CIENCIA
Opinión
Día Mundial del Clima

Que llueva de nuevo no nos debe de sorprender en un clima tan variable

El autor subraya la necesidad de adaptarnos para los períodos extremos, que cada vez pueden ser más frecuentes y repentinos, y reclama una mejor comunicación científica para preparar a la población

Vista del río Jarama a la altura de la localidad madrileña de San Fernando de Henares, el 21 de marzo.
Vista del río Jarama a la altura de la localidad madrileña de San Fernando de Henares, el 21 de marzo.FERNANDO VILLAREfe
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El final de marzo llega acompañado de los días mundiales del agua, de la Tierra, de la meteorología y del clima. Esta correlación nos hace reflexionar sobre el momento que estamos viviendo a nivel climático, cómo se entiende y cómo se aborda desde el punto de vista personal, comunicativo y de gestión.

Para poner un poco de contexto y aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de cambio climático debemos pensar que tanto nuestra cultura como nuestra organización social y económica (el calendario escolar, los puestos de trabajo, las producciones agrícolas o el tiempo de ocio y vacaciones) se basan en buena parte en la climatología.

El lugar y el tipo de cultivos, los meses con mayor rendimiento cognitivo o el desarrollo económico, junto con los períodos de descanso vacacional, están estrechamente ligados a los períodos del año de más calor o más frío. Para corroborarlo, no hace falta más que ver dónde y cómo están construidas las zonas más antiguas de los pueblos: siempre en los lugares y con los materiales óptimos.

Nuestra economía se basa en unas premisas desarrolladas desde hace décadas, en Europa a partir de los años '50 aproximadamente y con una aceleración en España a partir de los años '70. Por tanto, el desarrollo económico y la organización social están basados en las condiciones climáticas que había en aquellos años y, a pesar de algunas fluctuaciones, se podría considerar que eran constantes desde hacía décadas.

Una vez superado ya el primer cuarto del siglo XXI, nos enfrentamos a un cambio de escenario, las condiciones climáticas están variando y ello puede llegar a debilitar nuestro sistema social y económico. Pero el cambio climático no solo es esto, sino sobre todo el voraz cambio que está sufriendo la superficie de la Tierra debido a unas temperaturas más altas. ¿Y la precipitación? Preguntaréis. En este aspecto los científicos nos encontramos ante de un dilema, un dilema comunicativo. Por un lado, tenemos unas temperaturas más altas que secan de manera más rápida la tierra y los vegetales. Por otro, una atmósfera más cálida con mayor capacidad para alojar vapor de agua. Cuando este vapor se condensa puede provocar precipitaciones más intensas y abundantes.

Por lo tanto, si las temperaturas están sufriendo una tendencia clara al alza, las precipitaciones están teniendo unas oscilaciones más bruscas. Si a ello le sumamos que la población está repartida de una forma desigual, con grandes y densos núcleos urbanos impermeabilizados debido a la edificación y el asfalto, la vulnerabilidad de la población es cada vez mayor; tanto es así que ya no hacen falta precipitaciones tan abundantes como las que había históricamente para que los daños sean mucho mayores.

Las administraciones deben planear el desarrollo sostenible del territorio, sobre todo el de las ciudades, las grandes perjudicadas por los fenómenos meteorológicos extremos debido a su expansión exponencial durante los últimos años, con la consecuente densidad de población. Pero no debemos perder por el camino a personas comprometidas que se sienten desengañadas cuando les llegan noticias o afirmaciones extremas.

En un momento en que contamos con múltiples fuentes de comunicación e información, la comunidad científica debe unir esfuerzos para encontrar una estrategia comunicativa efectiva. La exageración de la realidad o la política del miedo no deberían caber en el campo científico. Afirmaciones tajantes como "no va a llover más" (climáticamente hablando) o "los pantanos no se volverán a llenar" pueden poner en duda la voz científica. Por eso, en el campo de la comunicación la ciencia tiene un largo camino por recorrer todavía.

"Que llueva de nuevo no nos debe de sorprender en un clima mediterráneo marcado por la variabilidad pluviométrica, pero sí debemos adaptarnos para los períodos extremos, que cada vez pueden ser más frecuentes y repentinos". Este es el mensaje sobre el que deberían trabajar las organizaciones públicas para reducir la vulnerabilidad y los efectos de un cambio climático que se hace evidente con el retroceso de los glaciares. Por cierto, este año 2025 ha sido declarado por las Naciones Unidas Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, que además ha celebrado también su día el 21 de marzo.

*Guillem Martín es profesor de Meteorología y Climatología en en la Universidad Carlemany (San Julián de Loria, Andorra).