo todo para el final. Distribuir el temario en distintos días.

2. Hacer una primera lectura general del tema a trabajar, sin subrayar nada en ese momento.

3. Subrayar manteniendo la coherencia del texto, que se entienda lo que se subraya.

4. Extraer los conceptos clave de cada párrafo y hacer un resumen que mantenga la coherencia del subrayado, usando las propias palabras. Es muy recomendable hacer un mapa mental con las palabras clave, esquema que incluya únicamente las palabras clave de forma jerarquizada y con pictogramas que las representen visualmente.

5. Memorizar. El alumno debe recitar en voz alta el esquema que visualiza mentalmente, explicándolo como si fuera un profesor. Además, debe autoevaluarse con preguntas concretas, sin tener los apuntes delante.

6. Descansar cada 50 minutos. Al volver de descanso, hacer un repaso de todo lo visto, sin los apuntes. Reparar en los errores.

7. Al día siguiente, volver a repasar. «El repaso es la clave, porque es cuando se consolida la información», sostiene Ballard.

8. Repasar en intervalos crecientes: primero una semana después, luego dos semanas después del último repaso y así sucesivamente hasta el día del examen. «Recuperar información después de haberla olvidado parcialmente refuerza su consolidación, ya que el esfuerzo por recordarla la hace más resistente al olvido», afirma.