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Me he hecho un test para evaluar si mi dieta es o no inflamatoria. Spoiler: el asesino eran las pipas

Probamos un nuevo test que analiza y valora, a partir de una sola analítica, las consecuencias inflamatorias de nuestros hábitos alimentarios; detecta carencias y excesos, revela desequilibrios entre marcadores que pueden ser peligrosos y propone soluciones a todo lo anterior.

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Me he hecho un test para evaluar si mi dieta es o no inflamatoria. Spoiler: el asesino eran las pipas
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No se habla de otra cosa. Por algo será. La inflamación y los medios para combatirla copan titulares (sí, incluido el mío) y portadas de libro, invaden la conversación y monopolizan la preocupación. Además, en la era de los problemas digestivos (distintas fuentes sitúan en torno al 30% el porcentaje de población española que padece o ha padecido algún tipo de trastorno de este tipo) la inflamación se ha convertido en un enemigo a batir. Porque pese a ser la respuesta natural del sistema inmunitario para protegernos de infeccciones, lesiones y agentes nocivos, cuando se pasa de rosca, vamos, cuando se instala y/o cronifica, se vuelve contra el organismo que lo cobija y con el tiempo puede devenir problemas de salud graves.

Como pertenezco a ese grupo de españoles que no se libra de algún que otro problema digestivo, cuando me entero de la existencia de un test que permite conocer si tu alimentación habitual podría estar causando inflamación celular, decido probarlo. Lo ofrece el laboratorio Synlab y promete la evaluación, con una sola muestra de sangre, de "16 parámetros bioquímicos que pueden dar información relevante sobre un estado inflamatorio silencioso, así como recomendaciones dietéticas específicas y pautas para seguir una dieta antiinflamatoria". Pero no sólo eso. Además, aseguran desde el laboratorio que el test "nos informa de aquellas conductas alimentarias que nos podrían estar inflamando y que pueden llevarnos a importantes problemas de salud, como un alto consumo de productos ultraprocesados ricos en grasas o azúcares y por otro lado, nos informa de la posible falta de alimentos ricos en nutrientes, fibra o grasas saludables". ¿Cómo resistirse a probarlo?

En el laboratorio me planté.

Me sacan sangre (poca) y me voy a mi casa, tic tac tic tac, a esperar. Al cabo de algo más de una semana llegan los resultados. Primera sorpresa: nada menos que 26 folios de informe. Afortunadamente, el más importante es el primero. En él, los datos de la analítica van acompañados de una barra horizontal cuyo color va del verde al rojo pasando por el amarillo, y que muestra gráficamente, de un solo vistazo, si tu nivel de determinado marcador está requetebién, bien, regular, mal o fatal.

Primero aparecen los marcadores de control glucémico (ambos dentro de la normalidad); después los del perfil lipídico (mi colesterol y mis triglicéridos, de lujo); a continuación los marcadores de inflamación:proteína C Reactiva ultrasensible (óptimo) y ácido úrico en suero (bien); le siguen los nutrientes antiinflamatorios: el zinc en suero (bien) y la vitamina D (estupendamente); los ácidos grasos en eritrocitos: palmítico (bien, pero un poco bajo), elaídico (perfecto), oleico (bien, aunque un poco bajo) y araquidónico (ligeramente alto), y por último, los datos de equilibrio entre omega-6 y omega-3. El índice omega 3 está bien; la relación entre araquidónico y eicosapentaenoico... FATAL.

¿FATAL? ¿Pero cómo que fatal?

Como cualquier ser humano en mi lugar, en vez de leerme los 25 folios que siguen (y que al final resultarán ser la mar de entretenidos, porque aparte de comentar cada uno de tus valores te explica gracias a qué rasgos de tu alimentación se deben), me voy derechita a la página 12, al 'pinchazo', a intentar averiguar qué narices pasa con mi ácido araquidónico y su mala relación con el eicosapentaenoico. Y leo: "Tus niveles de ácido araquidónico son elevados, lo que puede indicar un consumo excesivo de alimentos de origen animal (carne roja, vísceras, yema de huevos, mantequilla, quesos, etc.), fuentes directas de este ácido graso, o bien un exceso de aceites vegetales ricos en omega 6 que se han transformado en araquidónico".

Ay, madre, qué desconcierto. En los últimos meses apenas he comido queso, la carne roja no la pruebo, no como mantequilla ni vísceras y respecto a los huevos, como mucho me puedo zampar dos a la semana. ¿Entonces? Busco en internet cuáles son esos "aceites vegetales ricos en omega 6 que se transforman en araquidónico" a los que hace referencia el informe: Aceites de semillas y vegetales, como el de girasol, maíz, soja, cacahuete, sésamo, cártamo, coco y palma. Sigo sin entender; en mi casa todo se cocina con aceite de oliva, la botella de aceite de girasol bosteza de aburrimiento en un rincón.

"Mamá, sí que tomas aceite de girasol", me dice mi hijo. "¡Jamás!", le respondo ofendida. Y me espeta: "¿Y los atracones de pipas que te pegas?".

Y ahí, glups, encuentro atrincheradas a las presuntas culpables de este desaguisado: ¿serán de verdad los atracones de pipas que me doy cada equis noches los culpables de mi 'mal expediente'?

Habla la experta

Todos sabemos que los autodiagnósticos los carga el diablo, así que me encomiendo a la sabiduría del experto, en este caso a la de Irene Santacruz, doctora en Farmacia y nutricionista, responsable del área de Nutrición Médica de Synlab. Primera patada en la cara: con la edad, cuenta la especialista, se van perdiendo mecanismos de protección contra la inflamación. Hablamos de la inflamación de bajo grado, "ésa a la que denominamos 'silenciosa' y que cada vez más se está viendo que está detrás de más y más problemas y que depende en gran medida de la dieta", explica. ¿Qué factores hay en la dieta que nos inflaman? Varios. Por un lado, los hidratos de carbono (los picos de insulina son proinflamatorios, dice la experta). Por otro, las grasas. En concreto, determinado tipo de grasas saturadas en exceso y también las tristemente famosas grasas trans "que activan genes y mediadores proinflamatorios". Los mediadores del sistema inmune de la inflamación (icosanoides) y los de la antiinflamación (resolvinas), proceden bioquímicamente de las grasas de la dieta, de los omega 6 y de los omega 3".

Con los omega hemos topado. Ahí descubro que las matemáticas de la dieta son importantes: "Tú puedes estar tomando mucho omega 3 con la alimentación o a lo mejor te suplementas, que es buenísimo. Pero si te pasas puedes perjudicar a tu sistema inmune. Eso lo veo mucho en deportistas". Con los omega, en definitiva, en el centro está la virtud. "No se trata de tomar mucho omega 3 o de dejar de tomar omega 6. Se trata de que ambos estén equilibrados.

Dice la experta que velar por el equilibrio entre omega 6 y omega, evitar los picos de azúcares ("Tú te puedes cenar cuatro piezas de fruta y te estás metiendo 120 gramos de azúcar, aunque en calorías sea poquito, genera un desequilibrio que pasa factura"); aumentar el consumo de fibra y el de polifenoles (todo lo que da color a frutas, verduras y hortalizas), las vitaminas, los minerales, "son muy antiinflamatorios" serían, muy a grosso modo, los grandes pilares de una buena alimentación.

Los secretos de un test

El nuevo test es una suma de pruebas ya conocidas de antemano, pero que juntas proporcionan un acercamiento muy interesante a la calidad de la dieta que sigue una persona. Los datos que proporciona corresponden, más o menos, a una media de los últimos tres meses de la vida del paciente. "Lo que hemos hecho es juntar las diferentes partes en un perfil que nos va a dar mucha información sobre la dieta antiinflamatoria, es decir, sobre cómo está tu dieta en relación con tu inflamación silenciosa", explica Irene Santacruz. La prueba cuesta 110 euros, un precio muy aceptable para la información que se obtiene a cambio. El laboratorio también proporciona la opción -doy fe-, de tener una consulta con un miembro del equipo de nutricionistas de unos 20 minutos, donde se interpretan los resultados y se dan pautas para mejorarlos si fuera necesario.

Después de repasar todos mis resultados (lo cual contribuye en gran medida a aumentar mi autoestima), llegamos a la china en el zapato, a la pieza que funciona mal, a... las pipas. ¿En serio tengo que dejar de tomarlas? ¿Con lo que me gusta verme una buena serie con un paquete de El Piponazo entre las manos?

Y un final feliz

Tranquilidad y buenos alimentos, es la síntesis de lo que responde la nutricionista: "No necesitas dejar de comer pipas, si tanto te gustan. Puedes solucionar el problema aumentando la ingesta de omega 3. Porque aquí es el equilibrio entre ambos lo que importa". Y explica: "El ácido araquidónico lo tenemos por dos vías. Los alimentos de origen animal o algunos de origen vegetal como algunos aceites (como el de girasol) y frutos secos. Pero en éstos, no es activo. En el caso de las pipas, por ejemplo, hablamos de ácido linoleico (que no es malo, sino bueno) que después se transforma en ácido araquidónico. Con la edad, la tasa de conversión de un ácido en otro desciende, pero está claro que en tu caso o bien comes muchas pipas... o es pura genética, porque eso también influye". Conclusión: "O bajas omega-6 o subes omega-3. Y que no sea comiendo pescado".

¿Y eso?

"Lo normal es que a partir de una edad, 50, 60, 70, ya no te sirva comer muchas nueces para conseguir omega-3, sino que necesites pescado o suplementación. El problema es que el pescado (y tu ingesta está perfecta, por encima de la media de la población española), soporta mucha contaminación. Aquí en el laboratorio también hacemos análisis de minerales y de metales tóxicos en pelo, y vemos que a la gente que toma pescado a diario, el mercurio o el arsénico se les salen de los límites. Así que mejor suplementar que comer más pescado, al menos en tu caso".

El puzle de la alimentación, cada vez más complicado...