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La lección magistral de Massimo Recalcati: "Tener padres ejemplares causa locura en los hijos"

El reconocido filósofo italiano, de paso por Madrid para charlar con un grupo de familias, reivindica el valor de la escuela en esta época de violencia y destrucción: "Su misión es decir que seguimos teniendo futuro"

La lección magistral de Massimo Recalcati: "Tener padres ejemplares causa locura en los hijos"
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Massimo Recalcati cruza la pasarela del Colegio Reggio, en Madrid, escoltado por la directora, una psicoanalista y otros empleados de esta escuela nacida hace 15 años al amparo de una máxima: fomentar la reflexión en sus estudiantes. No hay clase en la capital y, durante el día, el espacio se ha utilizado para un rodaje. Por la tarde está prevista lo que en este cole se denomina charla-café, una suerte de conversación entre un personaje ilustre al que tanto los docentes como los padres han leído previamente. Pero esta ocasión es aún más especial porque hace ocho años que invitan a este escritor italiano a sumarse a una iniciativa que sienta al susodicho en una silla sobre una tarima en el gimnasio. Detrás de ellos hay colchonetas de colores y espalderas. Delante, 200 personas dispuestas a escuchar a Recalcati, que pasaba el fin de semana en Madrid con su mujer y, al día siguiente, hablaría para profesionales del Instituto de Estudios Psicosomáticos y Psicoterapia Médica (IEPPM), en el aula magna del Hospital Gregorio Marañón.

¿Qué dice un psicoanalista a un grupo de padres y madres? Ley y el deseo en la vida del adolescente fue el título de una «conversación», en palabras de Recalcati, «más que una conferencia», de la que este escritor -su último libro publicado en España es La luz de las estrellas muertas (Anagrama)- está especialmente orgulloso, por varias razones. Primero, porque «ama la escuela»; segundo, porque «el Reggio es un colegio particular, ligado a la tradición italiana de la pedagogía conocida como Reggio Emilia» [basada en la observación y la experimentación]; y tercero, porque, según cuenta Recalcati en una entrevista una hora antes de la charla, «ya rara vez consigue ir a hablar a las escuelas».

Es comprensible: es un autor extremadamente prolífico y, además, ejerce como psicoanalista. Da clase en la Universidad Libre de Lengua y Comunicación de Milán, dirige el Instituto de Investigación de Análisis Aplicado (IRPA) y, desde 2003, también el Centro de Clínica Psicoanalítica para los Nuevos Síntomas, conocido como Jonas Onlus y que se ocupa «del tratamiento, la prevención y la investigación de los nuevos síntomas del malestar contemporáneo: la anorexia y la bulimia, la obesidad, la depresión, los ataques de pánico, las adicciones patológicas y el malestar familiar». Y lo hace «sacando el psicoanálisis de los gabinetes privados, ofreciendo tarifas que lo hagan asequible a todo el mundo».

«No estoy aquí al azar. Para mí la escuela es un lugar de acción insustituible, especialmente en una época como ésta, un tiempo de guerra, de violencia, de destrucción, de fundamentalismos...», arranca. Hay una merienda preparada, Recalcati quiere un café expreso y pregunta cómo se pide exactamente un café italiano en España, elude un bizcocho y se decanta por unas fresas. «La escuela es una vacuna», continúa, «la única vacuna que nos queda para resistir a las tentaciones de nuestro tiempo, que son el nihilismo, la depredación, la explotación, la imposición de unos sobre otros...». Recalcati cree que «los colegios enseñan que no existe una sola manera de estar en el mundo y fomentan el pluralismo y la multiplicidad de lenguas». «En una época donde se quieren imponer lenguajes únicos y en la que prima el viento derechista, desde los Estados Unidos de Trump hasta Europa del Este», añade.

¿Cree que la preocupación general respecto al tiempo que habitamos está justificada?
Las visiones apocalípticas del mundo implican el hecho de que no haya más futuro, que no haya siquiera esperanza. Pero esas visiones apocalípticas se forman en relación a una serie de datos que provienen de la realidad. Por ejemplo, las guerras de origen nacionalista-soberanista, la destrucción del planeta desde el punto de vista ecológico, la concentración de la riqueza en manos de muy pocos y un capitalismo que, cada día, es más tecnocapitalismo; un capitalismo que parece emanciparse de la democracia, que no ve en ella un sostén, sino un enemigo.
¿Y el futuro?
Está claro que ya no tenemos futuro. Por eso digo que amo la escuela, porque su tarea es, precisamente, decir que esto no es así, que seguimos teniéndolo. Como el psicoanálisis, que en realidad sirve para lo mismo y no para investigar el pasado. El psicoanálisis no es una arqueología, sino una forma de hacer posible el futuro. El inconsciente no es sólo una señal amnésica, sino algo que aún no se ha cumplido, es decir, el deseo. Y el deseo abre la puerta al futuro.

Del deseo se espera que hable precisamente a los padres y profesores que han ido a escucharle una tarde de viernes no lectivo. Cuenta Beatriz Rolán, la psicoanalista que en las primeras líneas escoltaba a Recalcati, que en las lecturas previas a la charla «se han privilegiado dos de sus textos»: ¿Qué queda del padre? La paternidad en la época hipermoderna y La hora de clase. Por una erótica de la enseñanza (ambos en Anagrama) porque, «en ellos, el autor confronta la crisis actual de la función paterna y la transmisión de la ley en un contexto de exaltación del narcisismo, en donde el empuje al goce absoluto se hace imperativo y cuya consecuencia sería la muerte del deseo y la imposibilidad de toda transmisión, imponiéndose únicamente la persuasión ideológica».

Acompañado de la directora del Reggio, Eva Martín, y de Petra Rodríguez, que le ayudaba con la traducción al español, Recalcati comienza diciendo que hablará durante media hora y después espera una conversación. Añade que su castellano no es perfecto, pero conseguirá comunicarse. Se muestra simpático, afable y hasta bromista, sin miedo a hablar de asuntos presuntamente políticamente incorrectos. Reflexiona: «La Ley es lo que escribe en el corazón que no todo es posible: el sentimiento del imposible». «Los adolescentes tienen que encontrar su deseo, el fuego que encienda su vida. Pero solo se puede llegar a la experiencia del deseo si se tiene grabado el no todo es posible».

Entre bromas y errores lingüísticos, Recalcati irá soltando postulados que le convierten en una mezcla de filósofo y psicoanalista. A veces, cuando quiere decir entonces desde su natal allora se le escapa el francés que aprendió de joven. Como se le escapa también que su maestro fue precisamente Jacques Lacan. Pero el primer filósofo que cita es Gilles Deleuze, cuando afirmó: «No existe pesadilla peor que vivir el sueño del otro».

A partir de ahí, todo: «La tarea del joven es construir un sueño propio. Y los síntomas epidémicos de nuestro tiempo son la toxicomanía, el aislamiento, la dependencia tecnológica... El denominador común, diría, es la dificultad para desear, la incapacidad para entender que el deseo no es un capricho, sino un deber. No se estila pensar así ahora, pero es así: el deseo tiene la forma del deber y el verdadero deber es el deseo».

Recalcati hace sonreír a su audiencia en ocasiones. Por ejemplo, cuando suelta que «el niño no es un caballo, que no hay que entrenarlo al trote y al galope». O bien: «La educación no es una escalera. Es un encuentro». Es más, a sus conceptos, cuestiones u objetos preferidos este escritor suele llamarlos así, encuentros, pues de este modo califica también el libro y la escuela. A los padres les dice: «Hay que mostrar al hijo que el deseo no es enemigo de la ley ni viceversa». E insiste también en el reverso de todo ello, es decir, que el deseo está relacionado con la vocación y con los propios talentos. Sostiene Recalcati que «hay que tener fe en la vocación del niño, y percatarse de que la culpa, en realidad, es no haber hecho nada con ese deseo», cuestión que «clínicamente produce depresión». («¿Qué he hecho de mi vida, de mi deseo?»). «Hay que amar la vida que se tuerce porque ahí también se genera la vocación», ahonda.

Otro asunto por el que Recalcati tiene cierta querencia cuando habla de sus grandes temas, como la educación y la relación con los hijos, es la cuestión de los límites. Pone como ejemplo la tendencia actual de «alimentar a demanda» a los bebés y la importancia del «destete», incluso cuando los hijos crecen o especialmente cuando esto sucede. Afirma: «El abandono es un buen destino para un hijo. Una vida es sana cuando es coherente con su deseo. Ningún padre puede asegurar la felicidad de los hijos. La locura de un hijo es tener padres ejemplares. Hay que enseñarles a tener una relación de amistad con la propia falta».

«No voy a dar una lección magistral», advirtió antes de empezar, durante la entrevista con este periódico. Pero en cierto modo terminó dándola.

¿Diría que ha habido un cambio en la percepción del psicoanálisis en las últimas décadas?
Hace 35 años que me esfuerzo por llevar el psicoanálisis al corazón de la ciudad. No es casualidad que hoy esté en una escuela. Otras veces voy a hospitales, sinagogas o tribunales. Es decir, el psicoanálisis no puede vivir aislado, y llevarlo al corazón de la ciudad significó también reducir su coste. Eso hice en Italia, donde actualmente tengo 35 oficinas abiertas. Hacemos asequible el psicoanálisis para todo el mundo, y eso significa romper con una cierta representación de éste como un servicio a la burguesía, así como ayudar al psicoanalista a adaptar su lenguaje a los lugares colectivos que frecuenta. Hace pocas décadas el psicoanálisis estaba muriéndose, era expulsado de la universidad, sustituido por terapias de tipo cognitivo-conductual y ridiculizado por la potencia química de los psicofármacos. Hemos conseguido devolverle su prestigio.

La media hora de charla de Recalcati se ha convertido en varias horas de pensamiento al unísono, preguntas, respuestas y mucho agradecimiento por parte del Colegio Reggio a quien consideran un maestro. A las 20.00 horas dice serenamente que debe ir marchándose. La mañana siguiente visitará el Museo Reina Sofía, pondrá en su cuenta de Instagram una imagen de él de espaldas apreciando la obra maestra de Picasso y escribirá: «Madrid, Guernica. Il nostro tempo».

La luz de las estrellas muertas. Ensayo sobre la nostalgia

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