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Moda

Qué sentido tiene dedicar 200 o 400 horas a un bordado en plena era de la moda rápida. Hablan cuatro profesionales

Cuatro excepcionales bordadoras de España, Corea, Albania y Canadá cuentan a YO DONA qué las llevó a entregarse a un oficio en vías de extinción que las casas de Alta Costura luchan por salvar. Les va la vida en ello. Te contamos por qué.

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La albanesa Egla Memaj delante de uno de los espectaculares bordados que realiza con hilos metálicos.
La albanesa Egla Memaj delante de uno de los espectaculares bordados que realiza con hilos metálicos.FOTO: E.M.

Se llaman Cloto, Láquesis y Átropo, pero son más conocidas por su nombre artístico, las Moiras, hilanderas que urden desde la oscuridad sin tiempo los destinos humanos en la mitología griega. Como Aracné, la joven convertida en araña en venganza por ser mejor tejedora que una enrabietadísima Atenea -diosa de la guerra y de la sabiduría, pero también patrona de hilanderas, tejedoras y bordadoras- o Ariadna, la del hilo que permitió a Teseo salir vivo del laberinto tras matar al Minotauro, son manifestaciones de una metáfora ancestral de la existencia, tan evocadora como la del río que muere en el mar, pero donde lo femenino es clave del arco.

Cómo no.

Porque las mujeres llevan cosiendo al menos desde hace 25.000 años, en el Paleolítico Superior, mientras nacían los primeros poblados (el primero, en la actual República Checa). En las chozas toscamente construidas con rocas y huesos de mamut, las modistas primigenias cosían ropajes que iban más allá de un pellejo animal mal atado. Tras cubrir la urgente necesidad de abrigo, muchos milenios después, nacería el bordado, un arte transmitido de madres a hijas que se cultivaría en Babilonia, en Egipto, en Extremo Oriente... y que los romanos sistematizarían en fórmulas indicativas de estatus: tanto vales, tal o cual adorno para tu túnica. Tendría que llegar el siglo XVIII, eso sí, para que la bordadomanía alcanzara su particular plenilunio. La alta densidad de florituras por centímetro cuadrado como símbolo de poderío llevó a aberraciones como que una prenda ceremonial pesase 13 kilos (la conservan en la catedral de Colonia).

Hemos dicho que el bordado, como el resto de labores de costura, ha sido desde lo más remoto cosa de ellas. Pero no siempre. "En Albania, la costura y el bordado son trabajo de mujeres, pero a veces la ropa tradicional nacional la bordan los hombres y, de hecho los mejores bordadores del siglo pasado fueron varones», cuenta hoy la joven bordadora Egla Memaj. Y añade: «Hace unos años, no obstante, el oficio llegó a desaparecer por completo del país. Cuando yo comencé, la gente incluso me miraba mal por ello. Parecía una profesión demasiado vulgar, atrasada. Pero hoy vuelve a florecer. Se está abrazando y apreciando mucho todo lo que se trabaja a mano".

Fascinación infantil

Como todas las mujeres cuya voz se oye en este reportaje, Egla Memaj se enganchó al bordado de muy niña, mientras observaba cómo cosían su abuela y su madre. En la Universidad de las Artes de Tirana se especializó en textiles y moda y empezó a experimentar con hilos metálicos. Una visita al Museo Etnográfico Nacional de Berat la impulsó a realizar un estudio etnográfico de la vestimenta albanesa. Este tema se convirtió a su vez en inspiración para su primera exposición, Salmo, en 2018. "Bordar es un proceso hermoso y duro por igual", le dice a Yo Dona, "para mí, una forma de preservar nuestro patrimonio e historia".

Yolanda Andrés trabaja para firmas como Carolina Herrera o Hermès y para particulares.
Yolanda Andrés trabaja para firmas como Carolina Herrera o Hermès y para particulares.FOTO: Y.A.

Pero estamos en 2024. La era de la moda rápida. De la ropa barata y fugaz, casi de usar y tirar. Y, claro, del bordado mecanizado y en serie, sin ánima. Gran parte del artesanal vive atrincherado en la Alta Costura, territorio donde el hecho a mano no es negociable. La española Yolanda Andrés es una de las bordadoras que colaboran con grandes casas del lujo. "Para Carolina Herrera bordo bolsos con orquídeas para Shanghái y ciervos para Texas. También colaboro con Hermès, con Anthropologie... y acabo de volver de Catar, donde he realizado una intervención para Loewe. No paro...", dice. Llegar a estas firmas ha sido fruto, en realidad, de esperarlas. Ellas han contactado con Andrés "cuando he expuesto en galerías, por Instagram o en mi taller del Rastro".

Uno de los retratos bordados que realiza Yolanda Andrés.
Uno de los retratos bordados que realiza Yolanda Andrés.FOTO: Y.A.

Por desgracia (al menos para las casas de Alta Costura), no das un golpe en el suelo y salen cien Yolandas Andrés. Como muchos otros oficios manuales, cada vez son menos los jóvenes interesados en pasar ocho horas al día inclinados sobre tela, hilo y aguja. Tanto es así que desde hace más de una década la industria del lujo ha empezado a autoabastecerse. ¿Cómo? Creando sus propias escuelas y cursos de las artesanías que le interesan. El poderosísimo grupo LVMH anunciaba en 2023 la creación de un centro de excelencia de los oficios, tras la creación, en 2014 de un Institut des métiers d'excellence (IME) que a estas alturas ofrece casi 300 programas de formación en todo el mundo.

También proliferan los premios, como el Loewe Foundation Craft Prize, que "celebra la excelencia en la artesanía". O muestras que ponen en valor la artesanía clásica o vanguardista, como Homo Faber, que tiene lugar cada dos años en Venecia a iniciativa de la fundación Michelangelo, tras la cual se encuentran Johann Rupert, fundador y CEO del conglomerado Richemont (que agultina marcas como Cartier, Van Cleef & Arpels, Alaïa, Chloé...) y Franco Cologni, Senior Executive Director del mismo grupo.

Objetos únicos, regalo personalizado

Allí, el pasado septiembre, estuvo la canadiense Julia Vysokova con dos obras que respondían a un desafío propuesto por la dirección de la muestra a una veintena de bordadores: realizar dos paneles inspirados en el clásico Juego de la Oca. Vyosokova, que estudió por su cuenta historia del arte, técnicas antiguas y bordado de alta costura, hoy es experta en habilidades tan diversas como el bordado de Lunéville y el jacobino, el trapunto o el bordado en oro y seda. Más del Barroco y del rococó que de hoy, muchas de sus obras están realizadas con herramientas y materiales antiguos, lo que las dota de un inequívoco sabor a antaño.

Julia Vysokova con el bolso 'Morning in a New Life', con más de 200 horas de trabajo detrás.
Julia Vysokova con el bolso 'Morning in a New Life', con más de 200 horas de trabajo detrás.FOTO: J.V.

Los trabajos de esta bordadora pueden adquirirse en la plataforma online Etsy, donde hay productos entre 2.935,56 € (el bolso Morning in a New Life, con el que posa en la foto de esta página), y 94,15 € (el anillo Antique Cameo, por ejemplo). ¿Qué sentido tiene el bordado, le pregunto, en estos tiempos de fast fashion y consumo compulsivo? "Creo que precisamente en estos tiempos la gente echa en falta cosas originales, inusuales. Todo el mundo se esfuerza por expresarse a través de su imagen. Quieren rodearse de objetos que reflejen su mundo interior. Yo hago joyas y accesorios que pueden enriquecer esa imagen. Algunos de mis clientes me han dicho, además, que compran mis obras para luego dejárselas a sus hijos (como reliquias familiares)".

Cosas excepcionales y duraderas en un mundo de objetos abocados al vertedero. La española Yolanda Andrés, que habla de un actual "furor" por el bordado, siempre trabaja por encargo. "Los clientes regalan bordado, son regalos especiales...", dice. Ella, que estudió Bellas Artes y trabajó durante más de una década en publicidad, sintió la llamada en 2008, cuenta en su página web, cuando nació la primera de sus tres niños, «900 gramos, operaciones, UVI, respiración asistida». Pasar mucho tiempo junto a aquel bebé en silencio la llevó a retomar los hilos.

Salvar la tradición como motivo de inspiración

Aunque las motivaciones sean distintas, la semilla suele encontrar acomodo en el tierno sustrato de la infancia. "Desde que tengo uso de razón me ha fascinado la artesanía", cuenta Heehwa Jo, coreana radicada en Londres; "dar vida a mis ideas usando cualquier material a mano. Agujas, hilos y telas han sido siempre mis compañeros". Heehwa Jo trabajó en la industria de la moda hasta 2016. "Fue entonces cuando descubrí que el bordado tradicional coreano era algo a lo que valía la pena dedicarse", explica.

La coreana radicada en Gran Bretaña Heehwa Jo, que recupera técnicas y motivos de la tradición de su país..
La coreana radicada en Gran Bretaña Heehwa Jo, que recupera técnicas y motivos de la tradición de su país..FOTO: H.J.

Heehwa Jo ha investigado a fondo las técnicas y formas de los antiguos bordados de su país, sobre todo los destinados a las cortes reales, donde el uso de finos hilos de seda y de orfebrería eran norma. Su principal fuente de ingresos son, no obstante, los libros que escribe y las lecturas que imparte, aunque puntualmente realiza encargos para empresas y particulares. La razón última por la que borda, explica, es "que me proporciona alegría y placer. Disfruto cada momento, desde que concibo un proyecto y selecciono los materiales hasta que lo veo cobrar vida. Me siento agradecida por haber encontrado algo que nunca me resulta aburrido".

El placer, la felicidad, también los destaca Yolanda Andrés. "Cuando bordas se detiene el tiempo. Te concentras, y puntadita a puntadita generas un mucho. En tiempos donde todo es inmediato, el bordado ayuda", asegura. "La artesanía es tan antigua como la humanidad y quienes la practicamos lo hacemos porque es un alimento para el alma. El bordado ¡es mi poder espiritual!" defiende por su parte Egla Memaj. Ella también expuso en Homo Faber su particular versión del Juego de la Oca, a la que dedicó, dice "cientos de horas, semanas, meses, sin interrupción". Su técnica, a menudo sobre grandes formatos, la hace única: «Es diferente; desde el bordado y acrílico sobre lienzo a gran escala, el relleno de puntada línea a línea con relieve y movimiento también a gran tamaño...».

El bordado, punto de encuentro

Paradójicamente (pero no), el futuro del bordado pasa por el rescate del pasado, sin renunciar al compromiso que cada artista establece con su propia visión. Como explica Egla Memaj, "llevo 12 años trabajando sin parar y nunca lo he hecho por encargo en Albania. Si lo hubiese hecho, me habría quedado en un estilo tradicional, podría ganar dinero con ello, pero nunca sería yo misma en el bordado". Respecto al futuro que le espera a esta forma de expresión artística, Heehwa Jo es optimista: «No estoy segura de que esta artesanía haya vislumbrado alguna vez un futuro color de rosa... A pesar de no haber sido nunca una actividad mainstream, siempre ha sobrevivido. Dado que lo hecho a mano pertenece más al ámbito del arte que a lo comercial o lo práctico, es poco probable que desaparezca. Mientras haya quien valore la expresión artística, como ha pasado desde la noche de los tiempos, hay posibilidades de que el arte y la artesanía, en todas sus formas, consigan sobrevivir . Yo sólo eso; también evolucionar».

Heehwa Jo se nutre especialmente de los bordados que tenían como destino las cortes reales de Corea.
Heehwa Jo se nutre especialmente de los bordados que tenían como destino las cortes reales de Corea.FOTO: H.J.