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Los viajeros han hablado alto y claro. El turismo ha vuelto, y lo ha hecho con máxima contundencia. El último barómetro de la ONU confirma que el sector turístico mundial está en los niveles previos a la pandemia, con regiones que los han superado, como Europa, Oriente Medio y África. Los 1.100 millones de turistas viajaron internacionalmente en los primeros nueve meses de 2024 reafirman una apetito renovado (y desaforado) por explorar el planeta. Entre los viajeros, se ha instalado ese sentimiento de que es "ahora o nunca".
El informe también muestra resultados sobresalientes en cuanto a los ingresos que genera el turismo. Pero sobresalientes son también los desafíos y este año ha quedado más patente que nunca. En verano, la temperatura subió no sólo en la playa. También en la calle, donde de Kioto a Florencia y de Rovaniemi a Barcelona, el hartazgo por el turismo masivo provocó protestas y manifestaciones. Ya no es sólo un hashtag: el sobreturismo es un asunto político. Los viajeros están hoy sujetos a reglas de toda índole: tarifas para visitar ciudades, multas por caminar en chanclas, por beber en la calle, por hacerse un selfi en determinados lugares. Son las medidas por las que han apostado algunos destinos para gestionar las masas y proteger su patrimonio.
Otros, más imaginativos, han optado por recompensar el buen comportamiento del turista, ofreciéndole premios por comportarse cívicamente y tener un impacto positivo. La fórmula está aún por descubrir, pero ya ha calado el consenso de que el turismo debe contribuir, no destruir, y de que estamos en una carrera contrarreloj para lograrlo. A menos que algo significativo cambie, es probable que el próximo año se repitan los problemas de este verano. Según un informe realizado este año conjuntamente por Google y Deloitte, España será el destino turístico número uno del mundo en 2040, superando a Francia y a EEUU como el país con más turistas internacionales del planeta.
No extraña, por tanto, que se estén poniendo de moda destinos alternativos con el reclamo de que no tienen turistas, como Mongolia, o que son 100% silenciosos, como nuestras Montañas Vacías, en el corazón de la Laponia española, entre Cuenca, Guadalajara y Teruel. Porque una de las tendencias que se ha cimentado este año es la necesidad del viajero no ya de desconectar como hasta ahora, sino de conectar, de vivir experiencias personales y significativas. El yo en el centro del viaje. De ahí que el turismo wellness se haya sofisticado hasta niveles impensables. El spa se da por descontado en algunos hoteles que ofrecen tratamientos de crioterapia y hasta con células madre, y objetivos tan ambiciosos como vivir más y mejor. Es lo que Booking llama el "pasaporte a la inmortalidad".
ÚLTIMA OPORTUNIDAD
Otra de las sorpresas que ha dado la industria es el auge de los destinos que podrían tener las horas contadas. Es el "turismo de la última oportunidad" que tiene su mejor ejemplo en los glaciares. Según las predicciones más alentadoras, la mitad de estas masas de hielo en el mundo pueden haber desaparecido en 2100 y esto está alentando viajes de naturaleza extrema, pese a los peligros que conllevan. También han proliferado las expediciones a los polos ante el rápido derretimiento del hielo marino, pese al contrasentido de que más cruceros y más turistas contribuyen a su deterioro.
Por fortuna, la industria continúa su transformación con un enfoque cada día más serio en la sostenibilidad y ya se pueden encontrar sin demasiada dificultad no solo hoteles comprometidos con la comunidad, la protección de la naturaleza y la reducción de sus emisiones, sino también empresas turísticas que ofrecen actividades que garantizan una exploración de bajo impacto. Una de los hitos que hemos vivido este año es el nacimiento de los primeros safaris en coches eléctricos en Tanzania, un cóctel admirable de aventura y compromiso.
Turismo de estrellas
En 2024 muchos viajeros han descubierto la cúpula celeste. El turismo de estrellas se ha convertido en una moda imparable con experiencias cada vez más atractivas, desde baños de estrellas a guías estelares y observación de eventos cósmicos. El eclipse solar total que se vivió el 8 de abril en Norteamérica se transformó en todo un hito turístico, arrastrando forofos del cielo de mundo y medio. También supimos que hay lugares de nuestra geografía que ya están totalmente reservados por turistas extranjeros de cara al Gran Eclipse Español de 2026. ¿Y qué ha ocurrido con el turismo espacial? No hemos cesado de oír hablar de Jeff Bezos y Elon Musk y de sus respectivas flotas de cohetes, pero la realidad es que los aspirantes a turistas espaciales siguen siendo unos pocos. A día de hoy, o son riquísimos o tener benefactores pudientes que paguen por la extraordinaria aventura de pasar unos minutos en el espacio. Sí fuimos testigos en septiembre de la primera caminata espacial privada, aunque la experiencia exige tal preparación y dificultad que es improbable que se popularice alguna vez.
Lo que sí ha sido un bombazo decisivo en el sector es el turismo musical, una tendencia imparable con la cantante estadounidense Tylor Swift como paradigma de que una gira puede ser tanto un fenómeno cultural y económico como viajero. Y la música no es el único reclamo turístico intangible. Este ha sido también un año en el que nos hemos puesto nostálgicos y hemos buscado viajes vintage. En Europa se vive una revolución del ferrocarril con la vuelta del tren nocturno e itinerarios que nos permiten cruzarnos todo el continente traqueteando bajo las estrellas.
Y cómo no, ya podemos planificar todos estos viajes con la ayuda de la inteligencia artificial, que se ha posicionado rápidamente como una herramienta indispensable para crear experiencias a medida y evitar las multitudes. De ahí que la industria haya abrazado la tecnología con entusiasmo, y que haya ya viajeros que, gracias a plataformas como Google Gemini, Mindtrip o Vacay, pueden aventurarse a tener un chatbot como guía. Para muchos trotamundos quizá no suene atractivo... Otros no dudarán en suspirar por una herramienta que permite, en cuestión de segundos, tener una guía para darse un homenaje gastronómico en cualquier ciudad del planeta o para planear un viaje basado en un post en TikTok.
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